Aniversarios

2/5/2022

A 40 años de la guerra de Malvinas

Malvinas: a 40 años de la masacre del crucero General Belgrano

Un crimen de guerra impune.

Crucero General Belgrano

Al mes de que las tropas argentinas tomaran posesión de las Islas Malvinas (territorio usurpado por los ingleses en 1833), a las cuatro de la tarde del 2 de mayo de 1982, el crucero General Belgrano recibió un brutal ataque con tres torpedos (uno falló) lanzados por el submarino enemigo Conqueror, mientras navegaba por fuera de la zona de exclusión que la propia Gran Bretaña había decretado. Apenas transcurrió una hora de los ataques, el buque terminaría de hundirse ocasionando la muerte de 323 tripulantes, aunque la mayoría de ellos perecieron al momento del impacto del primer torpedo. Y los más de 700 sobrevivientes en medio del mar, debieron atravesar una verdadera odisea de dos días en precarias balsas, hasta que fueron rescatados.

Según los especialistas, hubo un antes y después de los sucesos del Belgrano y fue decisivo en el desarrollo posterior de la guerra. En este acontecimiento, sus responsables políticos y militares británicos jamás fueron juzgados por algún tribunal internacional.

La última misión del ARA Belgrano, había zarpado desde la base naval Puerto Belgrano hacia la Isla de los Estados frente a la provincia de Tierra del Fuego, el 16 de abril. Llevaba a bordo 1.093 tripulantes entre oficiales, personal subalterno y jóvenes que cumplían el servicio militar obligatorio. Construido por los Estados Unidos y botado en el año 1938, había sido vendido a la Armada Argentina a finales del primer gobierno de Juan Domingo Perón en la década del 50, tras sobrevivir al ataque de Pearl Harbor (Base militar yanqui, en el Océano Pacifico, bombardeada por Japón durante la Segunda Guerra Mundial) donde participó bajo el nombre de USS Phoenix. Era un barco con alta potencia de fuego. Tenía cinco torres de tres cañones con 47 calibres cada una y ocho cañones en sus bandas y artillería antiaérea. Al carecer de un sonar para detectar objetos submarinos, su protección estaba a cargo de dos destructores, el ARA Piedrabuena y el ARA Bouchard, que sí contaban con esa tecnología.

El contexto previo

Según describe el periodista e historiador Marcelo Larraquy, el 30 de abril de 1982 EE.UU. abandona la mediación entre Argentina y Gran Bretaña y se decide en la asistencia militar a este último. La OTAN, antes de anunciarlo públicamente, ya mucho antes había entregado misiles, combustible, municiones, material de inteligencia en la base logística británica de la isla Ascensión, en medio del océano Atlántico. Ese día, se inició el bloqueo aéreo y naval británico, la zona de exclusión total sobre las islas de unas 200 millas. Todas las naves que circularan sin autorización serían consideradas hostiles y objetivos de ser atacados. Ese día, también, las emisiones electrónicas de los barcos británicos fueron detectadas por los radaristas con el equipo móvil de contramedidas en Puerto Argentino.

Con la caída de las primeras bombas del 1º de mayo, el presidente peruano Fernando Belaúnde Terry  presentó de urgencia  una propuesta de alto al fuego  que contemplaba el retiro de tropas de ambos países, una administración cuatripartita de las islas y el compromiso de resolver el conflicto en el término de un año. Mientras se efectuaba un desesperado intento del cese de hostilidades, una flota de submarinos nucleares británicos detectó y comenzó a monitorear las posiciones del portaviones 25 de Mayo y del crucero ARA General Belgrano. La Armada había desplegado su flota para impedir un desembarco británico, que —suponía— podría producirse sobre la costa este de la isla Soledad. La flota se dividió en dos grupos. El mayor incluía el 25 de Mayo y otras seis embarcaciones, que permanecieron en el límite de la zona de exclusión. El segundo grupo, conformado por el General Belgrano y dos destructores, se desplazó 260 millas al sur, en previsión de la llegada de la flota enemiga.

En la tarde del 1º de mayo un avión Tracker de exploración estimó que había detectado siete barcos enemigos. El 25 de Mayo se desplazó hacia esa posición para lanzar el ataque. Pero, como oscurecía a las seis de la tarde, debieron esperar el amanecer. No tenían sistema para realizar vuelos nocturnos. Por la noche otro Tracker confirmó la localización. Eran trece buques de la Fuerza de Tareas, 80 millas al este de Puerto Argentino y a 200 millas del 25 de Mayo. Casi en forma simultánea, un avión enemigo permaneció media hora en el aire a 60 millas del portaaviones. Los había detectado. Ya no sería una acción sorpresiva: la flota británica los esperaría. Sin embargo, el plan de ofensiva continuó. Desde el centro, las corbetas argentinas Granville, Guerrico y Drummond se acercarían a los blancos y, luego de lanzar su ataque, se dirigirían a las islas y permanecerían protegidas alrededor de ellas. Desde el portaaviones, que luego movería su posición junto a sus naves escoltas, en la mañana del 2 de mayo despegaron seis aviones A-4Q, con cuatro bombas MK-82 cada una. Posteriormente, la jefatura de la Armada dio la orden de replegar las naves hacias las costas. El destructor Santísima Trinidad, para evitar ser torpedeado, fue replegado cerca de Puerto Madryn. Con esto se pensaba que, si perdía una embarcación, ya no la podría reponer. La decisión de hacer retroceder a la flota naval argentina demostraba que en la guerra que acababa de comenzar no había un comando conjunto al que se subordinaran las tres fuerzas. Cada fuerza iba tomando sus propias decisiones. En la madrugada del 2 de mayo, el crucero General Belgrano realizó una maniobra que lo acercaría a las fuerzas navales británicas.

Llevaba más de mil tripulantes a bordo. La idea de la Armada seguía siendo no comprometerlo en un ataque frontal, sino utilizarlo como elemento de distracción para el grupo del portaaviones ingles Hermes mientras el portaaviones 25 de Mayo mantenía latente un enfrentamiento con el Invencible. La acción era riesgosa porque el Belgrano debía atravesar la zona de exclusión, una densa barrera de submarinos, fragatas y destructores britanicos. En función de esto, se termina resolviendo que las naves emprendan el regreso a una zona no riesgosa. Pero el crucero General Belgrano, que ya estaba 35 millas fuera de la zona de exclusión, desplazandose hacia la isla de los Estados, al sur del océano, ya tenía encima al Conqueror, que lo venía siguiendo. El objetivo original del comandante en jefe de la Royal Navy, era localizar y golpear sobre el 25 de Mayo, que transportaba una escuadrilla de doce aviones A-4. Su eliminación era parte de la estrategia de dominio del mar alrededor de las islas antes del desembarco.

Mientras tanto, y a miles de kilómetros, la decisión final de atacar al crucero General Belgrano fue tomada por Margaret Thatcher y su gabinete, durante un encuentro en Chequers, la casa de campo que tiene el primer ministro del Reino Unido, en el que se determinó “flexibilizar” la zona de exclusión. Ya en conocimiento de la ubicación del Belgrano, aquel 2 de mayo, la “dama de hierro” Thatcher ordenó a su flamante ministro de Defensa inglés, John Nott, que transmitiera al almirantazgo inglés la directiva dirigida al comandante del submarino nuclear británico Conqueror, capitán de fragata Christhopher Wreford- Brown, de torpedear y hundir al Crucero General Belgrano. En cumplimiento de esa orden, a las 15.57 de ese día, Wreford- Brown hizo disparar dos torpedos MK-8 contra el crucero.

Una decisión política

El imperialismo ingles tenia una lectura mas vasta de la situación, su reticencia a optar por una via de negociación o cualquier dilación en las operaciones de la Task Force (Fuerza de Tareas) al momento que comenzaban los primeros combates aéreos y navales podía complicarles las cosas y hasta correr el riesgo de que se les escurra una segura victoria. Hay que recordar que los primeros intentos de desembarco de las fuerzas inglesas en Malvinas fueron infructuosos debido a una cierta resistencia (a pesar de las carencias logísticas) de las tropas en tierra, el ingenio tactico de los pilotos de la aviación argentina y la permanencia de los buques argentinos merodeando las islas. Por eso el Reino Unido fue haciendo un cerco, primero con el desembarco en las Islas Georgias para desalojar a la guarnición nacional que se había establecido allí, liderada por el marino genocida Alfredo Astiz que se rindieron sin disparar un solo tiro. Luego, Inglaterra libero el frente naval para poder empezar a desembarcar en las islas hasta llegar a Puerto Argentino.

La criminalidad del hundimiento del Belgrano fue reconocida hasta por los británicos, que aceptan que la decisión de torpedearlo estuvo más ligada a una cuestión política que a una necesidad militar, por cuanto el crucero no representaba ningún tipo de peligro. La ex primera ministra británica ordenó el hundimiento para obstaculizar adrede las negociaciones de paz, ya que la Junta Militar argentina (golpeada por las sanciones de las potencias de la OTAN y echada a su suerte por los Estados Unidos, a quien confiaba de aliado) analizaba la aceptación de la propuesta del entonces primer mandatario peruano Belaunde Terry. Los ingleses tomaron una medida drástica sin importar violar las “reglas” que ellos mismos habían impuesto por lo hicieron pesar su poderío armamentístico frente a los profundos limites políticos de la dictadura en nuestro país y su postración ante el imperialismo. En definitiva, el torpedeo al Ara Belgrano fue el primer paso fuerte para lograr esos objetivos y, en cierta forma, un cumplimiento parcial de las amenazas del gobierno de la corona inglesa de arrojar una bomba atómica en territorio continental argentino, como ultimo recurso.

El después y la impunidad…

Los sobrevivientes y los familiares de las victimas fatales del Crucero Belgrano, en todos estos años han librado una tenaz batalla en el reclamo de justicia. Tanto la dictadura en retirada y los diferentes gobiernos “democráticos” de turno al igual que con la totalidad de los veteranos de guerra, han ninguneado y cajoneado cualquier reclamo del país por este crimen de guerra. Paradójicamente, hasta los parlamentarios británicos se han esforzado un poco mas en cuestionar al gobierno de Thatcher para que de explicaciones sobre los hechos. Es mas, en 1990 se firmo en Madrid un “tratado” (en verdad, una entregada) entre los gobiernos argentinos y británico, haciendo nuestro país un “borrón y cuenta nueva” y evitar demandas por la guerra de Malvinas. Permitiéndose así, coronar el avance de una colonización militar y económica del Reino Unido en el Atlantico Sur.

Un autentico acto de reparación a las victimas del Belgrano, será obra de un gobierno que lleve adelante una real transformación social de fondo, o sea, de los trabajadores y no de los actuales de un régimen social capitalista decadente y atados de pie y manos al imperialismo.

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