Kronstadt: ¿un antes y un después? (I)

Para un vasto sector de investigadores e historiadores, el levantamiento de Kronstadt marcó el fin de la Revolución de Octubre. La campaña en torno de este hecho ha recrudecido a sus cien años. Se vuelve a apelar a François Furet, para quien la revolución terminó en el invierno ruso de 1920/21, en lo que habría sido una verdadera paradoja histórica: “En 1921 terminó la intervención extranjera, los viejos adversarios de los bolcheviques partieron hacia el exterior, la revuelta de Kronstadt fue ahogada en sangre, se devolvió a los campesinos la libertad de comprar y vender. En el momento en que la dictadura del terror parecía tornarse menos necesaria, vuelve a reafirmarse con toda su fuerza en el X Congreso del partido en 1921”(1). Desde un lugar distinto, de defensa de la Revolución, Víctor Serge sostuvo que el alzamiento no tenía un carácter antiproletario y sólo quería poner fin a las trabas que impedían a la hambrienta población urbana conseguir provisiones. Si se hubiera adoptado antes la Nueva Política Económica -sostuvo Sorge-, Kronstadt no habría tenido lugar(2).


Trotsky destacó en su momento la extraña confluencia de los cuestionadores de Kronstadt, en la que en torno de la consigna soviets libres se agrupaba la burguesía mundial, enemiga irreconciliable de Octubre; los anarquistas, defensores de un comunismo antiestatal y los mencheviques -reformistas, partidarios de la restauración capitalista desde la victoria de la Revolución.


¿Qué fue Kronstadt? El alzamiento en marzo de 1921 de la base militar más importante del naciente Estado, instalada en una isla que constituía la sede de la flota marítima, la llave de acceso al Mar Báltico y a la comunicación comercial de Rusia con el mundo. Estaba a un paso de los ejércitos blancos instalados en Finlandia, lo que la convertía en un objetivo apreciado de la contrarrevolución. Kronstadt había sido un bastión revolucionario en 1905 y 1917, pero su composición había variado enormemente en 1921, por el desangre de la guerra civil y el aislamiento de la vanguardia revolucionaria. La mayoría de los marinos (viejos o jóvenes) eran de origen campesino.


¿Qué planteaban los insurrectos de Kronstadt?


El sistema provocado por la escasez, basado en la requisa de alimentos del campo y el racionamiento estricto por categorías sociales en las ciudades, chocaba con los campesinos y la población urbana. El mercado negro y el trueque eran severamente reprimidos, dando paso a las revueltas campesinas y las huelgas obreras, incluso en San Petersburgo. Kronstadt se alzó en solidaridad con los huelguistas y reclamó el fin de las restricciones en el aprovisionamiento individual de alimentos, nuevo trato a los campesinos, libertad de comercio, elecciones libres a los soviets. Con el correr de los días, el llamado a una Tercera Revolución que habría de derrocar a los bolcheviques y reimplantar la democracia soviética comenzó a dominar las asambleas.


La protesta de los marinos era popular. El programa del levantamiento fue aprobado en una asamblea multitudinaria (15.000, 1º de marzo) que fue en paralelo a la expulsión de los bolcheviques de los soviets renovados. Las movilizaciones de masas se convirtieron en insurrección en la asamblea de delegados del 2 de marzo, que nombró un Comité Revolucionario Provisorio, de predominio anarquista. Los comisarios bolcheviques fueron destituidos y encarcelados.


¿Fue Kronstadt el centro de una provocación de origen contrarrevolucionario, con un plan político que engarzaba con los generales blancos, o una improvisación? Los bolcheviques denunciaron a los insurrectos como amotinados encabezados por un general blanco. Para Serge Deutscher como para J. J. Marie, esta acusación fue infundada. Para este último primó “el carácter espontáneo de la insurrección y la ausencia de organización política en su cabeza”(3). Para otros, el análisis riguroso de los archivos secretos abiertos por Yeltsin en 1999 probaría lo contrario.


La población obrera de San Petersburgo no apoyó la insurrección de Kronstadt, pero tampoco la represión ordenada por los bolcheviques. Los rebeldes fueron sofocados luego de una sangrientísima batalla a través del hielo que dejó casi 11.000 bajas, en su inmensa mayoría, bolcheviques.


Para León Trotsky, Kronstadt se diferenció de otras insurrecciones y levantamientos sólo por su “mayor efecto externo” (a partir de la propaganda imperialista)(4). No parece haber sido así. Para recuperar Kronstadt, el partido bolchevique debió hacer un esfuerzo político y militar mayúsculo, convirtiendo en soldados a los delegados al X Congreso, que se realizaba a esas horas. Regimientos enteros convocados para el asalto se negaron a marchar. Lenin adoptó otro punto de vista. Planteó que el levantamiento era una “contrarrevolución pequeño burguesa, un movimiento del elemento anarquista pequeño burgués”. Bien que asociado a los guardias blancos, era un movimiento “nuevo”, que enarbolada la consigna de la libertad de comercio y estaba dirigido contra la dictadura del proletariado. Pero, advertía, “este estado de ánimo se ha dejado sentir mucho en el proletariado”, por lo que se estaba en presencia de una “contrarrevolución pequeño burguesa que es, sin duda, de mayor peligro de Denikin, Yúdenich y Kolchak juntos porque nos la vemos con un país donde el proletariado constituye la minoría y la ruina abarca a la propiedad campesina. Además… la desmovilización del ejército ha proporcionado elementos sediciosos en cantidad increíble”(5). En materia de programa, planteó Lenin, la libertad de comercio, incluso si fuese planteada por movimientos que no estuviesen imbricados con los guardias blancos, llevaba inevitablemente a la victoria del capital, a su restauración completa. Los elementos que lideraban este regreso al viejo orden se cubrían con el manto de la igualdad, la libertad y la democracia soviética, pero eran, la más de las veces, “simple escalón y puente para dar paso al poder de los guardias blancos”.


Naturaleza social y política


Los comunicados de los insurrectos de Kronstadt son un alegato a favor del poder soviético y la revolución social. Pero es imposible juzgar un movimiento por lo que éste dice de sí mismo, máxime en tiempos de guerra civil.


A partir de la Revolución de Octubre, los bolcheviques dirigieron a las masas campesinas de la flota y de toda Rusia, en base a la entrega y el reparto de la tierra. Pero los años de guerra mundial, revolución, guerra civil e intervención blanca provocaron la quiebra de la economía y la desintegración de la organización social a niveles exasperantes. La retirada de la intervención imperialista se hizo a tierra arrasada: las minas fueron inundadas, los puentes dinamitados, los transportes destruidos (ésta fue una de las razones de la derrota del Ejército Rojo en Polonia). El sur de Rusia, centro del suministro de combustibles, hierro, acero y materias primas fue literalmente devastado. Privados de estos elementos, los centros industriales del resto quedaron inactivos. El gobierno soviético forzó el control más estricto de los recursos, dando lugar al Comunismo de Guerra. Nacionalizó la totalidad de la industria, prohibió el comercio privado, ordenó la requisa de alimentos para el ejército y las ciudades, pagó los salarios en especie, extremó la igualdad, pero llevando hacia abajo los niveles de vida y universalizando la pobreza.


El sistema entró en colapso. El campesino se dedicó a cultivar sólo la porción de tierra que permitía sostener viva su familia. Se negó a producir los excedentes que los escuadrones de requisa buscaban. “La ciudad no dio prácticamente nada a la aldea y tomó casi todo de ésta, principalmente para las necesidades de la guerra”, dirá Trotsky. Así se planteó “la lucha del pequeño propietario furioso contra la dictadura del proletariado”. La pequeña burguesía campesina deseaba liberarse del capital pero, a la vez, no aceptaba subordinarse a un gobierno de trabajadores. Por su naturaleza no sabe exactamente lo que quiere y por su lugar social no puede saberlo, lo que explica que se cubra hoy con la bandera anarquista, mañana con la menchevique.


La naturaleza contrarrevolucionaria surge de la propia consigna de Kronstadt, “soviets sin bolcheviques”, que hicieron suya no sólo los protagonistas del alzamiento sino la burguesía liberal. Liberar a los soviets de la dirección bolchevique equivalía a la destrucción misma de los soviets. Si alguna duda pudiera haber, la experiencia de los soviets rusos bajo la dominación menchevique y social revolucionaria -una larga espera que equivalía al desangre de la revolución- es prueba suficiente.



(Informe Ramiro Tissera)


Notas

1. François Furet: El pasado de una ilusión…, FCE, México, 1995.

2. Víctor Serge: The Serge-Trotsky papers, Pluto Press, Londres, 1994.

3. J.J. Marie: Kronstadt, Fayard, París, 2005.

4. León Trotsky: Un frente popular de delatores, Writings 1937/38, Pathfinder, Nueva York, 1975.

5. V.I. Lenin: Obras Completas, Discurso ante el X Congreso, 1921, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1958.