La masacre de La Tablada

alfonsin la tablada

En el 25º aniversario del asalto al cuartel de La Tablada (23 y 24 de enero de 1989) ha aparecido un libro sobre el acontecimiento de Felipe Celesia y Pablo Waisberg: La Tablada. A vencer o morir. La última batalla de la guerrilla argentina. El enjundioso trabajo de los autores yerra en la conclusión, pues la guerrilla ya no existía más en Argentina y porque los protagonistas del asalto eran fervorosos defensores de la democracia, quienes incluso invocaban para su acción la necesidad de defender a Alfonsín.

Los 47 militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) que tomaron por asalto el cuartel de La Tablada alegaron la necesidad de enfrentar un presunto golpe ‘carapintada'. Fracasaron y fueron brutalmente masacrados por el ejército, los carapintadas y el propio gobierno.

Celesia y Waisberg, periodistas que simpatizan con el kirchnerismo, pintan claramente el cuadro de época. Pero el MTP no fue del PRT-ERP, aunque los aúne la figura de Gorriarán Merlo y la tendencia aventurera al golpe de mano. Gorriarán pretendió, con la acción, obtener un protagonismo especial en el nuevo esquema democrático, a caballo de lo que denunciaba como una nueva tentativa golpista de los carapintadas, a quienes asociaba la candidatura de Menem, que había vencido para sorpresa de todo el mundo a la corriente dominante del Partido Justicialista.

Gorriarán Merlo había tratado de recrear un foco guerrillero rural en Jujuy, en la etapa final de la dictadura: "suponíamos que la dictadura iba a perdurar, no se vislumbraba (...) que dos años después se desmoronaría" (Memorias, de Gorriarán Merlo, citado en La Tablada...). Cuando estalló la guerra de Malvinas, sin embargo, Gorriarán viajo de emergencia desde Nicaragua y subió al monte jujeño para "desarmar la tropa". "No le fue fácil. Un grupo suponía que la Junta Militar no retrocedería y que la convocatoria a elecciones no iba a producirse" (La Tablada..., pág. 87). Como puede verse, la perspectiva electoral era suficiente para disuadir de una nueva tentativa foquista. "La previsión del ex dirigente del ERP chocaba con la de los Montoneros, que consideraban la toma de las Islas una decisión legítima y hasta heroica". Gorriarán apuntó a la ‘institucionalización’ posterior a la postguerra, igual que Alfonsín.

El programa del MTP tenía como centro "la defensa de la democracia" naciente, a la cual quería ‘participativa’. Nada que ver con un programa de revolución socialista. En ocasión del levantamiento de Rico, durante la semana santa de 1985, había suscripto el "acta democrática" que habilitaba la negociación de Alfonsín con los golpistas: "el pueblo -decía Gorriarán- (...) encontró en el presidente Alfonsín, en su gobierno, en la mayoría de los partidos políticos de oposición (...) coraje para enfrentar la muerte y generosidad para abrir los canales de participación" (del MTP, reproducido por Prensa Obrera, 9/2/89). Es claro que lo último que tenía en mente era protagonizar una nueva lucha guerrillera por "el socialismo".

El libro muestra que el MTP fue creado en 1986, por Gorriarán, en Nicaragua, donde era oficial de la inteligencia del nuevo gobierno sandinista y enlace con el castrismo cubano. Ni un gobierno ni el otro buscaban, por supuesto, perjudicar a Alfonsín. El diario Página/12 fue fundado con dinero (un millón de dólares) del MTP, en lo que fue un acuerdo con Lanata, Verbitsky y una línea editorial democratizante. Los sandinistas aportaron poco (pasajes, estadías, etc.), pero no dinero contante.

El MTP intentó participar en el proceso electoral, inventando partidos y frentes fantasmas. "La vía electoral demandaba mucho trabajo", dicen los autores (pág. 135), por eso decidió ir a la rastra del armado de frentes centroizquierdistas.

facsimil prensa obrera tabalada 1989 (1)

La amenaza golpista

El MTP no quiso emprender una ‘guerrilla’ contra el gobierno de Alfonsín; todo lo contrario. El levantamiento de Villa Martelli, en diciembre del ’88, había sido cerrado por un acuerdo entre militares carapintadas y leales. El pacto Caridi (comandante ‘leal’) -Seineldin (jefe carapintada) fue denunciado en la marcha de la Resistencia, en los primeros días de diciembre. "Conspiración Cívico-Militar", destacamos en Prensa Obrera; 15/12/88).

Jorge Baños, uno de los dirigentes del MTP, había declarado a Página/12 que "Semana Santa y estos hechos desestabilizadores tienen como objetivo la reimplantación de la dictadura militar". Pero no era ese tipo de golpe lo que estaba en juego. El gran capital no quería reinstalar una dictadura, sino exprimir a la democracia burguesa. La ficción de Baños respondía a la necesidad de sacar al MTP del anonimato político.

Lo que estaba en juego, como ahora con Milani, era una lucha política por las Fuerzas Armadas: los carapintadas querían un indulto y se hablaba de un pacto Menen-Seineldín. En enero de 1989, la victoria del riojano estaba lejos de estar asegurada, lo que recién obtuvo un mes después, cuando Alfonsín desató su rodrigazo con una devaluación inesperada y sepultó a la candidatura del radical de Córdoba, Eduardo Angeloz

El ejército y Alfonsín reprimieron el mini-asalto de La Tablada como nunca lo habían hecho con los levantamientos carapintadas. Fue una masacre con ayuda de esos comandos carapintadas. Alfonsín no dio la orden de represión hasta corroborar que se trataba de una acción del MTP y no de un nuevo alzamiento carapintada. Llevado con helicóptero, fue testigo directo de la salvajada represiva: tortura, desapariciones, etc. Al frente del operativo había nombrado el General Arrillaga, el cual fue condenado el año pasado (2013) "a prisión perpetua por secuestros, tormentos y homicidios de perseguidos políticos en la Base Naval de Mar del Plata" (pág. 254).

La democracia

La represión en La Tablada asesinó a militantes que ya se habían rendido; masacró a heridos, hubo ‘desaparecidos’, torturas, etc. Todo esto hecho por el mismo personal que actúo bajo la dictadura. No se atendieron las denuncias de la defensa legal: tormentos, asesinatos y desapariciones. Todo esto, fuertemente documentado en el libro de Celesia y Waisberg.

El juez Larrambebere "legítimó todo". Alberto Nisman, el fiscal de la Aipac y la Daia, nombrado secretario para investigar la desaparición de los militantes Ruiz y Díaz, detenidos por el teniente Naselli, no avanzó un paso (pág. 247).

Izquierda Unida, un olvido

Izquierda Unida (Néstor Vicente-Luis Zamora, PC-MAS-PH-Patria Libre) acompañó el frente represivo contra los militantes del MTP con una solicitada. Luis Zamora envió condolencias a los militares caídos y repudió a los militantes asesinados. El futuro secretario de derechos humanos del kirchnerismo, Eduardo Luis Duhalde, "intentaba despegarse del MTP" (pág. 267): salió a recorrer las librerías para retirar una edición de su editorial de un libro de Memorias de Gorriarán Merlo. Los únicos que repudiaron la masacre de La Tablada fueron las Madres de Plaza de Mayo, la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos y el Partido Obrero. En este punto, los autores de La Tablada hacen un acto de ‘omisión’. No informan a sus lectores de la actitud del Partido Obrero. Denuncian sólo (parcialmente) a IU, el PC, el MAS, etc.

Fue una divisoria de aguas importante: IU, Vicente, Zamora y el MAS no vinieron a la marcha de las Madres el 24 de Marzo, porque rechazaban el repudio de éstas a la masacre. La respuesta fue concluyente: "La Plaza es de las Madres, no de los cobardes", agitó la masiva concurrencia a la plaza. A partir de la masacre de La Tablada, Alfonsín creó el Consejo de Seguridad Nacional (Cosena), autorizando la intervención de las Fuerzas Armadas en la represión interior.

El juez Larranbebere montaría, meses más tarde, una provocación contra el Partido Obrero, cuando ordenó el allanamiento de sus locales y la detención de sus dirigentes, acusándolos -bajo el estado de sitio decretado por Alfonsín- de promover saqueos para desestabilizar y derribar al gobierno. Nuestro partido respondió con una gran movilización política, la que apoyada por todo lo que hay de honesto en Argentina. El tiro de los provocadores salió por la culata: Alfonsín se iba, semanas después, por la puerta de atrás.


Rafael Santos