Aniversarios
20/6/1995|452
La mayor huelga política de masas de la historia
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1975.
Hace veinte años, el 6 de junio de 1975, se inició una activa huelga de los obreros de la Ford de Pacheco, que derivó en pocos días en la mayor huelga política de masas de la historia nacional. Fueron “las jornadas de junio y julio de 1975”, que acabaron con el gobierno de López Rega y el régimen terrorista de “las triple A”, y que hubieran podido impedir por completo el golpe de 1976, de haber contado con una dirección revolucionaria.
El “Rodrigazo”
El 4 de junio de 1975, Celestino Rodrigo, ministro de Economía del gobierno de Isabel-López Rega (1), anunció una devaluación de la moneda en un 160% y una duplicación del precio de los combustibles, que desató una carestía descontrolada (en pocas semanas, el pan aumentó un 200%).
El “Rodrigazo” traducía el fracaso del “pacto social” montado por el gobierno de Perón. Durante sus dos años de vigencia, las luchas obreras tuvieron un carácter políticamente limitado, pero el agotamiento de la experiencia de la clase obrera con el peronismo en el poder irán dándole progresivamente características más profundas, que adquirirán perfiles definidos en el conflicto del Smata-Córdoba (2) de agosto de 1974 y, sobre todo, en la gran lucha de los obreros de Villa Constitución (marzo-abril de 1975) (3).
Las grandes huelgas de Crónica, el diario La Calle, Editorial Abril y Villa Constitución hicieron fracasar el intento del ministro de economía, Gómez Morales, de ponerle un “techo” (del 20%) a las paritarias, que habían estado “congeladas” bajo el imperio del “pacto social”. El reemplazo del “gradualista” Gómez Morales por Rodrigo significaba que la camarilla lopezrreguista pasaba a una política de guerra abierta al movimiento obrero. Para la camarilla lopezrreguista, la liquidación de las paritarias era un aspecto de su proyecto continuista, lo que incluía la posibilidad de un auto-golpe para postergar las elecciones previstas para 1977: “la derogación de las paritarias —decía la “edición de emergencia” de Política Obrera del 27/6/75— no se podrá lograr sin derrotar a los trabajadores, sin golpear duramente a sus organizaciones. Esto significaría, ni más ni menos, que una quiebra de las libertades democráticas que quedan. Esto significaría que los López Rega buscarán perpetuarse en el poder, aun pasando por encima de las elecciones. La derogación de las paritarias es, entonces, un golpe represivo contra las masas y el camino seguro hacia el golpe de Estado ejecutado desde el propio gobierno”. Numa Laplane, comandante del ejército de ese momento, apoyaba el autogolpe (4).
El descontento ante la anulación de los acuerdos paritarios, resuelta por Isabel Perón, se manifestó el viernes 6 de junio, cuando los 8.000 obreros de la Ford salen en movilización por la Panamericana; en Córdoba, los trabajadores de la IKA Renault y de las restantes plantas automotrices y autopartistas se lanzan a la calle; en Santa Fe, la dirección de la UOM local es completamente sobrepasada (y obligada a renunciar) ante la irrupción de los metalúrgicos, encabezados por los trabajadores de la Fiat de Sauce Viejo.
Cuando Rodrigo anunció los aumentos y planteó la liquidación de las paritarias, la burocracia sindical estaba completamente comprometida con el gobierno. Durante dos años había sido la “pata” fundamental del “pacto social”, estaba asociada a gran parte de los negociados de la camarilla y era cómplice del terrorismo gubernamental. Pero el ataque lopezrreguista era demasiado vasto, el choque entre los apetitos de López Rega y Miguel demasiado profundo y la reacción obrera demasiado amplia para que la burocracia pudiera “asimilarse” al “rodrigazo”. Desbordada por la impresionante protesta obrera, la burocracia se vio obligada durante todo el proceso huelguístico a distanciarse del gobierno y a coquetear con la movilización, pero toda su actuación estuvo enderezada a contener el movimiento y salvar al gobierno de la embestida obrera.
Hacia la huelga general
Durante las dos primeras semanas de junio, en medio de la tempestad, Rodrigo trató de fijar un tope a los acuerdos paritarios que aún no se habían firmado: primero del 38%; dos días después del 45%.
El jueves 12 se abre una nueva etapa: luego de los abandonos de plantas del martes 10 en Córdoba, en Santa Fe y en Ford, la clase obrera cordobesa tomó la iniciativa de convocar a una huelga general regional. En la movilización, que tiene lugar el jueves 12, los manifestantes exigieron, por primera vez, la caída de López Rega; a partir de entonces, la renuncia de la camarilla derechista pasa a convertirse —junto con la plena vigencia de las paritarias— en las dos reivindicaciones claves de todo el movimiento.
Después de la histórica jornada cordobesa, la movilización cobra nuevo impulso. El martes 17, 10.000 obreros de la Ford y de la zona norte copan la Panamericana en reclamo del 100%; 8.000 trabajadores de Tamet, BTB, Pullmania, Piazza y Traful salieron al paro activo por el 100%; en Santa Fe, trabajadores de Fiat Sauce Viejo, Tool Research, Bahco, Grossi y muchas otras fábricas marcharon por las rutas contra el tope salarial; decenas de fábricas del Gran Buenos Aires se declaran en asamblea permanente (Astarsa, GM, Peugeot, Chrysler, Abril, Hidrófila, entre las más importantes); en La Plata, dos masivas asambleas en los Astilleros de Ensenada y en Propulsora (10.000 trabajadores en cada una de ellas) votan un aumento del 150%. El país entero se había convertido en una gran asamblea obrera dispuesta a defender sus conquistas.
La burocracia se atrinchera en los locales sindicales, se niega a concurrir a las asambleas obreras e intenta quebrar a las nacientes Coordinadoras interfabriles, que eran bloques de organizaciones fabriles de base no controladas por la burocracia. Una fracción de la burocracia (Uocra, comercio) se lanza desesperadamente a firmar por el 45%; la intervención del Smata Córdoba desconoce la autonomía de los convenios de cada planta y firma por el 90%, notoriamente inferior a la inflación. La UOM negocia un 150% que absorbe todos los aumentos conseguidos en las fábricas durante los dos años de “pacto social”. Miguel moviliza a la UOM para “agradecer” a Isabel la firma del convenio. Cuando la burocracia creía haber “cerrado” la movilización, ésta recién comenzaba.
27 de junio: huelga política de masas
El acuerdo no podía durar: lo obtenido era muy insuficiente para los trabajadores e intolerable para la camarilla. A la una de la mañana del viernes 27, el gabinete decide anular las paritarias. Entre la espada y la pared, a las tres de la mañana, la CGT debió convocar a una manifestación a Plaza de Mayo para el lunes siguiente. En su comunicado fijaba claramente su línea política: defender al gobierno de Isabel-López Rega.
Bajo una llovizna persistente, una multitud de más de 250.000 trabajadores se fue renovando desde las 10 de la mañana a las 5 de la tarde en la Plaza de Mayo. La convocatoria representaba un nuevo esfuerzo de la burocracia para negociar un acuerdo con la camarilla. Contra la “orientación” fijada por la burocracia, los manifestantes reclaman durante horas la caída del “Brujo” López Rega. Sin haber conseguido nada, la burocracia desconcentra a pedido de Isabel, que al día siguiente llama al “sacrificio” y confirma la anulación de los convenios.
A partir de entonces, la movilización fue incontenible. En el Gran Buenos Aires y la Capital, la parálisis industrial es completa y los trabajadores están en la calle; el 2 de julio se suman a la huelga los bancarios. En La Plata, los trabajadores de Propulsora, Petroquímica y los Astilleros invaden el centro de la ciudad y exigen una nueva marcha sobre la Casa Rosada; en Santa Fe se organiza una importantísima manifestación de masas hacia Rosario desde San Lorenzo, Granadero Baigorria, Fray Luis Beltrán y Puerto San Martín. La huelga general es completa … sin que la CGT la haya declarado.
Impresionantes columnas obreras convergen sobre la CGT, las CGTs regionales y los locales sindicales para exigir la huelga general. En la semana del 31 de junio al viernes 4, en una medida todavía más amplia que en la jornada del 27 en Plaza de Mayo, los trabajadores reclaman la caída de la camarilla lopezrreguista; los gremios más controlados por la burocracia, como la UOM, están completamente paralizados y las direcciones de fábrica –incluso aquellas controladas hasta hace poco por la burocracia pero que, en el curso de la lucha, se ven obligadas a superarla– empiezan a incorporarse a las Coordinadoras regionales. La gigantesca huelga general –no declarada por la CGT– marca el punto más alto de la movilización independiente de la clase obrera argentina en su historia y señala, después de tres años de gobierno peronista, la perspectiva de un cambio fundamental en la estructura interna del movimiento obrero.
Obligada por toda la situación, la CGT lanza un paro general de 48 horas para el 7 y 8 de julio, que incluye, esta vez, al transporte. El paro de la CGT —en las vísperas del feriado del 9 de julio— es un intento desesperado de evitar las manifestaciones al centro del poder político y las ocupaciones de fábrica, que habían comenzado a producirse en los últimos días de la semana anterior y de llegar a un acuerdo con la camarilla.
El gobierno de la camarilla lopezrreguista está completamente paralizado, lo mismo que el parlamento. La “salida” a la impasse la marcan las FF.AA.: asumiendo la representación política de la burguesía, el Alto mando desautoriza la política seguida por el comandante lopezrreguista y exige a Isabel la homologación de los convenios y la renuncia de López Rega como único camino para sacar a los obreros de la calle y evitar que la movilización escape de control y que el crecimiento de las Coordinadoras y la continuidad de las movilizaciones puedan crear una situación de doble poder.
Finalmente, el gobierno se vio obligado a reconocer su derrota y aceptar la homologación de los convenios y prometer cambios en el gabinete.
Semi-victoria
Las jornadas de junio y julio no se convirtieron en una victoria completa de la clase obrera porque no lograron crear un nuevo eje de organización y de poder de los trabajadores, que fuera capaz de hacer frente a una situación revolucionaria.
La quiebra del gobierno de la camarilla había abierto una situación revolucionaria porque los explotadores ya no podían seguir gobernando como lo venían haciendo, al mismo tiempo que los oprimidos habían dejado de tolerar las condiciones que les imponían sus explotadores y se movilizaban en forma crecientemente independiente.
La derrota del gobierno significa el fracaso de todos los intentos de la burguesía por asimilar y diluir el ascenso obrero iniciado en 1969 con el “Cordobazo”. La derrota del lopezrreguismo a manos de la huelga –al entrañar la crisis general del gobierno peronista y del sistema de alianzas del peronismo y todos los partidos legalizados, replantea en forma agravada la crisis del Estado burgués. Como las jornadas de junio-julio no crean un doble poder o alternativa revolucionaria, las masas quedarán sin dirección frente al rápido reagrupamiento golpista de la burguesía, ¡¡¡que se encubrirá con slogans antilopezrreguistas, democráticos y constitucionales!!!
La huelga general de junio-julio puso en claro la enorme experiencia que había acumulado la clase obrera desde el Cordobazo: a diferencia de éste, el sector protagónico (y en cierto momento decisivo) de la movilización es la clase obrera del cordón industrial del Gran Buenos Aires, que se opone, no a una dictadura militar, sino al gobierno constitucional del movimiento popular por excelencia de la burguesía.
El rasgo más importante de la huelga general es que pone de manifiesto la tendencia a la independencia de clase de la clase obrera: en los tres principales centros industriales (Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe), la iniciativa surge de las internas antiburocráticas o que, en el curso de los acontecimientos, se ven obligadas a superar la tutela de los aparatos sindicales. El punto más alto de esta movilización independiente fue la formación de las Coordinadoras Interfabriles, a instancias de las internas antiburocráticas, como instrumento para extender y coordinar el movimiento huelguístico, pasando por encima de las diferencias de gremios; su primer punto de contacto son las manifestaciones callejeras que siguen a los abandonos de planta. La gestación de las Coordinadoras fue una consecuencia de la total debacle de la burocracia. Las Coordinadoras no fueron “sindicatos paralelos” sino alternativas de dirección. Es lo que ocurrió, por ejemplo, en la seccional Matanza de la UOM, donde la Coordinadora se hace elegir dirección regional luego de haber ganado la mayoría de fábrica a sus posiciones.
El golpe militar del 24 de marzo de 1976 y la sangrienta dictadura videliana fueron la herramienta de la burguesía y el imperialismo para liquidar –junto con la liquidación física de miles de delegados, miembros de comisiones internas y activistas antiburocráticos– las perspectivas políticas abiertas por la victoria de la huelga general de junio y julio de 1975.