Aniversarios
16/3/2021
La masacre de los comuneros: brutal venganza de la burguesía
A 150 años de la Comuna de París; la represión a sus protagonistas.
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En su texto “Enseñanzas de la Comuna” -escrito en 1908, en el marco del 37 aniversario de la Comuna-, Lenin expone: “El segundo error consistió en la excesiva magnanimidad del proletariado: en lugar de exterminar a sus enemigos (…), trató de influir moralmente sobre ellos, despreció la importancia que en la guerra civil tienen las acciones puramente militares y, en vez de coronar su victoria en París con una ofensiva resuelta sobre Versalles, dio largas al tiempo y permitió que el Gobierno versallés reuniese las fuerzas tenebrosas y se preparase para la semana sangrienta de mayo”.
Así resume Lenin una de las causas más importantes de la derrota de la tentativa revolucionaria de los comuneros parisinos y la posterior represión de la semana de mayo y de las que la sucedieron. Es importante el señalamiento de Lenin porque anticipa, casi diez años antes, lo que fue una de las enseñanzas que el bolchevismo supo extraer de la experiencia de la Comuna y que le van a permitir salir airoso de la cruenta guerra civil que tuvo que soportar el naciente Estado Obrero soviético en los vastos territorios del ex imperio zarista.
Pero además porque pone el dedo en la llaga de lo que fue la política de la dirigentes de la contrarrevolución versallesa, guiados por la perfidia y la manipulación, mintiendo descaradamente sobre sus propósitos y acciones. Como líderes de una clase amenazada por el alzamiento proletario apelaron a todo tipo de artilugios y trampas, sobornos, espionaje, apropiación de correos, bloqueos. Los comuneros, al actuar con hidalguía, explicando y justificando sus acciones, apelando a la verdad, parecieron frente a los “versalleses” como “ingenuos”. Su experiencia y su martirio serán procesados críticamente. Ya Lenin en 1908 sacaba anticipadamente sus conclusiones.
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El comienzo del fin
La ofensiva de los versalleses se fue demorando mientras el gobierno contrarrevolucionario de Versalles negociaba con el alto alemán la liberación de prisioneros que le permitiera reconstruir sus filas. Sólo cuando acordaron con Bismarck que el acuerdo de paz dependía para su concreción de la liquidación de la Comuna, pudieron contar con decenas de miles de prisioneros liberados. Y recién entonces comenzó la ofensiva en gran escala
Luego de varios días de batallas en las inmediaciones de la capital francesa, el 21 de mayo las tropas de Thiers, los versalleses, logran penetrar las defensas de los revolucionarios y ocupan dos barrios de París. A partir de allí se desenvuelve la represión más salvaje en manos de los enemigos de la comuna. En momentos en que las tropas de Versalles invadían París, Thiers anticipaba ante la Asamblea lo que luego sucedería:
“¡La causa de la Justicia, del orden, de la humanidad, de la civilización, ha triunfado! Los generales que han dirigido la entrada de las tropas en París son grandes hombres de guerra… La expiación va a ser completa. Se llevará a cabo en nombre de las leyes, por las leyes, con las leyes”. (H. Prosper-Olivier Lissagraray). El castigo que preparaba la burguesía francesa a la “afrenta” cometida por los comuneros se disponía con toda rigurosidad.
A medida de que los versalleses avanzan van cayendo las barricadas de los comuneros y se suceden los fusilamientos. Las tropas de Thiers no tienen reparo; avanzan en zonas controladas por las tropas prusianas que se habían comprometido a no permitir el paso a ninguno de los bandos franceses en pugna lo que les da a los invasores una ventaja estratégica inesperada para los comuneros. Se suceden fusilamientos en cada nuevo barrio tomado, combatientes heridos, mujeres que resistieron el avance de los invasores e incluso niños son fusilados en Montmartre y en todos los bulevares exteriores. Las muestras de heroísmo por parte de los defensores de la Comuna se pagan con la vida en estas circunstancias. No hay clemencia de ningún tipo.
Los capitanes de las tropas invasoras dan lugar a los saqueos y a matanzas indiscriminadas. Todo aquel sospechoso de apoyar a los defensores de la comuna es ejecutado inmediatamente. Comercios saqueados y pillaje común son la norma entre los versalleses. Luego de tres días de combate las matanzas se multiplican mientras Thiers le dice a la Asamblea: “nuestros valientes soldados se comportan de un modo digno de la más alta estima, de la más grande admiración del extranjero”.
El 27 de mayo, en uno de los episodios más sangrientos del combate, son fusilados 147 comuneros contra uno de los muros del cementerio Pere-Lachaise. Allí se erigió más tarde el Muro de los Federados, en honor a los allí fusilados y como símbolo de la lucha por los ideales de La Comuna. El 28 de mayo caen las últimas barricadas; los versalleses retoman el control de París y preparan su venganza.
El día después
Luego de acabados los combates callejeros cientos de prisioneros fueron conducidos a la cárcel de La Roquette y a otras prisiones improvisadas en la Escuela Militar o en distintos parques, allí se iniciaron las carnicerías. Sólo en La Roquette se ejecutaron cerca de 2.000 prisioneros en los dos primeros días (H. Prosper-Olivier Lissagraray).
En los días posteriores a la caída de París, los versalleses crearon una suerte de “tribunales” para impartir la fachada de una Justicia. Los que allí llegaban no tenían derecho a juicio justo alguno; simplemente estaban al arbitrio de algún capitán que los condenaba a muerte o los enviaba a Versalles, según le daba en gana. Los condenados eran ejecutados sumariamente por los soldados o por burgueses privilegiados a los cuales se les permitía administrar venganza por mano propia. La mayoría de los cuarteles que quedaron en pie después del combate servían a estos propósitos.
Las matanzas no se circunscribían a los combatientes de la comuna, todos aquellos que se sospechaban de haber apoyado de una u otra manera a los comuneros podían ser fusilados. El nuevo régimen aprovecho la situación para sacarse de encima figuras republicanas y distintos opositores. Durante mucho tiempo, opositores a Thiers que a su vez odiaban a La Comuna no pusieron un pie en París, por miedo a correr la misma suerte que los comuneros.
Venganza y advertencia
“El suelo está sembrado de cadáveres, este espantoso espectáculo servirá de lección”, fue el informe que mandó Thiers a Versalles días después de concluida la batalla. Las ejecuciones cotidianas duraron hasta los primeros días de junio. Y hasta mediados de ese mes se sucedieron ejecuciones sumarísimas, sin ningún juicio.
Los cálculos realizados en ese momento arrojan que fueron fusiladas más de 20.000 personas, de las cuales unas 15.000 no habían combatido. Una carnicería: en un punto las ejecuciones se detuvieron porque no había dónde depositar los cadáveres. “Al estar todo lleno de cadáveres, el olor de la inmensa sepultura atraía horribles enjambres de moscas sobre la ciudad muerta. Los vencedores suspendieron las ejecuciones por temor a la peste.” (Louise Michel, La Comuna de París)
Luego de las matanzas unas 40.000 personas fueron arrestadas en París, y conducidas en largas caravanas hacia Versalles. Muchos morían en el camino, o eran ejecutados al arbitrio de los soldados. Los que conseguían llegar eran esperados por muchedumbres que los sometían a todo tipo de vejaciones, y luego los conducían a improvisadas prisiones infrahumanas. La explanada de Satory, convertida en una atracción para la burguesía versallesa, recibió miles de prisioneros que allí mismo murieron.
La furia de los vencedores no se privó de destruir y de rapiñar todos a su paso. Durante aquellos nefastos días fue detenido Gustave Coubert, el célebre pintor francés que durante el Gobierno comunal se encargó de la Comisión de Bellas Artes. Fue acusado de destruir la Columna Vendôme -monumento construido con el metal de cañones tomados del enemigo por los ejércitos de Napoleón en la batalla de Austerlitz-, y su obra artística fue parcialmente destruida. Logró escapar a Suiza, tras seis meses de prisión.
Está perfectamente claro que la mayoría de los ajusticiados por los versalleses eran trabajadores de las zonas industriales de París o estaban empleados con artesanos locales. Cuando se tuvo que poner nuevamente en marcha la economía parisina faltaban obreros en todos los rubros. La burguesía triunfante se quejó ante el nuevo Gobierno por la falta de trabajadores, y este mandó soldados a cubrir estos puestos.
Los procesos
Durante junio todavía se producían unas 100 detenciones diarias. Algunos sólo lograron escapar gracias a la solidaridad de los vecinos de París, que los escondieron y, de ese modo, evitaron una matanza mayor. Esto pese a que si eran descubiertos se los asesinaba, tanto al salvador como al salvado.
Sólo unos pocos prisioneros fueron juzgados. En agosto se inició un proceso contra algunos miembros de La Comuna conjuntamente con otros del Comité Central. El juicio no fue más que una farsa para justificar las matanzas que se habían sucedido durante junio y durante julio. Los acusados no tenían el estatus de presos políticos. Eran enjuiciados como delincuentes comunes, acusados de incendiarios, de ladrones y de asesinos. La farsa sólo tuvo por propósito crear una ilusoria sensación de Justicia, pero no fue más que un circo montado por la burguesía.
“Para juzgar a los vencidos de la comuna, además de los cuatro consejos permanentes de Versalles, se crearon otros 22” (Georges Bourguin, La Comuna). El accionar de estos consejos de guerra no fue muy distinto al de las cortes comunes: juicios sumarísimos, sin abogados defensores, sin testigos de parte ni nada que se le parezca. Ninguna de las “sacrosantas” leyes burguesas de Francia fue respetada. Sólo condenas a muerte, deportación al infierno de Nueva Caledonia o cárcel y trabajos forzados.
Julio Favre, uno de los lacayos de Thiers que ostentaba el cargo de Ministro de Asuntos Extranjeros -y, por tanto, la tarea de enlace con el resto de las potencias Europeas-, emitió un llamado internacional para exigir la captura de aquellos que lograron escapar del ejército versalles.
Muchos combatientes fueron capturados en Bélgica y en Alemania. Los parlamentos, dominados por la burguesía, respondieron al unísono al llamado de burguesía francesa.
Por supuesto que también se sucedieron actos obreros y muestras de solidaridad internacional con La Comuna, que hasta ese momento ya había despertado la admiración de trabajadores alrededor del mundo. En Londres, en Bruselas, en Ginebra, en Zúrich, en Leipzig y en otras ciudades se hicieron actos solidarios y en repudio a la matanza.
Es difícil estimar la cantidad de personas que murieron en la semana trágica de mayo o que perecieron luego, en las prisiones. Las matanzas se dieron en cárceles, en los barcos, en algunas islas cercanas y durante las deportaciones, los números oficiales cuentan más de 35.000 ejecuciones. En las elecciones de julio votaron en Francia 100.000 personas menos que en febrero. Este número nos acerca al grado que tuvo la represión en París.
Algunas conclusiones
Durante prácticamente todo el periodo que duró la comuna, Thiers proclamó que no habría de reprimir, que buscaba la paz para Francia. Con el correr de las semanas su discurso se fue corriendo a la idea de que sólo se ajusticiaría a los supuestos asesinos de los dos generales (Lecomte y Clément Thomas). Luego acusó a los miembros de La Comuna y a los integrantes del Comité Central, y exigió castigo para ellos.
Finalmente todo esto se demostró totalmente falso. La represión contra los revolucionarios fue brutal y decidida. La burguesía versallesa no dudó un segundo en escarmentar a los comuneros para, por medio de esto, enviar un mensaje a toda la clase obrera de Europa. Estaban todavía presentes las masacres en París de Junio de 1848 y de diciembre de 1851. En esta oportunidad fueron aún más brutales. Los versalleses ejecutaron, encarcelaron y vejaron a miles de trabajadores parisinos y de otras nacionalidades, que habían llegado a apoyar a La Comuna. La persecución se extendió por meses y hacia otros países, con el concurso de los respectivos Gobiernos, por supuesto.
Como clase, la burguesía se dispuso actuar en defensa de sus intereses, y llevó la represión y el escarmiento hasta sus últimas consecuencias. La represión a la Comuna ha quedado como una lección histórica para la clase obrera sobre el punto de crueldad al que está dispuesto a llegar la burguesía para defender sus privilegios sociales.
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