CHECOSLOVAQUIA

Diplomacia secreta quince días antes de la invasión

Equipo Cuarenta Aniversario

Exclusivo de Internet

La presencia masiva de prácticamente todos los jefes del Kremlin en el encuentro con los checoslovacos no tenía antecedentes. En los enfrentamientos del pasado con los capitostes de los PCs yugoeslavo, polaco y húngaro, las negociaciones habían quedado siempre en manos de una pequeña delegación. Ahora fueron todos porque no había un acuerdo previo en la cúpula soviética sobre cómo proceder. En el curso de las conversaciones debían conciliar posiciones los partidarios de marchar directamente a una solución de fuerza y quienes consideraban que tal eventualidad sería un bumerán. Por las dudas, el Comité Ejecutivo (Politburó) en Moscú había resuelto dar curso a la negociación y, al mismo tiempo, a los preparativos para una eventual invasión.(1) El “plan A” estaba comenzando, el “plan B” calentaba los motores.

Apenas dos semanas antes del encuentro bilateral de fin de julio, la publicación de una carta firmada por los dirigentes soviéticos despotricando contra la anarquía reinante en Checoslovaquia había derivado en una mayor movilización de los trabajadores y la juventud en Praga. Había puesto en evidencia, al mismo tiempo, la debilidad de los sectores “duros” del aparato stalinista checoeslovaco. Con este panorama habían ganado cierta ventaja los argumentos del sector de la burocracia rusa que planteaba negociar con el primer ministro checoslovaco Dubcek: fuera de los “reformistas”, no había nada para intentar contener la revolución antiburocrática. Y eran los propios burócratas liberales quienes mantenían un salvavidas para los conservadores. Por eso la representación del Partido Comunista checoslovaco, además de los reformistas (Smrkovsky, Cernik y Kriegel, quienes apoyaban a Dubcek, incluyó tres miembros de la minoría conservadora (Bilak, Kolder y Svestka), contraria a las reformas y partidaria de la mano dura para acabar con la revolución en marcha.

Acuerdos secretos

La burocracia “reformista”, sin embargo, hizo su propia contribución a una salida negociada con los mandamases msocovitas cuando, días antes del encuentro, echó al general Prchlík, jefe del departamento de defensa del PC checoslovaco. El hombre venía de denunciar que las maniobras del Pacto de Varsovia de junio no habían constituido un ejercicio “común” de las fuerzas armadas de los países “socialistas” sino un ensayo general de invasión. El hombre gozaba de cierta popularidad en la Praga insurgente y había señalado también la necesidad de preparativos para resistir tal posibilidad.(2)

La burocracia soviética interpretó esto como evidencia de que Dubcek no pensaba resistir una invasión y como un gesto de “buena voluntad” que se reforzaba con la integración de los “duros” a la representación oficial en las conversaciones. Muchos años después, con la apertura de los archivos secretos, se supo que esos mismos “duros” habían entregado sigilosamente, en un baño y en medio de las conversaciones, una solicitud formal de ayuda a sus amigos del Kremlin, reclamando “asistencia” soviética contra el “peligro contrarrevolucionario”.(3)

Cuando el debate entre las delegaciones parecía empantanarse, un compromiso fue establecido por un comité “ad hoc” liderado por las cabezas de las fracciones conciliadoras. No ha quedado ningún acta ni escrito del acuerdo, pero los variados testimonios sobre el asunto indican que los burócratas checoeslovacos se comprometieron a limitar la libertad de prensa, vehículo en su país de la enorme deliberación política entre la vanguardia obrera, la juventud y la intelectualidad. También habrían aceptado desplazar a los dirigentes más radicales del partido(4) y disolver a las organizaciones consideradas por los soviéticos como contrarrevolucionarias. En estas condiciones la burocracia soviética habría admitido la realización del XVI Congreso Extraordinario del Partido Comunista checoslovaco convocado para septiembre.

Para sancionar este acuerdo se sumaron a las conversaciones Alemania Oriental, Bulgaria, Hungría y Polonia. Pero también hay divergencias: mientras el húngaro Kádár apoya el compromiso alcanzado en la reunión previa, el alemán Ulbrich y el polaco Gomulka lo consideran poco realista. Dubcek intentará convencerlos de que podrá cumplir sus promesas y evitar que la situación se desmadre. Finalmente, se acuerda firmar un documento común sobre la base de una propuesta soviética que es discutida párrafo a párrafo y oración por oración.

El documento no contiene ninguna referencia a la situación interna de Checoslovaquia, pero en el lenguaje propio de la burocracia queda planteado el ultimátum al recordar el “deber internacional común (de…) asistencia fraternal” si hubiese algún peligro de “contrarrevolución” (“asistencia” en ese lenguaje quiere decir “intervención militar”; “contrarrevolución”, la movilización obrera contra la burocracia).(5) A pesar de las declaraciones triunfales de los “reformistas” checoslovacos, la declaración de Bratislava es sólo un compromiso inestable. Reflejaba, sobre todo, que “la intervención podría ser necesaria a menos que el liderazgo de Dubcek consiguiese una drástica restauración del control”.(6) En sus fórmulas generales, la declaración de Bratislava revestía significado distinto para cada una de las partes en litigio, según confesó más tarde quien ocupaba entonces la cancillería del gobierno checoeslovaco.(7)

Dos semanas

Entre la euforia porque la intervención quedó, al menos momentáneamente, bloqueada y la desconfianza instintiva sobre el pacto firmado por las cúpulas, las masas checoeslovacas refuerzan su movilización. El Presidium del PC Checoslovaco tiene que prohibir las asambleas nocturnas. El 9 y el 15 de agosto, llegan a Praga los líderes de dos países distanciados de los rusos: Tito, de Yugoslavia, y Ceausescu, de Rumania; se refuerza el temor soviético de que Checoslovaquia se sume a los países que se resisten a su influencia. El 10 de agosto, se publica la propuesta de reforma de los Estatutos partidarios que debía ser discutida en el inminente congreso extraordinario del PC checoslovaco. Esta reconocía derechos para las minorías, y establecía el voto secreto para la elección de los cargos de dirección y límites temporales en su permanencia.

Un informe interno sobre el inminente congreso extraordinario del partido advertía que el grueso de la vieja dirección antirreformista y prosoviética sería barrida y que la burocracia reformista no tenía el control de la situación. Estalla la crisis y el Presídium checoslovaco prácticamente se disuelve. Se plantea una carrera contra el tiempo. Para los dirigentes soviéticos la principal prioridad es ahora evitar que se reúna el congreso. El 17 de agosto, el Politburó soviético toma la decisión. La invasión estaba en marcha. Al fin y al cabo, las tropas del Pacto se habían retirado del territorio checoslovaco… pero no de sus fronteras.

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1 y 2. Valenta, Jiri: Soviet intervention in Czechoslovakia, 1968. Anatomy of a decision, Johns Hopkins University Press, 1979.

3. Navrátil, Jaromir: et. al, The Prague Spring 1968: La Primavera de Praga ’68. A National Security Archive Documents Reader, Central European University Press, 1998, pág. 309.

4. Broue, Pierre: A primavera dos povos comeca em Praga, Kairós, 1979 (1969), pág. 134. Valenta, Jiri, op cit, pág. 83.

5. Valenta: op. cit., pág. 74.

6. Willams, Kieran: New Sources on Soviet Decision Making during the 1968 Czechoslovak Crisis, Europe-Asia Studies, Vol. 48, Nº 3, (May 1996). Pág. 460.

7. Jiri Hayek: citadco por Fernando Claudin en La oposición en el socialismo real, Ed. Siglo XXI.