Aniversarios

4/3/2021

Guerra y revolución en Francia: la pelea entre chauvinismo e internacionalismo

A 150 años de la Comuna de París; los antecedentes.

Esta nota es la primera de una serie de artículos que publicaremos en Prensa Obrera hacia el 150 aniversario de la Comuna de París. Se realizará junto a otras actividades de difusión y la publicación de una edición especial de La guerra civil en Francia de Karl Marx, acompañada de textos de Engels, Lenin y Trotsky y un archivo documental de la época inédito en español.

La derrota de la revolución de 1848 y la sangrienta represión burguesa contra los trabajadores (más de 5.000 ejecutados) terminó llevando a Luis Napoleón Bonaparte a la presidencia de la II República creada al calor de la revolución. Fue apoyado por las potencias europeas por traer “el orden” y sojuzgar a la Francia revolucionaria. Este terminó dando un golpe de Estado, proclamándose como Napoleón III, “emperador de todos los franceses”. Nacía el II Imperio que continuaría hasta su caída en septiembre de 1870.

Desarrolló una política aventurera. Luego de algunas intervenciones relativamente exitosas comenzó la declinación y crisis. Napoleón invadió (1862) e intentó colonizar México. Lo hizo bajo la excusa de cobrar la deuda externa que el gobierno mejicano anunció no podía pagar. Estableció una asociación política con el bando esclavista del Sur, en la guerra de secesión que se estaba desarrollando en EE.UU. Luego de varios años el Imperio Francés fue derrotado y tuvo que retirarse (1866) evidenciando su debilidad.

En Europa el liderazgo expansionista de la burguesía francesa estaba colisionando con el creciente desarrollo capitalista de Prusia y las tendencias a la unidad alemana. Las amenazas de la guerra entre ambas potencias se aceleraban.

La guerra

La I Internacional, donde Marx y Engels jugaron un papel central, fue constituida en 1863. Ante las amenazas de guerra la Internacional se pronunció abiertamente, denunciando que esta tendría un carácter dinástico y contrario a los intereses de los pueblos . El tercer Congreso de la Internacional (Bruselas 1868) se pronunció en contra de toda aventura guerrerista por parte de las potencias burguesas. “La primera cuestión sometida al Congreso fue la de la guerra: ¿Cuál debe ser la actitud de los trabajadores en el caso de una guerra entre las potencias europeas?” (Historia del Movimiento Obrero, Edouard Dolléans). Este llamado a la clase obrera europea a la movilización contra la guerra fue siendo replicado en congresos obreros posteriores. La constitución de la Internacional “prende como un reguero de pólvora”, particularmente en Francia, y se va trasuntando en la formación de clubes obreros, sindicatos, cajas de socorros mutuos, fondos de huelga y un desarrollo huelguístico. Esa reconstitución y progreso del movimiento obrero francés preocupa a la policía imperial. En abril de 1870 la cifra de los miembros afiliados a la Internacional es de casi 250 mil. Simultáneamente, la oposición al Imperio y sus proyectos dinásticos y a favor de una República se va incrementando. Pero la vieja burguesía republicana actúa en forma timorata. Se destacan crecientemente la clase obrera y los socialistas que reclaman una “República Social”. El emperador no podía ir a la guerra que le aparecía como una “solución mágica” para esquivar la crisis de su régimen, sin una “unión nacional” que lo apoye. Convoca a un referéndum para el 8 de mayo de 1870 donde en forma “bonapartista” llama al pueblo a pronunciarse en apoyo y por la continuidad de su régimen. Detrás de él y con su temor al crecimiento de “los rojos”, se coloca toda la reacción, empezando por la curia eclesiástica y los partidos monárquicos. Las organizaciones obreras y socialistas llaman, en cambio, a votar NO. Antes de la votación se orquesta una campaña derechista: allanamientos de locales obreros, detención de dirigentes y militantes, clausura de periódicos antiimperialistas. Montada sobre la falsa e inventada información de un complot que la izquierda estaba organizando para derrumbar al gobierno con acciones terroristas.

El resultado es favorable (80 a 20%) al emperador: 7,5 millones de votos por el Sí, contra 1,5 millones por el No. Sin embargo, el voto obrero por el rechazo es mayoritario entre la clase obrera: triunfa en París. Con ese resultado Napoleón III se prepara para la guerra contra Prusia. Era una aventura: Francia no estaba preparada ni económica, ni militarmente, y esto se iba hacer visible casi de inmediato. El 19 de julio Napoleón declara la guerra y es acompañado con fanfarria chauvinista por el conjunto de la burguesía y la reacción francesa. Una serie de reveses va animando a las movilizaciones contra la dinastía imperial. El 2 de septiembre Napoleón III es decisivamente derrotado en Sedán y cae prisionero del ejército prusiano de Bismarck.

El 4 de septiembre de 1870 estalla la revolución en París, cae el imperio y se proclama la República.

La guerra ha sido partera de la revolución. La derrota militar de Napoleón aceleró el agotamiento y pudrición de su régimen y empujó a las masas obreras y el pueblo de París directamente a la acción revolucionaria.

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El marxismo y la Internacional frente a la guerra

La oposición de Marx, Engels y la I Internacional frente a la guerra partió de una  caracterización clara. Una guerra declarada por Napoleón III contra Prusia tenía por objetivo directo impedir el fortalecimiento del proceso de unidad nacional de Alemania. Pretendiendo mantenerla dividida para consolidar la preeminencia de la burguesía francesa en el continente. En caso de triunfar el emperador francés, el proceso de unidad nacional de Alemania se vería desarticulado y postergado y la poderosa clase obrera alemana que se estaba desarrollando continuaría también fragmentada. Bismarck, canciller alemán, no era un revolucionario burgués a lo Robespierre en la revolución francesa; pretendía unificar a Alemania en torno a Prusia y sentar las bases de un próximo imperio germano, bloqueando la irrupción independiente de las masas trabajadoras. Bismarck y Guillermo I de Prusia pretendían ser émulos -bonapartistas e imperialistas- de Napoleón III.

En caso de ataque francés, se planteaba considerar una guerra defensiva contra el intento imperialista de bloquear la unidad nacional de Alemania. Una derrota de Napoleón III implicaría la caída de este y de su régimen represivo-regimentador y la perspectiva de un rápido desarrollo político del proletariado francés.

Pero… si habiendo rechazado la ofensiva imperialista de Napoleón III, Bismarck continuaba la guerra ocupando Francia y realizando una política de anexiones territoriales, los trabajadores tenían que quitar su apoyo al ejército alemán y movilizarse por una paz honorable sin anexiones territoriales. Una política militarista-anexionista iba a degenerar rápidamente a convertir a la naciente Alemania bajo dirección aristocrática burguesa en opresora del pueblo francés. Este planteo fue desarrollado por Marx en el primer manifiesto de la Internacional (23/7/1870) frente al desarrollo de la guerra, apenas unos días después de iniciada la contienda. La derrota francesa en Sedán y la revolución que derrocó al Imperio y proclama la República cambió toda la situación. También aquí, la pluma de Marx, encargado de escribir el segundo manifiesto de la Internacional, plantea que la guerra defensiva de Alemania terminó. Y pasa a rechazar el cambio de “programa” de Bismarck que ocupa Francia y quiere anexar las provincias francesas de Alsacia y Lorena y onerosas indemnizaciones monetarias. La continuidad de la guerra por Bismarck es ahora contra el nuevo régimen revolucionario republicano y el protagonismo de los obreros de París, que avanzaran a una segunda revolución, instaurando la Comuna de París el 18 de marzo de 1871.

Internacionalismo proletario

La lucha contra la guerra evidenció el avance de la prédica internacionalista entre los obreros europeos. Enfrentó la política chauvinista-imperialista de “unión nacional” del régimen bonapartista. La clase obrera francesa votó contra el referéndum de mayo que le dio mayoría al “emperador” para iniciar su aventura guerrerista. Declarada la guerra la Federación Obrera parisiense lanza un llamado (principios de agosto 1871) “a los obreros del mundo” declarando que estamos “en presencia de una ‘guerra fratricida’” para “satisfacer la ambición de nuestro enemigo común”. Ya el Primer Manifiesto (23 de julio) del Consejo General de la Internacional, dirigido “a los miembros de la Asociación Internacional de los Trabajadores en Europa y en Estados Unidos”, saludaba los pronunciamientos de los obreros franceses y recalcaba especialmente que “la voz de los trabajadores encontró un eco en Alemania. Una inmensa asamblea obrera llevada a cabo en Berwick, rechazó con indignación la idea de un antagonismo nacional contra Francia y en Chemnitz, los delegados de 50.000 obreros sajones adoptaron la misma resolución…”.

El mismo día de la revolución que destituye al Imperio e impone la República un nuevo manifiesto francés hace un llamado obrero internacionalista, convocando a una lucha común, para que “con nuestra alianza, fundemos los Estados Unidos de Europa” (Historia del Movimiento Obrero, Dolléans).

Los socialistas alemanes se jugaron abiertamente. El 5 de septiembre, después del triunfo de Sedán, el Comité de Braunschweig publicó un manifiesto “a favor de una paz inmediata y en términos que fueran aceptables para Francia” y condenó la anexión de Alsacia y Lorena. Esta toma de posición motivó la detención inmediata de dicho comité. En los inicios de la guerra, los diputados y dirigentes del ala marxista de los socialistas alemanes, Bebel y Liebknecht, se abstuvieron de votar en el parlamento los presupuestos militares presentados por Bismarck. Marx que era partidario de apoyar el presupuesto para la guerra defensiva de Alemania, los felicitó por sus discursos y arengas socialistas en el debate parlamentario. Estaba orgulloso por el carácter combativo de las mismas y por el hecho de que por primera vez se alzaba en un parlamento europeo la bandera de la Internacional frente a un problema tan crítico. Pero impuesta la Revolución y la República en Francia y cambiado el carácter defensivo para Alemania del conflicto, por el de una guerra de conquista, en noviembre de ese año, los diputados socialistas votaron en contra de los nuevos créditos de guerra, enfrentando a una fuerte opinión pública chauvinista nacional embriagada por el éxito militar germano. Bismarck pudo proceder a la detención de los dos líderes socialistas.

Este clima chauvinista le “costó” un retroceso a los socialdemócratas alemanes en las elecciones de marzo de 1871. Pero la firmeza asumida por estos dirigentes (y su defensa en el juicio en el que fueron condenados por traición) los terminó de consagrar como verdaderos líderes revolucionarios del proletariado alemán y mundial. El estallido de la segunda revolución, la imposición de la Comuna de París, fueron acogidos con gran entusiasmo por grandes sectores del movimiento obrero alemán. Una resolución del 7 de abril de 1871 de los obreros de Hannover, afirmaba: “Sobre vosotros, parisienses, está clavada actualmente la mirada de todo el proletariado”.

Al día siguiente de la caída final de la Comuna de París, Bebel, reelegido para el parlamento en los comicios de marzo y puesto en libertad condicional hasta el juicio que lo sentenciara, declaró en la sesión: “Aunque París terminará sucumbiendo, estoy seguro de que el combate del que esta ciudad es avanzada se extenderá a toda Europa”. La fortaleza del proletariado francés y la instauración de La Comuna por un lado y la fuerza y decisión de los socialistas y trabajadoras alemanes contra el Estado y en alianza internacionalista proletaria, produjo una “gran impresión” en el “canciller de hierro”, Bismarck; evidenciada en su alianza con su enemigo, la burguesía francesa, para aplastar sangrientamente a La Comuna. Es que el “fantasma” del comunismo, que Marx y Engels señalan en el Manifiesto Comunista, recorriendo Europa, se estaba corporizando.

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