Aniversarios

25/1/2007|979

Resolución sobre la guerra y el militarismo


El Congreso reafirma las resoluciones adoptadas por los congresos internacionales previos contra el militarismo y el imperialismo y declara una vez más que la lucha contra el militarismo no puede ser separada de la lucha de clases socialista en general.


 


Como regla, las guerras entre los estados capitalistas son la consecuencia de su competencia en el mercado mundial, porque cada estado busca no solamente asegurar sus mercados existentes sino también conquistar otros nuevos. En esto, el sojuzgamiento de pueblos y países extranjeros, juega un rol prominente. Estas guerras resultan, además, de la incesante carrera armamentista por parte del militarismo, uno de los principales instrumentos de dominación de la clase burguesa y del sometimiento político y económico de la clase obrera.


 


Las guerras son promovidas por los prejuicios de un pueblo contra otro, los cuales son sistemáticamente cultivados entre los pueblos civilizados en favor de de las clases dominantes. Esto se hace con el propósito de distraer a las masas proletarias de sus propias tareas como clase así como de sus deberes de solidaridad internacional.


 


Las guerras, por lo tanto, son parte de la naturaleza intrínseca del capitalismo. Solamente cesarán cuando el sistema capitalista sea abolido o cuando los enormes sacrificios en hombres y dinero requeridos por los avances en tecnología militar y la indignación provocada por la carrera armamentista, lleve a los pueblos a abolir este sistema.


 


Por esta razón, el proletariado, que contribuye con la mayoría de los soldados y que hace la mayoría de los sacrificios materiales, es un opositor natural a la guerra. La guerra contradice el mayor objetivo del proletariado —la creación de un orden económico sobre una base socialista que lleve a la solidaridad de todos los pueblos.


 


El Congreso, por lo tanto, considera el deber de la clase obrera y, particularmente, de sus representantes parlamentarios combatir el armamentismo naval y terrestre con todas sus fuerzas, explicando la naturaleza de clase de la sociedad burguesa y los motivos para el mantenimiento de los antagonismos nacionales, y rechazar los medios para proveer estos armamentos. Es su deber trabajar por la educación de la juventud obrera en el espíritu de la hermandad de las naciones y el socialismo a la vez que se desarrolla su consciencia de clase.


 


El Congreso ve la organización democrática del ejército, la sustitución del ejército regular por las milicias populares como una garantía esencial para que las guerras ofensivas se tornen imposibles y se facilite la superación de los antagonismos nacionales.


 


La Internacional no puede determinar mediante formas rígidas las acciones anti-militaristas de la clase obrera. Estas varían naturalmente según los distintos países y las distintas circunstancias de tiempo y lugar. Pero es su deber coordinar y llevar al máximo los esfuerzos de la clase obrera contra la guerra.


 


En efecto, desde el Congreso Internacional en Bruselas [1891] el proletariado, en su infatigable lucha contra el militarismo, ha empleado las más diversas formas de acción con creciente energía y éxito, incluso rechazando las apropiaciones para los armamentos navales o militares y trabajando para democratizar la organización militar. De esta manera trabajó para evitar el estallido de guerras o ponerles fin, como así también utilizar las convulsiones sociales causadas por la guerra para la emancipación de la clase obrera.


 


Esto fue especialmente evidente en el acuerdo entre los sindicatos ingleses y franceses que siguieron al incidente de Fashoda1 para el mantenimiento de la paz y por el restablecimiento de las relaciones amistosas entre Inglaterra y Francia; en la conducta de los partidos Social-Demócratas en los parlamentos de Alemania y Francia durante la crisis de Marruecos; en las manifestaciones organizadas por los socialistas franceses y alemanes con el mismo propósito; en la acción concertada de los socialistas de Austria e Italia que se reunieron en Trieste con el objeto de evitar un conflicto entre los dos países; en la enérgica intervención de los trabajadores socialistas de Suecia con el objeto de evitar un ataque a Noruega, y finalmente, en la heroica, y sacrificada lucha de los obreros y campesinos socialistas de Rusia y Polonia para oponerse a la guerra desatada por el zarismo, para ponerle fin, y para hacer uso de la crisis del país para la liberación de la clase obrera.


 


Todos estos esfuerzos son la evidencia del poder creciente del proletariado y de su creciente capacidad para asegurar el mantenimiento de la paz mediante una firme intervención. La preparación de la conciencia de clase de los trabajadores mediante la actividad adecuada, la estimulación y la coordinación por medio de la Internacional de los partidos obreros en los diferentes países, potenciará el éxito de la campaña de la clase obrera.


 


El Congreso está convencido de que la presión del proletariado y la utilización seria del arbitraje, en lugar de las horribles maquinaciones de los gobiernos, puede asegurar el beneficio del desarme para todas las naciones. Esto hará posible emplear los enormes gastos de dinero y energía, que ahora están devorados por el armamento militar y las guerras, para propósitos culturales.


 


Si la guerra amenaza con estallar, es la obligación de las clases obreras y sus representantes parlamentarios en los países involucrados, apoyados por la actividad de coordinación del Buró Socialista Internacional, ejercer todos los esfuerzos con el objeto de evitar su estallido. Deben emplear los medios que consideren más efectivos, los cuales varían naturalmente de acuerdo a la agudización de la lucha de clases y la situación política general.


 


En caso de que, de todas maneras, estallase la guerra, es su obligación intervenir por su rápida finalización y luchar con todas sus fuerzas para utilizar la crisis económica y política creada por la guerra para levantar a las masas y de ese modo acelerar la caída de la clase capitalista gobernante”.


 


 


[Resolución aprobada por unanimidad en la sesión del 24 de agosto de 1907]