La primera revolución obrera del siglo XX

El gran laboratorio


El 9 de enero de 1905 (22 según nuestro calendario) fue domingo en Rusia. Ese día, una movilización obrera masiva -140.000 trabajadores, en su gran mayoría creyentes y súbditos de la Iglesia Ortodoxa, dirigidos por el cura Gapón-, confluyó en el Palacio de Invierno de San Petersburgo, donde se alojaba el zar. La movilización enarbolaba íconos y rogaba al zar que escuchara sus reclamos: amnistía, libertades públicas, jornada de ocho horas, salario normal -salario mínimo de un rublo por día-, entrega gradual de la tierra al pueblo, Asamblea Constituyente en base al sufragio universal e igual para todos. Ferozmente reprimida, no menos de mil obreros fueron asesinados y otros dos mil quedaron heridos. Fue el llamado Domingo Sangriento, inicio de la Revolución Rusa. Fue la primera revolución obrera del siglo XX, partera de los soviets e inmenso laboratorio de la experiencia victoriosa de 1917.


 


Desde varios años antes se habían sucedido huelgas y movilizaciones. Para encausarlas, un agente de la policía se lanzó a organizar a los obreros en sindicatos, planteando que el zar era su protector contra los patrones y el propio Estado. En 1903 estallaron huelgas masivas en la Rusia del sur. En febrero de 1904, el provocador, junto al cura Gapón, constituirá la Asociación de Trabajadores de Fábricas y Talleres. Es cuando el ministro del Interior del zar plantea la necesidad de “una pequeña guerra victoriosa para parar la revolución” (1), preámbulo de la guerra con Japón para disputar Corea y Manchuria. La guerra interrumpió las huelgas pero las derrotas en cadena del ejército ruso frente al japonés las reabrieron con más fuerza. En un artículo publicado en el periódico de los bolcheviques (Vperiod, Adelante) el primer día de 1905 Lenin  adelanta la política de derrotismo revolucionario frente a la guerra. Refiriéndose a la derrota en Port Arthur, dirá: “no es el pueblo ruso, sino el absolutismo, quien ha sufrido una vergonzosa derrota. El pueblo ha salido ganando…” y anunciará la inminente “guerra del pueblo contra el absolutismo” (2). La guerra imperialista y su cruel descarga contra las masas fue, finalmente, el detonante del levantamiento popular.


 


Situación revolucionaria


 


El Domingo Sangriento produjo un enorme abismo político: millones de obreros y campesinos disiparon su confusión política en relación al zar, adquirieron una primera conciencia política y se convirtieron en protagonistas de una situación revolucionaria, Un reguero de huelgas se extendió a lo largo de toda Rusia, aunque concentradas en tres “capitales”: Petersburgo, Riga y Varsovia.


 


Frente a la Revolución hubo una divisoria entre mencheviques y bolcheviques. Aquellos plantearon que el partido no debía plantearse como objetivo la conquista del poder. El Congreso convocado por los bolcheviques ese año emitió una resolución según la cual correspondía “organizar al proletariado para la inmediata lucha contra la autocracia por medio de la insurrección armada” y por la constitución de un gobierno provisional revolucionario.


 


La Revolución Rusa de 1905 fue la primera revolución en la historia cuyo instrumento fue la huelga política de masas, con una potencia jamás vista: en un solo mes, enero de 1905, el número de huelguistas llegó a 440.000, más que en toda la década anterior. La clase obrera desplegó su experiencia y el aprendizaje de la propia lucha en una escala creciente. Hubo un entrelazamiento de huelgas políticas y económicas que jugó un papel determinante en la consistencia del movimiento: “si las amplias masas de explotados no hubieran visto ante sí ejemplos diarios de cómo los obreros asalariados de las diferentes ramas de la industria obligaban a los capitalistas a mejorar de un modo directo e inmediato su situación, no había sido posible…atraer…a dichas masas al movimiento revolucionario” (3). La acelerada experiencia política que vivió la clase obrera rusa en ese año crucial fusionó al movimiento obrero con la izquierda revolucionaria (socialdemocracia), y a los cuadros obreros con los militantes políticos.


 


En abril, en la ciudad “textil” de Ivanovo Voznesensk los obreros, con el auxilio de bolcheviques y mencheviques, constituyeron el primer consejo obrero -soviet-  de la Revolución, que organizó una huelga de 72 horas y pasó a dirigir la ciudad. Los soviets se extendieron al resto de Rusia. Lenin planteó, con dudas (“quizás me equivoco”) la propuesta de que los soviets se declaren gobierno revolucionario provisional de toda Rusia, pero no consideró razonable que se le exija adoptar el programa del Partido Socialdemócrata ni que los bolcheviques entren en tal gobierno. El Partido debía impulsar una actividad de propaganda y agitación a favor del marxismo dentro del soviet (4)


 


La huelga general de octubre


 


En agosto, el zar planteó la constitución de una Duma (Parlamento) en base a un número insignificante de electores y con carácter consultivo. La llamada Duma de Bulygin no llegó a ser convocada, fue barrida por la huelga general de octubre, en la que fue determinante la paralización de los trenes y el papel del Soviet de Petersburgo. Este reunió 226 representantes de 96 fábricas y cinco sindicatos y nombró un comité de huelga, que llamó a elegir delegados en todas las fábricas, a razón de uno cada 500 trabajadores. Los bolcheviques lanzaron las consignas de “Abajo la Duma consultiva”, “Boicot a la Duma”, “Continuidad de la lucha revolucionaria para derrocar al gobierno”, “No es el Zar sino un gobierno provisional revolucionario quien debe convocar a la Duma”.


 


El zar retrocedió emitiendo una nueva ley electoral, que ampliaba el número de electores y reconocía el carácter legislativo de la Duma.


 


Octubre y diciembre son los meses que marcan el clímax de la revolución. Para una masa creciente de obreros estaba planteado conquistar la jornada de ocho horas por vía revolucionaria. Su grito de guerra en Petersburgo era Jornada de ocho horas y armas. Rusia era el escenario de un reguero de levantamientos campesinos,  militares y nacionales.  En ese período se conquistó la libertad de prensa, se abrieron las puertas de las universidades y circuló sin trabas la prensa revolucionaria. Una pequeña anécdota ilustra el momento: alumnos polacos quemaron todos los libros rusos y retratos del zar, expulsaron a los maestros y escolares rusos y, en el caso de los secundarios, reclamaron que todas las escuelas pasaran a depender del soviet de diputados obreros, que obreros y estudiantes tuvieran reuniones conjuntas y que los estudiantes pudieran llevar blusas rojas en los liceos como señal de adhesión a la futura república proletaria.


 


La Revolución de 1905 alcanzó su punto culminante con la insurrección obrera en Moscú, que se convirtió en una prueba de fuerza y fue finalmente derrotada, con más de 1.000 muertos. “Al ser aplastada la insurrección de diciembre se inicia el descenso de la revolución” en la que -dirá Lenin- “faltó la organización de los obreros revolucionarios socialdemócratas que se hallaban bajo las armas; no supieron tomar la dirección en sus manos, ponerse a la cabeza del ejército revolucionario y pasar a la ofensiva contra el poder gubernamental” (3). Pesaron, además, los límites de la intervención campesina. La revolución proletaria fue derrotada -dirá Trotsky- “por las bayonetas del ejército campesino” (5).


 


Las tres concepciones


 


La experiencia de 1905 reabrió el debate sobre el propósito, la naturaleza, las tareas objetivas y el sujeto de la revolución.


 


Dos cuestiones habían quedado rotundamente en claro, Una, que la fuerza motriz de la revolución estaba en la clase obrera y sólo de modo intermitente en los campesinos (que también eran la base social del ejército). Dos, que el fracaso de sus logros provisionales -la Duma, la formación de partidos políticos, el reconocimiento de hecho de los sindicatos- se debía a la incapacidad de la burguesía, impotente no solo para hacer la revolución sino para conservar los frutos de una revolución hecha por otros.


 


De aquí surgían un conjunto de preguntas: ¿Cómo resolver el vacío creado por la incapacidad de la burguesía, lo que determinaba, a la luz de los hechos, que la Revolución Rusa no iba a ser una repetición de las revoluciones burguesas de la Europa Occidental, concebidas bajo la dirección de la burguesía liberal? ¿Cuál era el nuevo sujeto de la revolución, a la luz de esta constatación histórica? ¿Cuál era la relación entre su contenido social, democrático burgués si se considera que sus objetivos inmediatos eran la república democrática, la jornada de 8 horas y la confiscación de los latifundios -llevada a cabo por la revolución burguesa de Francia entre 1792 y 1793- o proletario, según su protagonista y sus medios de lucha?


 


Allí se planteó la colisión teórica entre la concepción de la Revolución Rusa como repetición de las revoluciones burguesas de Europa (mencheviques, Plejanov), la “dictadura democrática del proletariado y el campesinado” para hacerse cargo de las tareas democráticas hasta el final (Lenin) y la “dictadura del proletariado apoyada en el campesinado” para consumar la revolución democrática que, una vez en el poder, estará obligada a introducir medidas socialistas dando impulso a la revolución socialista mundial, única garantía de victoria completa para el socialismo. Una batalla teórica que continúa al día de hoy y que está concentrada en  el texto de Trotsky Tres concepciones sobre la Revolución Rusa, escrita en 1939 como capítulo del libro sobre Stalin que no pudo completar (6).


 


 


 


Notas


 


1. Jean Jacques Marie, Lenin, ediciones POSI, Madrid, 2008.


2. S. y G. Walter, Lenin, Grijalbo, Barcelona, 1972.


3. Lenin, Obras Completas, T. XXIII, Cartago, Buenos Aires, 1957.


4. Ídem anterior, T. VIII.


5. León Trotsky, 1905: resultados y perspectivas, Ruedo Ibérico, Madrid, 1971.


6. León Trotsky, Writings 1939-40, Pathfinder, New York, Londres, Sidney, 1970.