Aniversarios

10/10/1991|342

Coloquio Internacional en Filosofía: No hay socialismo sin revolución proletaria

Entre el 30 se setiembre y el 4 de octubre se desarrolló, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, el Simposio Internacional “Pasado, Presente y Perspectivas del Socialismo”. La reunión fue copatrocinada por el Departamento de Historia de la Universidad de San Pablo, quien el año pasado había patrocinado un seminario análogo en ocasión del 50 aniversario de la muerte de León Trotsky (ver revista “En defensa del Marxismo”, n° 1, octubre 1991). Durante cuatro días, más de 20 conferencias y mesas redondas y medio centenar de panelistas, los debates se sucedieron sin interrupción, seguidos por un público muy numeroso. Estuvieron en el Simposio investigadores y políticos de varios países, como el sociólogo y diputado del PT brasileño Florestán Fernandes, el profesor cubano Juan Valdez Paz, el filósofo francés Michel Lowy, y Seva Volkov, nieto de León Trotsky. Osvaldo Coggiola, Claudio Katz, Pablo Rieznik y Jorge Altamira del Partido Obrero intervinieron en algunas de las principales discusiones.

En el encuentro de San Pablo aun dominaba en los medios izquierdistas, y aun “trotskistas”, una cierta ilusión en las posibilidades de la “perestroika”, que presentaban como una “renovación” del “socialismo”. La evolución subsiguiente de la situación de conjunto ha polarizado las posiciones: los “renovadores” se desenmascararon, en su mayoría, como capitalistas, y los marxista comienzan a ganar terreno para las posiciones revolucionarias.

Algunos (Jorge Makarz, dirigente del grupo de centroizquierda liderado por el vicerrector de la UBA, Atilio Borón) interpretaron esta nueva situación —como otras vicisitudes del Simposio— como la simple evidencia de un auditorio mayoritariamente “trotskista” — lo cual no es cierto. Un error similar reproduce “Pagina 12” (8/10/91) cuando pinta al Simposio como “marxista”, donde habría habido “una generalizada ratificación de la dictadura del proletariado”. Esto exime al comentarista de la tarea de destacar la lucha de ideas que se dio a lo largo del Simposio y de hacer un balance de los planteamientos en pugna.

Utopía socialista

Algunos representantes de la corriente democratizante, y aun el corresponsal de Página 12 no tuvieron ningún embarazo en conciliar su reconocimiento de la vigencia del marxismo y la realidad de la crisis del sistema capitalista con la negación de la perspectiva de la revolución proletaria. Jorge Makarz explicó que mientras la revolución burguesa es un “acto” rápido y violento, la revolución proletaria sería un “proceso” mediante el cual las clases explotadas van conquistando el aparato estatal, adaptándolo a sus propios intereses y dándole un carácter “social” o “avanzado” a la democracia burguesa. Se entiende porqué esta manera de abordar las cosas propone convertir al socialismo en una “utopía” (aunque se comprende menos cuando se la califica de “necesaria”). Pero lo más parecido a un “proceso” ha sido la revolución burguesa en la que la burguesía (clase propietaria) se apoderó progresivamente de los resortes básicos del Estado pre-capitalista, para luego proceder a la conquista completa del poder político, sin ahorrarse en ningún caso “actos revolucionarios”. Este curso es irrepetible para el proletariado moderno, llamado a encabezar una transformación social como clase carente de propiedad y a plantear la abolición definitiva de la propiedad privada de los medios de producción. No se conoce ningún caso en que la clase obrera haya accedido a una posición dirigente por la vía de una “acumulación progresiva de fuerzas” que evite el “acto” de la revolución y transforme de un modo indoloro el estado burgués en su contrario.

Lo que sí se conocen son las catástrofes históricas provocadas por quienes en nombre de aquella “acumulación” renunciaron a la revolución… con lo cual abrieron paso a la contrarrevolución, y cuyo “paradigma” es la tragedia de la clase obrera alemana en 1918 (repetida luego en Francia y España en 1936/39 por el stalinismo). La exposición de los teóricos del centroizquierda en el Simposio reveló que, carentes de toda novedad teórica, presentan las viejas ideas del revisionismo (Bernstein).

Crisis capitalista

Ya se ve que el Simposio estuvo lejos de representar un frente común de “ortodoxos”. Ni siquiera puede decirse que hubiera habido un reconocimiento común de la “descomposición del capitalismo”. Se llegó a plantear que no hay crisis del capital, o que al menos, es una suerte de proceso de “destrucción creativa “que viabiliza ahora a la revolución tecnológica y una expansión de las fuerzas productivas que signará toda la próxima etapa de la política mundial. Con una declaración previa sobre el carácter intrínsecamente perverso del capitalismo, Carlos Abalo sostuvo en el Simposio esta apreciación. Un punto de vista similar expuso Ricardo Graziano para quien la crisis actual es apenas una manifestación de la quiebra en los “modos de regulación”, “patrones de acumulación”, “procesos de trabajo”, etc.

El capitalismo no puede evolucionar sino por medio de un desenvolvimiento cíclico que reconstituye las bases de su desarrollo solamente luego de haberlo destruido. Este carácter constitucional alcanza por sí solo para poner en evidencia el límite histórico del capital. Las crisis de su infancia tienden a transformarse en catastróficas en una etapa avanzada de su desarrollo, cuando al mismo tiempo maduran las condiciones para su superación: el proletariado, la técnica y la economía mundializada. Todos los esfuerzos del capital por superar sus limitaciones pasan hoy por un avance de la barbarie social y del parasitismo económico.

Revolución proletaria

El aspecto relevante del Simposio fue el debate sobre los acontecimientos actuales de la URSS. Osvaldo Coggiola y Jorge Altamira, en dos mesas relativas a esta cuestión pusieron de relieve: primero, que toda la evolución de la “perestroika” había confirmado que se trataba del camuflaje de una política restauracionista pronosticada magistralmente por León Trotsky en la década del 30. Esa tesis, que sólo el Partido Obrero en términos de lucha política había anticipado, no pudo ser refutada por ninguno de los participantes, que optaron por soslayarla. Segundo, que existía un proceso de reconstrucción de la clase obrera en la propia URSS (organizaciones propias, comités de huelga, sindicatos independientes, formas embrionarias del control obrero). A partir de aquí se estableció la existencia de una suerte de “doble poder” que resolverá la naturaleza social del estado soviético en una gigantesca batalla que ocupará el escenario político mundial en el próximo período.

En esta fase de su desarrollo, el Simposio alcanzó seguramente su ángulo más filoso. Requiere por eso un desenvolvimiento mayor, como lo merecen otros temas aquí obviamente resumidos y aún apenas mencionados. En el Simposio, es cierto, las posiciones democratizantes se manifestaron más defensivamente, y las revolucionarias más ofensivamente, si se lo compara con otros eventos internacionales. Pero esto tiene que ver con la lucha que entabla el Partido Obrero.