Aniversarios
7/7/2016|1418
El silencio de una clase social sin futuro
Cuarenta y ocho horas antes del 9 de julio, el silencio sobre el Bicentenario es notorio. No existe pronunciamiento político oficial alguno que vuelque a la población una caracterización del hecho histórico y un balance a 200 años de habernos constituido como nación independiente.
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Cuarenta y ocho horas antes del 9 de julio, el silencio sobre el Bicentenario es notorio. No existe pronunciamiento político oficial alguno que vuelque a la población una caracterización del hecho histórico y un balance a 200 años de habernos constituido como nación independiente. La historia, se sabe, se escribe desde el presente y forja la conciencia actual. ¿Qué tiene para decir el gobierno o los representantes de las clases sociales que se fueron sucediendo en el poder durante estos 200 años? ¿Reivindican haber forjado la “nueva y gloriosa nación” que, genuinamente, una parte de nuestros patriotas se empeñó en construir? Ni el gobierno ni los representantes de la oposición política, ni las organizaciones empresarias ni las centrales sindicales tienen algo para decir sobre el Bicentenario. Un caso de mediocridad política notable.
La agenda oficial del 9 de julio aporta algunas certezas.
Formó parte de ella el Congreso Eucarístico en el que se atacó a la mujer y donde el Presidente reivindicó el crimen social que es la negación del derecho al aborto. Incluye el retorno de las Fuerzas Armadas a través de un rol protagónico, desfile y bandas mediante, con un planteo del ministro de Defensa que es en sí mismo una definición de Estado: erradicar el supuesto “maltrato, persecución y falta de respeto a nuestras Fuerzas Armadas, que las tenían escondidas”. El gobierno del cambio dio un salto, pero en una huella abierta por el gobierno anterior: ¿no fue CFK quien promovió al represor Milani a la jefatura y convocó al desfile militar del 22 de mayo de 2010, como acto de reivindicación de las Fuerzas Armadas?
Existe un debate en el gobierno sobre la invitación a los ex presidentes. ¿Cómo invitar a CFK, imputada en la red de rescate estatal de la burguesía nacional? Porque se invita a todos o no se invita a nadie. ¡Pero es el mismo debate y la misma crisis que paralizó al gobierno en el Bicentenario de la Revolución de Mayo, al punto de decidir tampoco invitar a nadie! ¿Iban a invitar a Duhalde, responsable político de la masacre de Puente Pueyrredón? ¿O a De la Rúa, responsable político de la catástrofe política y social de 2001 y del asesinato de 33 mártires en su huida, sin contar los de Corrientes? Como jefe de Estado porteño Macri hizo su gala en el Teatro Colón en el Bicentenario de la Revolución de Mayo e invitó a sus predecesores: Aníbal “Cromañón” Ibarra, De la Rúa y uno de sus actuales asesores: Carlos Grosso, el de la escuela shopping, el de la venta de tierras invalorables de la Capital a una empresa fantasma armada junto a representantes del gobierno de Menem y el del negocio del reempadronamiento de taxis. Una clase social que, sólo por estos hechos, se retrata a sí misma.
Contradicción
Estamos en presencia de una contradicción flagrante: ni el gobierno ni la burguesía, ni los partidos que sostienen este régimen ni sus representaciones corporativas celebran el acto histórico que identifica su consagración como clase dominante.
Quieren ocultar que el momento histórico en el que se desenvolvió el Congreso de Tucumán formó parte de un proceso de crisis y revoluciones en el que se puso en debate -ríos de sangre mediante- si confiscar a los propietarios de minas y haciendas, si entregar la tierra, si emancipar a los aborígenes, si romper el monopolio de la Aduana porteña en manos de comerciantes y terratenientes. Porque quieren ocultar que la burguesía “se hizo” de este país traicionando la tradición revolucionaria de las masas de las Provincias Unidas del Río de la Plata, al punto de resolver la disgregación de Uruguay, Paraguay y el Alto Perú, naciones que formaban parte de un proceso histórico común de lucha revolucionaria, al solo efecto, como diría Mitre, de “no comprarnos una guerra social”1.
No quieren sacar a luz que Argentina fue parida por estos levantamientos populares finalmente desviados y expropiados por los comerciantes, los estancieros y el imperio británico. No quieren que los pueblos, los trabajadores y la clase obrera adviertan lo que pasó entonces y saquen las conclusiones para este nuevo período histórico de bancarrota capitalista, crisis y revoluciones. No quieren que los luchadores reflexionen sobre la necesidad de oponer a un régimen de explotación y masacre social un gobierno de trabajadores y una sociedad socialista.
¿Qué grieta?
Por esta razón, no la única, quieren una celebración sigilosa, reservada a “las instituciones” y vacía de deliberación popular.
Invocan la necesidad de darle este carácter al Bicentenario para “cerrar la grieta”.
El pago a los fondos buitre, un ejemplo no menor, colocó en el centro de la escena al capital internacional y abrió paso a un endeudamiento usurario y catastrófico. Pero este paso esencial del gobierno Cambiemos no hubiera prosperado sin el apoyo de la oposición política -con la excepción del Frente de Izquierda- con el peronismo en primera línea. La derogación de las retenciones a los pulpos mineros reveló una exquisita sintonía entre el presidente, que firmó el decreto respectivo y la cabeza actual del PJ -Barrick Gold Gioja-, que lo saludó.
En el Bicentenario de la Revolución de Mayo, el gobierno CFK pretendió contrastar el desarrollo social y la autonomía nacional de 2010 con el que existía al momento del Centenario.
La comparación era tragicómica. Una nación que tiene como rubro de exportación fundamental la soja, que tiene una industria cuya concentración y extranjerización es la mayor de la historia, que fabrica autos con un 70% de piezas externas y como parte de una transacción interna de los monopolios internacionales del automóvil instalados en el Mercosur, que ensambla celulares y electrodomésticos en Tierra del Fuego, es una nación cuya industria está arrasada.
La comparación se convertía en una farsa total si se tomaba en cuenta -lo mismo vale para ahora- que la crisis mundial está provocando una destrucción enorme de las fuerzas productivas y existe una lucha denodada de los capitalistas para liquidar el salario y las conquistas obreras -abaratando el “costo laboral”.
En uno de sus actos postreros, el gobierno CFK declaró al año 2015 “Año del Bicentenario del Congreso de los Pueblos Libres” en relación con el celebrado en Arroyo de la China en 1815 (29 de junio) por la corriente federal liderada por Artigas. Declaró al Congreso de Oriente y al de Tucumán como “complementarios”, siendo que este último, ni por su forma -diputados sin representación genuina, exclusión del Bloque Federal- ni por su contenido -acabar con la revolución- puede ser declarado “complementario” del de Oriente. Fue el escenario de la conspiración que llevó a la invasión de la Banda Oriental por las tropas portuguesas para acabar con la rebelión federal agrarista. Que el gobierno del pago de la deuda, del arreglo ignominioso con el Club de París, del acuerdo con Chevron, de la reprivatización de YPF presentada como nacionalización, de la sojización, de la precarización laboral, haya querido presentarse como el defensor de los jacobinos de aquel tiempo no necesita comentarios.
Una parte de la izquierda volverá a levantar la consigna de la “ruptura de la dependencia” y la “segunda independencia latinoamericana”. Si se tiene presente que la “primera independencia” se realizó bajo la hegemonía del capital británico y que la atomización política que le siguió sirvió para su esclavización de parte del imperialismo, el planteo de una “segunda independencia” que no una a América Latina en términos de revolución socialista es una simple reedición de la primera. Planteamos la Unidad Socialista de América Latina porque es la única que plantea la lucha antiimperialista a escala mundial, única que puede tener una perspectiva de victoria.
Cara y ceca
Tanto la conmemoración “sigilosa” del actual gobierno como la kermesse de seis años atrás tuvieron un mismo componente: la despolitización, el encubrimiento sobre la naturaleza del proceso histórico y el balance de 200 años de la burguesía nacional, que se apropió de las riquezas del país, aplastando a los luchadores de aquel tiempo.
El Partido Obrero reivindica poner al patriotismo al servicio de la revolución. La inmensa mayoría de los trabajadores no son dueños de sus lugares de trabajo ni la educación que se brinda a sus hijos, ni de la vivienda que ocupan ni de la salud que debiera protegerlos de modo incondicional. La salida es dar vuelta esta situación para apropiarnos de la Argentina expulsando al capitalismo y llevando al poder a los trabajadores.
1. Ver PO N° 1.416/1417, “Bicentenario del Congreso de Tucumán” (I y II) y “Asesinato de Güemes: la oligarquía y el Estado reescriben la historia”, en PO online.