Aniversarios
5/7/2007|999
Estalla el levantamiento armado
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El origen de la rebelión armada se produce en el Primer Regimiento de Ametralladoras de la capital rusa. Todas las fuentes coinciden en que el 1° de julio, el activismo de la tropa, en el cual no eran pocos los cuadros del anarquismo y del bolchevismo, toma la determinación de dar un carácter práctico a la rebelion. Lo revela también el hecho de que el 2 de julio la Organización Militar de los Bolcheviques pide instrucciones al respecto al Comité Central. En la comunicación se plantea que delegados de los soldados informan que han efectuado un relevamiento de sus recursos y afirman contar con el armamento suficiente para derrocar al Gobierno Provisional. La respuesta del Comité Central es muy clara al recordar la oposición a cualquier levantamiento y a la necesidad de prevenir el estallido Ese mismo día se realiza un festival del Primer Regimiento de Ametralladoras para despedir al “último” contingente que saldría para el frente. La concurrencia supera las cinco mil almas y se transforma rápidamente en un acto antigubernamental. Un cronista del acontecimiento —en el cual se encontraba también Trotsky— señala que cuanto más radicalizada eran las intervenciones de los oradores, “mayores eran los aplausos” Terminado el acto, continuaron los preparativos febriles para ganar la calle al día siguiente.1
“Vamos, vamos”
Al mediodía del 3 de julio una asamblea que llega a reunir algunos miles de soldados discute la cuestión. Ya no se discute si salir a las calles armados sino si es mejor esperar un día más. La urgencia prima y se resuelve por unanimidad: a) organizar la salida de los soldados para las cinco de la tarde; b) constituir un comité provisional revolucionario y enviar delegados a otras unidades para informarles e invitarlos a sumarse al movimiento. El clima de la ciudad es de agitación. En el barrio obrero de Viborg la situación provocada por la desorganización económica y el desabastecimiento de alimentos había dado lugar a una ruidosa protesta callejera el día anterior. En la mayor fábrica de la ciudad —Putilov— la inquietud se generalizaba frente a un aumento salarial que no terminaba de concretarse y que reforzaba un sentimiento masivo de hostilidad al gobierno de colaboración con los capitalistas. El terreno estaba preparado para la convocatoria del Primer Regimiento de Ametralladoras llamando a la a la sublevación conjunta.
“Cerca de las dos de la tarde circuló por los talleres (de la fábrica) el rumor de que había llegado una delegación del regimiento de ametralladoras y que convocaba a un mitín. Diez mil obreros salieron al patio. Los ametralladores decían, entre gritos de aprobación de los obreros, que habían recibido orden de marchar al frente el 4 de julio, pero que ellos habían decidido “dirigirse no al frente alemán, contra el proletariado de Alemania, sino contra los ministros capitalistas”. Los ánimos se excitaron. “¡Vamos, vamos!”, gritaban los obreros. El secretario del Comité de fábrica, un bolchevique, propuso que se consultara previamente al partido. Protesta de todos: “¡Fuera, fuera! Otra vez queréis dar largas al asunto... No se puede seguir viviendo así”.2
La excitación que recorría la vanguardia crecía como una ola: diez mil marineros y obreros se reúnen en Kronstad para escuchar a los hombres enviados por el Regimiento de Ametralladoras; Kronstad ya había establecido un gobierno obrero en mayo, del cual sólo había retrocedido provisoriamente ante las negociaciones impulsadas por el Soviet de Petrogrado. Con la consigna de “Todo el Poder a los Soviets”, los marinos y trabajadores resuelven ahora marchar sobre Petrogrado el día siguiente —4 de julio. En las asambleas y reuniones que se celebran a lo largo del día 3, la militancia bolchevique se muestra confusa e inclusive dividida. Una parte asume la tarea de enfriar los ánimos, cumpliendo con las resoluciones de los organismos partidarios, otra parte decide tempranamente intervenir en los preparativos del levantamiento como única manera de poder controlar y orientar su desarrollo.
La Segunda Conferencia de la Capital de los bolcheviques
La cuestión resuena como una bomba en las sesiones de la Segunda Conferencia de la Capital del Partido Bolchevique que sesionaba en Petrogrado desde el 1° de julio. En los trabajos del día 3 de julio se estaba discutiendo una resolución a favor de la publicación de un órgano de prensa propio de Petrogrado. La cuestión se arrastraba desde finales de abril. Lenin se había opuesto a esta iniciativa y, en su lugar había pregonado la salida de otro periódico, con alcance de masas, cuya dirección ya entonces pensaba que debía quedar en manos de Trotsky. A su turno, los bolcheviques que estimaban que el Comité Central se inclinaba hacia posiciones conservadoras, pensaban que una publicación propia de la capital les permitiría una expresión más adecuada a su percepción de la revolución. El debate se prolongó: 51 delegados aprobaron ua nueva prensa contra 19 y 16 abstenciones. En ese momento la Conferencia es sacudida por la presencia de dos delegados del Regimiento de Ametralladoras que informan sobre el explosivo panorama de la movilización en marcha. Uno de los dirigentes de la organización bolchevique de Petrogrado recuerda inmediatamente a los recién llegados las resoluciones del partido al respecto. La respuesta habría sido que “preferían dejar el partido a oponerse a la decisión del regimiento”.3 La presidencia de la Conferencia, por intermedio de Tomsky, luego de contactarse con miembros del Comité Central plantea que emitir un llamado a las masas a contener la movilización y otro al Comité Ejecutivo de los Soviets para que asuma el gobierno.
Una crisis gubernamental se produce en paralelo a los preparativos del levantamiento. El 3 de julio por la mañana se conoce la renuncia de varios ministros capitalistas en disconformidad con las concesiones hechas al Soviet y al parlamento de Ucrania, que planteaban un gobierno autónomo. Los mencheviques decidieron “no innovar”, es decir, no reemplazar a los ministros desplazados. Esto, al mismo tiempo, les permitiría concentrarse en la tarea de apagar el incendio en marcha: llamando a suspender toda movilización, decretando el patrullaje armado de la ciudad e inclusive la detención de los cabecillas de la asonada. No pasó de una simple bravuconada porque en lo inmediato no había tropas a mano para defender al gobierno y a sus colaboradores.
Los bolcheviques cambian la orientación
El planteo de Tomsky a la Conferencia capitalina es asumido por el Comité Central, que se encontraba en el Palacio de la Táurida (sede del Soviet), y decide una convocatoria a no movilizarse en acciones aisladas e inoportunas, que debía publicarse en Pravda al día siguiente. Son las 4 de la tarde y la vigencia de la resolución será de pocas horas. A las 19 horas, Petrogrado se encuentra sitiado por destacamentos enviados a diversos puntos de la ciudad por el Regimiento de Ametralladoras. Se han sumado otras unidades y la capital se presenta como un campo de batalla. A la misma hora, se ultiman los preparativos en la gran barriada obrera de Viborg. Miles de trabajadores se organizan para avanzar hacia el centro de la ciudad.
A las 8 de la noche, contingentes de diversas unidades militares y trabajadores se concentran frente a la sede de los bolcheviques en Petrogrado —la mansión Kshensinskaia— para escuchar las directivas del partido. Esto es lo que sucedió: “Nevski, Laschevich, Podvoiski, bolcheviques que gozaban de popularidad, intentaron desde el balcón persuadir a los regimientos de que se reintegraran a sus cuarteles. Desde abajo no se oían más que gritos de: “¡Fuera!” Hasta entonces, desde el balcón de los bolcheviques no se habían oído jamás gritos semejantes de los soldados. Era un síntoma inquietante. Detrás de los regimientos aparecieron los obreros de las fábricas: “¡Todo el Poder a los Soviets!” “¡Abajo los diez ministros capitalistas!” Eran las banderas del 18 de junio. Pero ahora, rodeadas de bayonetas. La manifestación se convertía en un hecho de enorme importancia. ¿Qué hacer?”.
¿Era concebible que los bolcheviques permanecieran al margen?
Trotsky quien relata: “Los miembros del Comité de Petrogrado, con los delegados a la conferencia y los representantes de los regimientos, toman el acuerdo siguiente: anular las decisiones tomadas, poner término a los esfuerzos estériles para contener el movimiento, orientar este último en el sentido de que la crisis gubernamental se resuelva en beneficio del pueblo; con este fin, incitar a los soldados y a los obreros a dirigirse pacíficamente al palacio de Táurida, a elegir delegados y presentar sus demandas, por mediación de los mismos, al Comité Ejecutivo. Los miembros del Comité Central que se hallaban presentes sancionaron la rectificación de la táctica acordada. La nueva resolución, proclamada desde el balcón, es acogida con gritos de júbilo y con La Marsellesa. El movimiento ha sido sancionado por el partido: los ametralladores pueden respirar tranquilos”.4
El Soviet Obrero en manos de los bolcheviques
Los acontecimientos se suceden vertiginosamente. En el comienzo de la noche, la ciudad esta tomada por los trabajadores. En las calles elegantes de la ciudad cunde el pánico y de modo anárquico comienzan a producirse algunos enfrentamientos armados. Son francotiradores improvisados, soldados que responden del mismo modo y, por supuesto... provocadores de los servicios del viejo aparato zarista. Una masa impresionante de obreros de la fábrica de Putilov avanza en la noche. Son más de 30.000, hombres mujeres y niños que van al Palacio de la Taurida, al cual llegan a las 3 de la mañana para sumarse a una multitud similar que ya estaba allí. La escena es sobrecogedora (ver recuadro).
La delegación de la fábrica fue recibida por el Comité Ejecutivo del Soviet, que poco antes, con la oposición de los bolcheviques y la organización Interdistritos de Trotsky, había tratado de “traidores” a los trabajadores y soldados movilizados. Los pedidos de tropas efectuados por la mayoría centroizquierdista del soviet fracasaban hasta el momento, uno tras otro. A esta gente es que los trabajadores les piden que “tomen el poder que no quieren”.
Poco antes de la llegada de los obreros de Putilov, cuando aún no era medianoche., concluía sus reuniones la fracción obrera del Soviet. Ya en la tarde, al discutirse el temario de la reunión, ocurrió algo aparentemente de menor significación: ¡sorpresa! La mayoría la tienen... los bolcheviques, cuyos delegados, en el comienzo de la revolución, no llegaban al 5% del total de diputados obreros. La reunión cambia su agenda bajo el impacto de la nueva realidad; resuelve que “ darle al movimiento un carácter pacífico y organizado” a favor de que los Soviets asuman el poder.5
La tapa en blanco de Pravda
Ya son las 4 de la mañana. Es necesario eliminar de la tapa de Pravda el llamado original de los bolcheviques, resuelto doce horas antes, que convocaba a evitar la salida a las calle. Se redacta un nuevo volante llamando a manifestar en orden, pero para ser introducido dentro de los ejemplares del periódico bolchevique, que ya no puede ser corregido y que saldrá... en blanco. La línea ahora es: levantamiento armado no, demostración armada sí. El partido vuelve a homogeneizarse; en el curso de la misma noche toma la rienda de los acontecimientos bajo las directivas precisas de la Organización Militar. Todo el mundo sabe ahora que aunque los trabajadores de Putilov han vuelto a sus hogares, la resolución es volver al día siguiente. Y ya es sabido que se espera a la vanguardia de Kronstad. No habrá tiempo para dormir. Tampoco podrá seguir descansando Lenin, que es convocado a retornar a Petrogrado. El 4 culminarán las “Jornadas de julio” y será otra historia.
1. Alexandre Rabinowitch: Prelude to Revolution - The Petrograd Bolsheviks and the July Uprising-, Indiana University Press).
2. León Trotsky: Historia de la Revolución Rusa.
3. Alexandre Rabinowitch, Op. cit.
4. León Trotsky, Op. cit.
5. Reproducido por Rabinowitch, Op cit.