Cómo llegó Trotsky al Partido Bolchevique

Trotsky y el Partido (I)

La tortuosa relación entre el bolchevismo y Trotsky antes de 1917 es conocida. Trotsky discrepó con Lenin en el II Congreso del POSDR de 1903, en torno de las posiciones sobre los problemas de organización. En dicho congreso, Lenin defendió, en el debate sobre los estatutos del partido, el centralismo y, vinculado con él, el que se considerara militante a quienes participaban en los organismos del partido (art. 1: “Se considerará miembro del partido a todo aquel que acepte su programa y apoye al partido, tanto con recursos materiales como con su participación en una de las organizaciones del mismo”[1]).

La base del régimen partidario debía ser, entonces, la estructuración centralizada y la acción común en un partido militante. El “centrismo en cuestiones de organización” de los mencheviques (afiliación laxa y criterios federativos), para Lenin, era el resultado, por un lado, de la presión de la intelectualidad vinculada con la pequeña burguesía, que Lenin caracterizaba como la expresión, en Rusia, del ala oportunista de la socialdemocracia internacional. Por otro lado, de la adaptación al sindicalismo, consistente en que de acuerdo con los mencheviques, todo huelguista podría declararse miembro del partido por luchar bajo la dirección de una organización impulsada por el partido.

Trotsky se colocó en dicho debate contra Lenin, y esto fue el antecedente de una larga lucha política sobre la estructuración de la socialdemocracia. En 1905, cuando la ruptura entre bolcheviques y mencheviques tomó un carácter abiertamente programático, las posiciones de Trotsky (volcadas en su libro Resultados y perspectivas) confrontaron tanto con las de Lenin como con las del menchevismo. Bolcheviques y mencheviques consideraban fundamentalmente a la revolución rusa como democrático-burguesa. Pero mientras Lenin sostenía que la revolución rusa debía ser llevada adelante por una dictadura democrática de obreros y campesinos, el menchevismo siguió sosteniendo que la revolución rusa, al ser burguesa, tendría como sujeto a la burguesía liberal. En su libro Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Lenin defendió que la clase obrera luchara por el derrocamiento del zarismo y combatió la posición menchevique que sostenía, a priori, que un ingreso de los partidos obreros en un gobierno en esas circunstancias sería colaboracionismo con la burguesía. Trotsky contra ambos, defendió la necesidad de luchar por un gobierno obrero y campesino, porque consideraba que las tareas democráticas de la revolución se iban a ligar inevitablemente con las tareas socialistas (la revolución permanente).

Trotsky consideraba que bolcheviques y mencheviques eran asimilables programáticamente por defender ambas tendencias, la concepción (con variantes) de la revolución rusa como revolución burguesa. Desde su punto de vista, estas divergencias no eran motivos para una ruptura partidaria. Contra esta posición, la intervención política de Lenin desde la revolución de 1905 (e incluso en el marco de la reunificación partidaria, llevada adelante por el congreso de 1907) fue estructurando, en los hechos, una organización independiente a la de los mencheviques. Ocurre que mientras la posición menchevique conducía, en los hechos, a abonar una política de pactos con la burguesía liberal y de adaptación al régimen, el bolchevismo llamaba a la clase obrera a actuar, basándose en sus propias fuerzas. Mientras los bolcheviques pugnaban por una organización políticamente independiente, los mencheviques tendían a una conciliación con los liberales en la Duma y los procesos electorales.

La expresión más extrema de esta tendencia entre los mencheviques fue el surgimiento de una fracción, el liquidacionismo, que pugnó por liquidar el partido ilegal y adaptar la actividad del partido a las posiciones y los métodos políticos a los permitidos por zarismo, dentro de los cuales se conducía la burguesía liberal. Lenin denunció estas posiciones y, en un largo proceso de lucha política, rompió políticamente con los mencheviques liquidacionistas y convocó a una conferencia en 1912, que estructuró al Partido Bolchevique como un partido independiente. Aunque la conferencia (en la que también participaron mencheviques) resolvió solamente expulsar a los mencheviques liquidacionistas y no al resto de los mencheviques ni tendencias del partido, consumó, en los hechos, una ruptura con todas las fracciones que no avalaban la expulsión del liquidacionismo y que se agruparon con este (incluido Trotsky) en un bloque diferenciado de los bolcheviques.

Lenin, efectivamente, rompió políticamente con el ala oportunista “rusa” de la II Internacional antes de 1914 (aunque sin romper con la II Internacional, hasta la guerra), y la ruptura fue la consecuencia de la lucha por la estructuración de un partido de clase, a pesar de que estuviera presidida por una concepción limitada (la dictadura democrática de obreros y campesinos), que luego se modificaría en 1917.

No se podría exagerar el viraje de Trotsky, en 1917, sobre el problema político del partido, pasando de la hostilidad al “hipercentralismo” de Lenin a la incorporación al Partido Bolchevique. La posición de Trotsky era, ni más ni menos, la posición sobre el partido de toda la II Internacional. La misma cobijaba diferentes alas. Un ala derecha reformista y un ala revolucionaria. Con la votación de los créditos de guerra en la II Internacional, el centro capituló frente a la burguesía y el ala revolucionaria quedó reducida a su mínima expresión.

Consecuentemente con la posición de la II Internacional antes de la guerra, Trotsky defendía la unidad de todas las alas de la socialdemocracia en un partido único. Luchó, incluso, por eliminar a mencheviques y bolcheviques como tendencias estructuradas, disolviéndolos en un marco común. Defendía un partido “amplio” de unidad entre “revolucionarios y reformistas”. En 1910 se produjo el último intento de aglutinar al partido en torno de esta posición. En este cuadro, los bolcheviques plantearon la expulsión de los liquidacionistas, sobre la base de la incompatibilidad entre la construcción de un partido con métodos conspirativos para luchar contra el zarismo y la pertenencia al mismo de un ala que pugnaba por disolverlo.

Trotsky se negó a ceder frente a los bolcheviques y, como resultado, quedó, hasta 1914, como cabeza del reagrupamiento de toda el ala derecha del POSDR (mientras Lenin, como vimos, convocaba la conferencia de 1912). En 1913, Trotsky denunciaba “la miserable división que Lenin, maestro en ese arte, explotador profesional de la rutina del movimiento obrero ruso, alimenta de manera sistemática”[2]. Lenin, en cambio consideraba que “Trotsky carece de fisonomía y nunca la ha tenido, se limita a ir y venir entre los liberales y los marxistas y a lanzar consignas efectistas y frases huecas”[3].

Llegada la guerra, el balance de ambas formas de acción no podía ser más lapidario. Los bolcheviques intervinieron con un bloque propio en las elecciones de 1912 y luego en las huelgas del proceso posterior, hasta la guerra. En 1914, el bolchevismo dirigía 14 de los 18 sindicatos de Petrogrado y había triunfado en la curia obrera en las elecciones a la Duma. Trotsky, en cambio, no había conseguido reunir ni siquiera mínimamente un bloque propio para intervenir en los sucesos posteriores.

Como Trotsky sostuvo posteriormente, la guerra y el hundimiento de la II Internacional, el apoyo del ala reformista a la burguesía, fue un envión importante para la ruptura preconizada por Lenin[4]. Sin embargo, tampoco esto alcanzaba para fundar un partido. En el sector contrario a la guerra se agrupaban corrientes pacifistas junto a las corrientes revolucionarias. Lenin, una vez más, estaba en minoría.

1917 y el viraje de abril

La lucha política anterior a la guerra fue determinante en el viraje posterior. En abril de 1917, luego de la revolución de febrero y frente al gobierno provisional, Lenin forzó al partido a un viraje de acuerdo con las nuevas circunstancias: de la vieja consigna de la dictadura democrática de obreros y campesinos y la concepción de la revolución rusa como revolución puramente democrática, pasó a la lucha por el gobierno obrero y campesino con la consigna “todo el poder a los soviets”. La vieja dirección del bolchevismo se opuso a este viraje. Había desarrollado, entre febrero y abril, una posición de apoyo al gobierno provisional (burgués), armada del viejo bagaje teórico de la “dictadura democrática”.

Como sostiene Trotsky, en la Historia de La Revolución Rusa, para combatir a los “viejos bolcheviques” Lenin se apoyó en los cuadros obreros revolucionarios formados en toda la lucha política previa del bolchevismo, que tuvo como punto central la delimitación y la lucha política contra el liberalismo.

Toda esta evolución explica que, en 1917, aunque Lenin adaptó el programa en función de planteos que Trotsky había realizado desde 1905, fue Trotsky quien se incorporó al bolchevismo y no al revés.

Existe una tesis que sostiene que el Partido Bolchevique no se formó hasta las Tesis de abril, porque sólo allí Lenin rompió con la concepción de la revolución rusa como revolución burguesa. Se trata de una tesis eminentemente errónea. Considera al partido como un planteamiento programático, sin tener en cuenta su inserción política, la confianza de los cuadros en su dirección, su rol en la lucha de clases. La vieja tesis de que “el partido es el programa” no es correcta si no se complementa con que el partido es una organización de combate, que forma cuadros, dirigentes y desarrolla su programa en conexión con toda la experiencia histórica de la lucha de clases de un período. De lo contrario, se trata de una posición propagandística.

La corrección de la posición de Trotsky en Resultados y perspectivas no fue la base para el desarrollo de un partido revolucionario antes de 1917. Su planteo equivocado sobre la organización bloqueó que esas ideas pudieran cristalizarse en un partido e incluso tampoco en una tendencia organizada. El bolchevismo, en cambio, se apoyó en la energía revolucionaria de la clase obrera para, con alzas y bajas, triunfos y derrotas, trazar la ruta de organización de un partido del proletariado para luchar por el poder. El centralismo de Lenin se reveló como la vía adecuada para desarrollar esta organización.

La experiencia de 1917 y el valor del partido

Las divergencias con Lenin no empequeñecen ni un poco a Trotsky. Los revolucionarios no vienen al mundo con un manual de instrucciones. Se apoyan en la experiencia de la lucha de clases. La admisión, en 1917, de la corrección fundamental de la posición de Lenin respecto del problema del partido y el centralismo democrático (cosa que hizo incorporándose al bolchevismo) fue fundamental, no sólo para la revolución, sino para toda la trayectoria posterior de Trotsky. Como sostuvo Lenin, desde su incorporación al partido, “no hubo mejor bolchevique” que León Trotsky.

En un texto absolutamente fundamental (“Clase, partido y dirección, ¿Por qué ha sido derrotado el proletariado español?”), Trotsky sostiene en agosto de 1940, como balance de la guerra civil española: “En mayo de 1937, los obreros españoles se levantaron, no solamente sin dirección, sino contra la misma. Los dirigentes anarquistas han repetido centenares de veces que si la CNT hubiera querido tomar el poder lo hubiera hecho sin dificultad (…). Los anarquistas, esta vez, dicen la pura verdad. La dirección del POUM se aferró a las faldas de la CNT. Lo único que se puede afirmar es que las masas, que continuamente han intentado abrirse paso por la vía correcta, se han encontrado con que generar una nueva dirección que corresponda a las necesidades del proceso revolucionario y producirla en el fragor del combate estaba por encima de sus fuerzas. (…) incluso en aquellos casos en que la vieja dirección ha manifestado su corrupción interna, la clase no puede improvisar de inmediato una nueva dirección, en especial si no ha heredado del período anterior sólidos cuadros revolucionarios, capaces de utilizar el desmoronamiento del viejo partido dirigente”.

Como se ve, las conclusiones sobre el valor del partido revolucionario que Trotsky resumió con su incorporación al bolchevismo lo acompañaron hasta sus últimos días.

[1] Lenin: Un paso adelante, dos pasos atrás, cap. “Artículo primero de los estatutos”.
[2] J.J. Marie: Trotsky, revolucionario sin fronteras, p. 94.
[3] Idem, p. 95
[4] El caso León Trotsky, Ediciones CEIP, pp. 86-87, 99-100.

https://prensaobrera.com/aniversarios/la-vigencia-del-periodo-abierto-por-la-revolucion-de-octubre/