Aniversarios

25/5/2023

50 años de la asunción de Cámpora y el Devotazo

¿Qué es lo que quiere evocar Cristina Kirchner?

Héctor Cámpora, Juan Domingo Perón y López Rega

Cristina Fernández de Kirchner, eligió el día 11 de marzo –aniversario del triunfo de Cámpora en 1973- para lanzar su “operativo clamor”, en Viedma, en la sede de la Universidad Nacional de Río Negro. Pero esta operación política se ha ido deshilachando: de la plaza del 24 contra las mafias, pasaron a un acto sin ella y sin siquiera un guiño.

En una flagrante contradicción, el operativo clamor era para que sea candidata a presidenta, al mismo tiempo que denuncian su inocencia en las acusaciones de corrupción, que serian instrumentadas para impulsar una supuesta proscripción electoral. Un verso que le cuesta tragarse a propios y ajenos. Igualmente, ahora volvió a convocar a un acto en Plaza de Mayo para el 25 de mayo, uniendo los dos aniversarios: sumándole al ascenso del gobierno de Cámpora en 1973, el de Kirchner en 2003. El acto del 25 de mayo convocado por el kircherismo también jugaba el mismo propósito inicial de “operativo clamor” pero, ante los malos pronósticos electorales, la candidata ha anunciado su “retiro”. Sin embargo, será la oradora central del acto….

Volviendo a la fecha en cuestión, ¿qué es lo que quería reivindicar Cristina el 11 de marzo, a 50 años de la victoria de Cámpora? ¿El gobierno breve de Cámpora, que duró solo 49 días y tuvo como uno de los hechos mas importantes la brutal masacre de Ezeiza? ¿Que a poco de andar sufrió el golpe del mismísimo Perón y el alto mando del ejército?

El relato kirchnerista de la historia no resiste la revisión de los hechos en cuestión.

Retorno reaccionario

El ascenso de Cámpora al gobierno y la vuelta de Perón -18 años después del golpe de 1955- fue parte de un operativo político para salvar la crisis del Estado amenazado por crecientes movilizaciones de las masas.

La dictadura de Onganía (1966-1970) fue enfrentada por una serie de levantamientos obreros en todo el país. El más importante fue el Cordobazo (29 de mayo de 1969), pero no el único. Fue acompaño por el Rosariazo, el Correntinazo, el Salteñazo, el Tucumanazo, etc. Estos levantamientos obreros-estudiantiles terminaron con las pretensiones de Onganía de quedarse 10 años y abrieron una situación revolucionaria. En el Cordobazo, las consignas de la rebelión reclamaban el fin de la dictadura y la necesidad de un gobierno obrero y popular.

En 1971 el Vivorazo, llamado el “segundo Cordobazo”, junto con la recuperación clasista de los poderosos sindicatos cordobeses del Sitrac-Sitram, marcaron el fracaso de Levingston (dictador sucesor de Onganía) de detener por medio de la represión el ascenso de las masas. Fue reemplazado en el gobierno por el general Lanusse. El proceso de alzamientos llevó a la burguesía y a los representantes del imperialismo a reconsiderar su actuación política. Así surgió el planteo de organizar el retiro de la dictadura y su reemplazo imponiendo un proceso de “institucionalización” con el concurso de los partidos históricos de la burguesía para poner en marcha una “democracia”. Buscaba, con maniobras pseudo democráticas, desmontar el ascenso revolucionarios que la represión lisa y llana no conseguía detener. Esto fue el llamado proyecto del Gran Acuerdo Nacional (GAN). Este operativo político fue llevado adelante por la burguesía y el imperialismo en 1970-72, con la participación protagónica del peronismo (el propio Perón) y del radicalismo (Balbín). Un radical (Mor Roig) es nombrado ministro del Interior para llevar adelante este plan. En 1970 se constituirá -con peronistas, radicales, demócratas progresistas, socialistas argentinos y otros grupos menores- La Hora del Pueblo, que había actuado como apoyatura civil del golpe de Lanusse.

Eran las épocas donde Perón hablaba de la “juventud maravillosa” en un claro guiño a la izquierda peronista y los grupos guerrilleros que se hacían fuertes. Por un lado, por desconfianzas en sectores de la burocracia sindical (participacionistas, colaboracionistas) que habían coqueteado con sectores de la dictadura al margen de Perón. Pero lo fundamental era bloquear una radicalización y evolución hacia la izquierda de amplios sectores de la juventud obrera y estudiantil.

El primer retorno de Perón (noviembre de 1972) fue para garantizar este GAN. Si bien el gran capital y el alto mando militar aceptaban convocar elecciones levantando la proscripción sobre el peronismo, tuvieron desconfianza en levantar la proscripción de Perón para estas elecciones. Perón aceptó de hecho esta proscripción personal y nombró a Héctor Cámpora -su “delegado” personal- como candidato a presidente, comprometiendo su esfuerzo para “pacificar” el país (hacer que las masas se desmovilizaran).

La Juventud Peronista (Montoneros, etc.) aceptó esta salida “institucional” y la convocatoria electoral. Planteó que el retorno de Perón y la elección de Cámpora como candidato presidencial era la vía de acceso a la “patria socialista” y que la lucha debía ser dirigida contra los “gorilas” que asfixiaban los supuestos fines antiimperialistas de Perón. Fueron los que levantaron la consigna: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Actuaron fortaleciendo el liderazgo de Perón. Para Juan Carlos Coral, del morenista PST (antecesor del MAS, PTS, MST e IS), “la legalidad para Perón y su derecho a ser candidato puede ser la prenda de unidad de los trabajadores argentinos y su vanguardia revolucionaria” (Avanzada Socialista, Nº 19, 13/9/72).

El PO, que impulsaba el desarrollo de la Corriente Sindical Clasista, denunciaba la maniobra anti obrera del retorno. Perón no venía a ejecutar las reivindicaciones populares, sino a tratar de poner “orden” al servicio de la continuidad del Estado burgués contra el desborde combativo y revolucionario de las masas. Vino a recrear la mística peronista y frenar la radicalización hacia la izquierda. El operativo retorno y la “institucionalización” impulsaron el desvío de las luchas de las masas al campo electoral. En los últimos meses de 1972 amplios sectores de la vanguardia obrera y estudiantil se fueron inclinando hacia las organizaciones peronistas, confundidos por la imagen histórica de Perón y la tendencia militarista de Montoneros y otras.

El retorno de Perón no fue un triunfo de la lucha popular, sino parte del operativo para desviar la lucha de las masas sacándola de las calles hacia las urnas.

El triunfo de Cámpora

Héctor Cámpora, el candidato del Frejuli (Frente Justicialista de Liberación), fue acompañado por el conservador Vicente Solano Lima, elegido por Perón. El Frejuli tuvo la banca de la Unión Industrial Argentina y la Bolsa de Comercio” (Prensa Obrera del 16/11/2022: 50 años de la vuelta de Perón, para un “acuerdo nacional” contra el movimiento obrero). El 11 de marzo de 1973 fue el día en que la Argentina volvía a la democracia burguesa como forma de gobierno, aunque por poco tiempo, luego de 18 años de regímenes de facto, golpes de Estado, dictaduras y gobiernos civiles tutelados por los militares. En la campaña participaron todas las fuerzas políticas (peronistas, radicales, socialistas, comunistas, conservadores). Política Obrera cometió errores de caracterización y, por inexperiencia, no se pudo presentar a las elecciones del 11 de marzo. Con lo cual perdió una oportunidad de agitación política masiva y se provocó un daño político que costo meses en superar. El llamado que hizo a la constitución de un Frente Electoral Clasista fue ninguneado por el PST, a pesar de que contó con el apoyo de amplios sectores de la vanguardia obrera y estudiantil.

Sobre 14.250.000 habilitados, concurrieron a votar 12.250.000, un 85% del padrón. El Frejuli de Cámpora obtuvo el 49,56% de los votos, mientras el radical Balbín saco el 21,29%. Esta amplia diferencia hizo que renunciara al ballotage (segunda vuelta) para no favorecer un mayor triunfo plebiscitario del camporismo. El lunes 12, Lanusse reconoció el triunfo del Frejuli.

Lo primero que hizo el nuevo presidente electo, fue ir a Europa a reunirse con Perón, luego los dos juntos se entrevistaron con el dictador Franco de España.

El 12 de abril de 1973, Juan Domingo Perón cenó en París con Magdalena Díaz Bialet y su esposo Mario Cámpora, sobrino del presidente electo. En ese encuentro entre el matrimonio, Perón y los Cámpora, Mario intentó convencer a Perón de que viajara a Buenos Aires el día que su tío asumiera como presidente de la Nación. Perón no aceptó planteando que no quería robarle el momento a Cámpora, pero luego dijo: “voy a ir después y el balcón será para mí”. En la cena se pudieron notar grietas entre bandos que pronto chocarían, sobre todo cuando José López Rega (brazo derecho de Perón y futuro ministro de Cámpora) dijo: “ese Cámpora se cree dueño de un gobierno que no es de él“.

El Devotazo

El clima político del momento era claramente de izquierda: los resultados electorales despertaron entusiasmo en amplísimos sectores populares. Eran ilusiones democráticas de que el nuevo gobierno peronista volvía, luego de 18 años de proscripción, para resolver los problemas sociales. El 25 de mayo, en la asunción a la presidencia de Cámpora, en la Casa Rosada no había policías, ni tampoco personal de las FFAA. Los que se hicieron cargo de la seguridad del nuevo presidente fueron los Montoneros. En las afueras de la Plaza de Mayo y de la Plaza de los Dos Congresos las masas ganaban las calles. Uno de los cánticos más recordados en esas horas fue “se van, se van y nunca volverán”. Esta aspiración popular en relación con los militares y represores de toda calaña, obviamente no se vio realizada. Se trataba de un repliegue temporal del aparato represivo. La represión volvería con toda esa misma noche, en la masacre de Ezeiza días después, con la triple A y, finalmente, con la brutal dictadura del 76.

La cuestión de los presos políticos fue uno de los ejes de campaña. Para la izquierda peronista fue un reclamo importante. Política Obrera (nombre del Partido Obrero hasta el golpe de 1976) venía desarrollando una campaña con el planteo de “Ni olvido, ni negociación. La movilización liberará a los compañeros presos” (6 de abril y posteriores). Se trataba, por un lado, contra la impunidad de los represores de “no olvidar” y juzgar a los responsables de los crímenes contra el pueblo (Trelew, etc.). Por el otro, de liberar a centenares de presos políticos de la dictadura. Se corrió la versión firme de que se quería trasladar a más de 100 presos de las cárceles a los cuarteles, antes de la transferencia del poder, convirtiéndolos en rehenes de mandos militares. El peronismo había pensado en que el nuevo parlamento, después de su ascensión, se avocara a elaborar y votar una ley de amnistía que permitiera la libertad de los detenidos. Habían sido presentados diferentes proyectos de las bancadas. Una vez votada la ley de amnistía debía ser el poder Ejecutivo y el Judicial los encargados de ponerla en práctica. Hacer funcionar la naciente institucionalización, lo cual podría haber llevado cierto tiempo –y discreción sobre qué presos serian liberados y quienes no en forma inmediata- hasta concretarse. El 11 de mayo hubo una jornada de lucha nacional por la libertad de los presos. Y cuando el 25 de mayo de 1973 asumió el nuevo gobierno, miles de militantes juveniles (JP, etc.) después de movilizar a Plaza de Mayo marcharon hacia la cárcel de Villa Devoto, a la que rodearon y comenzaron a presionar sobre las puertas, reclamando la libertad de los presos. Se trató de una remake del asalto a La Bastilla durante la histórica revolución francesa de 1789.

El nuevo gobierno estaba paralizado esperando que se reuniera el Congreso. En esas horas del 25 de mayo de 1973, según Clarín (11-3-23), Perón llamó desesperado a su hombre de confianza, el nombrado secretario general del movimiento peronista, Abal Medina. Y le dijo: “me están llegando noticias de un levantamiento popular dirigido por la izquierda en Buenos Aires, liberen a todos los detenidos es la única forma de parar esto”.

El nuevo gobierno camporista fue madrugado por la movilización popular. La situación se tornó caótica por la presión popular y alrededor de las 9 de la noche se ordenó la liberación inmediata de los presos políticos que allí se encontraban. Esta victoria de las masas en las primeras horas del gobierno de Cámpora fue denominada el Devotazo. No está claro quien dio la orden de reprimir y fueron asesinados dos manifestantes. El Congreso aprobó la ley de amnistía a altas horas de la noche, cuando ya los presos habían sido liberados.

La irrupción obrera y estudiantil

Pero tan o más importante que el Devotazo fue el ascenso de las luchas obreras que pasaron a ocupar fábricas y lanzar huelgas al margen de las burocracias sindicales. En Política Obrera (1/6/73) hay un extendido informe de crónicas del desarrollo de estas movilizaciones. La que hizo punta fue la fábrica metalúrgica (UOM) EMA de Vicente López, que ocupó la planta desde el 22 al 28 de mayo logrando la reincorporación de 27 despedidos, 14 de ellos delegados. La fábrica era dirigida por un cuerpo de delegados combativo y antiburocrático donde tenía un peso el Partido Obrero. En la metalúrgica Wobron (emblemática porque el dueño era Gelbard, el nuevo ministro de economía de Cámpora) también se logró, con movimientos de lucha, la reincorporación de despedidos. En Astarsa, gran empresa de la zona norte del gran Buenos Aires, se inicia un movimiento de lucha del 50 por ciento de los obreros organizados en el sindicato de trabajadores navales que rápidamente se extendió al otro 50 por ciento nucleado en la UOM, pasando por encima del cuerpo de delegados burocrático. A los pocos días impondrá la reincorporación de despedidos.

También en la fábrica Osram (vidrio) que hacía 11 años no paraba, se desarrolló un fuertísimo paro obrero contra despidos. Lozadur, fábrica ceramista de 1200 obreros de la zona norte es ocupada e impone la reincorporación de 3 despedidos. A los pocos días Lozadur y Cattaneo, las dos grandes fábricas del sindicato ceramista de Villa Adelina, ocupan la sede sindical, expulsando a la burocracia sindical y recuperando el gremio para los trabajadores. En las elecciones del cuerpo de delegados de la metalúrgica BTB, triunfa una lista antiburocrática: 96 a 84. Se extendía imparable la mancha de la rebeldía obrera contra las patronales y las burocracias sindicales, alentadas por la creencia que el ascenso del gobierno camporista iba a venir a resolver los postergados reclamos obreros y por el desarrollo de direcciones clasistas y combativas.

Esto sucedía a pesar de los desesperados esfuerzos de Cámpora y sus ministros (el ministro de Trabajo, es Otero, un burócrata mayor de la UOM) por contener. El presidente Cámpora había llamado en su discurso de asunción a seguir las directivas de Perón de detener las movilizaciones “yendo de casa al trabajo y del trabajo a casa”, dejando en manos del gobierno la resolución de los problemas pendientes. Pero… el movimiento se extendía en el gremio bancario reclamando la reincorporación de despedidos desde el golpe de 1955 en diferentes reparticiones estatales, destituyendo o rechazando a directivos nominados por el gobierno. El antes nombrado Abal Medina, vocero directo de Perón, llama a no caer en “provocaciones de gorilas y trotskistas”. Una Asamblea General de 1200 trabajadores del Inta Castelar, que había rechazado el nombramiento de un derechista al frente de la repartición, le responde que no puede ser obra de provocadores enfrentar a los gorilas.

Política Obrera titulará su prensa (29/6/1973): “Defendamos nuestro derecho a ocupar las fábricas”.
A este ascenso obrero se le sumará la irrupción de los estudiantes no solo universitarios, sino la creación de centros de estudiantes secundarios, contra la vieja Ley De la Torre que los prohibía. El gobierno había sido desbordado.

El Pacto Social antiobrero

Pero Cámpora no solo llamaba a desmovilizar, sino que avanzaba con los planes de ajuste contra el pueblo trabajador que la dictadura en su crisis no había podido imponer. El 6 de junio se firmó el Pacto Social entre el gobierno, las cámaras patronales y la burocracia sindical, donde luego de un módico incremento quedaban congelados los aumentos salariales y anuladas las paritarias por dos años, hasta el 1° de julio de 1975. La “institucionalización” camporista (igual que una década después la democracia de Alfonsín) sacaba sus dientes antiobreros y ajustadores.

Desde el mismo 25 de mayo, Perón consideró que a Cámpora le faltaba “pinet” para contener la amenaza de un desarrollo en flecha de una situación revolucionaria. Desde ese día Perón dejó de hablarle a su “elegido” y comenzó a considerarlo un cadáver político. En cambio lo llamaba a Abal Medina para gruñir del otro lado del océano que “la Argentina es un caos“. El clima político se transformaba en irrespirable.

Según el artículo de Juan Bautista Tata Yofre, publicado en Infobae (3-11-22), Perón fue a la clínica del doctor Antonio Puigvert en Barcelona durante los primeros días del gobierno de Cámpora. El médico contaría en sus memorias que Perón ya tenía como 80 años, pero muy lúcido  le dijo con sus palabras: “No me queda otra solución que volver allá y poner las cosas en orden. Cámpora ha abierto las cárceles y ha infiltrado a los comunistas por todas partes”.

¿Reivindicación de Cámpora?

Luego se producirá la masacre de Ezeiza (20/6/1973), en oportunidad del segundo retorno de Perón, donde la derecha peronista atacó a la izquierda en el marco de una gigantesca movilización de alrededor de un millón de personas, produciendo una matanza de decenas y centenares de heridos. Perón, después de aterrizar en una base militar, no repudió la agresión montada por López Rega, armando a centenares de comandos derechistas. Redobló sus ataques a los “jóvenes infiltrados” y a defender a la burocracia sindical abriendo el camino a la creación de las paraestatales triple A.

Días después, Perón -con el aval de los altos mandos del ejército y de los partidos de oposición burgueses (radicales, etc.)- llevaría adelante un golpe de Estado para terminar con el gobierno. Cámpora y Solano Lima, presentaron sus renuncias el 13 de julio. El gobierno del “delegado” del “general” había fracasado en contener la radicalización de las masas. Perón consideraba que para cumplir este cometido él mismo tenía que llegar a la presidencia, cosa que efectivizó en las elecciones del 23 de septiembre.

El gobierno de Cámpora que tanto celebran los K, solo duro 49 días, termino siendo repudiado y depuesto por el mismísimo Perón.

Cristina en su acto en Viedma, el 11 de marzo, no pudo ocultar su apoyo al ajuste del FMI, ejecutado por Sergio Massa (al cual Cristina sostiene). El kirchnerismo se encuentra en un proceso de derechización. Cristina, que se llenó la boca hablando de desendeudamiento, es parte de un gobierno ajustador que no para de endeudarse y que cumple los mandamientos del FMI (por más que cacaree verborrágicamente).

Este proceso K reaccionario no parece tener límite, después de todo Cristina fue admiradora del gobierno derechista de Menem.

Como en los ’70 y en el más reciente “Argentinazo” (diciembre 2001), hay en los trabajadores una tendencia a defenderse.

No dejemos que nos sigan engañando con mentirosos relatos de un pasado K glorioso que no existió, que capituló frente a la derecha y hoy se transformó en el instrumento de ejecución de la dependencia imperialista y el saqueo contra el pueblo trabajador.

Necesitamos una izquierda que se plante