El enorme legado de Clara Zetkin


Clara Zetkin nació el 5 de julio de 1858 en la Baja Sajonia. Protagonista de medio siglo de historia del socialismo y de la clase obrera; constructora de la II y de la III Internacional; amiga de Engels, de Luxemburgo y de Lenin, durante su vida Zetkin vio nacer y hundirse varios mundos.


 


Zetkin interviene en la creación de la II Internacional, en París. Participa en la elaboración de los documentos y como delegada de las socialistas berlinesas. En su informe al Congreso fundacional (1889) define como impostergable ganar las obreras al socialismo y exige que los partidos socialistas asuman la lucha por los derechos políticos de las mujeres.


 


Es época de un desarrollo importante del movimiento sufragista, integrado por mujeres de las clases acomodadas cuyas exigencias “no van más allá de la igualdad política y jurídica con sus padres, hermanos, maridos”.


 


La II Internacional imprime una orientación de clase a la lucha por los derechos políticos de la mujer. El voto femenino, proclama, debe incorporarse al programa de la socialdemocracia como la lucha por la igualdad salarial o la protección de la madre obrera (licencia por parto, lactancia, etc.). Esta posición genera resistencias. Dice Zetkin: “La II Internacional toleró que las organizaciones inglesas lucharan durante años por la introducción de un derecho de voto femenino restringido… permitió que el partido belga y, más tarde, el austríaco se negasen a incluir, en las grandes luchas por el derecho de voto, la reivindicación del sufragio universal femenino” (“Directrices para el movimiento comunista femenino”).


 


“La Igualdad” y el Día de la Mujer Trabajadora


 


En 1890, Zetkin vuelve a Alemania. Durante 25 años será la directora del periódico de las socialistas Die Gleichheit (“La igualdad”), que pasa en una década de 4.000 a 100.000 ejemplares. Hasta la I Guerra Mundial, participa en todos los congresos de la II Internacional impulsando los derechos de la mujer y combatiendo el creciente reformismo de la socialdemocracia.


 


En 1907, la I Conferencia de la Internacional Socialista de Mujeres elige un secretariado internacional, que encabeza Zetkin. Las norteamericanas proponen fijar un Día de la Mujer Trabajadora. En la siguiente Conferencia (Copenhague) se vota su carácter internacional. Años después se fijará el 8 de marzo como una fecha de origen socialista y proletario. No feminista. No de conciliación de clases.


 


Las sufragistas


 


Zetkin suele ser definida como “feminista socialista”, confusión que revela un desconocimiento total de sus posiciones. Dice Zetkin: “La lucha de emancipación de la mujer proletaria no puede ser una lucha similar a la que desarrolla la mujer burguesa contra el hombre de su clase; por el contrario, la suya es una lucha que va unida a la del hombre de su clase contra la clase de los capitalistas (…) El objetivo final de su lucha no es la libre concurrencia con el hombre, sino la conquista del poder político por parte del proletariado. La mujer proletaria combate codo a codo con el hombre de su clase contra la sociedad capitalista (…) ¿Cuáles son las conclusiones prácticas para llevar nuestra agitación entre las mujeres? (…) El principio-guía debe ser el siguiente: ninguna agitación específicamente feminista, sino agitación socialista entre las mujeres. Nuestra agitación entre las mujeres no incluye tareas especiales. Las reformas que se deben conseguir para las mujeres en el seno del sistema social existente ya están incluidas en el programa mínimo de nuestro partido (…) La inclusión de las grandes masas de mujeres proletarias en la lucha de liberación del proletariado es una de las premisas necesarias para la victoria de las ideas socialistas, para la construcción de la sociedad socialista”.


 


Contra el reformismo


 


En la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Basilea (1912), Zetkin es la vocera revolucionaria contra la guerra que se avecina: “Las mujeres socialistas de todos los países, en unión inseparable con la Internacional Socialista, combaten contra la guerra. La guerra moderna significa destrucción y matanzas masivas. Pero la guerra sólo es la extensión de la matanza que el capitalismo desata a toda hora todos los días contra los proletarios (…) El conflicto armado amenaza destruir todo los que las madres enseñan a sus hijos sobre la solidaridad y la comunidad internacional. Las mujeres pueden instilar en sus hijos profundos sentimientos contra la guerra, pero esto no significa que las mujeres no quieran hacer sacrificios. Saben que es necesario luchar y morir en la lucha por la libertad. La batalla contra la guerra, igual que la batalla por la libertad, no puede librarse sin las mujeres”. Clara Zetkin concluye su discurso en un grito que taladra la conciencia de la época: “Kriegdem Krieg” (Guerra a la Guerra). Se colocaba en la vereda opuesta de la socialdemocracia, pasada al campo de las burguesías nacionales.


La guerra también trastorna al movimiento sufragista. Inglesas y francesas, infladas de patriotismo, actúan como fuerza de choque contra los mitines pacifistas o derrotistas revolucionarios. Emmeline Punkhurst y otras británicas viajan a Rusia durante el gobierno de Kerenski a hacer propaganda contra los bolcheviques.


 


La III Internacional


 


Zetkin es fervorosa defensora de la revolución de Octubre y una de las fundadoras de la Liga Espartaquista. Pero las jornadas revolucionarias de enero de 1919 concluirán con el asesinato de sus más entrañables camaradas: Luxemburgo, Liebknecht y Jogiches y la muerte de Franz Mehring. En 1920, Zetkin viaja por primera vez a la URSS. Comienza un diálogo con Lenin que cristalizará en las tesis sobre la cuestión de la mujer que fueran presentadas al III Congreso del Komintern.


 


El Tercer Congreso (1921) consolidó las concepciones marxistas sobre la emancipación de la mujer y su papel en la lucha por el socialismo. Zetkin, respaldada por Lenin y Trotsky, redacta esas resoluciones. Las tesis -discute con Lenin- “deben subrayar con rigor que la verdadera emancipación de la mujer solo es posible a través del comunismo. Es preciso esclarecer profundamente el nexo indisoluble entre la situación de la mujer como persona y miembro de la sociedad y la propiedad privada sobre los medios de producción. Así delimitaremos con toda precisión los campos entre nosotros y el movimiento burgués por la ‘emancipación de la mujer’”.


E insiste: “Una comunista es miembro del partido tanto como el comunista. Tienen los mismos derechos y deberes.


 


Sin embargo, no debemos cerrar los ojos a los hechos. El partido debe contar con organismos (comisiones, comités, secciones o como se los quiera llamar) con el objetivo específico de despertar a las amplias masas de mujeres” (ídem). Zetkin celebra el despertar de “miles de campesinas pobres y obreras (…) que han comenzado a rebelarse contra el doble yugo del hombre y del capital”.


 


Zetkin está al frente del secretariado para el trabajo entre las mujeres de la Komintern, pero la muerte de Lenin y la creciente burocratización de la URSS debilitan hasta la extinción al Movimiento de Mujeres Comunistas. Comienza a ser una figura decorativa a la que, en 1928, León Trotsky define como “una vieja señora respetable (la que en otro tiempo fue Clara Zetkin)”, víctima del método favorito de Stalin: “confiar las tareas indignas a personas de una dignidad indiscutible”.


 


La anciana honorable guarda para su vida un cierre a toda orquesta: el 30 de agosto de 1932, enferma y medio ciega, inaugura las sesiones del Reichstag en su condición de legisladora más anciana. Enfrente de Goering y 50 nazis uniformados, reclama “un frente proletario entre comunistas y socialdemócratas contra el nazifascismo” (Stalin señalaba como enemigo principal a los socialistas) y expresa su esperanza de “dar inicio, como miembro más antiguo, al primer congreso de consejos obreros de la Alemania soviética”.


 


El ascenso de Hitler la devuelve a la URSS, donde muere el 22 de junio de 1933.