¿Se equivocaron los bolcheviques en julio?

(Lo que discutían Trotsky y sus compañeros en prisión)

Raskolnikov, uno de los líderes bolcheviques y uno de los jefes del bastión rojo de Kronstadt, recuerda en un texto posterior el clima imperante entre los encarcelados cuando, luego de las primeras semanas, se relaja el régimen de confinamiento solitario: “las celdas individuales se trasformaron en clubes jacobinos; en ruidosos grupos, yendo de un calabozo a otro, discutíamos, jugábamos al ajedrez y compartíamos lo que leíamos en los periódicos”. Raskolnikov destaca el optimismo reinante entre los camaradas y el contraste con el clima mucho más severo que había reinado entre los presos políticos de la época anterior a la revolución, que eran luchadores firmes y revolucionarios profesionales. Ahora abundaban compañeros más jóvenes y combatientes fogosos, incorporados al partido en la ola desatada por la Revolución de Febrero.1


En los encuentros y reuniones en la prisión se sucedían discusiones intensas en torno a la táctica revolucionaria. Los más recientes e impacientes bolcheviques, entre los que abundaban los jóvenes, creían que el partido había cometido un serio error en julio al haber renunciado a la toma del poder, cuando lo reclamaba lo mejor del proletariado en Petrogrado, multitudinariamente y con las armas en la mano. Los bolcheviques con mayor experiencia y más disciplina defendían la política fijada por el Comité Central. Cuando Raskolnikov insistía en que el poder no podía tomarse hasta que una mayoría de los trabajadores siguiera a los bolcheviques, los más enardecidos respondían que la vanguardia revolucionaria, actuando con energía y audacia, podía tomar el poder en nombre de los intereses de la clase obrera y arrastrarla detrás de sí. Raskolnikov agrega que mientras Trotsky había apoyado sin retaceos la cautelosa política del Comité Central en los días de julio, ahora, en la cárcel, se permitía ocasionalmente alguna duda: “Quizá podríamos haberlo intentado… ¿y si el frente (el campesinado uniformado) nos apoyaba?… En ese caso todo hubiera sido diferente”. Estos “pensamientos impetuosos —completa el comentarista en sus memorias de años más tarde— eran seguidos rápidamente por un análisis más riguroso de la correlación de fuerzas existente” 2 .


¿Era el mejor momento?


El relato de Raskolnikov, sin embargo, revela algo más que una anécdota. Una década y media después, el problema merece una especial atención de Trotsky en su famosa Historia de la Revolución Rusa, en la cual le consagra un capítulo entero con el título de “¿Podían los bolcheviques tomar el poder en julio?”. Aquí Trotsky admite no sólo la posibilidad de la toma del poder sino que reconoce que si los bolcheviques se hubieran propuesto concretarla no habrían encontrado obstáculos, porque el Gobierno Provisional estaba reducido a una existencia espectral y sus amigos conciliadores de la centroizquierda en el Soviet carecían de todo apoyo entre las tropas de la capital, donde estaba la principal concentración obrera. El reexamen de Trotsky es más significativo si se tiene en cuenta que plantea abiertamente que la situación internacional era en julio muy favorable si se la compara con la enorme desventaja en el mismo terreno que produjo su postergación. Hubiera pillado a los alemanes en una posición más débil y sobre todo hubiera tenido un impacto mayor ante el proletariado europeo, que esperaba ansiosamente una intervención más activa de la Rusia revolucionaria. La postergación de la insurrección hasta octubre tuvo un altísimo costo porque —según el propio Trotsky— contribuyó decisivamente al triunfo de los imperialistas y la reacción en Europa.


Y, sin embargo, Trotsky admite que la táctica del partido y de Lenin fue correcta. “No se trata de tomar el poder. Hay que sostenerlo”, dice. Todos los elementos de un análisis cuidadoso de la situación revelaban que Petrogrado estaba demasiado aislado de la masa campesina y del resto del país como para aventurarse a “tomar el cielo por asalto”. Incluso, la preparación del proletariado era insuficiente para asumir el gobierno. Las dudas sobre el ánimo existente en el “frente”, que Trotsky habría expresado en la cárcel, eran ciertamente lo que podía inclinar la balanza en uno u otro sentido. Lenin opinaba entonces que era necesario que se procesara una descomposición más amplia en las filas del viejo Ejército zarista, amparado por la centroizquierda y la derecha, para dar una base indispensable a la toma del poder. De otro modo, las tropas marcharían desde el frente para aplastar al proletariado insurgente de la capital.


Dialéctica de la revolución


Las condiciones internacionales constituyen un factor clave, sin duda, y de la mayor importancia en la marcha de la revolución. Pero en este caso estaba condicionada por la maduración revolucionaria de las condiciones internas. La dinámica de la revolución tiene sus propias leyes, dictada por la lucha de clases nacional e internacional, cuyos ritmos están lejos de armonizarse como en un esquema abstracto. La correlación entre las circunstancias externas e internas que dominan la revolución es históricamente contradictoria: la “revolución socialista es nacional por su forma e internacional por su contenido”. Los factores determinantes de la revolución socialista progresan de un modo desigual; lo prueba el hecho mismo de que la Rusia revolucionaria fuera el “eslabón más débil” y no el país más avanzado en la cadena del capitalismo mundial.


Ahora que está de moda la historia “contrafáctica”, podemos preguntarnos qué habría pasado si los hechos hubieran ocurrido de otro modo. ¿Es posible negar toda razón al reclamo de los jóvenes bolcheviques que hacían dudar a Trotsky? Una respuesta absolutamente negativa omite que en la revolución, como en la vida y en la naturaleza, siempre está presente un elemento de incertidumbre. De otra manera en el universo no plantearía un futuro abierto. Está condicionado por el desarrollo anterior, pero abierto a la creación y a las alternativas. Lo demostró Darwin al probar que las formas que adopta lo viviente son siempre una combinación de azar y necesidad, de selección y adaptación. No en vano Marx dijo que en la teoría de Darwin estaba el fundamento “histórico natural” de su propia concepción de la historia. La naturaleza y la vida “crean”. La revolución, también, fecundada por la intervención consciente de sus más decididos protagonistas. El intento por “forzar” la realidad en el debate de los bolcheviques de 1917, aun en las prisiones en las cuales habían sido recluidos por la centroizquierda y la derecha, deja una gran lección teórica.


 


Notas


1. Estos testimonios son recogidos por Alexander Rabinowitch en The Bolsheviks Come to Power, New York, 1976.


2. Idem anterior.