Aniversarios
3/8/2017|1469
El Frente Popular en la Revolución Rusa
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El 23 de julio de 1917, la retirada de los ejércitos rusos del frente de batalla en Galitzia contra los alemanes y austríacos se convirtió en huida. La llamada “ofensiva Kerensky” había culminado en una catástrofe, con la pérdida de todas las conquistas territoriales obtenidas en los dos primeros años de contienda, la muerte de no menos de 40.000 soldados (una cifra similar había caído en mayo), y la eliminación del ejército ruso como factor actuante en la guerra mundial. Como contracara de las deserciones masivas se produjo una oleada de ocupaciones de tierras, alentadas por el soldado campesino que regresaba a su lugar. Ni los rusos ni los pueblos de las naciones sometidas querían más guerra -la “ofensiva” fracasó en gran medida por la decisión de regimientos enteros contrarios a sumarse- y la tierra era un reclamo insoslayable de ciento veinte millones de campesinos (en una población de 175). La paz y la tierra seguían siendo los grandes émbolos de la revolución.
¿Cuál era la naturaleza del gobierno a esta altura? La respuesta permite internarse en un capítulo fundamental de la Revolución Rusa: la presencia dominante del Frente Popular en el escenario vertiginoso de los siete meses que van de febrero a octubre.
De minoría a mayoría “socialista” en el gobierno
A principios de mayo se había formado un nuevo gobierno con el ingreso de seis “socialistas” como representantes del soviet (dos mencheviques, dos social
revolucionarios, dos independientes), frente a diez ministros capitalistas. El régimen de doble poder, inaugurado en la Revolución de Febrero había creado una situación inviable desde el momento que ninguna sociedad puede funcionar por largo plazo bajo la dirección de dos poderes opuestos. Presentado como un aumento del control del soviet sobre el nuevo gobierno, fue un modo de comprometer a la organización obrera con un gobierno timoneado por la burguesía, decidido a seguir la guerra interimperialista y a postergar todos los reclamos para no chocar con los terratenientes y la burguesía.
Luego de las Jornadas de Julio, del giro contrarrevolucionario y del fracaso de la ofensiva militar, este gobierno entró en crisis. Kerensky reclamó la suma del poder público y dio los primeros pasos de una experiencia bonapartista, esta vez con mayoría de ministros “socialistas”. Apelando al pretexto de “evitar la contrarrevolución”, el nuevo Gobierno Provisional de Coalición vino a enmascarar la contrarrevolución actuante. Frente a las deserciones masivas en el frente militar, decretó la censura de toda información proveniente del frente y la restauración de la pena de muerte como facultad de los tribunales militares. Ratificó la decisión de continuar la guerra y, a la vez, no entregar la tierra, un reclamo que siguió confinado a una Asamblea Constituyente sin fecha. Detrás del gobierno, el poder real estaba en manos de tres fuerzas unidas en función de la contrarrevolución: la burguesía, preparando el terreno para eliminar al propio Gobierno Provisional; el Estado Mayor y el alto mando del ejército, que habín lanzado la represión contra los soldados, el desarme de las tropas y obreros revolucionarios de Moscú y San Petersburgo, la persecución y el arresto de los bolcheviques y la clausura de sus periódicos. Finalmente, y no menor, la prensa monárquica y de la burguesía, cuya campaña iba dirigida a la disolución de los soviets, la verdadera esencia de la política de la dictadura militar que se ha enseñoreado en Rusia.
Liquidar los soviets
La contrarrevolución se daba en el marco de las explosiones de la bancarrota capitalista y la catástrofe social. “En julio y agosto, 366 empresas cierran sus puertas. Noventa mil obreros son despedidos en San Petersburgo, se cierran 200 pozos mineros en el Donbass, la mitad de las empresas de los Urales están averiadas. Los campesinos comienzan a ocupar las tierras de los terratenientes, degollándolos a veces y a menudo quemando sus residencias y pertenencias…” (J.J. Marie). Los bolcheviques, que habían ganado influencia sobre los campesinos gracias a su trabajo sobre los soldados, llamaban a la acción directa y las tierras eran confiscadas, bajo la dirección de comités agrarios y soviets campesinos. Se había iniciado una verdadera revolución agraria, que hace caso omiso a los llamados a la paciencia y al respeto a la propiedad del Gobierno Provisional y que la represión de los cosacos no lograba hacer retroceder.
Lenin caracterizó el nuevo Gobierno Provisional como un intento de bonapartismo. La lucha de clases se había agudizado al extremo, como se había revelado en las Jornadas de Julio, características de un país al borde de la guerra civil. Una situación que constituía el terreno clásico para el bonapartismo, un poder que hace equilibrio entre dos clases enemigas, duramente enfrentadas y que no se pueden derrotar entre sí, pero que se apoya en el militarismo -la resaca del ejército luego de la masacre militar y las deserciones.
Un gobierno bonapartista era el único que podía aparecer como capaz de contener la extendida revuelta campesina, por ser capaz de plantear las mayores promesas y desconocerlas a todas. Pero era un gobierno bonapartista y, a la vez, de Frente Popular, por la mayoría “socialista” en sus filas, que aparecía representando a los soviets. Este punto era crucial para la burguesía, porque aunque estiviesen momentáneamente vaciados y encadenados a su política, se podían convertir en una herramienta decisiva en la lucha por el poder. ¿Por qué la burguesía no marchó, junto a la camarilla militar contrarrevolucionaria, contra ellos, forzando su disolución? Porque aguardaba el momento oportuno para poder hacerlo, ante masas que habían refluido luego de las movilizaciones prematuras de julio, pero no habían sido derrotadas.
La evolución de las masas
Entre las masas y la conducción menchevique y social revolucionaria de los soviets se agravó el distanciamiento político. A partir de las Jornadas de Julio y del compromiso de los “socialistas” con el gobierno que era pantalla de la contrarrevolución, se profundizó un proceso de ruptura con la dirección de los soviets y los “socialistas”; ¿cómo seguir defendiendo una autoridad frente al proletariado si ahora los líderes de los soviets se habían integrado al gobierno dictatorial y, encima, eran su mayoría formal?
El gobierno no era más que una mampara detrás de la cual se ocultaba el trípode contrarrevolucionario -burguesía, alto mando, prensa- pero tenía frente a sí un problema insoluble; los bolcheviques eran el único partido que no se había comprometido con la coalición burguesa -“socialista” en ninguna de sus instancias desde la Revolución de Febrero. Es bajo el gobierno bonapartista del Frente Popular que se inició el proceso que llevaría al bolcheviquismo a ganarse la confianza de la inmensa mayoría de obreros y campesinos.
El Frente Popular, 1917 y 1935
Lenin, naturalmente, no llamó Frente Popular al gobierno (o los gobiernos) presididos por Kerensky. El término fue acuñado por el estalinismo cuando la burocracia del Kremlin viró a la política que dejó en manos de la burguesía la disputa de poder que planteaba, en la década del ’30, una encrucijada de hierro: o la clase obrera tomaba el poder o, de la mano del capital financiero, sobrevenía la contrarrevolución y la Segunda Guerra Mundial. España y Francia, ambas en la década del ’30 fueron escenarios de esta política de derrota.
El Frente Popular, ese gobierno entre organizaciones obreras y la “sombra” de la burguesía, bajo cuyo amparo se desenvuelve la contrarrevolución, dividió a mencheviques y bolcheviques. Para aquéllos, la revolución era burguesa y el proletariado debía ir como furgón de cola de la burguesía llamada “liberal”. Para los bolcheviques, la revolución también era burguesa, sólo que para ello la burguesía traicionaría la revolución, por lo que la clase obrera debía separarse tajantemente de ella y forjar una alianza con los campesinos pobres, lo que daría lugar a una “dictadura democrática obrera y campesina”. Este frente estaba personificado en Kerensky, un “amigo de ruta” de los social revolucionarios, y llevó a la colaboración de éstos y los mencheviques con la burguesía, en el Gobierno Provisorio, primero, y el Gobierno Provisorio de Coalición, después. El Frente Popular, como lo reveló la Revolución Rusa, no era neutral en la lucha de clases. Jugó un papel, como lo haría en otros momentos históricos, de desmoralización y desorganización de los trabajadores. Impidió que el pueblo tuviera paz, que los campesinos tuvieran la tierra, que los obreros tuviesen la jornada de ocho horas y los hambrientos tuvieran pan. Preparó y fue parte de la contrarrevolución en Rusia, así como fue cómplice del golpe militar que trató de aplastar a sangre y fuego al proletariado y el campesinado en lucha, bajo la dirección de Kornilov.
En Rusia, sin embargo, no hubo un partido estalinista que condujera al Frente Popular. El Partido Bolchevique se formó en lucha contra la colaboración de clases con la burguesía, tomó el poder y se erigió en caudillo de la revolución socialista, atrayendo la consideración de la clase obrera del mundo en su lucha contra la guerra y el capitalismo.
Fuentes:
J.J. Marie: Lenin, Ediciones POSI, Madrid, 2008.
E.H. Carr: La Revolución Soviética I, Alianza, Madrid, 1975.
V.I. Lenin: Obras Completas, Tomos XXIV y XXV, Cartago, Buenos Aires, 1958.
Alexander Rebinowitch: Prelude to Revolution…, Indian University Press, Boomington, Indiana, 1991.
C. Rath: “El viraje del 4 de julio”, Prensa Obrera N° 1.466.