Felipe Vallese y la historia oficial

La burocracia sindical: nada por Vallese, ayer, nada por Maldonado, hoy


Un 23 de agosto de 1962, hace 55 años, bajo el gobierno títere de las Fuerzas Armadas encabezado por José María Guido, se produjo la desaparición de Felipe Vallese. No fue el primer secuestrado-desaparecido de la Argentina -como algunos medios ligados al nacionalismo quieren hacer creer(1)- aunque sí el primer peronista en sufrir esa suerte.


 


A mediados de 1958, Felipe Vallese, con 18 años, era estudiante en una secundaria nocturna y se ganaba la vida como operario en la fábrica metalúrgica TEA (Caballito), donde fue elegido delegado. Activista peronista, era miembro de uno de los tantos grupos referenciados en la Resistencia Peronista, un nombre que encubre una tergiversación histórica. La dirección del movimiento justicialista, en manos de Perón y sus sucesivos “comandos”, jugó un papel de desorganización y desvío de la lucha de la clase obrera. Después de su rendición y huida ignominiosa en el ’55 -sin lucha y con fuerzas militares leales superiores a las amotinadas-, la línea de Perón era el guiño a un cuartelazo militar, mientras entre bambalinas se empeñaba en la “institucionalización” de la dictadura, un remedo de democracia con el movimiento nacionalista proscripto y la tutela de las Fuerzas Armadas. Cuando el golpe militar fracasó y culminó en el fusilamiento de obreros y militares, Perón tramó el pacto con Frondizi y llamó a votarlo en 1958. Con el ascenso del presidente “desarrollista” se inició el período de entregas al capital financiero que aún no ha concluido, aunque asociado a la nueva capa dirigente de los sindicatos. Frondizi promulgó la ley de Asociaciones Profesionales, lo que significó retomar el proceso de estatización del movimiento obrero y de regimentación de las luchas obreras -establecía el reconocimiento de un solo sindicato por industria y abolía la representación de las minorías. Fue el caldo de cultivo de una nueva burocracia sindical, cuyo nombre emblemático sería el de Augusto Timoteo Vandor, dirigente máximo de la UOM hasta su asesinato.


 


En forma paralela a estas maniobras, una serie de atentados permitían ocultar la política del peronismo invocando una “táctica insurreccional”. Con este telón de fondo se desenvolvió un agudo y creciente proceso de huelgas, retiros de colaboración, trabajo a desgano en fábricas y lugares de trabajo orientado por un activismo que hizo su tarea con métodos, en muchos casos, forzosamente clandestinos. La burocracia de la CGT había sido un cuerpo muerto a la hora de enfrentar la Libertadora en 1955. El vacío dejado por su caída fue ocupado por un movimiento obrero que enfrentó y puso un límite a la ofensiva patronal-dictatorial. “Con todo, la clase obrera, en especial desde 1955 a 1959, luchó denodadamente por liquidar la influencia de la burocracia y su dominio”(2). Las huelgas producidas en 1956 y 1957 llegaron a niveles jamás alcanzados en la década anterior. Huelgas por el salario, contra la pérdida de conquistas laborales y, en definitiva, por el dominio de los lugares de trabajo que las patronales pretendían ganar apoyándose en la dictadura. Este ascenso de la clase obrera produjo un hecho notable: en 1958, el salario real era superior en un 12,7% respecto del año anterior y en casi un 8% respecto al de 1950(3).


 


Toda una franja de esta vanguardia obrera intentó una delimitación. Ante la orden de votar a Frondizi, un vasto sector del activismo peronista repudió al candidato por “gorila” y llamó al voto en blanco, que superó los 800.000 votos, tercera fuerza y casi un 10% del electorado(4). Felipe Vallese formó parte de ese activismo. “En febrero del año 1958 desobedece, como varios otros compañeros, la orden de Perón de elegir a Arturo Frondizi para presidente y vota en blanco. Ese año participa de las movilizaciones estudiantiles en favor de la enseñanza laica y termina expulsado del colegio. También ese año va preso a la cárcel de Caseros, por organizar un paro”(5).


 


 


“El papelito que se perdió”


 


Felipe Vallese volvió a ser arrestado en enero de 1959, esta vez por respaldar la huelga general en apoyo a la ocupación del Frigorífico Lisandro de la Torre (14 de enero 1959) contra la privatización resuelta por el gobierno de Frondizi. La dirección sindical, que se reconocía en el liderazgo de Perón, expuso entonces y después sus limitaciones. Una huelga general indefinida impuesta desde la base y empeñada en una lucha de barricadas, fue levantada en una traición memorable de la cúpula de las 62 Organizaciones. Aceptaría más tarde, sin lucha, el desconocimiento de la victoria del peronismo en ocho de las catorce provincias, incluida la estratégica Buenos Aires, en marzo de 1962.


 


Frente a la desaparición de Felipe Vallese, la UOM no hizo absolutamente nada. En palabras de la naciente (nueva) burocracia sindical metalúrgica: “Al tomarse conocimiento de la insólita detención, se interpuso un recurso de hábeas corpus”(6).


 


José Leopoldo Barraza, el hombre que investigó la vida del activista, agregó un dato revelador: “Felipe le manda un mensaje al dirigente gremial Augusto Vandor, secretario general de la UOM, donde le dice dónde está y que movilice al gremio para sacarlo. Un SOS a la vida. Este mensaje fue entregado en propias manos por el compañero de cárcel de Felipe. Pero el papelito, muy chico, se perdió por algún resquicio del traje: el que usaba el señor Augusto Vandor en ese momento”(7).


En el minuto postrero y decisivo, la burocracia sindical no reconoció a Vallese como uno de los suyos.


 


El ocultamiento


 


Los ocho artículos de la certera investigación de Barraza sobre la desaparición de Vallese nunca fueron publicados. Es más, una figura histórica del peronismo, Eduardo Luis Duhalde, que fue secretario de Derechos Humanos en los gobiernos K (2003/2012), hizo un intento de denigrar el trabajo de J. L. Barraza. Lanzó en 2002 una segunda edición del libro que había escrito con Rodolfo Ortega Peña en 1967 -Felipe Vallese Proceso al Sistema- negando las conclusiones escritas cinco años después de la desaparición de Vallese. En la primera edición ambos autores exaltaron el trabajo de Barraza. En la segunda, Eduardo Luis Duhalde no sólo dice estar “convencido” de que la UOM actuó bien, sino que denuncia a Barraza por intencionalidad política en su trabajo: “Barraza, quien tenía una fuerte concepción antiburocrática que compartía con el diario ‘Compañero’, construyó la teoría de la responsabilidad de la UOM por no haber hecho lo suficiente”(8).


Frente a la imputación de Barraza de que la UOM no decretó la huelga general (ni ninguna otra medida), Duhalde sostuvo que “objetivamente fue casi (¿?) imposible hacerlo en aquel agosto de 1962… en el marco de una situación nacional caótica, tras la anulación de las elecciones nacionales (que había ganado el peronismo) y la deposición de Frondizi”. Invocó el clima de efervescencia política y movilización sindical, “en los que las detenciones estaban a la orden del día", para justificar la inacción. Poco serio. La derrota de la huelga general por el Lisandro de la Torre abrió un período de reflujo en el movimiento obrero, pero la burocracia sindical fue un factor activo en ese retroceso: ante el desconocimiento de las elecciones ganadas por el peronismo, convocó una huelga de protesta (23 de marzo de 1962) que tuvo un fuerte acatamiento, pero luego se llamó a silencio, defendiendo las prebendas obtenidas del gobierno y adoptando una política de inmovilismo frente a la disputa militar entre azules y colorados. La burocracia apostaba a los primeros, partidarios de una ofensiva histórica contra las masas, pero apoyándose en la burocracia sindical. El líder militar de la facción azul era Onganía. En su asunción, luego del golpe contra Illia, en 1966, en la Casa Rosada, pudo verse, en un lugar ostensible, a Augusto Vandor.


 


 


 


Notas


 


1. Antes que él, fue fusilado y desaparecido, bajo el golpe de Uriburu, Joaquín Penina, militante anarquista (1930), desaparecieron -quizás asesinados y tirados al Río de la Plata- Roscigna, Vázquez Paredes, Malvicini, también militantes anarquistas, bajo el gobierno de Agustín P. Justo. En 1955, en el segundo gobierno de Perón, fue secuestrado y desaparecido Juan Ingalinella, militante comunista.


 


2. Política Obrera 2-3, Editorial, septiembre 1964.


 


3. Marcelo Cavarozzi: Sindicatos y política en Argentina 1955-58, Estudios CEDES, Buenos Aires, 1979.


 


4. En oposición a este voto de independencia obrera, el PC y Palabra Obrera (antecedente del PST y el MAS) llamaron a votar a Frondizi, para “no dividir el voto obrero peronista”, ambos en la vereda opuesta a una política de independencia política de la clase obrera.


 


5. Diario El Mundo, edición del 25/8/62.


 


6. UOM: “Vallese, proceso de un crimen impune” (folleto), Buenos Aires, 1963.


 


7. José Leopoldo Barraza: Revistas 18 de Marzo y Compañero, 1963.


 


8. Ortega Peña, Duhalde: Felipe Vallese Proceso al Sistema, Editorial Punto Crítico, Buenos Aires, 2002.