Aniversarios
13/11/2008|1063
Cincuenta años de la Revolución Cubana (II) | La revolución de 1933

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Equipo Aniversarios
Cuba, independiente desde 1899, era una plena semicolonia del imperialismo norteamericano. Estados Unidos tenía bases en su territorio y estaba autorizado a intervenir militarmente en la isla para garantizar sus intereses. La penetración del capital norteamericano había convertido a Cuba en un monoproductor de azúcar para la industria estadounidense. Desde la independencia, el verdadero gobierno de Cuba estaba en Wall Street.
Tomás Estrada Palma, un representante de la oligarquía azucarera pro-norteamericana, fue el primer presidente de Cuba. Le siguieron una sucesión de presidentes -conservadores y liberales- que actuaron bajo el control de la embajada norteamericana y la amenaza de la intervención militar. Efectivamente, los marines intervinieron en tres oportunidades durante los primeros veinte años de la República (en 1906, 1912 y 1917). Eran simples gobiernos de fachada: el poder real estaba en la Embajada y en las bases navales norteamericanas.
Cuba, convertida por el capital norteamericano en monoproductor de azúcar (llegó a ser el primer productor mundial), era extremadamente dependiente de las oscilaciones del mercado mundial. En 1920 comenzó un curso descendente de los precios del azúcar, que se agravó al año siguiente (en un año, los precios del azúcar cayeron el 83%). La crisis llevó a la desaparición de los pequeños propietarios azucareros y a la bancarrota de la propia oligarquía azucarera cubana, que debió resignar su lugar en beneficio de los propietarios norteamericanos. El azúcar producido por los ingenios de propiedad de norteamericanos saltó del 10 (1896) al 35% (1914) y al 63% (1926). La consecuencia fue un fuerte desplazamiento de los pequeños y medianos productores rurales y una fuerte proletarización, especialmente en el campo. También se desarrolló un importante proletariado urbano, formado por obreros de servicios (ferroviarios, portuarios, electricistas, telefónicos) y de la construcción. Tanto en la ciudad como en el campo, el proletariado cubano era explotado, fundamentalmente, por empresas extranjeras.
Aunque las primeras huelgas y organizaciones obreras ya habían tenido lugar en los últimos años de la colonia, durante la república surgieron las primeras organizaciones obreras impulsadas por anarquistas y socialistas. Entre 1907 y 1911 hubo grandes huelgas con fuerte presencia anarquista (tabaco, portuarios, ferroviarios, construcción).
Los anarco-sindicalistas desplazaron, a partir de 1914, a los anarquistas como la tendencia dominante en el movimiento obrero. En 1917, fundaron el Sindicato General de Obreros de la Habana; en 1920 nació la Federación Obrera de la Habana (FOH). En 1924, anarco-sindicalistas y comunistas crean la Confederación Nacional Obrera Cubana (CNOC), la primera central sindical de la isla. La CNOC permanecería bajo la dirección de los anarco-sindicalistas hasta el asesinato de Alfredo López (1925); luego sería dirigida por el Partido Comunista, fundado en 1925.
En diciembre de 1922, bajo el influjo de la Reforma Universitaria de 1918 en Argentina, nació en La Habana la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU). Su impulsor era Julio Mella, uno de los fundadores del marxismo cubano.
La dictadura de Machado
En 1925 llegó al gobierno Gerardo Machado. La crisis del azúcar, iniciada en 1920, había dejado al Estado en una completa bancarrota (al punto de requerir créditos bancarios para pagar los sueldos de los funcionarios). Machado se benefició de una cierta recuperación de los precios del azúcar, que le permitieron presentar una mejora relativa en las condiciones económicas. Paralelamente, lanzó una represión brutal contra el movimiento obrero y sindical, que había comenzado un sostenido ascenso bajo el gobierno anterior. Los métodos eran salvajes: "actuante el temor como regla del poder. El crimen, la tortura, la aplicación de la ley de fuga, las fechorías de la porra. La persecusión y la muerte".1 Dirigentes obreros, estudiantiles y campesinos fueron asesinados; entre ellos, Julio Mella, fundador del PC cubano, asesinado en México a comienzos de 1929.2
La mejora en las condiciones económicas y la represión al movimiento obrero llevaron a que Machado pudiera imponer -con el respaldo de la derecha, la Embajada y el Ejército-, la reforma de la ley electoral para mantenerse en el poder. Fue reelegido en 1928; poco después, estallaba la "Gran Depresión".
La crisis de 1929 fue un golpe demoledor para Cuba. La producción de azúcar cayó de 5,2 a 2 millones de toneladas; su precio cayó al nivel más bajo de la historia. El presupuesto del Estado se redujo a menos de la mitad. La rebaja de salarios fue generalizada; el desempleo alcanzó a 250.000 jefes de familia (en un país con una población total de 3,9 millones de personas).3
La CNOC convocó el 20 de marzo de 1930 una huelga general contra el desempleo; el 19 de abril, 50.000 personas manifestaban en La Habana contra la dictadura. El movimiento huelguístico creció. En cada huelga, junto a las reivindicaciones particulares de los trabajadores en conflicto, comenzó a aparecer la consigna "¡Abajo la dictadura de Machado!". Machado declaró ilegales al CNOC y a la FOH pero las huelgas -de los trabajadores del transporte, zapateros y textiles- continuaron. En diciembre de 1932, convocada por la CNOC, se reunió una conferencia de trabajadores del azúcar en Santa Clara, que fundó el Sindicato Nacional Obrero de la Industria Azucarera (el primero de la rama) y convocó a la huelga general para comienzos de 1933.
El año 1933
El año de la revolución comienza con la huelga general azucarera, duramente reprimida. En julio, una huelga de los trabajadores del transporte de La Habana se convirtió rápidamente en una huelga general por la caída de la dictadura, que se extendió por todo el país. Machado maniobraba: concedió las reivindicaciones de los huelguistas y negoció con la dirección de la CNOC la legalización del sindicato y del PC a cambio de su apoyo para levantar la huelga. La dirección de la CNOC llamó, entonces, a levantar la huelga. No tuvo el menor éxito. La FOH repudió públicamente el llamado y convocó a continuar la huelga. Los obreros -respaldados por la inmensa mayoría de la población- siguieron en la calle.
Como la huelga no cedía, los propios aliados políticos de Machado, la Embajada norteamericana y el Ejército forzaron su renuncia. Lo reemplazó Carlos Manuel de Céspedes, hijo del primer independentista cubano y ex embajador de Machado en Washington. El reemplazante de Machado fue "elegido" por Sumner Welles, enviado especial del presidente norteamericano Roosevelt a Cuba.
El gobierno de Céspedes fue efímero. El 4 de septiembre estalló una sublevación por mejoras salariales de los suboficiales del Ejército, con el respaldo del Directorio Estudiantil Universitario (organización de estudiantes formada para combatir a Machado); uno de los jefes de la sublevación era el (entonces) sargento Fulgencio Batista.
Tras la caída de Céspedes, asumió como presidente el profesor Ramón Grau San Martín, dirigente del Directorio Universitario, en medio de una crisis revolucionaria de gran alcance. Antonio Guiteras, dirigente de la organización nacionalista radical Joven Cuba, fue nombrado secretario de Gobierno. Uno de los primeros decretos del nuevo gobierno ascendió a Batista al grado de coronel y lo designó comandante del Ejército. Desde ese mismo momento, Batista comenzó a conspirar con los norteamericanos contra Grau.
Estados Unidos no reconoció al nuevo gobierno; esto no impidió que el PC -que había boicoteado la huelga contra Machado- lo calificara como "agente del imperialismo" y llamara a derrocarlo.
En los primeros días de gobierno, bajo el impulso de Guiteras, Grau impulsó una agenda nacionalista: creó la Secretaría de Trabajo, instauró la jornada de ocho horas, disolvió los antiguos partidos, creó tribunales especiales para juzgar a los machadistas, estableció la autonomía universitaria e intervino la compañía de electricidad. Pero la crisis revolucionaria y la actividad de los obreros no refluían: los obreros ocuparon las centrales azucareras, los obreros del café y los del tabaco fueron a la huelga.
El gobierno de Grau San Martín se desintegraba bajo la presión combinada de los obreros en huelga y la burguesía que pretendía aplastarlos. Guiteras presionaba para que las reivindicaciones de los obreros en huelga sean satisfechas; Batista mandaba al ejército a reprimir a esos mismos huelguistas.
En septiembre de 1933, Batista ordenó ametrallar la manifestación que recibía los restos mortales de Julio Mella; fueron asesinados varios manifestantes. La movilización había sido autorizada por el propio gobierno. Guiteras exigió al presidente la destitución y el apresamiento de Batista, pero Grau San Martín concilió con el represor y no se decidió a destituirlo. En una provocación abierta, Batista continuó reprimiendo y ametrallando huelgas y manifestaciones.
La debilidad del gobierno envalentonó a los conspiradores. En enero de 1934, un golpe militar encabezado por Batista destituyó al gobierno; Grau San Martín renunció sin oponer resistencia.
Carlos Mendieta (otro embajador cubano en Washington) fue designado presidente; ese gobierno y los que lo siguieron fueron una fachada democrática de una dictadura encabezada por Batista. El moviento obrero y popular fue puesto en la clandestinidad y duramente reprimido; Antonio Guiteras fue asesinado por esbirros de Batista en mayo de 1935.
Las limitaciones de su dirección nacionalista pequeñoburguesa llevaron a la derrota a la poderosa revolución de 1930/33 -que prácticamente destruyó el Ejército y puso al rojo vivo, durante tres años de luchas excepcionales, la cuestión de la independencia nacional. Sus pretensiones constitucionalistas, su respeto al aparato del estado, su negativa a armar a los trabajadores para enfrentar el golpe, la llevaron a capitular ante el imperialismo y a rendirse sin combate frente a los opresores nacionales y los masacradores del movimiento obrero y popular.
El castrismo se nutrió ideológicamente de este fracaso. La experiencia del '33 mostró la potencialidad de la huelga general revolucionaria (que volteó a Machado). Al mismo tiempo, planteó la liberación nacional en términos sociales y no simplemente en términos formales (referidos a los privilegios jurídicos o políticos del imperialismo).
Notas
1. De la Osa, Enrique: Crónica del Año 33, Ediciones políticas, La Habana, 1989.
2. Algunos autores señalan que fueron los servicios secretos stalinistas quienes asesinaron a Mella. Aunque nunca se había proclamado trotskista, Mella era visto por desconfianza en los medios stalinistas porque sus amigos -tanto mexicanos como cubanos- adhirieron a la Oposición de Izquierda encabezada por León Trotsky. El stalinista Victorio Codovilla vetó la participación de Mella en el secretariado sudamericano de la Internacional Comunista. Poco después fue asesinado.
3. De la Osa, Enrique, op. cit.