Aniversarios

26/10/1988|247

50° ANIVERSARIO DE LA FUNDACION DE LA IV INTERNACIONAL

Mandel y el neocapitalismo tardío

A principios de la década de 1960, el belga Ernest Mandel (“Germain”) pasó a ser el principal teórico y dirigente de la IV Internacional (para entonces, “Secretariado Unificado”), creando una teoría que le abriría incluso un lugar en los medios académicos. El “neocapitalismo”, que surgió como una explicación de la ausencia de revolución en los países avanzados, convergió con una serie de teorías que, en los años 50, procuraban explicar este hecho como un producto de factores “objetivos”, para cuya superación propugnaban reemplazar al programa revolucionario (dictadura del proletariado) por las llamadas “reformas de estructura” o la llamada “autogestión de las empresas”. En esta “veta” se embarcaron también Marcuse, André Gorz, Bruno Tronti, etc.

Según Mandel, “el capitalismo entró en una tercera etapa de desarrollo, tan diferente del capitalismo monopolista, descripto por Lenin e Hilferding, cuanto el capitalismo monopolista lo había sido del capitalismo liberal del siglo XIX”. Mandel no se tomó el trabajo de criticar la concepción de Lenin, para quien el capitalismo de los monopolios (imperialismo) era la “fase superior y última del capitalismo”, no una fase intermedia.

Para Mandel, la posibilidad del neo- capitalismo estaba insertada en el hecho de que la “historia internacional del capitalismo se presenta ahora apenas como una sucesión de ciclos industriales que se extienden por 7 ó 10 años, pero también como una sucesión de períodos largos, de cerca de 50 años” (1). La idea de las “ondas largas” de la economía, sobrepuestas a los ciclos de capital analizados por Marx, había sido desarrollada en los años 20 por el economista ruso Kondratiev, para quien “las ondas de larga duración están vinculadas al período de vida de ciertos bienes duraderos de capital” (2). Una renovación profunda del capital fijo produciría una “onda larga”’ de crecimiento, seguida de crisis cíclicas: para Kondratiev, las “ondas de largo ciclo” de crecimiento habrían acontecido en 1789/1823, 1848/1873 y 1894/1914. Mandel adoptó este esquema sin ninguna restricción, reconociendo que “esta teoría no despierta ahora mayor interés en cuanto a los ciclos marxistas, aunque Trotsky hubiera utilizado una noción similar en su famoso informe presentado en el III Congreso Mundial de la Internacional Comunista” (3).

Para Mandel, una onda de esa naturaleza se habría iniciado con la II Guerra Mundial. En esta onda, como “en otros ciclos expansivos que conocemos de la historia del capitalismo, encontramos ahora y siempre una constante, a saber, revoluciones tecnológicas”. En esta “tercera revolución industrial", nos encontramos ante una transformación casi ininterrumpida de las técnicas de producción, fenómeno que es un subproducto de la carrera armamentista, y de la guerra fría”. Una necesidad política del capitalismo, pues, impulsaría un ciclo de expansión capaz de engendrar una nueva etapa histórica de este sistema: su dinámica de conjunto estaría así determinada por un fenómeno superestructural. Esa dinámica sería ayudada por la “industrialización de los países subdesarrollados, o neo coloniales, con una nueva burguesía, que es otro soporte, juntamente con la revolución tecnológica, de la tendencia expansiva a largo plazo de los países capitalistas avanzados”.

En virtud de eso. Mandel sería el teórico “cuya obra permitió que se superase la lectura ingenua del Programa de Transición, que aseguraba que la economía capitalista estaba estancada y era incapaz de hacer crecer las fuerzas productivas” (4). Para otro discípulo de Mandel “hubo un aumento del bienestar y de la productividad como nunca antes. La revolución tecnológica, los nuevos recursos energéticos, los grandes gastos militares, el nuevo papel del estado como planificador e interventor coyuntural; todo eso proporcionó a la burguesía un campo de maniobra totalmente nuevo. La fuerte expansión económica permitió hacer concesiones a la clase obrera en materia de salarios. La nueva situación llevó a una crisis de conciencia en las organizaciones comunistas: ¿tenía validez ahora la perspectiva de una revolución?” (5). El círculo “neo-capitalista” se cierra: la nueva dinámica objetiva del sistema explica la incapacidad revolucionaria subjetiva de la clase obrera.

La esencia del sistema teórico de Mandel y su objetivo son los descritos: un capitalismo que habría conseguido la llave para un amplio desarrollo de las fuerzas productivas y para la “revolución tecnológica permanente”, en la carrera armamentista (y no más en la carrera por el beneficio), evitando de paso las crisis (factor que desencadena revoluciones), a las que transforma en “recesiones’”. Su metodología consiste en poner el método marxista al revés: éste demostraba que todos los factores de desarrollo del capitalismo se transforman, por su propia dialéctica interna, en factores de crisis, Mandel va a procurar demostrar cómo todos esos factores de crisis se transforman en factores de desarrollo. Los peros que Mandel agregó para dejar al marxismo dentro de su teoría, solo consiguen imprimirle a ésta un tono ecléctico (6). Cuando la crisis del capitalismo se instala abiertamente (1973/1974), es difícil explicar su origen, en la medida en que la rueda maestra del “neo-capitalismo” (el armamentismo) está funcionando cada vez más... En ese momento, sin embargo, el “neo-capitalismo” mandeliano se transforma en “capitalismo tardío” un sorprendente caso de envejecimiento precoz.

Al contrario de lo que dice Mandel, Trotsky había rechazado la teoría de las “ondas largas” de Kondratiev: “Se puede rechazar de antemano las tentativas del profesor Kondratiev de atribuir a las épocas que él llamarte ciclos prolongados el mismo ritmo estricto que se observa en los ciclos cortos. Eso constituye claramente una generalización equivocada sobre la base de una analogía formal. La periodicidad de los ciclos cortos está condicionada por la dinámica interna de las fuerzas capitalistas, lo que se manifiesta cuando y donde hay un mercado. Los prolongados intervalos (50 años) de la curva capitalista, que el Prof. Kondratiev llama precipitadamente ciclos, están determinados en su carácter y duración, no por el juego Interno de las fuerzas capitalistas, sino por las condiciones externas en las que tiene lugar el desarrollo capitalista. La absorción por el capitalismo de nuevos países y continentes, el descubrimiento de nuevos recursos naturales, y factores significativos de orden superestructural como guerras o revoluciones, determinan el carácter y la frecuencia de épocas expansivas, estancadas o declinantes del desarrollo capitalista” (7). Para Trotsky, la dinámica de los ciclos expansivos o de estancamiento no obedecían a “leyes” internas del propio capitalismo, capees de transformarlo en “neo-capitalismo”.

Trotsky opuso a los “ciclos (u ondas) largos” la “curva de desarrollo capitalista”, declinante desde su entrada en la etapa monopolista imperialista, aunque el capitalismo pudiese alcanzar puntos de equilibrio durante ese período histórico al precio de una destrucción masiva de fuerzas productivas. “Trotsky rechazó el concepto de ciclos largos pues Kondratiev había oscurecido la diferencia entre ciclos periódicos y períodos históricos separados. Marx acertó en discernir las regularidades en el patrón de los ciclos cortos, porque ellos eran consecuencia de las contradicciones del capitalismo. Para que se pueda hablar de ciclos largos regulares, sin embargo, debía plantearse la existencia de un regulador interno. Mas, como demostró Trotsky, los puntos de viraje en el desarrollo capitalista se encontraban regulados por condiciones externas y por la relativa autonomía de los fenómenos superestructurales. Los puntos de viraje, por lo tanto, eran imprevisibles por su propio carácter y no era posible en ellos ninguna periodicidad automática” (8).

Lenin, durante la etapa monopolista del capitalismo, tiene analizado uno de esos momentos de viraje determinados por fenómenos externos (el fin del reparto del mundo entre los monopolios y entre las grandes potencias).

Para Trotsky, “si se intentase establecer un ciclo largo para cada país separadamente, toda la cosa se haría polvo. El ciclo de Marx, por el contrario, puede ser confirmado, como un todo, para cada país separadamente” (9). Trotsky, así como otros economistas soviéticos, negó la existencia de “ciclos largos”, oponiéndoles la idea de “épocas” o “períodos” históricos: la teoría de Kondratiev no permitía comprender el ingreso del capitalismo en una etapa de declinación (agotamiento) histórica definitiva. Los "ciclos largos”’, como una regularidad del desarrollo capitalista, significa que el capitalismo habría de tener una duración histórica indefinida, y que las revoluciones anticapitalistas pasarían a ser un fenómeno puramente casual.

Para Kondratiev, “las grandes inversiones requieren sumas importantes de capital disponibles para empréstitos. Por esto, para iniciar el ascenso de una onda larga, deben cumplirse necesariamente, las siguientes condiciones: 1) una alta tendencia al ahorro; 2) oferta relativamente grande de capital para empréstitos a bajo interés” (10). Para Mandel, en el “capitalismo tardío” la superacumulación de capital, aunque es causada por la tendencia decreciente de la tasa de beneficio, juega el mismo papel que el crecimiento de los fondos prestables juega durante la “onda descendente” de Kondratiev. El factor de crisis histórica del capital (la sobreacumulación), se transforma en factor de expansión: el capitalismo habría hallado la fórmula de la expansión eterna. Las revoluciones serían posibles en la “onda descendente”: Los buenos economistas capaces de anticiparla serían los brujos de la revolución. Como dice Richard B. Day, “la torpeza de Mandel cuando trata de esos asuntos se explica por el hecho de que uno de los propósitos del “Capitalismo Tardío” es reforzar las conclusiones de Kondratiev con explicaciones marxistas ortodoxas (...) Está de acuerdo simultáneamente con Kondratiev y con Trotsky, lo que es lógicamente imposible. O el capitalismo se desenvuelve de acuerdo con un patrón evolutivo, sin traumas, en cuyo caso es posible hablar de ondas largas; o, por el contrario, la teoría de las ondas solo mistifica el desenvolvimiento desigual del capitalismo como sostenía Trotsky. Ninguna sutileza puede superar el hecho básico de que, para Trotsky, las ondas o ciclos prolongados eran incompatibles con una periodización marxista del capitalismo” (11).

El capitalismo, en la práctica, nunca formó un sistema cerrado. Guerras y crisis destruyeron enormes cantidades de fuerzas productivas. La exportación de capital desvió o congeló otras cantidades por largos períodos de tiempo. El ciclo expansivo del capitalismo occidental de posguerra, —posibilitado, en primer lugar, por el fracaso de la revolución en Europa Occidental y por su atraso en EEUU— nada tiene de una “onda larga” de Kondratiev, basada en una nueva “revolución Industrial”. Ese ciclo se apoyó, primariamente, en la reconstrucción del ciclo capitalista después de la masiva destrucción de fuerzas productivas operada en la II Guerra Mundial. Dos características ya .presentes en el ciclo anterior estaban ahora más acentuadas: 1) el motor del desarrollo económico fue el armamentismo, no por las necesidades de la “guerra fría” (que fue su pretexto ideológico) sino porque el gasto parasitario del Estado era la única vía de salida para la crónica super-acumulación de capital; 2) la expansión se produjo, por lo tanto, con una base de parasitismo capitalista sin precedentes (capital ficticio), del cual el endeudamiento de la economía y del Estado norteamericanos y la deuda externa de los países atrasados son una expresión contable particularmente visible.

En los gastos armamentistas Mandel sólo ve un factor de equilibrio del “(neo) i capitalismo tardío”. Se le escapa su significación más profunda. A través de la carrera armamentista, el capitalismo consiguió atenuar su crisis crónica de superproducción, que ya provocó dos guerras imperialistas por el reparto de los mercados del mundo. Pero solo fue una atenuación, pues la producción de armas no elimina, al contrario, acentúa ulteriormente, las tendencias que conducen al capitalismo a su descomposición. Concentrando porcentajes cada vez mayores de progreso científico y técnico, es en la industria armamentista donde se verifica con mayor agudeza la tendencia al aumento de capital constante (máquinas y equipamientos) con relación a la variable (fuerza de trabajo). El desarrollo colosal del armamentismo de los últimos años no condujo a una baja del desempleo en los países avanzados (al contrario). Ese es el mecanismo de la tendencia decreciente de la tasa de beneficios, esto es, de la cantidad cada vez menor de plusvalía que se extrae en relación al capital total. Los gastos armamentistas, paliativos de la crisis de superproducción, acaban por recrearla a una escala mayor, pues incrementan la tendencia a producir un exceso de capital. Los gastos armamentistas son financiados a través del recurso al crédito por parte del Estado, crédito que es así desviado del resto de la industria capitalista.

Con la crisis mundial, en los años 70, el armamentismo se transforma en el único mercado capitalista que no retrocede. Pero su expansión es insuficiente para movilizar todo el capital ocioso generado por la crisis, impulsando al mismo tiempo una enorme inflación, pues gran parte de ese capital ocioso son créditos incobrables contra empresas o naciones en bancarrota.

Ese es el otro punto señalado por Mandel como “factor de equilibrio”; en verdad, otro factor de crisis más. La (semi) industrialización de (algunos) países atrasados se realizó en base a un fantástico desarrollo parasitario, expresado en la monumental deuda externa de esos países que, significando un retroceso a formas usurarias del capital, evidencia que el capital es cada vez más incapaz de reproducirse productivamente (como capital industrial). La deuda externa, que amenaza con la bancarrota del sistema financiero mundial, es una expresión del agotamiento del modo de producción capitalista. La industrialización de las naciones atrasadas las tomó más dependientes de los centros imperialistas (y, por lo tanto, más vulnerables a sus crisis). Fue una acentuación y no una superación (como piensa Mandel) de las características elementales del imperialismo. Pierre Frank, su compañero de ideas, afirmó que “los marxistas que reivindican las concepciones de Lenin sobre el imperialismo, pensaban que la pérdida de las colonias llevaría a un hundimiento de las metrópolis. En vez de eso, el mundo capitalista conoció durante 15 años una prosperidad económica sin precedentes”. (12) Frank-Mandel se reivindican de Lenin, pero piensan como Kautsky Lenin enfatizó que la independencia política formal no le evita a ningún país la penetración del capital financiero (imperialista), el cual ejerce un efecto devastador sobre sus sistemas económicos, permitiendo también una temporaria atenuación de las contradicciones de clases en los países imperialistas, a través de la cooptación de la aristocracia obrera.

El desarrollo económico capitalista de posguerra no tuvo por base una nueva etapa histórica del capitalismo, sino la acentuación al máximo de las características esenciales del capitalismo imperialista, definidas por Lenin.

Las conclusiones políticas de Mandel (que son, en verdad, las premisas de su teoría) sustituyen la lucha por la destrucción del Estado burgués (transformada en teóricamente imposible) por la reivindicación prioritaria de “control obrero”, pero entendido como una “reivindicación cualitativa”: “¿quién debe dirigir sus máquinas, determinar sus Inversiones, decidir qué o cómo producir?”. Así, “una serie de prioridades de producción, establecidas en discusiones democráticas, comenzará a posibilitar ¡a creación de una auténtica igualdad de oportunidades para todos”, pues “los socialistas no deben aceptar el mito del neo-capitalismo. A los valores de consumo creados por un sistema accionado por la optimización del lucro privado en beneficio de unos pocos monopolios, los socialistas deben oponer sus propios valores de consumo. Deben denunciar la incapacidad del neocapitalismo en realizar cualquier cambio en la estructura autocrática de los negocios, que es la base de la alienación del trabajo, en la Industria contemporánea (14). Viva, pues, la estructura “democrática” de los negocios, que acabará con la alienación. En la era de las “reivindicaciones cualitativas”, las bellas “reivindicaciones cuantitativas” están superadas. Más aún: la toma del poder y el socialismo también lo están, pues para la clase obrera “la conquista del poder y la socialización de los medios más importantes de producción y de cambio fracasan en sus objetivos hasta cierto punto (!) si no son acompañados por cambios radicales en la atmósfera (!) de la empresa” (15). La IV Internacional de Mandel se transforma en el partido de la “contracultura”, de los cambios atmosféricos.

La IV deja de ser así, según palabras de Trotsky, “la única organización internacional que no sólo toma claramente en consideración las fuerzas motrices de la época imperialista, sino que está también armada de un sistema de reivindicaciones transitorias que pueden unir a las masas para ia lucha revolucionaria por el poder”. El revisionismo pablista significó el abandono del objetivo estratégico de la dictadura del proletariado, en función de una apreciación impresionista y unilateral de la burocracia soviética, en-cargada de destruir el imperialismo y el Estado burgués. Con Mandel, eso se transforma en una teoría que se contrapone punto por punto con el marxismo, apuntando a dejar de cuestionar el poder político de la burguesía en una sociedad agotada, para criticar sólo la forma en que la burguesía dirige las empresas en una sociedad en plena expansión.

NOTAS:

(1)          Ernest Mandel, Le troisieme age du capitalism, Paris, Unión Generale d'Editions, 1976, página 234.

(2)          Nicoali Kondratieff, Las ondas largas de la economía, Madrid, Revista de Occidente, 1946, p.79

(3)          Ernest Mandel, “A economía de neocapitalismo". Problemas e perspectivas do socialismo, Río de Janeiro, Zahar, 1969, p.36

(4)          En tempo, 25 de febrero de 1988

(5)          Kent-Ake Anderson» La larga marcha. Historia de la Cuarta Internacional, Barcelona, Ediciones Rojas, 1976, p.27

(6)          Michel Kidron, Capitalismo e Teoría, Lisboa, Iniciativas, 1976, p.86

(7)          León Trotsky, “La curva del desarrollo capitalista", Una escuela de estrategia revolucionaria, Buenos Aires, Ediciones del Siglo, 1973

(8)          Richard B. Day, “La teoría del ciclo prolongado de Kondratiev, Mandel y Trotsky “Críticas de la Economía Política n2 4”, México, El Caballito, Setembre 1977, p.59.

(9)          Richard B. Day, op.cit. p. 69

(10)       Nicolai Kondratieff, op.cit., 79

(11)       Richard B. Day, op.cit. p. 72 y 74

(12)       Pierre Frank, La IV Intemacionale, Paris, Francois Máspero, 1973, p.66

(13)       Pierre Lambert, Actualité du programe de Transitlon, Paris, SELIO, 1973, p.16

(14)       Ernest Mandel, “A econnomía do neocapitalismo", op. cit. p. 50 y 51

(15)       Ernest Mandel, Marxist Economic Theory, London, Mertin Press, 1968, p.643