Aniversarios
16/8/2020
La vigencia de los planteos de Trotsky hacia la juventud
En 1938 Trotsky afirmó en el Programa de Transición que la política de la IV Internacional se esfuerza por “inspirar a la juventud confianza en sus propias fuerzas y en su porvenir”. En el escenario actual, donde el régimen social le depara a lxs jóvenes las condiciones laborales más precarias, el vaciamiento educativo y descarga todo su peso represivo, aquella premisa sirve como punto de partida para desenvolver una lucha por la organización socialista de la juventud.
Intervención en el movimiento estudiantil
Trotsky planteaba que el partido revolucionario podía darse una política hacia el estudiantado, apoyándose en la radicalización intrínseca que caracteriza a la juventud. Sostenía que “El joven siempre se siente insatisfecho de la sociedad en que vive, siempre piensa que puede hacer las cosas mejor que sus mayores; así la juventud siempre se siente progresiva” (“Sobre estudiantes e intelectuales”, 1932). A su vez, caracterizaba que lxs estudiantes, al no haber estrechado lazos tan sólidos con el capital como lxs intelectuales, podían ligarse con mayor facilidad a los intereses de la clase obrera. En su artículo “Intelligentsia y socialismo”, escrito en 1910, lo resumía de la siguiente manera: “El estudiante, en contraste con su padre y también con el joven obrero, no cumple función social alguna, ni siente sobre él la dependencia inmediata del capital o del Estado y -por lo menos objetivamente, ya que no subjetivamente- es libre para discernir el bien del mal. En este período, todo hierve en él, sus prejuicios clasistas aún no están madurados ni tampoco sus inclinaciones ideológicas, los problemas de conciencia poseen especial fuerza, su pensamiento se abre por vez primera a grandes generalizaciones científicas y lo extraordinario es para él casi una necesidad fisiológica”.
Sin embargo, era de vital importancia que la lucha del movimiento estudiantil adoptara un programa de la clase obrera para adquirir un alcance verdaderamente revolucionario. El comportamiento que había adoptado el estudiantado europeo acaudillado por la burguesía en los siglos XVIII Y XIX, ilustraba cómo la juventud no era en sí una “clase revolucionaria”, sino que su horizonte estaba atado a la clase social que lo dirigiese. Este se había encontrado en primera fila tanto durante las revoluciones burguesas como en su deriva contrarrevolucionaria. “En el estudiantado se reflejan, igual que en una cámara de resonancia, a todo volumen los intereses y aspiraciones sociales generales de las clases entre las que es reclutado” (“Intelligentsia y socialismo”); es decir, que para vincularse consecuentemente con los intereses de una mayoría social, la juventud debía organizarse políticamente de manera independiente a los partidos del régimen.
La Revolución Rusa fue una enorme contribución a que la juventud tomara como propio el programa de la clase trabajadora. Influyó, por ejemplo, en la Reforma Universitaria en Córdoba en 1918, cuyos elementos más activos abrazaron la lucha de Octubre. “Investigaciones históricas recientes han rescatado una serie de grupos y revistas estudiantiles desplegadas en los años posteriores a 1918, fuertemente influenciados por la Revolución de Octubre, que configuraron un ala izquierda de la Reforma. Revistas como Bases o Insurrexit y, durante un período, la propia Gaceta Universitaria, de Córdoba, se caracterizaron por promover intensamente la unidad del movimiento estudiantil con la clase obrera y la defensa de la Revolución Rusa”. (“A 100 años, el desafío es superar la Reforma Universitaria”, En Defensa del Marxismo No. 51, Agosto 2018)
Un aspecto distintivo del Partido Bolchevique, a diferencia de los mencheviques, era su composición mayoritaria de jóvenes obreros, quienes a causa de su insumisión se veían más atraídos por una política consecuente de independencia de clase expresada en el bolchevismo, y en consecuencia, jugaron un papel decisivo en el proceso revolucionario. En cuanto al estudiantado, Trotsky, en una entrevista que tuvo lugar en Copenhague en 1932, resumió los elementos que él consideraba indispensables para que este pudiera contribuir a la revolución proletaria: por un lado, llevar a cabo un proceso de autoeducación en el marxismo para comprender la teoría científica de la revolución social, y al mismo tiempo, ligarse a las luchas del movimiento obrero desde el primer momento.
La “lucha contra la juventud” del stalinismo
Trotsky criticó ferozmente la política que el Termidor stalinista tenía para la gente joven. Decía el revolucionario ruso en La revolución traicionada que les jóvenes debían sostener “fidelidad y obediencia”, sin discusión, a la burocracia del Kremlin. La juventud estaba condenada al “yugo intolerable de la clase dirigente”. La GPU intervenía las escuelas socialistas para generar desmoralización en la juventud, que debía censurar cualquier tipo de discusión política. “A la palabra crítica-expresó Trotsky-, la burocracia responde torciendo el cuello a quien la ha pronunciado” .
Esto implicaba que la juventud encontrara una tendencia más grande a preocuparse por su bienestar individual y a cierto egoísmo. Esto se daba porque, políticamente, o se integraba a la burocracia (algo poco atractivo en términos políticos) o tenía que trabajar en la clandestinidad. Por ende, el lugar más cómodo era por fuera de la lucha por la transformación social. Se trata de “expropiar el sentido político de la juventud”.
Organización autónoma de la juventud
Hacia 1938, en un debate que Trotsky mantiene con uno de los integrantes del SWP, partido trotskista de Estados Unidos integrante de la IV Internacional, insiste sobre la necesidad de que se conforme una organización juvenil revolucionaria que fuera relativamente autónoma del partido, dirigida por lxs mismxs jóvenes. Esta organización debía darse una política específica para organizar al estudiantado y a la juventud proletaria a través de sus reivindicaciones inmediatas, y de esta forma, ir desenvolviendo una experiencia común con el partido para poder ganar a las amplias capas juveniles a la lucha por el socialismo.
La iniciativa particular de organizar a la juventud nacía de dos necesidades apremiantes. En primer lugar, que estxs jóvenes, sumidxs en la miseria y la falta de porvenir a causa de la crisis, no canalizaran su descontento dentro de las filas del fascismo, sino que por el contrario, encontraran en la perspectiva del socialismo una causa para depositar su “audacia propia de la corta edad” y una vía para llevar adelante sus aspiraciones. Por otro lado, el fracaso de la III Internacional, fruto de la política stalinista, había producido una desmoralización en parte de la vanguardia revolucionaria y era preciso darle paso a las nuevas generaciones para que mantuvieran viva la estrategia de la revolución mundial. En ese sentido, Trotsky señala en el Programa de Transición que “cuando un programa o una organización se agotan, se agota con ellos la generación que los llevó sobre sus hombros; el movimiento se renueva con la juventud, libre de toda responsabilidad del pasado”.
La vigencia de estos planteos
Habrán pasado 80 o 100 años de estos planteos pero se comprueba de forma sistemática su completa vigencia. El pronóstico de “agonía del capitalismo” del Programa de Transición y la tendencia al colapso del sistema que hoy tiene lugar como nunca, y afecta de forma particular a la juventud.
La crisis capitalista y la intención de la burguesía de restablecer su tasa de ganancia busca avanzar en la explotación de la clase trabajadora, lo que la lleva al ataque sistemático a sus condiciones de trabajo (reformas laborales, destrucción de los convenios colectivos de trabajo). Esto afecta particularmente a les jóvenes (el 60% de los cuales, en la Argentina, trabaja “en la informalidad”). La proliferación de relaciones laborales del estilo Rappi o Glovo no solamente sirven para profundizar la explotación, sino como medida para el futuro: no son excepciones sino planes de la burguesía en su conjunto, que quiere llevar el modelo de plataformas virtuales a todo el mercado laboral. La pelea contra este régimen toma la forma objetiva de la lucha para que la juventud (presente o futura clase obrera) tenga algún futuro.
A su vez, la proliferación de la propia crisis apunta a que la burguesía busque colocar bajo el ala del engranaje capitalista a todo lo que no se encuentre 100% dentro de la misma. Desde allí deben verse los planes para privatizar la educación, desfinanciando las escuelas y las universidades, condenando a la deserción a millones de jóvenes a nivel mundial que no tienen acceso a los estudios. Además, para garantizar esos planes de ajuste, la burguesía y sus Estados ponen en pie de forma cada vez más firme su aparato represivo para fomentar el disciplinamiento social. El “gatillo fácil” y la criminalización de la juventud surgen de esta política.
Esto refuerza la conclusión de fondo de que este sistema no tiene nada para ofrecerle a la juventud. Está condenado a someterla cada vez más hasta la barbarie, precarizando sus posibilidades de trabajo, restringiendo su acceso a la educación y reprimiéndola.
La tarea es ganar, entonces, a la juventud a la lucha por el socialismo, para constituir una sociedad sobre otras bases. Es a partir de esta premisa que se coloca como estratégica la perspectiva de “unidad obrero-estudiantil”, entendiendo a la clase trabajadora como la única que puede acaudillar la lucha por el socialismo. De esto se desprende otra tarea esencial, conquistar la independencia política de la juventud, para separarla de los gobiernos de turno y de las diferentes variantes política de la burguesía. En tal sentido, lo que se encuentra más vigente que nunca es la necesidad de que la juventud se ponga al servicio de la construcción de partidos obreros, de partidos revolucionarios para pelear contra el capital.
En el plano internacional, la unidad obrero-estudiantil aparece en grandes gestas populares que tuvieron lugar en los últimos 100 años. En el Mayo Francés de 1968, convivió una huelga general protagonizada por diez millones de obreros junto con la toma estudiantil de la Universidad parisina de La Sorbona; a su vez, esta rebelión recibió el impulso de la guerra revolucionaria de Vietnam, en la cual se involucró gran parte de la juventud europea y estadounidense. Por su parte, la Primavera Árabe, desencadenada en 2010, encontró a la juventud a cabeza de las luchas contra los regímenes dictatoriales. Nuestro país también se inscribe en esta tradición: la Reforma Universitaria del 1918 convergió con un importante movimiento huelguístico que estaba teniendo lugar en la ciudad de Córdoba; así como también, el Cordobazo de 1969 fue antecedido por manifestaciones estudiantiles y estuvo signado por la lucha callejera de la clase obrera codo a codo con la juventud, tal como ocurrió en el Argentinazo de 2001, que tuvo al movimiento piquetero y a la juventud como sus principales protagonistas. En los últimos años, fueron lxs jóvenes quienes han estado a la cabeza de las masivas movilizaciones reclamando por aborto legal, seguro y gratuito; denunciando a un Estado fuertemente entrelazado con las iglesias, que promueve todo tipo de violencias contra las mujeres y las disidencias. En ese sentido, no han sido pocos los intentos por parte del régimen de cooptar a los sectores más jóvenes e intentar bloquear su desarrollo independiente, a esta orientación respondió la fundación de La Cámpora en el 2006 por parte del gobierno kirchnerista. Finalmente, para que la unidad obrero-estudiantil adquiera una proyección revolucionaria, es necesario desarrollar un programa socialista para la juventud que debe subordinar a esta a la estrategia política de la clase obrera.
Ahora acá aparece un debate, incluso al interior de la izquierda. ¿Bajo qué metodología debe llevarse adelante esta pelea de cara a la juventud? Un sector del “trotskismo” entendió (y en algún punto entiende) que como la juventud no es una clase social sino una franja etaria, el problema es “dotarla de socialismo” por fuera de la lucha por sus propios reclamos. Colocarle tal mote ideológico al “sujeto juventud” sería la única tarea, puesto que no vale dar la pelea por sus reivindicaciones particulares. Desde esa perspectiva, el morenismo históricamente ha planteado que el problema es armar una “juventud socialista”.
Pero la lucha de clases atraviesa a la juventud. Como planteó Trotsky, las reivindicaciones transitorias para la clase obrera (y particularmente para la juventud estudiantil y obrera fuertemente precarizada) son incompatibles con este régimen social. El impulso y la organización de los reclamos es fundamental para ganar a la juventud a la lucha por el socialismo. Las peleas particulares resultan clave para movilizar a la juventud y lograr, en ese proceso, que ese sector saque la conclusión de la necesidad dela tirar abajo el sistema y construir otro, sobre otras bases.
Esta diferencia resulta al día de hoy fundamental. Esta perspectiva puramente ideológica hacia la juventud lleva a un desprecio por el desarrollo real de la organización del movimiento estudiantil que no tenga el mote “socialista”. El sectarismo ideológico no solo deja de lado para la juventud lucha por un programa de reivindicaciones transitorias, sino también la política de frente único, que la UJS desarrolló durante años desde las conducciones de la FUBA y los centros y que fue rechazada por otras corrientes de la izquierda.
La juventud debe tener en tal caso una impronta de agrupamiento, en el sentido de la “organización autónoma” de Trotsky. La tarea del partido para poner en pie una corriente socialista en este sector, es unir a las distintas juventudes (las que trabajan, las que estudian) y buscar atar sus aspiraciones a la idea de que las mismas solamente pueden conquistarse en el marco de un gobierno de los trabajadores. El nombre de nuestra corriente (Unión de juventudes” por el Socialismo) proviene de esta tarea que nos hemos propuesto desde la fundación de la organización.
Hoy te decimos presente
Estas peleas por la independencia política de la juventud, por su unidad con la clase obrera y por su perspectiva de construir una sociedad sobre otras bases muestran la vigencia de los planteos de Trotsky en estos días. Conforman, a su vez, el legado de la lucha de nuestro compañero Mariano Ferreyra, de cuyo asesinato se cumplirán 10 años en pocas semanas.
La pelea de Mariano representa esta impronta de la UJS: la unidad en lucha con los ferroviarios precarizados, la oposición al nacionalismo, la lucha por separar a la juventud de las corrientes que defienden al sistema porque su lugar está con la clase trabajadora. La UJS, que tendrá su Congreso Nacional el fin de semana del 26/9 toma más que nunca estas banderas. Como decía el lema que levantamos desde 2010, año del asesinato de Mariano: “La juventud militante es la que lucha por el socialismo”.
https://prensaobrera.com/mujer/trotsky-y-el-programa-socialista-para-la-mujer-trabajadora/