Aniversarios

13/8/2020

Brest Litovsk: la diplomacia como agitación revolucionaria contra la guerra

Escenas de la vida de León Trotsky (VI); a 80 años, la actualidad de la lucha por el socialismo

El 7 de noviembre de 1917 Trotsky se dirigió, en nombre del recién conformado gobierno soviético, por radio, a los países de la Entente y a los imperios de la Europa Central con el objetivo de concluir una paz general. Esta comunicación no hacía más que llevar adelante lo resuelto por el Congreso de los Soviets del 26 de octubre al aprobar el decreto de Paz de Lenin que, entre otras cosas, establecía la decisión del gobierno revolucionario de ponerle fin a la guerra y se ubicaba en contra del imperialismo a través del llamado a la autodeterminación de los pueblos.

La respuesta a esa comunicación, de parte de los aliados, fue lisa y llanamente una amenaza frente al retiro de la guerra mundial de Rusia de parte del nuevo gobierno. Frente a ella Trotsky realizó una proclama dirigida a los obreros, soldados y campesinos en la que dijo: “no hemos derrocado a la burguesía de nuestro país para que nuestras tropas vayan ahora a derramar su sangre bajo el látigo de la burguesía extranjera”.

El decreto de Paz fue recibido de diversas formas por los diferentes gobiernos.  Trotsky midió cuidadosamente las distintas reacciones y estableció el primer gran paso de una política exterior revolucionaria: la publicación de todos los tratados secretos. El objetivo era visibilizar en detalle la rapiña y el bandidaje de ambos bandos y mostrárselos a los trabajadores de todo el mundo.

A partir de allí, y con un cerco militar imposible de afrontar para el nuevo gobierno que no contaba con un ejército organizado y tenía un país exhausto por cuatro años de guerra que derivaron en un desastre militar, tuvieron lugar las negociaciones de Brest Litovsk, donde Trotsky desarrolló las bases de la política exterior bolchevique, o sea de una diplomacia de carácter revolucionario.

Si bien las negociaciones comenzaron formalmente el 9 de diciembre, no fue hasta el 27 de diciembre, con el arribo de Trotsky, que comenzaron realmente. Del lado bolchevique, el principal objetivo era ganar tiempo proclamando la paz y medir la fuerza de la revolución en los demás países a la vez que mensurar cada paso de los gobiernos enemigos ante el peligro inminente de nuevas ofensivas.

Para los bolcheviques el gran dilema que enmarcaba todas sus acciones era el siguiente: esperar por la paz hasta que la revolución se haya propagado o propagar la revolución mediante la firma de la paz. Frente a eso Trotsky tomó su rol de Ministro de Relaciones Exteriores como una forma de aumentar su ya enorme papel como agitador de la revolución. Tenía muy claro que estaba obligado a negociar con los gobernantes pero también que cada una de sus intervenciones estaba dirigida a sus gobernados. Al llegar a Brest-Litovsk y frente a la delegación de diplomáticos que lo esperaba, Trotsky bajó del tren junto a Karl Rádek que tuvo la tarea de distribuir  folletos y proclamas revolucionarias entre los soldados. Las negociaciones eran en sí mismas una plataforma de agitación internacional.

La segunda gran decisión de Trotsky fue poner fin a la intimidad fabricada, a partir de agasajos y convites, con los que se intentaba crear un ambiente cordial y amable tan propio de la “diplomacia”. Esa ficción fue desmontada automáticamente al exponer que era una negociación entre enemigos de clase, y eso debía quedar claro. Finalmente, y como requisito para que las negociaciones se lleven a cabo, Trostky exigió que las reuniones fuesen públicas. Esto último fue aceptado porque la diplomacia imperialista leyó en este pedido una cierta debilidad de Trotsky que buscaba el amparo de la publicidad de las charlas. Nunca entendieron que estaban accediendo a un principio fundamental de la política revolucionaria que es el fin del secreto y con él se estaba dando la inauguración de una diplomacia abierta.

Si bien la agitación de Trotsky rindió sus frutos, confluyendo con la explosión de una serie de huelgas y manifestaciones en Alemania, Austria y Hungría, el acuerdo propuesto por Alemania era muy perdidoso para la república de los Soviets. El mismo establecía la entrega de Estonia, Finalndia, Polonia y Ucrania al imperio alemán, mientras que entregó Ardahan, Kars y Batumi al imperio turco, siendo sobre todos los primeros territorios fértiles que concentraban además gran parte de la producción industrial del ex imperio ruso.  Frente a esta cuestión comienzan a aparecer divisiones entre los bolcheviques. Para Lenin había que aceptar la propuesta como un modo de darle un respiro a la revolución naciente. Bujarin, en cambio, estaba en contra de la firma y postulaba la necesidad de seguir en guerra, ahora bajo banderas revolucionarias. Trotsky reconocía que ambas posiciones tenían parte de razón pero fundamentalmente entendía cuidar la unidad del partido y propuso su posición “ni guerra ni paz”. El comité votó por amplia mayoría la posición a favor de la guerra pero como la posición de Trotsky era un puente entre ambas, se aceptó que continuaran las negociaciones dado que se suspendía la guerra pero no se firmaba la paz.

Trotsky regresó a las negociaciones con el doble objetivo de ganar tiempo y de seguir propagando las ideas revolucionarias. Antes acordó con Lenin que si Alemania retomaba la ofensiva militar había que terminar con la posición de “ni guerra ni paz” y firmar la paz, por más humillante que fuera. Muchos historiadores sostienen que Trotsky creía dos cosas: la primera, que la revolución estaba a la vuelta de la esquina en Alemania y la segunda es que Alemania no estaba en condiciones de realizar una ofensiva.

La nueva propuesta de Alemania recibió un rechazo categórico por parte de Trotsky por sus condiciones miserables y los bolcheviques abandonaron las negociaciones. A su regreso se encontró con que Alemania había empezado una ofensiva que no tuvo resistencia por parte del derruido ejército soviético. Desde el 18 de febrero hasta el 29, las potencias centrales avanzaron y tomaron Minsk, llegando a encontrarse a 60 kilómetros de Petrogrado. Esto sumado a que la fracción que estaba a favor de la guerra estaba poniendo al partido al borde de una lucha intestina y final. Lenin volvió a insistir en la firma de la paz. Trotsky lo acompañó asumiendo en su persona las fuertes críticas que en el seno del partido le hacían a las negociaciones llevadas adelante y anunció su renuncia al frente de las relaciones exteriores. A los pocos días fue el propio Trotsky quien tuvo que ponerle la firma a esa paz descarada. Lo hizo aún en contra de sus principios: no estaba a favor de esa paz pero el partido y la revolución la precisaban. Se reservó, eso sí, una corrección final que explica con suma precisión su posición. La moción hablaba de una paz “permisible” y Trotsky pidió que sea reemplazada por una paz “necesaria” y así era tanto para el partido como para la revolución que en ese momento eran casi la misma cosa. El período abierto por la revolución rusa, tuvo una enorme repercusión en el conjunto de Europa, dando lugar entre otras, a la rebelión de los marinos de Kiel extendida en toda Alemania, que forzó la abdicación del Kaiser, o el Bienio Rosso italiano entre 1920 y 21. El tratado de Brest Litovsk, quedaría anulado a partir del Tratado de Versalles en 1919.

Leer todos los capítulos de esta serie en la sección del 80 aniversario del asesinato de León Trotsky.

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