Aniversarios

17/11/2016|1437

Habrá un nuevo Octubre

Un pronóstico extraordinario de León Trotsky


Defender la vigencia de la Revolución Rusa cuando se inicia la conmemoración de sus cien años aparece como una tarea de improbable éxito. ¿Quién defiende hoy, en términos rigurosos, la primera revolución obrera triunfante, el paso al poder de un gobierno de trabajadores que llevó al inicio de una transición hacia una sociedad sin clases?  


 


En un análisis en Prensa Obrera¹ sobre la revolución obrera de Hungría, hace sesenta años, la ilustración remite a un hecho conmovedor. Obreros metalúrgicos de Budapest han terminado su faena y una monumental estatua de Stalin yace tirada entre rostros satisfechos. En esa imagen, de la que quizás fue la experiencia más profunda de la revolución política que se extendió por más de treinta años, se concentra una de las claves de la evolución política que barrió con los Estados obreros. Fue la burocracia autoproclamada comunista la que emprendió el camino de la contrarrevolución política para liquidar las conquistas sociales creadas por la Revolución de Octubre, adoptando un rumbo de preservación frente a la intervención de la clase obrera. Fue esa burocracia la que se erigió a sí misma en clase propietaria en Rusia, en China, en los Estados de Europa Oriental.


 


En 1953, con el levantamiento de la clase obrera de Alemania Oriental, se inició la saga de las revoluciones políticas, que se cerraría con la derrota de la revolución polaca. En 1980, las masas insurreccionadas en Polonia destrozaron el intento de aplicación de un programa inspirado por el FMI (aumento de precios, liberación del mercado) y barrieron con la burocracia en el gobierno, intermediaria del capital internacional. Fue la revolución política la que empujó definitivamente a la burocracia estalinista al campo de la contra revolución y fue la derrota de esa revolución política la que permitió ese rumbo.


 


La reacción política dentro de la URSS y los Estados obreros deformados contra el programa de Octubre se fortaleció en relación directa a las derrotas sufridas por la clase obrera internacional. Finalmente el retroceso de la Oposición de Izquierda, orientada por León Trotsky, estuvo indisolublemente ligado a la derrota de la Revolución Alemana, lo que hizo desvanecer la esperanza de un auxilio inmediato de los obreros europeos.


 


El pronóstico


 


La restauración fue parte de un pronóstico alternativo que León Trotsky planteó desde 1923.


 


“Los jefes y las masas no podían ver en el levantamiento de octubre más que la primera etapa de la revolución mundial. El pensamiento de una edificación independiente del socialismo en una Rusia aislada no fue ni defendido, ni mantenido, ni formulado firmemente por nadie en el año 1917”.


 


“De un modo general -se interroga Trotsky – ¿las contradicciones de la edificación socialista pueden adquirir tal tensión que quebranten las bases de dicha edificación…? Sí, esto es posible”


 


¿De qué modo? “El régimen actual, en tanto que régimen de transición del capitalismo al socialismo, puede…ser reemplazado sólo por el capitalismo”. En tal caso todas las contradicciones que provocaron el hundimiento del régimen soviético “se transformarían inmediatamente en contradicciones interiores del capitalismo y adquirirían muy pronto extrema agudeza. Lo cual quiere decir que la contrarrevolución capitalista contiene las bases de una nueva Revolución de Octubre”².


 


Este pronóstico extraordinario parece retratar al actual escenario político.  El progreso de la restauración en la ex URSS y China abrió la expectativa de un relanzamiento capitalista, al integrar a la producción de plusvalía a dos de los proletariados más grandes del planeta. Pero esa integración, en la etapa histórica de declinación del capitalismo, terminó agravando todas las contradicciones precedentes. La penetración capitalista en los ex Estados obreros acentuó las tendencias a la sobreproducción y, al interior de sus fronteras, y con la llegada de la crisis, desarrolló una intensa lucha de clases. Por caso, da cuenta de ello la escalada de luchas obreras en China. Un cuarto de siglo después de la caída del muro, la “globalización” capitalista -el mundo armonizado que emergería de la recolonización de los ex Estados obreros- es sólo un recuerdo.


 


Corresponde volver sobre aquel pronóstico de León Trotsky. Si la Revolución Rusa estaba concebida como un capítulo de la revolución mundial; si el estalinismo no fue el resultado del bolcheviquismo, sino su antítesis; si una generación obrera y socialista pagó con la vida de decenas de miles la defensa genuina de la revolución socialista; si la barbarie estalinista fracasó revelando que no era ninguna tercera vía entre el socialismo y el capitalismo; si la historia confirmó, finalmente, que la burocracia es un accidente histórico en un minuto de existencia de la humanidad, ningún ciclo está cerrado.


 


Revolución Rusa y bancarrota capitalista


 


La Revolución Rusa y el nazismo son derivaciones opuestas y contradictorias de la declinación mundial del capitalismo, que nace de la contraposición entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el marco estrecho de las fronteras nacionales, la socialización de la producción y la apropiación cada vez más concentrada en el sistema capitalista. Por la misma razón, para sus líderes, la Revolución de Octubre debía ser el comienzo de la revolución socialista mundial.


 


Con la Revolución Rusa, “la humanidad colocó en la agenda cotidiana la abolición de la sociedad de clases. Es decir, trató de cerrar la etapa de la prehistoria (Marx). En este punto abrió históricamente un siglo de guerras y revoluciones que la bancarrota capitalista mantiene aún más vigente que hace 100 años.


 


Es decir, el período que comenzó en octubre de 1917 sigue abierto.


 


 


Notas:


1. Prensa Obrera N° 1.435, “A sesenta años de la revolución obrera…”


2. León Trotsky: “Thermidor y Bonapartismo” y “¡Quince años!,” en Revista Comunismo, mayo 1931 y noviembre 1932, Editorial Fontamara, Barcelona, 1978.