Las Tesis de Abril (I)


“Apenas instalados en el tren, Lenin increpa secamente a Kámenev…: ‘¿Qué cosas escribís en Pravda? Hemos visto algunos números y os hemos maldecido no poco’. Según Shliápnikov, que es quien lo narra, …con su voz paternal y gruñona, de la que nadie podía ofenderse”.(1)


 


En los primeros meses posteriores a la Revolución de Febrero de 1917, el Partido Bolchevique atravesaba un período crítico. Lenin y una masa importante de militantes estaban en el extranjero, Rusia era un país insurreccionado y una pequeña burguesía urbana había levantado la cabeza luego de la liquidación del zar y de la formación del Gobierno Provisional, de un lado, y de la instauración de los soviets obreros, del otro. La pequeña burguesía apoyaba fervorosamente al Gobierno Provisional liberal burgués y llamaba a defenderlo, y la propia dirección del Partido Bolchevique en Rusia (Stalin y Kámenev) apoyaba esta posición defensista y admitía incluso la posibilidad de una nueva unidad con los mencheviques.


 


En este escenario, el retorno de Lenin y sus nuevas tesis provocaron una verdadera conmoción. A diferencia de la posición defensista, que sostenía que se había abierto en Rusia un largo período de libertades democráticas que habría de tomar su forma definitiva en una república constitucional -asumiendo de este modo las viejas tesis del menchevismo-, Lenin caracterizó al nuevo período como de “dualidad de poder” entre el Gobierno Provisional y los soviets. Los límites de esta dualidad estaban dados por “el insuficiente grado de conciencia y organización de los proletarios y los campesinos”. La tarea era, entonces, ganar a los trabajadores para imponer “el poder exclusivo de los soviets de diputados obreros, obreros agrícolas, campesinos y soldados”(2).


 


“Una tarea distinta, nueva”


 


Las tesis obligaron a Lenin a revisar su vieja concepción de la dictadura democrática de obreros y campesinos como alternativa de poder. Después de la Revolución de Febrero, el poder se encuentra en manos de otra clase, una clase nueva: “la burguesía”. En la medida que el pasaje del poder de una clase a otra es el síntoma más importante de la revolución: “La revolución burguesa o democrático burguesa -planteará Lenin- ha terminado”.


 


La conclusión chocaba frontalmente con el planteo bolchevique, según el cual la revolución democrática burguesa debía terminar con la dictadura democrática y revolucionaria del proletariado y el campesinado.


 


“En la vida misma”, los hechos habían ocurrido de otra manera: “Ha resultado un entrelazamiento de lo uno y de lo otro, un entrelazamiento extraordinariamente original, nuevo, nunca visto. Existen una al lado de la otra, juntas, al mismo tiempo, tanto la dominación de la burguesía (encarnada en el Gobierno Provisional) como la dictadura democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado (encarnada en los soviets), que entrega voluntariamente el poder a la burguesía, que se convierte voluntariamente en apéndice suyo(3).


 


Al momento de cumplirse tres meses en el poder, el Gobierno Provisional no había producido nada: la propiedad agraria de los terratenientes seguía intocada, no existía siquiera una investigación sobre los manejos de bancos y organizaciones del capital financiero, y la Asamblea Constituyente, horizonte ilusorio de todos los reclamos, no tenía fecha de convocatoria. El inmovilismo político de la burguesía nacía de una contradicción insoluble. El retraso histórico de Rusia no significaba que el país iba a reproducir las etapas propias del desarrollo clásico del capitalismo. Por el contrario, las formas sociales propias del capitalismo desarrollado se combinaban con aquellas propias de la servidumbre feudal en una formación social específica donde el capitalismo avanzado, lejos de liquidar el atraso lo recreaba, en función de un superbeneficio.


 


Había sido la teoría de la Revolución Permanente de León Trotsky la que había previsto, ya en 1905, el carácter de este desarrollo.


 


 


 


Una revolución diferente


 


En la Rusia de inicios del siglo, analizaría Trotsky, el impulso revolucionario, a diferencia de la Revolución Francesa de 1789 o las europeas de 1848, surgiría de la propia clase obrera. Esta clase enfrentaría no sólo al zarismo sino a la burguesía liberal, buscaría la alianza con los campesinos y podría llegar al poder como una instancia de la revolución democrática. El proletariado en el poder desenvolvería las tareas democráticas -la tierra a los campesinos, la abolición de la autocracia, la emancipación de los países sometidos- e iniciaría las tareas socialistas en una combinación concreta que es imposible de prever teóricamente porque depende por completo del desarrollo de la revolución mundial. Este análisis permitió a Trotsky pronosticar que Rusia podía ser la vanguardia de la revolución socialista internacional, lo que se confirmaría doce años después.


 


La previsión de Trotsky se cumplió paso a paso. En definitiva, la dictadura democrática de obreros y campesinos se realizó como poder dual en el período que va de febrero a octubre, y planteaba ineludiblemente la insurrección obrera y la dictadura proletaria como forma estatal, en oposición a la restauración burguesa. El ritmo de este proceso dependía por completo de la organización y conciencia de las masas y de la actuación del partido revolucionario. El proletariado ruso, educado en quince años de agitación política y sindical, así como con el activo que suponía el partido bolchevique, logró en menos de un año quebrar el Estado burgués y dar inicio a la revolución socialista -recordar que Lenin había hecho alusión al escaso grado de conciencia y organización de las masas en febrero del ’17.


 


Este rumbo habría sido imposible sin el viraje que supuso el rearme del partido sobre la base de las Tesis de Abril. Nada que ver con una apreciación esquemática en la que cada paso estaba prefigurado. La teoría y la acción política fueron variando sobre la base del propio impulso revolucionario, los cambios en las relaciones entre las clases, la acción del proletariado. Los esfuerzos para dotar al partido de una nueva perspectiva, luego del período de subordinación al Gobierno Provisional son una prueba de esta historia viva. El triunfo de las Tesis de Abril dentro mismo del Partido Bolchevique fue difícil. Lenin tuvo que desplegar toda su autoridad política y apoyarse en la actividad misma de las masas para ganarse a todo el partido a su posición. El lento ascenso de la influencia bolchevique en los soviets hasta alcanzar la mayoría fue el punto de viraje decisivo que permitió la liquidación de las vacilaciones. Las masas fueron haciendo suyas las ideas del partido, se apoderaron de él y lo empujaron hacia la insurrección. “Cuanto más amplia y profunda era la influencia de las consignas bolcheviques, tanto más difícil era para los hombres del Comité captar el movimiento. A medida que los soviets iban cayendo bajo la influencia del partido, la máquina iba quedándose más falta de sitio. Esa es una de las paradojas de la revolución”(4).


 


Lenin, en un principio, no logró que aprobaran sus Tesis ni la Conferencia Bolchevique, ni el Comité Central (6 de abril). Stalin las consideró un esquema no fundado en hechos. Lenin las debió presentar con su sola firma en “Pravda” (7 de abril) y hasta llegó a amenazar con crear un nuevo partido comunista proletario, es decir con romper el partido que él había fundado, si no se adoptaba su orientación. El escenario comenzó a cambiar a fines de abril con la Conferencia de San Petersburgo y la Conferencia Nacional del Partido Bolchevique, que adoptaron las Tesis. Lenin destacó entonces que “el principal error que pueden cometer los revolucionarios es mirar hacia atrás, hacia las revoluciones del pasado, cuando la vida aporta tantos elementos nuevos que hay que incorporar a la cadena general de los acontecimientos”. En su discurso de clausura llamó a abandonar “el viejo bolchevismo”, es decir la revolución por etapas, separadas en el tiempo o por capítulos -una primera etapa democrática burguesa seguida de una lejana etapa socialista.


 


Sin embargo, queda por examinar la fragilidad de esta victoria de Lenin. Sólo como ejemplo, al proponer el cambio de nombre de Partido Socialdemócrata a Partido Comunista -reivindicación de La Comuna- obtuvo un solo voto. El suyo. Será materia de una próxima nota.


 


Notas:


1. J.J. Marie: Lenin, Ediciones POSI, Madrid, 2008.


2. V. I. Lenin: Obras Completas, “Acerca de la dualidad de poder”, T. XXIV, Cartago, Buenos Aires, 1957.


3. Idem anterior, Cartas sobre táctica: Apreciación del momento”.


4. León Trotsky: Stalin, Ediciones El Yunque, Buenos Aires, 1975.