Aniversarios

21/8/2020

“Trotsky, un gigante de la revolución y el internacionalismo en la etapa más difícil de la humanidad”

Intervención de nuestro compañero Néstor Pitrola en el acto del Partido Obrero por el 80 aniversario del asesinato de León Trotsky.

Buenas tardes a todas, a todos. Un saludo, antes que nada, a los compañeros del correo de Brasil con su huelga general que abarca a más de 100.000 trabajadores. Un saludo a la clase obrera y el campesinado boliviano que están luchando contra el golpismo, al pueblo del Líbano y al proletariado de todo el planeta que lucha contra la opresión capitalista en este momento histórico.

La vida entera de León Trotsky ha sido un ejemplo para enamorar a todas y a todos, pero en particular a la juventud, en la lucha por la revolución social. Casi adolescente se transformó en organizador de los primeros círculos obreros de la socialdemocracia rusa. El nombramiento como presidente del Soviet de Petrogrado, al que se refirió Soledad, ocurrió a mediados de 1905 en la gran huelga política de masas que él da su primer discurso en mayo de 1905, en el marco de la huelga general ante los 500 delegados de los 200.000 obreros de Petrogrado que representaba ese Soviet. En diciembre sería su presidente. Lo pinta de cuerpo entero como el organizador revolucionario de masas que fue León Trotsky.

Su incorporación a los Bolcheviques en 1917 marcará la confluencia estratégica, tras las tesis de abril de Lenin, de los que serían los líderes de Octubre. León Trotsky y Vladimir Illich Lenin. Fue fundador de la III Internacional, y ya expulsado por el estalinismo, la construcción de la Oposición de Izquierda en los partidos comunistas lo transformó en un gigante revolucionario de la continuidad del marxismo, de la revolución y del internacionalismo en la etapa histórica más difícil, la del surgimiento del fascismo y el nazismo hitleriano. Hasta que en 1938 fundará la IV Internacional, como ha marcado Soledad, en la convicción de que de la burocracia soviética no había más que esperar, que se había transformado en una casta contrarrevolucionaria que llevaría a la derrota a los trabajadores del mundo.

Su enorme obra teórica fue escrita siempre, siempre, en el fragor de la construcción revolucionaria, incluso cuando enfrentó al ejército blanco arriba del tren desde el que comandaba el Ejército Rojo que él llevaría a la victoria. En ese tren, que tuvo que defender armando hasta los cocineros en la famosa batalla de Kazán, escribió un gran libro, Terrorismo y Comunismo, delimitando del putchismo, lecciones que nos fueron muy valiosas a los compañeros que nos hemos incorporado al Partido Obrero en la década del 70.

 

Trotsky nos ha inspirado a la generación del Cordobazo y de la revolución cubana, nos ayudó a comprender la revolución china que se produciría nueve años después de su muerte, a poder valorar la derrota del Che Guevara, tan importante para los revolucionarios de la década del 70 y para las juventudes de todo el mundo, en Bolivia, entregado por la burocracia estalinista que alineaba al castrismo en Cuba y frustrado por la táctica foquista, que pretendió sortear la construcción de un partido obrero revolucionario. Ha sido un referente también para la generación del Argentinazo, tan importante en el PO. Tenemos que hacer conocer más y más su obra, para formar a los actuales activistas que surgen en la Argentina y en el mundo: las generaciones que llevarán el socialismo a la victoria. Por eso la formidable producción colectiva en este 80 aniversario sin antecedentes en la historia del PO. Trotsky, compañeras, compañeros, es la escala superior que puede adquirir el ser humano en esta sociedad de explotación y barbarie: la del revolucionario. El verdadero hombre libre, que aún sometido como todos a las cadenas de opresión social, lucha contra ella. Porque adquiere conciencia de la necesidad histórica de la lucha revolucionaria y le dedica su vida, su existencia entera.

Pero hubo muchos revolucionarios extraordinarios en la historia de la lucha socialista. Sin embargo el legado de Trotsky, teórico y político de construcción de la IV Internacional, el partido mundial de la revolución, es lo que determina que hoy la lucha socialista en el mundo esté representada por el trotskismo. Lo he podido decir en C5N, en distintos medios, distintos compañeros, Romina y Gabriel Solano lo han podido expresar en distintos medios. Es fantástico: ¡estamos popularizando el trotskismo! El trotskismo es la continuidad histórica de Marx, creador del socialismo científico, que propondría el gobierno de la mayoría proletaria contra la dictadura del capital, que llamó dictadura del proletariado y que tuvo su primera expresión en la Comuna de París. En esta continuidad se asienta el Partido Obrero.

En primer lugar porque Trotsky llega a la conclusión, antes que nadie, sobre el carácter permanente de la revolución en la era de la decadencia imperialista, una etapa de guerras y revoluciones que se abrió de manera irreversible desde la Primera Guerra Mundial. Él advirtió que los países atrasados como el nuestro no deberán esperar la revolución social en los más adelantados, lo cual tuvo su formidable comprobación en la Revolución de Octubre en Rusia, que abre la etapa de la revolución socialista en el mundo. Quiere decir, que a nivel mundial, la gran tarea que tenemos es la lucha por un gobierno de los trabajadores.

El desarrollo del capitalismo es desigual en las naciones modernas, combina los elementos más avanzados de la ciencia y la tecnología con formas brutales de atraso y desigualdad social: el armamentismo quema fuerzas productivas, la dominación del capital financiero y la tendencia a la bancarrota llevan a la quiebra al propio capital, cuestiones que solo la clase obrera en el poder podrá resolver. Y que como vemos se reproducen en la presente crisis capitalista mundial, con las guerras comerciales, las devaluaciones, con la pobreza, la desocupación masiva, la superexplotación de los trabajadores de las reformas laborales que caminan por el mundo, las crisis migratorias, la dependencia semicolonial de los monopolios y las potencias imperialistas y las guerras. Guerras que son parteras de los procesos revolucionarios.

Trotsky en 1924 marcó ante el estalinismo naciente que había dos concepciones: la de la revolución en único proceso que une las tareas democráticas y nacionales a las tareas socialistas, de carácter internacionalista, contra la tesis del socialismo nacional y la revolución por etapas, la tesis de Stalin, condenadas al fracaso. Trotsky definió como una “utopía reaccionaria al socialismo en un solo país”, planteó que el Estado obrero se desenvolvería en una disyuntiva de hierro: la revolución política para terminar con burocracia nacional-socialista o la restauración capitalista. Este, tal vez el más grande pronóstico marxista de la historia, fue confirmado primero en las rebeliones contra la burocracia, en los levantamientos en Berlín y Hungría, en la Primavera de Praga de 1968, en la rebelión de los sindicatos solidaridad en Polonia, y finalmente, por la negativa, con la restauración capitalista a la que llevó la burocracia soviética. Trotsky se basó en la unidad irreversible del mercado mundial capitalista, al cual se lo puede superar solo mediante el socialismo internacional.

Con el mismo método, la revolución permanente, formuló la cuestión de la unidad socialista de América Latina bajo la dirección de la clase obrera. Marcando que no será la retrógrada burguesía nacional de nuestros países, socia menor del gran capital internacional, la que nos sacaría de las cadenas de la opresión nacional. Y vean cómo los nacionalismos de nuestros días, el kirchnerismo, el chavismo, el Mas boliviano o Correa en Ecuador han prometido la patria grande y han fracasado en toda la línea: en lugar de la integración energética prometida tenemos la entrega de Vaca Muerta a los monopolios, que continúan todos los gobiernos de la burguesía, al igual que la creciente entrega de la cuenca del Orinoco en Venezuela; en lugar del banco del sud tenemos la vuelta del FMI a nuestras naciones; las uniones como el Mercosur o la Unasur se hunden para dar lugar al grupo Lima, en el cual que Alberto Fernández, agrupamiento golpista en función de la política imperialista de Trump. Trotsky formularía la consigna de la federación de Estados Socialistas de América Latina mediante gobiernos de trabajadores que está más vigente que nunca, no solo por la entrega de los gobiernos de derecha, proimperialistas, sino por el fracaso completo de los nacionalismos y la centroizquierda que gobiernan por cuenta de la burguesía.

Por el alcance de estas conclusiones, la lucha que dio Trotsky contra la degeneración del estalinismo tuvo un alcance mundial, no solamente restringido a la Rusia soviética. Porque los PC serían satélites de la burocracia soviética, no serían los partidos de clase internacionalista, que se mueven por una orientación de llevar el socialismo al mundo. Estarían al servicio de la coexistencia pacífica con el imperialismo para sostener sus propios privilegios de casta dejando la lucha socialista internacional para las calendas griegas. Lo que valía era la idea, que iría inevitablemente al fracaso, como marcó Trotsky en La Revolución Traicionada, la idea del “socialismo en un solo país”. Una concepción que llevó a derrotas violentas: la pagaron con sangre los comunistas chinos que en 1927 se integraron al régimen del Kuomintang, y fueron fusilados masivamente miles de militantes comunista. En la derrota de la extraordinaria guerra civil española que libró el proletariado español, que pudo haber abierto la victoria en la península de la Revolución Socialista en la nefasta década del ’30, que fue una década de guerras y revoluciones, por eso no es cualquier comparación la comparación que hacemos de esta crisis mundial con la crisis de 1930. Una política que llevaría a la traición al Che en la Bolivia de 1968 o a la derrota del gran proceso revolucionario en la Chile de los ’70.

Estas traiciones y estas derrotas pavimentaron y acentuaron la crisis y la ausencia de una dirección revolucionaria de la clase obrera. Hoy los frentes amplios, como el uruguayo, el peruano o la concertación chilena, siguieron los pasos del eurocomunismo que transformó a los PC en partidos del capital. Se trata de una izquierda de colaboración de clases que se ha pasado al campo contrarrevolucionario como lo prueba su integración en la Argentina al gobierno fondomonetarista de Alberto Fernández. Es una izquierda que hace de contención de los sucesivos procesos de rebelión popular que volvieron a expresarse con toda fuerza en 2019 en América Latina y otros lugares del mundo. Nosotros, la izquierda revolucionaria, tenemos la tarea de superar a esta izquierda de colaboración de clases.

En la gran Conferencia Latinoamericana realizada días pasados, hemos defendido los reagrupamientos de independencia de clase contra las formaciones electorales de centroizquierda como el Psol brasileño, el frente amplio peruano o el frente amplio chileno, mediante la formación de partidos revolucionarios que luchen por el gobierno de trabajadores, por la construcción de la IV internacional en América Latina. El Frente de Izquierda nació, precisamente, en contraposición a los frentes de colaboración de clases, superando las experiencias de los ’80 y los ’90 de Izquierda Unida, con el PC, atrás de figuras de la pequeña burguesía centroizquierdista que eran la sombra de la sombra de burguesía, parafraseando al propio Trotsky que describía así a los frentes populares. Por eso el futuro del FIT está asociado a transformarse en el frente único de independencia política en todos los terrenos de la lucha de clases.

¿Y cómo enfrentamos políticamente estos desafíos? ¿Con qué armas vamos a esta batalla? Nuestras herramientas son el programa y el partido. Trotsky retoma a Marx en el método del Manifiesto Comunista formulando un programa y proponiendo la transformación de la clase obrera en partido, pero recogiendo la fabulosa experiencia de triunfos y derrotas desde la revolución de octubre. En el Programa de Transición se demuestra que las premisas objetivas están dadas para la revolución como resultado de la descomposición capitalista. Trotsky formulará en el Programa de Transición de 1938 una caracterización absolutamente catastrofista definiendo la agonía mortal del capitalismo, confirmada por la catástrofe de nuestros días, con crisis mundial, con las pandemias, que ha dado origen a las rebeliones en Estados Unidos, en Bolivia, en Líbano y en numerosos países ahora mismo, pero al mismo tiempo nos dirá que la única etapa que no podemos saltar es la de la conciencia de las masas. Esas premisas objetivas se confirmaron rápidamente en la década de los ’40 en la revolución yugoslava, en la revolución china de 1949 y aún en la ocupación del ejército rojo de media Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Diez años después, la revolución cubana abriría el período de la revolución socialista en nuestra América Latina. Esta caracterización del Programa de Transición para nosotros es un arma de desarrollo del partido y de la conciencia de clase: si el capitalismo es un régimen agotado, la tarea es el gobierno de la clase obrera al frente de todas las y los explotados.

La lucha por el poder es una lucha política, por ganar a la clase obrera a esta perspectiva, por fortalecer su organización independiente, por recuperar sus sindicatos de manos de la burocracia sindical que Trotsky ayudaría a comprender como nadie. Son sus lecciones las que aplicamos en la recuperación de los sindicatos como el Sutna, la AGD, los Sutebas y en todo el cuerpo sindical dominado por las distintas variantes de la burocracia sindical argentina donde intervenimos. Con la táctica del frente único de clase. Incluso la importancia de la unidad de clase entre ocupados y desocupados que el Polo Obrero lleva adelante como norte estratégico y metodológico. En suma, por poner al movimiento obrero en la ruta de su propio gobierno. De ahí el valor del Programa de Transición, que formula al detalle las consignas que nos permiten intervenir en la lucha cotidiana que dan los trabajadores, en los sindicatos, en los barrios, en las fábricas o los lugares de estudio creando un puente entre las demandas inmediatas y la lucha política de poder: el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, el salario mínimo y móvil equivalente a la canasta familiar, el control obrero de las cuentas, de la producción, la abolición del secreto comercial y la apertura de los libros de las empresas capitalistas, las nacionalizaciones bajo gestión obrera y el gobierno obrero y campesino, la forma popular de la dictadura de la mayoría proletaria contra la dictadura de la minoría capitalista que hoy llamamos gobierno de los trabajadores. Aquellos mecanicistas que deducen la revolución de las condiciones objetivas prescindiendo del partido y de su desarrollo efectivo en la lucha de clases están condenados al basurero de la historia. Y, a menudo, les sirve al fin de tener las manos libres para adaptarse al nacionalismo.

El problema de los problemas es superar la crisis de dirección de la clase obrera. Trotsky afirmaría en el Programa de Transición que “la crisis de la humanidad es la crisis de dirección del proletariado”.Naturalmente no tienen el mismo contenido que en 1930. Las rebeliones populares que hoy se renuevan en plena pandemia, en Líbano, en Bolivia contra el gobierno golpista, ahora en Bielorrusia y en los propios EE.UU., el corazón del capitalismo de nuestros días, ponen al rojo vivo la cuestión del programa y la construcción del partido que lleve las masas a la victoria. O sea la cuestión de la dirección política de esos movimientos.

“La IV Internacional reivindica la necesidad de ocupar un lugar destacado en todas las luchas provocadas por la opresión social o nacional.” Desde la concepción del Programa de Transición, todos los grandes movimientos de lucha de las masas son nuestros movimientos, la formidable lucha de la mujer contra la violencia, la discriminación, la opresión, por el aborto legal y por su emancipación; los grandes movimientos antirracistas y contra la represión; las luchas ambientales contra la depredación capitalista del planeta: todos son nuestros movimientos, no para sumarnos ciegos al movimientismo ni para adaptarnos a los límites de clase de quienes los sostienen como movimientos de reforma bajo el capitalismo, absolutamente irreformable, sino para formular desde la lucha codo a codo, con el oído pegado a las masas como decía Lenin, con ellos la estrategia anticapitalista de unidad con la lucha contra la opresión social y por el gobierno de los trabajadores. Para Trotsky como para Lenin, el partido revolucionario no está para “explicar” la crisis, sino para organizar la intervención de los trabajadores en ella y abrir la ruta de su propio poder político.

Cuando se acerca el XXVII Congreso del Partido Obrero el próximo 12 de octubre, hoy, en el 80 aniversario del asesinato de León Trotsky, venimos a reafirmar que no hay programa sin partido y no hay partido sin programa, el concepto del Programa de Transición. Porque el partido elabora y reelabora al calor de la lucha de clases. Por eso, en 2004, en nuestro programa de fundación de la CRCI, formulamos un planteo de fondo frente la restauración capitalista, que lejos de abrir una ruta para un superimperialismo incorporaría a los ex Estados Obreros a la crisis capitalista mundial. Exactamente la realidad que vivimos hoy, surcada por las guerras comerciales, los enfrentamientos bélicos, por la depresión económica y el hambre de miles de millones. Al mismo tiempo, reivindicamos a fondo el Programa de Transición ante los extrotskistas que abandonaron la lucha por el gobierno de los trabajadores, lo borraron de su programa, como el NPA francés y el llamado Secretariado Unificado, otrora la corriente más extendida de quienes se reclamaron del trotskismo, que se había constituido desde hacía más de 30 años en un apéndice de la democracia burguesa; con la reivindicación del “socialismo con democracia” y la sustitución del proletariado por la pequeño burguesía como sujeto revolucionario.

En la Conferencia Latinoamericana convocada por el Frente de Izquierda hemos podido desenvolver estas posiciones entre 50 organizaciones, al tiempo que iniciativas de lucha y de continuidad. Con el método del frente único y la clarificación política. Hoy, a 80 años del asesinato de este gran protagonista del Siglo XX, de uno de los mayores revolucionarios de la historia, ante la crisis mundial en desarrollo, venimos a reivindicar la época histórica del socialismo, la construcción del partido revolucionario, la refundación de la Cuarta Internacional, para contribuir a los esfuerzos colosales de los pueblos que luchan contra el régimen de clase, de guerras y de explotación humana. ¡Viva la unidad mundial de la clase obrera, viva la unidad socialista de América Latina, viva el socialismo internacional!

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