El levantamiento del gueto de Varsovia

El rol de los jóvenes. Los partidos y movimientos de izquierda. El tiempo que duró la resistencia. La presencia del amor. El levantamiento de la ciudad de Varsovia.

El 19 de abril se cumple un nuevo aniversario de la lucha que, en 1943, un puñado de combatientes judíos libró contra los nazis en el gueto de Varsovia. Combate destinado al fracaso desde el comienzo, efectuado bajo la consigna “Por tu Dignidad y la Nuestra”.Ganarle a Dios es el título del libro-reportaje que la periodista Hanna Krall hizo al único comandante del levantamiento del gueto que sobrevivió al exterminio. Marek Edelman tenía 22 años cuando ocurrieron estos acontecimientos. Para tener una idea de la juventud de quienes llevaron adelante el levantamiento, basta pensar que sus cinco comandantes juntos reunían 102 años. Edelman pertenecía al Bund, partido judío socialista.

El reportaje, que se presentó en forma de libro, intenta y logra colocar el levantamiento en una dimensión de absoluta heroicidad, junto a la humana cotidianeidad de los 220 jóvenes combatientes.

Edelman muestra, a lo largo de todo el reportaje, el dolor que le produjo estar junto a la estación del tren cuando embarcaban a 400.000 judíos hacia el exterminio, mientras intentaba rescatar a algunos. Había sido enviado por la organización para tratar de rescatar a los que podían ser útiles en la defensa: la joven que sabía pasar a las líneas arias de Varsovia o el linotipista de la imprenta. Pero el dolor del que se impregnaron sus ojos será imborrable en su vida y dará el título al libro. Salvar a algunos lo enfrentará a su dolor. En su madurez, fue cirujano cardiovascular y cuando lograba salvar a alguien de la muerte por su accionar médico, decía que era ganarle a Dios. Y lo decía alguien que era ateo y socialista.

El intento de llevarlos al bronce es desmitificado una y otra vez por Edelman. “Eramos hombres comunes, de clase baja, los de buenas familias pudieron irse. Yo no sabía cantar, no sabía bailar, casi no tenia instrucción, en mi casa no había cuadros (…) Se trata de la importancia de nuestros disparos, no de si sabíamos disparar bien, porque aunque aprendimos, en general no lo hacíamos bien, pero lo importante era que disparábamos. Lo importante era que el mundo supiera que disparábamos. Cuando se acercaron los alemanes a parlamentar, con bandera blanca, nosotros les disparamos. Lamento no haberlos alcanzado”. Quien narra esto había visto a los “parlamentarios” enviar a 400.000 judíos a Treblinka, al campo de exterminio. Marek Edelman sabía que en los nazis no se podía confiar y ese no confiar lo distinguía de los jüdenrat, dirigentes de la comunidad judía que colaboraron con los nazis, según la excelente narración que nos hace Hanna Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén. Existe una discusión histórica sobre los parámetros de esa colaboración: Arendt va a concluir que el comportamiento de los jüdenrat es el capítulo más negro de la historia judía.

“El 19 de abril no lo elegimos nosotros, nos llegó desde la zona aria, por nuestros contactos con el ejército polaco del interior, la noticia de que estábamos rodeados y los alemanes procederían al asalto final”. Cuando Edelman describe las cualidades del comandante del levantamiento, el jefe máximo Mordejai Anielewicz, nos muestra un muchacho muy jovial, con mucho entusiasmo, que deseaba ser el jefe y que venía de una familia proletaria. En las reconstrucciones históricas de su vida no se tolera que Anielewicz, para ganarse la vida, fuera un simple trabajador.

En la historia de cada uno de ellos está presente el amor. Se peleaba por alguien, para alguien. Así se describe el amor de Anielewicz: “Tenía una amiga. Bella, clara, tibia. Se llamaba Mira. El 7 de mayo vino al refugio con ella. Los nazis nos habían rodeado y entrado para el asalto final. El 8 la mató de un tiro y después se suicidó”.

La duración de la Resistencia (cuatro semanas) nos habla del valor y de la determinación de todos ellos. Naciones enteras resistieron el asalto nazi apenas días, semanas. El haber soportado tanto en Varsovia, hasta el asalto final, nos habla de una voluntad férrea.

“Pero yo no pensé en matarme. Matarse era un símbolo, pero uno no consagra su vida a los símbolos, yo sabía dar una bofetada si uno se ponía histérico, a decir verdad sabía entonces muchas cosas, podía perder cinco hombres en la lucha y no sentir remordimiento. Sabía simplemente que no podíamos hacer nada para remediarlo. El drama no existía, porque en realidad no podía ocurrir nada. Siempre se trataba de la muerte, nunca de la vida”, dice Marek Edelman. Acorralados, sin elección, en realidad había una y fue la que él eligió: pelear.

Fueron elecciones demoníacas las que tuvieron que hacer, salvar a los que servían para la Resistencia y no escuchar a una madre que imploraba por su hija de 14 años. ¿Cómo se hace? ¿Cómo lo hizo? Y lo hizo, sabía que la lucha era lo único que los justificaba como hombres. Entendámonos: era la lucha para la muerte, la distancia entre una muerte y otra. Porque él sabía, había visto las filas pasar hacia el tren para la muerte, de una u otra manera, engañados o no, arrastrándose o no, pero sabía que sólo los esperaba la muerte. Han habido muchas discusiones sobre si los judíos habían ido al exterminio “como corderos al matadero”. Edelman retruca: “Nadie se levantó, simplemente ya no podían hacerlo”. El quebrantamiento físico y moral era inenarrable. Nos dice que estar con alguien en el gueto era la única forma posible de vida. Se casaban antes de ir al lugar del embarque al campo de exterminio o de escapar del gueto y participar del levantamiento posterior de Varsovia. Pero escapar era una tarea imposible, ya que simplemente no había dónde ir.

La policía judía cumplía con el designio impuesto de reunir a 10.000 todos los días para entregarlos a los trenes. “Por supuesto que condenamos a muerte y ejecutamos a algunos de esos policías”.

Cuando llegó la orden nazi de arrasar y terminar con el gueto, de incendiar y matar a toda su población el 19 de abril, se decidió el Levantamiento. Eran sólo 220 combatientes. “A nuestros primeros caídos, los rodeábamos y le cantábamos muy bajo La Internacional, luego seguíamos peleando”. Acorralados sin posibilidad de escape, había una elección final que podían tomar en cuanto a cómo morir: organizarse para pelear. Fue lo que estos jóvenes de izquierda hicieron.

El comunicado número 3, del 21 de abril, decía: “La Organización judía de combate que dirige la lucha en el gueto de Varsovia rechaza el ultimátum alemán” y se transmitió desde el lado ario. Este comunicado pertenecía al Zob, la organización armada judía que recibía las armas del Ejército Popular -fuerzas armadas clandestinas creadas en 1941 por varias organizaciones de izquierda. Políticamente, disentía del Ejército del Interior, el brazo armado del gobierno polaco en el destierro. Pero frente el enemigo nazi, aunaban muchas veces sus esfuerzos. Un año y medio después, la insurgencia polaca se levantó contra los nazis, en lo que va a ser llamado “El Levantamiento de Varsovia”. Murieron 300.000 polacos en dos meses. Las batallas fueron heroicas. El 85% de los edificios de Varsovia fueron destruidos. Con lo cual Stalin, que esperó que los nazis aniquilen a los polacos reteniendo al Ejército Rojo que estaba a las puertas de Varsovia, comete otro asesinato. Es el mismo Ejército Rojo que liberó a la humanidad y que pertenece al pueblo soviético el que perdió 28 millones de ciudadanos.

El responsable de los comunicados sacaba del gueto, además de las noticias, textos de telegramas; como, por ejemplo, el dirigido al Congreso de los Estados Unidos, que termina con estas palabras: “Hermanos, los judíos que quedamos en Polonia estamos convencidos de que en los peores momentos no nos habéis ayudado, responded. Este es el último llamamiento que os hacemos”.

La conclusión, para algunos, fue que la muerte es la muerte. “Mejor morir con las armas en la mano que sin ellas. Se trataba sólo de elegir la manera de morir”.

Sólo los jóvenes de izquierda, incluido el sionismo de izquierda, pudieron levantarse y responder al aniquilamiento físico y moral que habían impuesto los nazis a la población.”Por tu dignidad y por la nuestra”, en particular la de Marek Edelman.

El libro comentado se llama Ganarle a Dios, lo escribió Hanna Krall, que nació en 1937 en Varsovia. Editorial Edhasa, 2008.

Todos los encomillados son citas textuales del libro.