El 17 de agosto del 2007, el ex ministro de Gobierno kirchnerista, Daniel Varizat, atropellaba con su camioneta a una veintena de manifestantes con su camioneta 4x4, cuando este acudía a un acto de campaña de Peralta con Néstor y Cristina Kirchner, y fuera abordado por el reclamo de trabajadores docentes de la provincia de Santa Cruz.

Hace trece años la marcha que circulaba por la calle Zapiola daba la vuelta en San Martín, para hacer el cierre en el centro. A esa misma hora en el Boxing, estaba citado el lanzamiento de la candidatura de Peralta para la gobernación, acompañado de Néstor y Cristina. Aunque la huelga se había levantado hacía tiempo, la cuadra frente a la gobernación seguía ocupada por el acampe docente. Era como el fantasma acechante de una lucha que aún no había terminado.

De pronto sobre San Martín, la salvajada de Varizat y la tragedia, las ambulancias, la desesperación, Cristina, Susana y tantas otras compañeras peleando por su vida, el abrazo al hospital, la nueva marcha de miles y miles que tumbó las vallas, de nuevo pisar los jardines de la Casa de Gobierno.

Semanas después Peralta aceptaba los principales reclamos, eliminaba el presentismo, y se establecía un cronograma que iba a blanquear por completo el salario docente.

No lo podíamos creer, habíamos triunfado en el objetivo gremial más importante. El 2007 nos dejó sueldos en blanco y paritarias, la caída de un gobierno, una experiencia intensa de lucha popular, encabezada por los sindicatos.

Sin embargo, con sus concesiones, Peralta también había ganado y fue elegido por primera vez como gobernador. El poder político se había restablecido y prepararía su contraofensiva. Un aspecto de ese fortalecimiento fue la impunidad de Varizat, en un juicio escandaloso.

Hoy los salarios y jubilaciones docentes siguen en blanco, los gremios tienen paritarias, el régimen jubilatorio en lo esencial pudimos defenderlo (aunque sigue en riesgo), sin embargo los últimos cinco años han sido de retroceso permanente, con salarios actuales que están bajo la línea de pobreza; nuestros ingresos han sido destruidos por la administración de Alicia Kirchner.

La conclusión es que la única forma en que los trabajadores podemos asegurar que las conquistas sean duraderas es disputando el poder político, a través de un gobierno de los propios trabajadores. En 2007 no había una maduración para este objetivo.

Las enseñanzas de aquellas jornadas históricas, construidas desde abajo, desde las asambleas y las movilizaciones que concitaron el masivo apoyo popular, tienen entonces dos caras: La unidad y la lucha logran objetivos y son carta de triunfo. Del otro lado si la lucha no termina con un cambio decisivo en el poder político, las conquistas pueden ser efímeras.

A trece años homenajeamos a las víctimas del atropello y al pueblo de Santa Cruz que se rebeló en 2007 y aspiramos que la próxima rebelión pueda llevar a ese pueblo movilizado a organizar un gobierno propio. Parece lejano. Quizás no estemos tan lejos…

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