Diciembre de 1975: El ERP ataca en Monte Chingolo

El 23 de diciembre de 1975, el Batallón General San Martín del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) atacó el Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo. Fue la mayor acción militar de un grupo guerrillerista argentino y una masacre definitiva.

Las fuerzas comandadas por Roberto Santucho (Benito Urteaga fue el comandante de campo de la operación) sufrieron 53 muertos, 23 de ellos atrapados con vida y asesinados posteriormente. En la mayoría de los casos con intención y en otros por impericia, las tropas asesinaron también a 48 vecinos de una villa lindera, entre ellos un niño de 11 años y otro de cuatro. De esos muertos civiles, 42 fueron enterrados como NN en una fosa común.

El Ejército sabía del ataque porque el ERP tenía un infiltrado que lo había delatado. Se trataba de Jesús Ranier Abrahamson, (a) “El Oso”, miembro de la Central de Operaciones de la Resistencia Peronista (CORP) que conducía el general Miguel Ángel Iñíguez. Por orden de Iñíguez, Abrahamson se había infiltrado primero en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y luego en Montoneros. Esto es: antes de trabajar para el servicio de inteligencia militar, y mientras trabajó para él, fue ante todo un militante de la derecha peronista y en esa condición -también por indicación de Iñíguez- se transformó en infidente del Batallón 601. El dato sirve porque revela los vínculos de la conducción peronista con la inteligencia militar.

Ahora bien: el ERP sabía que el Ejército sabía y que los militares esperaban el ataque. Lo sabía porque Montoneros, enterado de que Abrahamson estaba en el ERP, le advirtió que ese hombre era un delator. Además, un conscripto del Viejobueno, militante del ERP (“Patora” era su apodo) avisó a sus dirigentes que las defensas del cuartel habían sido excepcionalmente reforzadas. Además, el 18 de diciembre habían sido secuestrados dos responsables de la Regional sur del ERP que llevaban encima planos de la operación.

A pesar de esas certezas, la comandancia del ERP ordenó seguir adelante, aun a sabiendas de que se iba a una masacre segura.

No era el Moncada

El domingo 21, en un chalet de Florencio Varela, el Batallón General San Martín escuchó una arenga de Santucho:

-Será la acción revolucionaria más grande en la historia de Latinoamérica. Más grande por su envergadura que el asalto de Fidel al Moncada. Desmoralizar a las Fuerzas Armadas les retrasará su plan para tomar el poder. Las armas que habremos de recuperar servirán para consolidar una zona liberada en Tucumán (en Moya, Alberto; Masacre en Monte Chingolo).

Así marcharon al desastre, heroicamente, cantando himnos revolucionarios en medio del combate, aunque cuando Santucho habló en esa casa de Varela la “zona liberada” en Tucumán había dejado de existir.

La de Chingolo fue una acción militar de gran magnitud. El ERP actuó en un teatro de operaciones de 60 kilómetros, desde La Plata hasta Avellaneda, y empleó material de guerra pesado. Del otro lado intervinieron fuerzas de la aviación naval con cazabombarderos y helicópteros artillados. Se dispararon ametralladoras, bazucas y armas automáticas livianas del propio Viejobueno y de una compañía del Regimiento de Infantería 3 de La Tablada, más una sección del Regimiento 7 de La Plata, otra del Regimiento Patricios y efectivos de Granaderos, reforzados con tropas de Gendarmería, la Federal y la policía provincial.

Ese despliegue bélico debe señalarse porque cumplió, de un lado y del otro, una función social de primera importancia: ofrecer la apariencia, falsa de toda falsedad, de una lucha entre ejércitos similares. Un espejismo de guerra civil, precisamente la idea que los mandos militares procuraban inocular en la población. También la guerrilla.

Revolución y foquismo

Cuando en febrero de 1975 comenzó el ‘Operativo Independencia’ en Tucumán -que ocupó la provincia con 5 mil soldados, instaló campos de concentración y exterminio e impuso a la población un terror sin precedentes-, un Santucho casi exultante declaró en una conferencia de prensa:

“Es el primer caso de intervención de las Fuerzas Armadas (... ) en la lucha antiguerrillera (... ) (y la) generalización de una guerra civil concentrando los principales recursos hacia la lucha militar, de modo de encarar sus acciones con criterios de aniquilamiento, extendiendo la guerra a todo el país en forma armónica para utilizar las grandes unidades, con lo cual (el Ejército) acepta la concepción de guerra prolongada”.

La tragedia de ese razonamiento radicaba en su misma base: no había guerra alguna.

La acción de Monte Chingolo, un acto desesperado de huida hacia delante, no podía consolidar una “zona liberada” que no existía, ni desmoralizar al Ejército ni retrasar el golpe. Por el contrario, produciría la masacre de sus militantes, su propia derrota, un golpe a la moral de las masas y, como toda acción ajena al movimiento obrero, les facilitaría las cosas a quienes asaltaron el poder tres meses después. Aunque Santucho dijera de aquella catástrofe que había sido “una derrota militar y una victoria política”.