Aniversarios
27/6/1996|500
Los ‘capitanes de la industria’ entregan sus posiciones al capital extranjero
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Las páginas de ‘Negocios’ de los diarios y de las revistas de tan sólo las últimas semanas, abundan en informaciones sobre el proceso de quiebra de la gran burguesía y de su pérdida de posiciones a manos del capital imperialista.
* El Grupo Peñaflor (vinos, cervezas, Cepita, Carioca, agua mineral), “con el objetivo de reducir las deudas y buscar alternativas para manejar sus finanzas, contrató lo servicios del Bankers Trust” (El Cronista,12/6/96). Dice que “no van a entregar el management (gerenciamiento) o el control de la compañía”, pero ya comenzaron “a vender un porcentaje de Bieckert”.
* Alpargatas está en la lona. “El tequila soprendió a Alpargatas luchando por sobrevivir con una deuda altísima en un mercado hipercompetitivo. Desde entonces sigue hincando el diente a la estructura de la empresa: se quedó con la mitad de las plantas donde trabaja la mitad de la gente. Y aún siguen desprendiéndose de activos. El Banco Santander, desde que Alpargatas no pudo completar el año pasado el pago de una obligación negociable, tiene a la venta el 20% de su sector calzados” (Clarín, 12/6/96).
* Molinos Río de la Plata salió a endeudarse por 400 millones, ante “el inminente vencimiento de obligaciones negociables emitidas en 1993 que vencen a fin de año” y que no puede pagar (Clarín, 31/5/96). Este endeudamiento de 400 millones de dólares representa nada menos que el 40% de un capital infladamente calculado en mil millones, lo que significa que la propiedad de la compañía puede pasar en cualquier momento a manos de los acreedores. Bunge y Born, en 1988, “tenía 40 empresas y 14.000 empleados. Ahora posee apenas 2 compañías con 6.200 trabajadores” (Página 12, 8/6/96). La ‘estrategia’ del pulpo fue concentrar sus negocios en Molinos, con los resultados que están a la vista.
* Gatic. Menem y Cavallo intercedieron ante el Banco Nación y el Banco Provincia para que “le concedan a la empresa de Eduardo Bakchellian —la licenciataria de Adidas, Gatic— créditos blandos por 30 millones de dólares para que regularice sus cuentas con la DGI” (Página 12, 2/6/96). “ ‘Ni loco le voy a prestar plata del banco. Gatic está en la lona y ya nos debe mucha guita. Es un disparate’, respondió Rodolfo Frigeri, presidente del Banco Provincia” (ídem).
* La petrolera Astra fue comprada por el grupo español Repsol, el cual amenaza ahora las posiciones de Comercial del Plata, del grupo Soldati, quien afronta una delicada situación por el desastre financiero del Tren de la Costa. Sucede que Comercial del Plata y Astra eran socios en la distribuidora de combustibles Eg3, por lo que ahora Soldati tendrá que vérselas con Repsol. “Cualquier propuesta de capitalización por parte de la compañía española podría licuar rápidamente la posición accionaria de Comercial del Plata dentro de Eg3, sobre todo por la falta de liquidez que posee el grupo liderado por Soldati” (Ambito, 12/6/96). Lo que sucede es que Soldati tiene “una abultada deuda financiera de 615 millones de dólares. Para reducirla se desprendió de su tenencia de Telefónica por casi 100 millones, de Philco y de Durlock. Tienen el cartel de venta del 20,8% de Telefé, del 15% de Central Térmica Güemes, del 55% de AgorCross (agroquímica) y del 15% de Transener” (Página 12, 8/6/96).
* Macri. Fiat le retiró la licencia y lo mismo haría Peugeot. El otrora grupo automotriz busca ‘diversificarse’ en la construcción y en la informática.
Esta es la radiografía de grupos que aún se consideran exitosos. En el camino quedó Garovaglio y Zorraquín-Ipako, que “pasó de tener intereses en el sector bancario, de electrodomésticos y de latas a convertirse en una cáscara vacía. Llegó a controlar 43 empresas y ahora no tiene otros activos que dinero en efectivo” (Página 12, 8/6/96).
También Acindar quiso diversificarse para salir de la crisis de la siderurgia, pero sólo logró enterrarse aún más. Vendió su participación en Anticipar AFJP, en Central Térmica Güemes y en Siderar. Vendió las oficinas de la Capital y “de 6.300 personas que tenía en 1991 quedarán 3.000 a fin de año” (Página 12, 8/6/96).
No le fue a Iberia mejor con Aerolíneas, la cual ahora decidió vender Austral. “La relación activo/pasivo es de 1 a 6” (Página 12, 30/5/96), lo que significa que por cada peso que tiene debe 6, y “además todos los meses paga entre 18 y 30 millones destinados a cancelar intereses” (ídem).
Otras industrias que conocieron fuertes desplazamientos de la burguesía nacional fueron las de alimentos, como la compra de Terrabussi por el pulpo Nabisco, la penetración extranjera en los supermercados o la compra de ingenios y cañaverales por el monopolio Coca Cola.
La venta de grandes empresas de capitalistas nativos a grandes corporaciones extranjeras traduce un proceso de pérdida de posiciones claves, dentro de la industria, de la gran burguesía nacional.
Ahora, el FMI y los grandes banqueros se proponen privatizar el Banco Nación, lo que colocaría al propio Estado y a la burguesía nacional sin resortes financieros propios o el socorro necesario ante una crisis económica.
¿Por qué se produce este proceso?¿Adónde se dirige la gran burguesía y por ende el gobierno menemista?
Los grandes grupos económicos nativos (Macri, Techint, Acindar, Pérez Companc, Astra, Fortabat, Roggio, etc.) surgieron en la década del 40, principalmente como contratistas del Estado, beneficiados con créditos ‘blandos’ y precios ‘duros’ que los distintos gobiernos capitalistas honraron al pie de la letra.
Este proceso se afianzó con el desarrollismo, que lo amplió al petróleo, con la cesión de áreas de YPF a Pérez Companc, Astra, Bridas, etc., que revendían a YPF el crudo que extraían, a precios, garantizados, varias veces superiores a los costos de la petrolera estatal. Lo mismo hicieron los proveedores de ENTel y de todas las empresas públicas. Martínez de Hoz completó el cuadro cuando puso a las empresas públicas como garantía de la deuda externa.
De este modo, toda la bancarrota de las finanzas públicas, de 1950 a 1990, no es más que la historia de la confiscación realizada por los grandes grupos económicos aliados al Estado capitalista.
Rescate
Con la asunción de Menem, se rescató la deuda externa mediante la malversación del patrimonio público, denominada privatizaciones. Los mismos grupos que se estructuraron gracias a los contratos leoninos y la deuda pública, lucraron con las privatizaciones destinadas a resarcir esos contratos: los Pérez Companc, Soldati, Techint, Macri, etc., en alianza con grupos extranjeros, aparecieron en cuanto remate había. Se desprendieron de los desvalorizados títulos de la deuda a cambio de suculentos activos y negocios. Los Techint, Pérez Companc, Roggio, Soldati y Pescarmona parecieron dominar, de este modo, el panorama económico y político del país.
Sin embargo, este mismo proceso abrió una nueva situación. Techint, por ejemplo, un conglomerado siderúrgico, se metió a operar un ramal ferroviario y a extraer petróleo. Macri, en lugar de invertir en la industria automotriz, se diversificó al peaje en rutas. Pérez Companc, de petroquímica y petróleo, pasó a tener posiciones en teléfonos. Soldati paso del petróleo a la explotación de un tren-‘shopping’. Acindar, a administrar una AFJP.
Pero estos grupos no aportaron casi capital propio para ‘diversificarse’, sino que se endeudaron con bancos o grupos financieros del exterior.
De este modo, la llamada gran burguesía nacional abandonó posiciones industriales estratégicas para compartir la explotación de un conjunto de servicios, donde asumió una posición intermediaria-compradora o socio menor. No aportó tecnología ni siquiera recursos propios. Fue una mera intermediación, a partir de la cual adquirió llave en mano los equipos necesarios para operar con mayor deuda o, alternativamente, tercerizó el manejo operativo. En algunos casos, compraron empresas sólo para revenderlas, con el único fin de embolsar la diferencia, como una simple operación financiera. También se desplazó de una posición industrial a la calidad de rentista, con la compra de títulos públicos y acciones o la formación de AFJPs.
La constitución del Mercosur valorizó los capitales de la región (es decir, las expectativas de beneficios extraordinarios), lo que llevó a los grandes pulpos imperialistas a copar posiciones regionales y a presionar el repliegue de la burguesía nacional de las escasas posiciones que conservaba. Así, Fiat decidió tomar el control directo de la producción y le retiró la licencia a Macri. Renault podría hacer lo mismo con Antelo, de Ciadea.
La depresión económica, abierta desde mediados de 1994, precipitó el desenlace de la crisis de muchos grupos económicos ‘nacionales’.
De este modo, el ‘plan Cavallo’ fracasó en dar un impulso estructural a la burguesía nacional, a pesar de todos los incentivos que le dio. El único beneficio que el ‘plan’ le ofreció a la patronal nativa en este terreno, fue la posibilidad de ceder sus posiciones a cambio de un relativamente alto precio de venta de su capital, lo que constituye un clásico beneficio de capital intermediario, pero que plantea el problema de dónde invertir este capital acrecentado cuando las ramas más lucrativas han pasado al capital extranjero.
Ahora, la gran banca y el FMI plantean, para renovar el crédito a la Argentina, la privatización del Banco Nación, lo que dejaría al Estado Nacional y a una gran parte de la burguesía terrateniente e industrial sin su palanca financiera y sin uno sus principales medios de endeudamiento con el exterior (avales bancarios). Aunque Menem dijo que el Banco Nación no se toca, la banca imperialista sabe que tiene la sartén por el mango, y que doblegar cualquier resistencia puede convertirse en el eje de una crisis política si la recesión se profundiza, o en el caso de una crisis de los mercados de exportación.
En el Informe al V Congreso del PO, de enero de 1992, se señaló que la participación de grandes pulpos nacionales en el botín de las privatizaciones no traducía un fortalecimiento de la burguesía nacional. Señalamos al respecto que estos grupos se “diversificaban” por medio de las privatizaciones, abandonando en la mayoría de los casos posiciones en la industria por actividades de servicios. Además, la compra de activos y empresas públicas con deudas, hipotecaba el futuro de esos grupos.
Una conclusión del Informe de enero de 1992 era que la política de Cavallo, destinada a beneficiar a la burguesía nacional, no podría contrarrestar “las consecuencias de la crisis mundial ni la bancarrota económica de Argentina. Ofreció acuerdos sectoriales; valorización de los capitales accionarios; obtención de créditos en el exterior a tasas de interés inferiores a las del mercado nacional; congeló salarios e impuso la ‘ley de empleo’; eliminó los aportes jubilatorios patronales; se apresta a modificar la legislación sindical; autoriza cancelar deudas con bancos oficiales mediante títulos desvalorizados de la deuda externa; ha liquidado competidoras como Somisa o entregado bocados grandes como las empresas petroquímicas del área de Defensa; pero todo esto sólo ha servido como vía de escape a una bancarrota inminente del capital nacional, de ningún modo para potenciarlo como un factor independiente en el mercado mundial” (Informe al V Congreso, pág. 20).
Lo que debe quedar claro, en cualquier caso, es que si la crisis amenazara con privar a la burguesía nacional de sus beneficios especulativos, intermediarios o ficticios, antes de volverse contra el capital extranjero recurrirá a todos los medios económicos del Estado para producir nuevas confiscaciones contra los trabajadores, como las emisiones clandestinas de moneda, inflación, devaluación y supresión de sus obligaciones económicas. Las crisis en torno a las gigantescas corruptelas de IBM-Banco Nación y DGI, así como en relación a los juicios del Estado, o los choques con las ART, tienen como telón de fondo este proceso de desplazamiento de la burguesía nacional.