La Revolución boliviana irrumpe en América Latina y en la IV Internacional (I)

Primera parte

Los mineros de Milluni, durante la revolución de 1952

La revolución boliviana de abril de 1952 fue la insurrección obrera más importante de Latinoamérica. Como veremos, debe ser comprendida a la luz de las intensas luchas y experiencias políticas de la década precedente.


A fines de 1943, Villarroel, a la cabeza de una fracción nacionalista del Ejército, dio un golpe de Estado desplazando a un gobierno títere del imperialismo yanqui. El Partido Nacionalista MNR lo apoyó y se integró al gobierno. Con una orientación similar al golpe argentino del ’43, buscó el apoyo de trabajadores y campesinos, y sufrió el embate del imperialismo y la “Rosca” (un puñado de “barones del estaño” y terratenientes). Como con Perón, Estados Unidos caracterizaba a Villarroel de nazifascista y se negó a reconocer su gobierno. La Rosca reclamaba elecciones “libres” y formó la Unión Democrática Boliviana, luego Frente Democrático Antifascista (FDA). Su principal fuerza de choque era el stalinismo (PIR), que tenían presencia importante en el movimiento sindical de las ciudades (maestros, funcionarios, fabriles), no así entre los mineros, quienes apoyaban mayoritariamente al gobierno que había promovido la formación de la federación minera (FSTMB). El movimiento obrero boliviano carecía de una tradición socialdemócrata o anarquista. El trotskismo boliviano (POR) dirigía la Federación bancaria y tenía comités en las principales ciudades.


Villarroel comienza a ceder a la presión imperialista y desplaza al MNR de su gobierno, pero esto no le bastó a la Rosca y el estalinismo, que siguieron reclamando su caída. Tres golpes militares fallidos, entre fines del ’44 y comienzos del ’46, mostraban que el apoyo del Ejército se reducía. El impasse entre la fracción nacionalista y la alianza imperialista-rosquera-stalinista fue quebrada por una gigantesca irrupción popular movida por la crisis económica. Obreros fabriles y ferroviarios, junto con maestros con apoyo estudiantil, comenzaron intensas movilizaciones por salarios y formaron “comités tripartitos”. El stalinismo se montó sobre la movilización popular alentada por la prensa rosquera como “antifascista”. Cuando el aislado e impotente Villarroel produce una brutal represión en julio del ’46, las masas ganan las calles, ocupan la Casa de Gobierno y lo cuelgan en la Plaza Murillo. Con apoyo del stalinismo se formó un gobierno provisorio encabezado por el presidente de la Corte, agente de la Rosca y del imperialismo.


El POR no tuvo una posición independiente en esas movilizaciones, ni siquiera una homogénea, por muchas falencias de estructuración partidaria entre los diferentes comités de las principales ciudades. Lora, su principal dirigente, relata cómo el POR de Sucre, Cochabamba y La Paz, impresionado por las movilizaciones populares, sufre la presión de la propaganda del FDA y de los comités tripartitos, y se adapta al stalinismo. Los restantes comités regiones, como los mineros Oruro y Potosí, se mantuvieron al margen de los acontecimientos.1 La FSTMB, bajo dirección del MNR pero con una creciente presencia del POR, no participó. El desafío de una política revolucionaria frente al fracaso del nacionalismo militar en el poder y la ofensiva golpista proimperialista era orientar la movilización de masas en forma independiente de ambos, dotarla de un programa contrario a la Rosca proimperialista y denunciando las capitulaciones y la impotencia del nacionalismo militar en crisis.


El sexenio y las Tesis de Pulacayo


Durante el “sexenio” de la Rosca, la política abiertamente proimperialista favoreció los intereses de los barones del estaño y los terratenientes. La integración del stalinismo a la cartera de trabajo del gobierno fue degradando su influencia ante las masas. Esto, junto con el fracaso del nacionalismo, generó una oportunidad excepcional de intervención para el trotskismo boliviano en medio de un ascenso revolucionario de las masas que no había cesado con la caída de Villarroel, sino todo lo contrario, lo estimuló y le dio nuevas formas. Magri explica que “las masas lograron desplazar por un momento la rivalidad entre el nacionalismo burgués y el imperialismo, y ocuparon el centro de la escena política, aunque no le hubieran dado su propio desenlace político”.


Esa oportunidad se presenta en el Congreso de la FSTMB en noviembre del ’46. A propuesta de los mineros de Siglo XX, una de las mayores minas bolivianas, se votaron una de las elaboraciones más completas e integrales de un programa revolucionario: las tesis de Pulacayo, redactadas por el propio Lora. Parte de la caracterización del país y de las tareas revolucionarias en los términos de la Revolución Permanente, explicando que las tareas democráticas serán llevadas a cabo a través de la dictadura del proletariado. Coloca la necesidad del liderazgo obrero de la lucha antiimperialista, acaudillando las demás clases explotadas. Desarrolla un amplio programa de reivindicaciones transitorias y explica la preeminencia de la acción directa en la lucha contra el imperialismo y el capitalismo, pero defendiendo la necesidad de participar en todas las instancias de lucha como las elecciones parlamentarias.


Este triunfo político colocó al POR en la dirección de la federación minera. Aunque el MNR tenía la mayoría de la dirección, con Lechín como secretario general, es indudable que tuvieron que aceptar el programa que propuso el POR.


1947-1952: auge y dilución del POR


Gracias a esta iniciativa política del POR en 1947 fue electo el Bloque Minero con nueve parlamentarios, cuatro de ellos del POR. Como explica el diputado electo Lora, “circunstancias excepcionalmente favorables nos habían colocado a la cabeza de las masas; aglutinamos la atención y la simpatía de los explotados en la política interna del país, nos convertimos en un poderoso partido, lo más inteligente de la juventud se entregó al POR, contamos con un magnífico equipo de agitadores”.3 ¡Qué diferencia con las actuales posiciones del POR que pontifican contra la lucha política parlamentaria!


La experiencia del Bloque Minero será muy breve. El mismo año de su asunción son expulsados del Parlamento en medio de una escalada represiva con masacres en las minas. Lora es obligado a exiliarse junto a otros dirigentes. El POR tiende a desaparecer de la escena política y el lugar de oposición al régimen lo comienza a ocupar el MNR, que capitaliza el martirio de la represión y lo hace aparecer frente a las masas como el principal partido opositor, por no decir el único. Esta desaparición política no puede explicarse, como hace Lora, simplemente por las dificultades de estructuración partidaria, que puedan haberse profundizado con la represión. La “cooperación” que sostuvieron con el MNR durante todo el sexenio la termina capitalizando el MNR, que se apoya en las masas en su disputa con la Rosca, en especial el “ala izquierda” de Lechín, en quien el POR deposita sus expectativas. Ante el golpe de la Rosca y el imperialismo, el POR no supo delimitarse del nacionalismo y quedó desdibujado ante las masas. Según Rieznik, “el POR fue duramente golpeado pero, por sobre todas las cosas, fue irremediablemente desintegrado por un proceso de descomposición política… El POR aparecía como una especie de usina ideológica del MNR… En estas condiciones la propia dirigencia trotskista se fue desplazando a la idea de que la materialización de la revolución obrera era llevar al poder… al MNR”.4 La estrategia del seguidismo y la ausencia de una delimitación dentro de un movimiento de lucha en común, abandonando la disputa por su dirección, diluyéndose políticamente, es lo que explica que se aflojaran las iniciativas y el impulso de construcción partidaria en un contexto de dificultades por la represión, no al revés.


La evolución del POR no puede aislarse de las condiciones en que se desarrollaba el trotskismo internacional. Tenían particular influencia las principales corrientes argentinas, lideradas por Posadas y Moreno, con divergencias frente al peronismo y al MNR boliviano. Posadas colocaba a los movimientos nacionalistas como antiimperialistas y se orientaba a apoyarlos, mientras que Moreno los caracterizaba como fascistas y proponía frentes con socialdemócratas y stalinistas embarcados en el gorilismo proimperialista. La IV demoró en tomar una posición oficial y recién en el III Congreso de 1951, frente a la crisis previa al estallido revolucionario, sostendrá que “bajo la influencia de nuestra sección apoyará el movimiento con todas sus fuerzas, no se abstendrá, sino que por el contrario, intervendrá enérgicamente en él con el propósito de impulsarlo tanto como sea posible hasta la toma del poder por el MNR”.5


En las vísperas de la revolución


En 1951 son convocadas elecciones y el MNR presenta la fórmula Paz Estenssoro-Siles Zuazo. El POR no presenta lista a presidente, sólo lista corta legislativa. Una nueva evidencia de abandono de la lucha por disputarle las masas al MNR y no quedar como “colectora”.


El MNR ganó las elecciones, pero el gobierno de la “Rosca” se niega a entregarle el poder y arma un autogolpe. El MNR entonces promueve un golpe militar palaciego que fracasa, pero las masas lo toman como punto de partida para su propia intervención independiente. El 9 de abril de 1952, las milicias obreras, con fuerte protagonismo minero derrotan a las fuerzas del ejército que se desmoronan. La revolución había comenzado y será el tema de la próxima nota.


 


Notas:

1. Magri, J.: “Apuntes a la historia del trotskismo argentino – 2ª Parte”, En Defensa del Marxismo N° 3, abril de 1992.

2. Idem.

3. Lora, G. (1950): “La crisis del P.O.R. boliviano”, Buenos Aires. Citado en Justo, L. (1968), La Revolución derrotada.

4. Rieznik, P., “El POR en la revolución boliviana de 1952”, En Defensa del Marxismo N° 2, diciembre  de 1991.

5. “Fourth International”, New York, 1951. Citado en Justo, L. (1968), La Revolución derrotada.


 


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