Aniversarios

22/12/2011|1207

Las jornadas del 19 y 20, un testimonio desde Berazategui

Por comenzar en algún lado tendría que recordar que un año antes habíamos hecho un acto en la Federación de Box, cuando se dio la renuncia de Chacho Álvarez. Altamira planteó desde la tribuna, que se había abierto una crisis de poder!

Nosotros, metidos hasta los tuétanos en los barrios de Berazategui, militábamos incansablemente. No menos de cuatro asambleas diarias y una semanal del cuerpo de delegados del Polo Obrero. Con el método de que toda asamblea arranca con un análisis de la situación política, luchamos para prepararnos y preparar al Partido y al Polo Obrero para intervenir con audacia en la crisis de poder abierta.

El 19 de diciembre, después de un día largo de militancia, sin celulares y mal comidos, ya que todo era a pulmón, política y pasión, llegué a casa a las 21 horas. Las noticias mostraban la movilización de los cacerolazos, asambleas, y miles que marchaban a Plaza de Mayo a gritarle a De la Rúa: “¡Qué boludo, qué boludo, el estado de sitio se lo meten en el culo!”, “¡Chupete botón!”, “¡Ooooh, que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”.

Nosotros teníamos organizada una movilización de Congreso a Plaza de Mayo con paro de la CTA, votado en la segunda Asamblea Nacional Piquetera para el 20 de diciembre de 2001. Habíamos recorrido todos los barrios, ya que nos dividíamos por zonas. Pero estos acontecimientos, de los que participó el partido de Capital y las zonas cercanas, cambiaban totalmente el carácter de la movilización… Íbamos a una marcha de combate callejero.

A las 23:30, salgo de casa a ver a un dirigente zonal (M. V.), con quien compartíamos la dirección del comité de Berazategui junto a otros. Camino nervioso varías cuadras. Su casa está a diez de la mía. Casi a mitad de camino nos encontramos. No era casualidad, sino fruto del análisis, del seguimiento de la situación política. Él iba para casa y yo para la de él, necesitábamos rediscutir la movilización, su carácter (así es el Partido Obrero, los dos miembros que más se enfrentaban políticamente en el comité, se buscaban en los momentos crujientes). Ninguno de los dos acordamos esa cita… No recuerdo si vinimos para casa. Creo que sí, después lo acompañé. Resolvimos ponemos en contacto con los otros responsables a las 7:30 de la mañana. No podían marrar viejos, niños, embarazadas cualquier compañero/ra con facultades físicas que entorpezca, involuntariamente, la jornada. Ya que teníamos claro que habría enfrentamientos, esto no quitaba que a todos los que pudieran marchar debíamos convencerlos.

En la estación Constitución nos encontramos con compañeros de la Teresa Rodríguez. Hay una anécdota muy interesante – que también ocurrió el 26 de junio de 2002- que demuestra el nivel de compromiso de los sectores más humildes cuando ven una salida política: una compañera embarazada o compañeros con problemas motrices que tuvimos que hacer volver. Recuerdo una compañera con la panza inmensa, que lloraba y nos puteaba. Valorábamos inmensamente la actitud de estos compañeros, pero cuando uno es responsable, ya no de su persona, sino de un grupo, se deben aplicar criterios de seguridad, más allá de la voluntad individual de los compañeros.

Llegamos al punto de concentración: nerviosos, con ansias; un grupo importante de compañeros de Berazategui eran parte de la seguridad e inmediatamente se pusieron a disposición. En las fotos se puede ver a Ramón, Sosa, el santiagueño, los hermanos Chambones, Beto y tantos compañeros anónimos, que estuvieron en la primera línea. Vaya a ellos, jóvenes y adultos de los barrios más remotos, humildes del conurbano y Capital, el tener el honor de proteger la columna del PO. Y lo hicieron con convicción, entrega y audacia revolucionaría.

Otra cosa que recuerdo: en un momento dado de la movilización, estaban muchos dirigentes de la primera línea del partido a la cabeza de la columna – cosa que me parecía una locura, ya que considero la necesidad de preservar a la dirección. Supongo que lo habrían discutido, ya que después quedó un grupo chico a la cabeza y el resto entre la columna.

En los momentos de crisis política de poder, donde frente a la intervención de las masas caen los reformistas, la CTA levanta el paro y la movilización, al igual que la FTV con D’Elía, la CCC/PCR llama a movilizar a los municipios, atomizando la lucha y desviándola del centro de poder político. El Bloque Piquetero, en cambio, estuvo a la altura de las circunstancias. Recuerdo que Martino decidió con su grupo desembarcar directamente en Plaza de Mayo y fue en subte… como era de esperar, no pudieron ni asomarse, los gasearon y reprimieron ferozmente. Abajo en el subte, terminaron desbandados y no pudieron rearmar su columna el resto de la jomada.

En mi caso, como fue una costumbre y lucha política durante años, la lucha es de la familia, y hay que ir con la familia, movilizando a todos. Marché con mi compañera y mis dos hijos mayores, de 15 y 16 años, dejando a los más chicos con mi vieja. Ellos ya venían de una gran experiencia de lucha, a su corta edad. Ya había vivido todas las experiencias previas, de corte de rutas y movilizaciones, momentos muy tensos. Mi compañera Isabel, es una compañera inmutable en la lucha, decidida, tranquila y audaz, con infinita confianza en la dirección, siempre preocupada por los compañeros/ras. No se volvía de una actividad si faltaba alguno, preocupada por llevar agua congelada en botellas de plástico; es de hablar poco y firme. Jamás la vi asustada o nerviosa, dubitativa: ¡Una combatiente!

La cosa se ponía calentita y pasamos con la columna por un motón de escombros, con los cuales llené mi mochila… tuvimos el primer enfrentamiento, los gases vomitivos eran insoportables* Yo, que me crié en Berazategui en el barro, trabajé desde chico, de noche, en bares, entre hampones del juego clandestino (denominados, banqueros), borrachos, guapos y chicas de la noche; que ya a los 18 años entré a trabajar en cámaras frigoríficas de 23 a 37 grados bajo cero, enfrenté a la patota, de Lagar en cervecería, a la patota barrial, en el asentamiento; que estuve en todos los cortes de ruta locales en primera línea. Me dije a mí mismo: “¡qué me van a correr con gases, a mí!”. A los tres minutos estaba descompuesto, tratando de reponerme, meta arcadas.

Con Isabel y otros compañeros reagrupábamos a los compañeros de Berazategui, al punto de reencuentro, Callao y Corrientes. El partido se reorganiza de vuelta y vamos hada la Plaza. Creo que no existe en la pareja nada más hermoso que marchar agarrado de la mano al combate, con un hijo de cada lado, cantando, gritando, amando…

Pero yo deseaba entrar en combate urgente y temía por mis hijos, entonces con voz de mando, les digo: “ustedes cuiden a su madre, uno de cada lado, y no se separen, que yo voy hacia adelante y enseguida vuelvo”. Nos besamos. Sabía que les había tirado en las espaldas una enorme responsabilidad y, al mismo tiempo, sabía que era la única forma de no perderlos en un desbande.

El segundo enfrentamiento: la infantería y la caballería venían derecho a desarmar la columna del PO. ¡Se encontraron con un partido! Gomerazos, pedradas, palazos y todo lo que tuviéramos a mano. El humo de los gases no deja ver, se va disipando y vemos a la infantería retroceder y a la caballería hacer lo mismo, pero muy desorganizadamente. La primera línea del partido firme, las sonrisas y gritos de alegría, hacen que ese intento represivo superado nos dé la convicción de reorganizar la columna y seguir avanzando… Hay una serie de enfrentamientos más, y grupos que pretendían que bajemos las banderas, ¡Ja!

Vuelvo a buscar a mi compañera y hijos. No los encuentro, caminaba desesperado entre los compañeros en silencio, voy hacia delante, y a 40 metros de la cabecera, los veo de atrás, había pasado cerca de ellos y no los vi, cada uno con más piedras de las que les podían caber en cada mano, con cara de locos, firmes al lado de Isabel.

¡De la Rúa renuncia! El Colo Rath da una arenga y cierra la jornada. Nosotros volvemos con todos los compañeros al barrio, cansados, felices, contando anécdotas y cargadas.

El Argentinazo no sólo sacudió todas las estructuras de la sociedad capitalista, sacudió todo. Al otro día, los compañeros contaban en los almacenes de los barrios, en sus trabajos, en las esquinas, cómo fueron parte de esa gran rebelión popular. La CGT, los partidos patronales y de centroizquierda y/o democratizantes… jamás podrán contar absolutamente nada. Sacudió a cada familia que participó… La burguesía jamás se olvidará de aquellas jomadas. Y le tiene pavura, ya que saben, hubo un aprendizaje popular inmenso y aún late. El papel que jugó el movimiento piquetero y sus métodos, hoy utilizados por todos los sectores en lucha.

A todos los compañeros/as anónimos que con decisión y convicción eligieron luchar por cambiar las bases de la sociedad.

¡A los 38 caídos!

¡Por el juicio y castigo a los responsables!

¡A esa dirección del Partido Obrero, que nos trasmite siempre una enorme confianza!

A mis hijos, Facundo y Nicolás, sepan el gran orgullo que siento por ellos.

A esa gran mujer y compañera, Isabel, que me eligió para marchar siempre de la mano, acompañándonos en las jornadas más duras.

A ese gran comité de Berazategui, donde se discutía todo puertas adentro, fuertemente, críticamente, cero conceder y así siempre estaba a la altura de las circunstancias.

El Argentinazo no fue espontáneo, lo preparamos minuciosamente, en cada corte, en cada paro, en cada asamblea. Espontaneidad, ¡las pelotas!