Aniversarios
18/2/2022
“Las putas de San Julián”, 100 años de un gesto de solidaridad de clase
Echaron a patadas a los "asesinos de obreros" de la Patagonia Rebelde.
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El pasado 17 de febrero se cumplieron 100 años de que un grupo de mujeres prostitutas de la ciudad portuaria de San Julián en Santa Cruz impartieran -a decir de Osvaldo Bayer- una “inesperada derrota a los vencedores”. Las cinco mujeres que se encontraban ese día en el prostíbulo “La Catalana” -a cargo de la madama Paula Rovira- se negaron a prestar sus servicios a los soldados que acababan de terminar una de las peores represiones contra trabajadores de la historia argentina: más de 1.500 fusilados enterrados en fosas comunes en la estepa patagónica, cientos de detenidos, desaparecidos y otros tantos que salvaron su vida huyendo a Chile y de los que no se sabrá nunca más nada. Esa fue la respuesta del gobierno de Yrigoyen a la huelga iniciada en noviembre de 1921.
María Juliache, Maud Foster, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez y Consuelo García eran los nombres de “las putas de San Julián”, quienes fueron las únicas que se atrevieron a plantar bandera contra los represores. Fueron contundentes a la hora de decir que ellas no se acostaban con asesinos de obreros y echaron a palazos a los soldados que esperaban recibir como “premio” pasar una tarde sometiendo mujeres en “La Catalana”.
Luego del hecho, estas mujeres fueron detenidas, torturadas en la Comisaría y luego desterradas de la provincia. A los policías matarlas les dio miedo. En el fondo sabían que el enorme acto de valentía de las prostitutas trascendería tiempo y espacio y no habría que agrandarlo.
Esta acción, que lejos de ser una anécdota que adorna o complementa una historia, es un hecho que nos permite analizar las intrincadas aristas de la participación de las mujeres en las luchas de la clase obrera de principios de siglo XX.
Los y las rebeldes del sur
Las huelgas de la Patagonia Rebelde forman parte de un ciclo de luchas que estaba en alza en el país desde 1919, con la llamada “Semana trágica”. En esta ocasión, una huelga iniciada en los Talleres Vasena de Boedo fue el puntapié para una huelga general que se esparció por toda la ciudad de Buenos Aires, dirigida centralmente por el anarquismo. La misma fue escalando no solo por las importantes demandas pendientes que no eran escuchadas, sino también por la brutal respuesta represiva del gobierno de Yrigoyen. Llegaron incluso a disparar contra un cortejo fúnebre de un grupo de obreros asesinados el día anterior. Una semana después la rebelión era aplastada con el ejército en las calles, donde los muertos llegaron a más de 700 (aunque nunca hubo números oficiales).
En noviembre del año siguiente los peones de distintas estancias de Santa Cruz -organizados, entre otros, por Antonio Soto de la Sociedad Obrera, de filiación anarquista- iniciaban una huelga debido a los despidos que los terratenientes llevaron a cabo excusándose en la caída del precio de la lana tras la finalización de la primera Guerra. Pero también la huelga era contra las condiciones inhumanas de trabajo: el pliego de reclamos consistía en el pedido de velas, abrigo, camas donde dormir y el fin del pago en vales que solo aceptaban en el almacén de la estancia. Hubo un acuerdo, que fue incumplido por los patrones y un año después, en noviembre de 1922, los trabajadores iniciaron una segunda huelga, más contundente que la anterior. La respuesta fue el envío del 10º Regimiento de Caballería de más de 200 hombres a cargo del teniente coronel Héctor Varela. Durante más de tres meses estos soldados persiguieron, torturaron y asesinaron a los peones en rebelión, llegando al terrible numero -no oficial- de más de 1.500 fusilados. Estos soldados fueron los que las putas de San Julián despreciaron y echaron a patadas gritándoles en la cara lo que eran: asesinos de obreros.
El rol de las mujeres en el periodo
A pesar de la política de invisibilizar el rol de las mujeres en las luchas de la clase trabajadora de este tiempo, la participación femenina fue importante. Durante el periodo que va desde fines del siglo XIX hasta la década de 1910 las mujeres se incorporaron al mercado laboral en trabajos mal pagos y en condiciones aun peores que las de los trabajadores varones. Eso llevó al desarrollo de la organización sindical femenina, en la que el anarquismo tuvo un rol fundamental. Mujeres como Virginia Bolten, Juana Rouco Buela, Rosa Dubovsky y otras fueron las pioneras en dar una lucha al interior de las organizaciones de izquierda para organizar a las mujeres trabajadoras en el ámbito de las fábricas. Pero no debemos olvidar que las mujeres también soportaban extensas jornadas en los hogares, donde pasaban hambre y frío junto a sus hijos en los conventillos donde vivían hacinadas. Luchas como la huelga de inquilinos de 1907 -protagonizada especialmente por mujeres- pusieron de relieve el papel que las mujeres tuvieron durante todo este periodo en enfrentar la doble opresión, aunque se quisiera ocultar.
Asimismo, la explotación de la condición femenina no solo se dio en el ámbito de los lugares de trabajo o de las casas. Mientras que el modelo agroexportador se desarrollaba, Buenos Aires y otras ciudades (como las de la Patagonia) se fueron llenando de estancias, frigoríficos y puertos. A estos lugares llegaron también proxenetas que abrían “casas de tolerancia” con el total aval de policías, jueces y funcionarios públicos. Allí muchas mujeres encontraban una forma de sobrevivir ejerciendo la prostitución en condiciones espantosas. Pero no solo había allí mujeres “por voluntad propia”. La Argentina de este periodo fue sede de una de las redes de trata mas grandes la historia conocida como la “Zwi Migdal”. Esta red traía engañadas a niñas y mujeres judías del este europeo con promesas de trabajo en América, pero una vez aquí eran encerradas en prostíbulos, violadas, golpeadas y obligadas a “trabajar a destajo” de 4 de la tarde a 4 de la mañana, atendiendo a 70 hombres por día y 600 por semana (Albert Londres, “El camino a Buenos Aires”).
En este breve raconto tratamos de recoger una parte de las experiencias de las mujeres trabajadoras de principios de siglo XIX, de las que el acto de dignidad de “las putas de San Julián” es solo una muestra más.
Osvaldo Bayer en “Los vengadores de la Patagonia Trágica” rescata del olvido esta acción y cierra diciendo: “(…) Jamás creció una flor en las tumbas masivas de los fusilados; sólo piedra, mata negra y el eterno viento patagónico. Están tapados por el silencio de todos, por el miedo de todos. Sólo encontramos esta flor, este gesto, esta reacción de las pupilas del prostíbulo ‘La Catalana’, el 17 de febrero de 1922. El único homenaje a tantos obreros fusilados.”
Hacemos nuestras sus palabras.
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