A 40 años del Cordobazo (III): Los hilos que llevaron a la rebelión

En los inicios del '69, la situación política de la dictadura militar se podía apreciar en tres hechos.


La dictadura otorgó un aumento del 8% en los salarios, luego de dos años de congelamiento salarial. Frente a una inflación del 40% en los dos años previos, el "aumento" de la dictadura instaló aún más el reclamo del aumento de emergencia (40%). La defensa del salario fue un factor en las rebeliones de mayo. A la vez, el gobierno informaba que había entrado en un déficit fiscal.


La política de desarrollo industrial basada en el subsidio del Estado (a través de la política impositiva y la deuda pública), en la fuerte devaluación del peso en el '67 y en el aumento extraordinario de la tasa de explotación, había entrado en una impasse. Las primeras quejas de la burguesía "nacional" por la "absorción de empresas" (UIA, Informe julio '68) revelaban la concentración de la industria en manos extranjeras. Para Política Obrera: "La economía capitalista ha necesitado esta inyección de energía estatal y, sin embargo, la producción nacional permanece estancada. Esto se debe a que toda la economía mundial se halla en estancamiento y crisis monetaria, comercial y crediticia; en todas las esferas de la economía mundial hay un importante proceso de expropiación – cuyo reflejo social es la agudización de la lucha de clases en Europa y EEUU, y cuyo reflejo estructural es el retroceso crónico de las semicolonias, como nuestro país" (PO, 16/9/68).


La dictadura, en este cuadro, estaba obligada a una nueva  ofensiva antiobrera y antipopular. Procuró imponer esta ofensiva a través de la regimentación del movimiento sindical y de la represión al activismo, para lo que reforzó la aplicación de la Ley Anticomunista. En 1969, para remediar el déficit fiscal, comenzó a aplicarse un anticipo del impuesto a los réditos que se calculaba sobre la base del valor de la tierra, que castigaba a los terratenientes con escasas inversiones, pero en particular a los campesinos marginales – de escasa ganancia capitalista (gran mayoría en ese momento en la provincia de Córdoba) (antes, la llamada Ley Raggio, había provocado un desalojo masivo de arrendatarios en el interior).


Antes de Mayo


El 8 de abril, una asamblea general de Citroën decidió, luego de una conciliación, no reiniciar la huelga por la reincorporación de 135 compañeros, luego de 40 días de una lucha heroica. El 30 de abril se cierra, objetivamente, con otra derrota, la huelga de casi 90 días de Fabril Financiera, bastión de la Federación Gráfica, dirigida por Raymundo Ongaro, líder de la CGT de los Argentinos (CGTA). Recién el 7 de abril fue convocada una asamblea general de todo el gremio para resolver un paro de solidaridad. Mientras tanto, las publicaciones de Fabril eran editadas por otros talleres gráficos. Pero las largas huelgas, aún derrotadas, estaban revelando el esfuerzo colosal de un nuevo activismo. En paralelo con las derrotas duramente peleadas en el Gran Buenos Aires, la movilización en el interior, y en Córdoba en particular, crecía y se radicalizaba.


En Villa Quinteros, Tucumán, más de 1.000 trabajadores se movilizaron en defensa de su fuente de trabajo, el Ingenio San Ramón (14 de marzo). En Villa Ocampo, una marcha reprimida ocupa la Intendencia en defensa de otro ingenio, el Arno. En Córdoba, desde hacía dos años que los activistas mecánicos y metalúrgicos venían discutiendo la necesidad de una movilización política y su forma organizativa. El 28 de junio del ‘68 pararon los obreros de Perdriel para sumarse a las luchas estudiantiles en el barrio Clínicas. El 16 de agosto, los obreros de Kaiser pararon y se defendieron ferozmente frente a la represión. El 20 de octubre, más de 1.000 obreros vivaron la propuesta de un paro regional en apoyo a la huelga petrolera de Ensenada. De enero a abril del '69 arreciaron las medidas de fuerza en Santa Isabel (Kaiser), en distintas secciones, contra el aumento de los ritmos de producción. Desde diciembre 1968, los metalúrgicos de Córdoba protagonizaron paros masivos contra las quitas zonales a sus salarios, y la UTA, totalmente desorganizada, sacó su primer paro en mucho tiempo en defensa de un convenio colectivo.


El 12 de mayo, la dictadura militar derogó el régimen del "sábado inglés", una legislación vigente para varias provincias, que establecía un pago de 48 horas por una jornada de 44. A esa altura, el proletariado mecánico sufría el congelamiento de los convenios y salarios – anulando la conquista propia de discutirlo cada cuatro meses, y una "productividad obrera" que creció de un 60 a un 80% en las ramas de la industria automotriz de Córdoba desde el '64 al '70.


Fruto de una incontenible bronca, la burocracia del Smata tuvo que convocar a una asamblea general. El gobierno la declaró ilegal y trató de disolverla con gases, cuando la inmensa mayoría de los trabajadores mecánicos estaba ya concentrada en el Córdoba Sport. Alcanzaron a votar un paro de 48 horas, tras dos horas de enfrentamientos, derrotaron a la policía y se fueron a sus casas. Pero el vuelco estaba en marcha. El 15 y el 16 nadie trabajó en Córdoba.


El mismo 15, una manifestación de estudiantes en Corrientes, contra el aumento de los precios del comedor universitario y contra su privatización (en función de la reducción del presupuesto), fue ferozmente reprimida y cayó asesinado el estudiante Juan José Cabral (22). La agenda se volvió vertiginosa: el 17 de mayo, en una manifestación de jóvenes en Rosario, en solidaridad con los luchadores de Corrientes, cayó baleado Adolfo Ramón Bello, otro estudiante. El 21 de mayo, una movilización obrero estudiantil de repudio ocupó las calles de Rosario y la policía mató por la espalda a Luis Norberto Blanco, un pibe de 15 años. La rebelión se generalizó y desbordó a la policía, que debió replegarse. Onganía firmó un decreto declarando a Rosario zona de emergencia y habilitando tribunales militares para aplicar castigos sumarios, una virtual ley marcial. La lucha callejera en Rosario (primer Rosariazo) fue de una envergadura extraordinaria: 15.000 trabajadores y hombres y mujeres de todas las clases de la población oprimida, junto a más de mil activistas estudiantiles, en un escenario de solidaridad vecinal total. En Córdoba, primero con la batalla del Córdoba Sport, en Rosario luego, se produjo una fractura fundamental: la pérdida del miedo a la dictadura. Las consignas son las clásicas: "obreros y estudiantes, unidos y adelante", "muera la dictadura militar", "asesinos".