Hace 150 años, la Guerra del Paraguay: Esclavistas y oligarcas se lanzan contra la nación guaraní


El 1º de mayo de 1865, un tratado secreto entre Argentina, Brasil y Uruguay conformó la Triple Alianza contra Paraguay. En el texto, luego revelado por la diplomacia británica, se planteaban como objetivos de la guerra la libre navegabilidad de los ríos Paraná y Paraguay -este río atraviesa a la nación guaraní por su mitad-, el reparto de territorios a una escala que suponía una mutilación cercana a la extinción y el pago de la totalidad de las deudas de guerra.


La guerra significó el mayor genocidio de la historia latinoamericana, luego de la masacre de los pueblos indígenas.


 


Las razones


 


Después de Pavón (1861), en que el ejército de la Confederación, conducido por Urquiza, se retiró prácticamente sin lucha frente al de la oligarquía porteña dirigido por Mitre, la suerte de Paraguay estuvo echada. Pavón no era suficiente. Era necesario culminar el aplastamiento de las masas de las provincias y este paso exigía actuar contra Paraguay.


 


La nación guaraní era refugio y referencia de los caudillos del interior desde el momento que venía librando una lucha de más de cincuenta años contra el monopolio aduanero y portuario de Buenos Aires.


 


Paraguay había sido escenario de una evolución particular y distinta a la del resto del Virreinato. Comprendía, fuera del territorio actual, a lo que es hoy la provincia de Misiones, una buena parte del nordeste de Corrientes y una porción de Río Grande do Sul. Esta región ocupaba un lugar notorio en la economía del Virreinato. Poseía el monopolio natural de la yerba mate y el tabaco, dos productos de gran consumo y fuerte recaudación. La agricultura y ganadería colmaban sus necesidades y poseían vías navegables y buenas maderas, base de tempranos astilleros.


 


La oligarquía porteña pretendió someter a su dominio -y a su Aduana- a esta parte de las Provincias Unidas. El Segundo Triunvirato impuso un fuerte gravamen a sus productos, lo que provocó la rebelión de la Junta de Paraguay, que decidió no enviar sus diputados a la Asamblea del año XIII, adoptar escudo y banderas propios y declararse república independiente, en lo que fue el inicio de la disgregación del Río de la Plata.


 


En 1820, el fracaso de un complot condujo a la expropiación masiva de los terratenientes golpistas y el Estado asumió la propiedad de la tierra. En 1824 se suprimieron las comunidades religiosas y el gobierno se hizo cargo de sus bienes. Bajo la dirección de Gaspar de Francia se organizó una economía de pequeños campesinos arrendatarios, con producción doméstica, artesanal y de pequeña manufactura. El carácter fuertemente campesino de la sociedad paraguaya era una diferencia esencial en relación a las otras naciones de la Cuenca del Plata, dominadas o en tránsito hacia la gran propiedad.


 


No existía en Paraguay una clase tan rica como los estancieros del Litoral o la burguesía comercial porteña, pero sí un Estado que podía competir con aquellas clases capitalistas. Esto hizo que aún bajo una dictadura estatal personalizada y de características casi monárquicas -primero con Francia, luego con los López-, Paraguay fuese un país democrático por sus relaciones sociales. Todas las clases eran relativamente iguales frente al Estado, como una reacción defensiva frente al monopolio portuario de Buenos Aires.


 


1816, 1852…


 


Existe otra razón que explica la guerra, que es la unión histórica entre la oligarquía porteña y los esclavistas de Brasil a la hora de aplastar los alzamientos de los pueblos interiores. Actúa en 1816, con la invasión portuguesa pactada con el Directorio para eliminar la rebelión agraria y social dirigida por Artigas, actúa en 1852 en el golpe de Mitre contra la Confederación, actúa en Pavón… La oligarquía, el Imperio y la diplomacia británica son un sólo puño a la hora de fragmentar las Provincias Unidas y someter a los “pueblos libres”.


 


La guerra


 


El sucesor de Francia (1842), Carlos López, buscó quebrar el aislamiento de su país. Estas tentativas no fructificaron. Al comienzo de la década del '60, Paraguay sólo había logrado comprometer al gobierno blanco del Uruguay, en un pacto de defensa de ambos territorios.


 


Mitre y Brasil prepararon meticulosamente la guerra. El primer paso fue derrotar a los aliados de López en Uruguay.


 


Ante un cerco progresivo, Solano López puso en pie un ejército para auxiliar a su aliado uruguayo, pero esperó en vano que Urquiza se sumara al frente contra Mitre. Después de la caída de Montevideo, resolvió atacar y sus tropas capturaron parte del Mato Grosso en disputa con Brasil. Su plan era lograr una impactante derrota del Imperio y azuzar una rebelión en todo el Litoral y la Banda Oriental. La ofensiva sólo podía continuar cruzando territorio argentino, Mitre se negó y el 18 de marzo de 1865, Paraguay declaró la guerra a la Argentina e invadió la provincia de Corrientes. De cualquier modo, la rebelión que López imaginó, abarcando incluso a Río Grande do Sul, fracasó, en primer lugar por la deserción de los ganaderos del Litoral.


 


Lo que Mitre proclamó como una guerra de días -“en 24 horas en los cuarteles, en 15 días en campaña, en tres meses en Asunción”- duró cinco años y fue la tumba de más de 20.000 argentinos.


 


El enorme repudio popular


 


Existen dos fases en la guerra de Paraguay. Una, la guerra ofensiva, en la que el avance de las tropas guaraníes fue contenido en Yatay, otra la guerra defensiva, en la que ejército y pueblo paraguayo defendieron como leones cada legua de su territorio. Mitre pasó todas las pruebas como organizador de derrotas. Condujo la batalla de Curupayty con el saldo de más de 8.000 muertos aliados y 92 paraguayos. Y luego la de Tuyuty, con un balance similar.


 


Las victorias del pueblo guaraní en una guerra que se consideraba perdida por el peso de sus contrincantes se explican por el lugar de los combatientes. El ejército de pequeños campesinos libraba una guerra patriótica con la conciencia de que en la guerra se jugaba su suerte como clase asentada en la posesión o arriendo de la tierra. Luchaban, además, contra regimientos de esclavos brasileños y gauchos argentinos, enrolados a punta de pistola.


 


El carácter de la guerra se revela en un solo dato: hubo más de cien levantamientos populares durante ese período, que obligaron a Mitre a regresar perentoriamente del Paraguay para sofocarlos. La clave de la victoria de la oligarquía fue el apoyo de los generales entrerrianos y del propio Urquiza, que se convirtieron en los grandes beneficiarios de la guerra, con la venta de provisiones y caballadas -junto a la oligarquía porteña.


 


La resistencia de la nación guaraní se prolongó mientras hubo niños en edad de combatir. Al concluir, la guerra había anulado la experiencia de capitalismo agrario más importante de la región, la oligarquía porteña y la dictadura esclavista podían declarar consolidados los estados nacionales bajo su dirección y las finanzas británicas vivían su mayor jolgorio con las deudas de la guerra. Sobre el mar de sangre que supuso “el crimen de la guerra” (Alberdi), la oligarquía -comerciantes y estancieros porteños y bonaerenses- y los esclavistas sellaron el destino semicolonial de toda la región.