Aniversarios
29/11/2007|1019
La insurrección de octubre en Moscú
Los días que aún conmueven al mundo (IV)
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Luego de la Revolución de Febrero, al igual que en Petrogrado, los bolcheviques sólo contaban con un reducido apoyo en Moscú. Aquí, sin embargo, el clima de “unidad” en torno al gobierno provisional era aún más fuerte. Muchos comités distritales del partido no estaban siquiera claramente diferenciados entre bolcheviques y mencheviques; otros discutían abiertamente la unificación. Las diferencias comenzaron a manifestarse luego del retorno de Lenin y a medida que las masas se enfrentaban con el gobierno provisional. De todas maneras, todavía la influencia de los bolcheviques era muy limitada, como lo pusieron en evidencia las elecciones para la Duma municipal el 25 de junio. Los socialistas revolucionarios ganaron en todos los distritos de la ciudad y obtuvieron una mayoría aplastante (58 por ciento). Los kadetes (burgueses liberales) obtuvieron el 17 por ciento; los mencheviques y los bolcheviques prácticamente empataron en el tercer lugar, con un 11 por ciento 1 .
Las jornadas de julio transcurrieron en Moscú en una atmósfera tensa, pero en calma. No hubo, como en Petrogrado, enfrentamientos ni grandes manifestaciones. La represión que se abatió luego contra los bolcheviques fue también menor; en pocas semanas el partido comenzó a recuperar sus fuerzas. La primera gran muestra fue la huelga general que llamaron los bolcheviques para el 12 de agosto, en ocasión de la Conferencia Nacional que se realizaba en la ciudad en la tentativa de sostener al gobierno burgués. A pesar de haber sido convocada con la oposición del Soviet de Moscú, dirigido por los conciliadores, la huelga general fue un gran éxito y marcó el comienzo del ascenso bolchevique entre las masas de Moscú. Fue vertiginoso. Muchas fábricas y soviets distritales comenzaban a tener direcciones bolcheviques. El 5 de septiembre, casi al mismo tiempo que en Petrogrado, el Soviet de Moscú aprobaba por primera vez una resolución presentada por los bolcheviques. El 24 de septiembre (7 de octubre) se realizaron elecciones a dumas de distrito. Los bolcheviques obtuvieron la mayoría con el 51 por ciento de los votos; los kadetes tuvieron el 26 por ciento, mientras que los socialistas revolucionarios se derrumbaron al 14 por ciento y los mencheviques al 4 por ciento. A fines de septiembre, el soviet de Moscú también pasaba a estar dirigido por los bolcheviques.
Octubre y la catástrofe que amenaza
Así las cosas, en octubre la situación se acercaba hacia un desenlace también en Moscú. La situación económica era catastrófica, aún más que en Petrogrado. Las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo empeoraban día a día. Los precios aumentaban sin parar, dejando atrás los escasos aumentos salariales. Los capitalistas cerraban las fábricas, impulsaban el lock-out, vendían las maquinarias. En nombre de las “dificultades económicas” emprendían un auténtico sabotaje. Los trabajadores de la industria del cuero llevaban diez semanas en huelga. Muchos otros sindicatos planeaban lanzarse al paro en forma inminente. Tal como sucedía en Petrogrado, la crisis había madurado. Ya no se trataba de llevar adelante luchas económicas o incluso huelgas políticas. Lo que se planteaba era la cuestión del poder, de la insurrección.
El 19 de octubre (1º de noviembre), el Soviet, ahora dirigido por los bolcheviques, adoptó una serie de medidas que tenían, en palabras de Victor Serge, un carácter “semi-insurreccional”. Disponía que las reivindicaciones de los huelguistas fueran satisfechas de inmediato; los capitalistas acusados de sabotaje industrial debían ser encarcelados. Se establecía que los sindicatos debían garantizar el cumplimiento de la jornada de ocho horas, bajo su propia responsabilidad. Se llamaba a la movilización de las masas y a la toma del poder. Era un llamado directo a la insurrección. El 23 de octubre (5 de noviembre) dio un paso más. Emitió el llamado “decreto número 1”, que establecía que la contratación o despido de los trabajadores eran responsabilidad exclusiva de los comités de fábrica. Al día siguiente se dispuso la creación de una guardia roja. El 25 de octubre (7 de noviembre) estalló la insurrección en Petrogrado. Al calor de estos hechos, y siguiendo el ejemplo de la capital, el Soviet de Moscú dispuso la creación de su propio comité militar revolucionario. La cuestión se discutió abiertamente en el Soviet: los mencheviques y socialistas revolucionarios hicieron conocer su rechazo a la política seguida por los bolcheviques, y llamaron a los trabajadores a mantener el control y no seguir el ejemplo de Petrogrado. Cuando su propuesta fue derrotada en la votación, anunciaron que de todos modos iban a participar en el trabajo del comité, con el objetivo de “mitigar en la medida de lo posible los efectos del proyectado golpe de estado bolchevique” 2 . Es decir, para sabotear la insurrección. La participación de los conciliadores fue autorizada.
Al mismo tiempo, la Duma municipal, dominada por los partidos conciliadores, se reunió en secreto, sin la participación de los diputados bolcheviques, y decidió constituir un Comité de Salvación Pública. Se trataba de un órgano para la lucha directa contra la insurrección. Los principales responsables de este organismo eran miembros del partido socialista revolucionario: lo encabezaba el alcalde de la ciudad, llamado Rudnev. El coronel Riabtsev, del mismo partido, se ocupaba de los aspectos organizativos. Era el inicio de la formación de los ejércitos “blancos”.
La batalla de Moscú
La lucha abierta comenzó el día 27 (9 de noviembre), cuando la Duma y el Comité de Salvación intimaron al Comité Militar Revolucionario a disolverse de inmediato. Lo que siguió fue una batalla callejera que duró varios días. Victor Serge señala que la propia geografía de la ciudad contribuyó a dificultar el desenlace del enfrentamiento: “Moscú tiene el aspecto topográfico de una ciudad que ha ido creciendo en el transcurso de los siglos, desarrollándose en círculos concéntricos en torno a los palacios y a las iglesias del Kremlin (…) La ciudad, edificada sobre colinas, conjunto de callejuelas estrechas cuyas líneas irregulares se entrecruzan, sembrada de innumerables iglesias que se levantan entre jardines, cercada de largos bulevares plantados de árboles, ofrece innumerables posibilidades para el ataque y la defensa” 3 .
El Comité Militar Revolucionario tenía su cuartel general en el edificio del Soviet, en el centro de la ciudad. El objetivo de las fuerzas contrarrevolucionarias era ocupar el lugar y detener a sus líderes. El plan de los revolucionarios, en tanto, consistía en resistir ese ataque y esperar que llegasen refuerzos de los suburbios de la ciudad, para tomar a los contrarrevolucionarios por la espalda.
El 28 de octubre, los blancos rodearon el Kremlin, ocupado por las fuerzas revolucionarias en las primeras horas de la insurrección. El comandante de la fortaleza, sin contacto con el comité militar revolucionario, se rindió, bajo la promesa de que sería respetada la vida de sus hombres. Pero los oficiales y alumnos de las escuelas militares no cumplieron el pacto. Los obreros del arsenal del Kremlin fueron conducidos a un patio, apuntados con grandes ametralladoras, y se abrió fuego sobre ellos. Sólo algunos lograron salvar la vida. Comenzaba el terror blanco, que se cobraría miles de vidas en la guerra civil.
Los fusilamientos del Kremlin, dice Serge, “no eran un hecho aislado… los blancos detenían y fusilaban gente, al azar, casi en todas partes” 4 . Para entonces, las fuerzas contrarrevolucionarias habían recuperado el control de las principales estaciones de ferrocarril, y las centrales eléctrica y telefónica. Ya había, de hecho, una negociación con el comité militar revolucionario para llegar a un armisticio. Pero la noticia de los fusilamientos del Kremlin convenció a los revolucionarios de que debían luchar hasta el final; no había posibilidad de negociación. A pesar de que el cuartel general estaba casi cercado, los refuerzos de guardias rojos y regimientos sublevados llegaban desde las afueras de la ciudad en auxilio de las fuerzas revolucionarias.
El 29 de octubre se combatió en forma durísima en todo el centro de la ciudad. Por la tarde se firmó una tregua de veinticuatro horas, pero la llegada de refuerzos para los blancos la rompió. Horas más tarde, los revolucionarios recibieron también refuerzos de artillería, que fueron emplazados en las principales plazas. Los blancos comenzaron a replegarse, hasta atrincherarse en el Kremlin.
El bombardeo del Kremlin
Se planteaba el asalto final a esa fortaleza. Pero los propios bolcheviques titubeaban y no se decidían a bombardear el histórico edificio. Finalmente comenzó a caer fuego de artillería. “La noticia — cuenta John Reed— se transmitía casi con horror de boca en boca por las calles de Petrogrado. Personas llegadas de ‘la madrecita Moscú de piedra blanca’ relataban cosas atroces. Miles de muertos… Nada de lo cometido por los bolcheviques podía compararse a este pavoroso sacrilegio en el corazón mismo de la santa Rusia” 5 . Los blancos capitularon, finalmente, el 2 de noviembre (15 de noviembre), a las cuatro de la tarde. La insurrección había triunfado, también, en Moscú.
Pero la insurrección mostraba aún una indulgencia excesiva hacia sus enemigos. Las cláusulas de la rendición establecían que los oficiales podían conservar sus armas, y que las escuelas militares podrían hacer lo propio con aquellas armas “necesarias para los ejercicios”. Aún más importante, se garantizaba la libertad de todos los implicados en la lucha contrarrevolucionaria. Casi todos ellos iban a reagruparse para combatir de nuevo contra los bolcheviques en la futura guerra civil.
Notas
1. Diane Koenker: The Evolution of Party Consciousness in 1917: The Case of the Moscow Workers (1978).
2, 3 y 4. Víctor Serge: El año I de la revolución rusa (1930).
5. John Reed: Diez días que conmovieron al mundo (1919).