Aniversarios
19/7/2016
A 80 años del comienzo de la guerra civil española
El 19 de julio se conmemoran 80 años del levantamiento popular que repelió el Golpe de Estado perpetrado por el ejército español contra el gobierno Republicano. Esto daría inicio a la guerra civil española. Reproducimos el artículo “La revolución proletaria cubre a España. Lecciones imperecederas sobre democracia y fascismo”, aparecido en Prensa Obrera n. 149.
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El 18 de Julio de 1936 estalló finalmente el golpe militar que la derecha española venía preparando casi a la luz del día. Desde febrero de ese año gobernaba en España el Frente Popular.
El golpe comenzó con el levantamiento de la guarnición colonial de Marruecos. El gobierno del Frente Popular, en manos de ministros burgueses republicanos, se negó a reconocer el alcance de la sublevación, pretendiendo que se reducía a Marruecos, y llamó "a tener confianza en los medios de la fuerza militar del Estado". "La acción del gobierno será suficiente para restablecer el orden", declaró a la tarde del 18, ante los reclamos de las centrales sindicales de que se armara a los trabajadores, y cuando la sublevación ya se había extendido a Sevilla y Málaga. Por su parte, los partidos comunista y socialista, que formaban parte del Frente Popular pero no del gobierno, llamaban a confiar en el gobierno republicano. "El momento es difícil pero no desesperado”, declararon. "El gobierno está seguro de que posee los medios suficientes para aplastar esta tentativa criminal… ". "(El Frente Popular) está dispuesto a intervenir en la lucha a partir del momento en que se reclame su ayuda. El gobierno manda y el Frente Popular obedece".
Al anochecer del 18, mientras las centrales sindicales declaraban la Huelga General, el gobierno renunciaba. Martínez Barrios, presidente del Parlamento, formó un nuevo gobierno con elementos de la derecha republicana y con un general "leal" como ministro de guerra. El propósito de esto era llegar a un acuerdo con los militares rebeldes, a quienes se ofreció, incluso, cargos en el gabinete. La formación de este gabinete cayó como una bomba en Madrid, donde centenares de miles de manifestantes se lanzaron a las calles, sin esperar el llamado de ninguna organización, para reclamar armas.
El 19 de julio en Barcelona
Ese día 19, la irrupción de las masas barcelonesas produjo un vuelco decisivo en toda la situación. Desde la madrugada, miles de trabajadores se fueron concentrando sobre el centro de Barcelona. Ante la negativa del gobierno burgués de Cataluña (Generalität), de brindarles armas, tomaron las que hallaban en las armerías y los pequeños arsenales del puerto. La multitud se lanzó casi desarmada sobre las tropas, las rodeó y al precio de cientos de muertos las obligó a retroceder capturando armas y cañones. Hacia la tarde, las tropas quedaron cercadas por la masa obrera. Ante el giro de los acontecimientos, los "guardias de asalto" y la "guardia catalana" se acordaron súbitamente de su "lealtad republicana" y acompañaron el cerco sobre las tropas rebeldes. Hacia la tarde, la "guardia civil" que fue inicialmente favorable a los rebeldes, cambió de frente y colaboró con la embestida final. A la noche del 19 Barcelona estaba en manos de los obreros, y el comandante rebelde, Manuel Goded, era detenido.
La victoria en la capital catalana insufló nuevos bríos a las masas. En Madrid, una multitud tomó los cuarteles por asalto, con numerosas víctimas. El desenlace de las primeras horas de lucha dependió, por sobre todo, del grado de iniciativa de las masas; el gobierno republicano era una simple figura. Allí donde la tomaron resueltamente, como en Barcelona y Madrid, los insurgentes fueron derrotados. Lo mismo ocurrió en Valencia y Málaga, donde a pesar de las declaraciones de "lealtad" de las guarniciones los trabajadores rodearon los cuarteles. Una victoria decisiva fue la de los marineros de la flota. Por iniciativa propia detuvieron a los cabecillas rebeldes y a la inmensa mayoría de la oficialidad comprometida con el golpe, y asumieron el mando de la flota. Las principales derrotas, por el contrario, se produjeron allí donde reinó la confianza en los oficiales "republicanos", cuya "lealtad" el gobierno "garantizaba". Así cayeron valiosos bastiones obreros como Sevilla y Zaragoza, donde los generales "republicanos", Queipó del Llano y Cabanillas, llevaron a cabo una espantosa masacre. Y también Oviedo, corazón de la Asturias "roja", que el "republicano" coronel Aranda ganó para los rebeldes al lograr mediante un ardid que las milicias obreras abandonaran la ciudad.
Al anochecer del 20 de Julio, y tal como lo reconocía Mola, uno de los líderes golpistas, la sublevación derechista había fracasado. Sólo controlaba una pequeña parte del territorio peninsular. Todas las grandes ciudades: Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, estaban en manos de las masas, que las habían ganado a costa de grandes sacrificios. El nuevo gabinete republicano dirigido por Giral, se limitó a convalidar los hechos: disolvió al Ejército y decretó la distribución de armas a las milicias de partidos y sindicatos. El fracaso del golpe había provocado el estallido de la revolución. Las masas obreras armadas eran las dueñas de las principales ciudades.
"Comuna" de Asturias y Frente Popular
La decisión, el heroísmo, la independencia demostrada por las masas durante las decisivas jornadas de julio del 36, fueron el resultado de cinco años de ricas experiencias políticas. Tras el derrumbe de la monarquía en abril de 1931, los trabajadores habían sufrido la experiencia de la coalición republicano-socialista, anticipo del futuro Frente Popular. Ninguno de los problemas fundamentales de España fueron resueltos, y las masas comprobaban cómo los frutos de su revolución eran apropiados por los burgueses republicanos que nada habían hecho por ella.
Tras el bienio de las "Izquierdas" vino el bienio negro (1933-35), con un gobierno de centro derecha que intentó eliminar las tibias reformas del bienio anterior. La entrada de la derecha fascistizante al gobierno en octubre de 1934 desencadenó una revolucionaria respuesta obrera. Los mineros asturianos se insurreccionaron y tomaron el poder, el cual conservaron durante 15 días ante los ataques de fuerzas militares abrumadoramente superiores. El saldo de la "comuna asturiana" fueron miles de muertos y 30 mil presos. Su consigna: la "Unión de Hermanos Proletarios" (UHP) pasó a ser símbolo popular en toda España. Las Alianzas Obreras, embrionaria expresión de un Frente Único clasista, agruparon a sectores de la izquierda socialista y del centrista POUM, y abarcaron en Asturias a todas las organizaciones obreras. La radicalización política iba en aumento y se reflejaba en la creciente izquierdización del PS y de importantes núcleos anarquistas.
El Frente Popular surgió para imponer una estrategia política opuesta a la planteada por la Alianza Obrera, aunque formalmente fuera una prolongación de ésta hacia los republicanos burgueses. Asturias ya había demostrado que existía una poderosa tendencia hacia la toma del poder por parte del proletariado. Este era el peligro que querían prevenir stalinistas, republicanos y socialistas con el Frente Popular (FP). El FP se presentó a las elecciones del 16 de febrero del 36 con un programa que descartaba expresamente la nacionalización de la tierra y de la banca, y que se comprometía con el régimen constitucional burgués bajo dirección de los republicanos. Solamente la consigna de inmediata amnistía para los presos de la revolución asturiana aseguró la masiva votación obrera al FP.
La polarización política se aceleró. Las masas, sin esperar el fin del recuento electoral, se lanzaron sobre las cárceles a liberar a sus compañeros. Las derechas derrotadas y los militares se dedicaron a preparar el golpe. Desde febrero a julio se multiplicaron las huelgas y las ocupaciones de tierras. Los trabajadores desconfiaban del gobierno republicano y apelaban a la acción directa para imponer sus reivindicaciones. El gobierno del Frente Popular se demostró completamente impotente para controlar al pueblo. La masa de la burguesía se pasó a los golpistas, incluyendo a los jefes militares "republicanos". El gobierno republicano temía más a las masas que a la reacción, por eso intentó hasta último momento un acuerdo con ellos.
Doble poder y guerra civil
Tras la noche del 20 de julio, en que quedaron delimitados provisoriamente los territorios rebeldes y la "zona republicana", emergió en esta última un doble poder. Por un lado, estaba el gabinete republicano de Giral, cuyo dominio era puramente fantasmal y que no superaba los alrededores de Madrid. Por otra parte, se alzaba el poder de las milicias obreras, de los “comités” que se extendieron por todo el país. Rápidamente comenzaron a formarse organismos regionales como el Comité Central de las Milicias Antifascistas de Cataluña, como el Comité de Huelga Intersindical de Valencia, transformado en comité ejecutivo; como el Comité de Salud Pública de Málaga; o como el "Consejo de Defensa" de Aragón, representante de los comités locales, formado luego de la reconquista de la región por las milicias obreras.
La Revolución Española llegó al punto más alto en la destrucción del estado burgués: disolución del ejército, armamento popular, creación de comités y milicias obreras y populares con sus organismos de centralización regional. Pero no expulsó del poder formal a la burguesía; no formó un poder único, ni tomó el poder. En los umbrales mismos, preservó la continuidad del "gobierno republicano" de Giral. La Revolución Española demostró acabadamente que no bastaba destruir el Estado burgués y convertir al poder obrero en un factor de presión sobre el gobierno burgués sobreviviente. Ninguno de los partidos que estaban en el campo de las masas insurrectas planteó la dictadura del proletariado. Los stalinistas fueron desde el vamos los principales promotores del restablecimiento del Estado burgués, compitiendo en esta política con la derecha socialista. La izquierda del PS llegó a coquetear con la expresión "dictadura del proletariado", pero luego (fines de 1936), bajo el gobierno de Largo Caballero, su máximo líder, jugó un papel decisivo en la reconstrucción del Estado burgués. Los anarquistas, dueños de la situación en Barcelona se negaron (¡por principio!) a tomar el poder y lo depositaron voluntariamente en las manos de los líderes burgueses de la Generalität. Finalmente, el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), partido centrista donde militaban los ex-trotskistas Nin y Andrade, se integró al Frente Popular y, en Cataluña, ingresó al gobierno republicano.
Bajo el ministerio "socialista" de Caballero formado el 4 de setiembre, se fue restableciendo el poder del Estado burgués y el ejército con su cuerpo de oficiales, y se disolvieron los comités. También en Cataluña esa política se llevó a cabo mediante el gobierno de la Generalität (también formado a fines de setiembre) con Andrés Nin del POUM, como ministro de Justicia, y se disolvió el Comité Central de las Milicias.
El restablecimiento del estado burgués resolvió la guerra civil en la llamada "zona republicana", y constituyó el prólogo de la victoria de la burguesía a escala nacional. El Frente Popular, apuñalando a las masas, preparó el triunfo del fascismo.
Cuando el proletariado se insurreccionó en Cataluña, en mayo de 1937, ninguno de los partidos obreros se puso a su cabeza para tomar el poder. A partir de entonces, Ia reacción levantó cabeza, y el stalinismo pasó a comandar la represión dentro del campo republicano. Fue la época de la GPU en España, la época de los Codovilla y Ios Togliatti, la época de los asesinatos de Nin y de miles de luchadores anarquistas, poumistas y socialistas de izquierda, la época de las "grandes purgas". El estrangulamiento "democrático" de la revolución proletaria pavimentó el camino al fascismo.