Una polémica singular

Miguel Sorans, de Izquierda Socialista, acaba de escribir que un reciente artículo nuestro sobre Malvinas pone en cuestión “el futuro del Frente de Izquierda”. No es la forma de encarar una crítica a lo que hemos dicho: el Frente de Izquierda es un acuerdo político para construir el futuro, no para unificar posiciones sobre el pasado. El tema en debate tiene que ver con la posición marxista sobre las guerras nacionales -siempre de enorme actualidad en el mundo entero- y respecto de la guerra del ’82.


Es cierto que para Sorans, el mencionado artículo de Prensa Obrera no es una caracterización política sino una “calumnia”, porque Nahuel Moreno – retruca Sorans- nunca habría apoyado la ocupación de Malvinas sino que la denunció como una maniobra, con el curioso resultado de que tuvieron que pasar 30 años para que descubramos que todos opinábamos lo mismo y que lo seguimos opinando ahora. Sólo que Moreno afirmó eso recién en mayo de 1983, la fecha del folleto que cita Sorans. En abril de 1982 -o sea cuando se ocupa Malvinas y mucho antes del envío de la flota británica- decía otra cosa (Palabra Socialista N° 38): que “los socialistas estaremos por el triunfo del ejército argentino -aunque al principio lo mande Galtieri- y por la derrota del británico”.


Palabra Socialista N° 39 (15/5/82) titulaba “Contra los piratas ingleses y los bandidos yanquis. UNIDAD PARA HACER LA GUERRA SIN CUARTEL”. Unidad con las fuerzas armadas de Galtieri. Más adelante insistía: “Decimos que mientras siga haciendo la guerra a Gran Bretaña, hay que estar militarmente a su lado en forma incondicional…”. Aquí la cosa ya es diferente, porque la guerra había comenzado. También nuestra posición era el apoyo incondicional a la guerra contra el imperialismo británico. En nuestros análisis de la época, anticipamos -desde el 2 de abril- que si la maniobra de la dictadura de conseguir un arreglo con Reagan fracasaba y se iba a la guerra, la consigna debía ser la derrota del imperialismo inglés.


En este punto, la polémica descubre algo singular: que tanto el PST como nosotros coincidíamos totalmente en que, en una guerra nacional, debíamos estar del lado militar de la nación oprimida y de la guerra que protagonizaban sus fuerzas armadas. Pero el mismo 2 de abril, al denunciar la maniobra de la dictadura, nosotros ratificamos la vigencia de la consigna de Asamblea Constituyente Soberana -es decir: poner fin a la dictadura militar. Aun el 2 de abril.


¿Calumnia?


Por eso no entendemos cuando Sorans afirma que estamos calumniando al PST de 1982. Por un lado, Sorans coincide en que había que denunciar la maniobra de la ocupación -cosa que entonces no hicieron. Por otro lado, apoyaron muy correctamente la guerra contra la flota de Thatcher y, como veremos, llamaron a alistarse para eso.


Moreno lo relata con todas las letras. “La dirección del PST le propuso a Páez y al Pelado (Juan Carlos López Osornio, el ‘pelado Matosas’) que se anotaran como voluntarios para ir a pelear. Ambos aceptaron de inmediato el desafío. Los dos, apenas salidos de las cárceles de la dictadura, demostraban con su ejemplo práctico cómo se apoyaba la lucha del pueblo argentino contra el imperialismo inglés, aunque estuvieran al frente de esa guerra los genocidas que los habían mantenido presos durante años” (“Malvinas, prueba de fuego”, Ediciones El Socialista, pág. 56). En otro texto del PST se insiste: “Como la situación es muy compleja, se resolvió consultar a los dirigentes de la LIT y Nahuel Moreno, categórico, dice ‘si fuera joven ya me hubiera anotado como voluntario’. Así la discusión se abrió en el Partido. Fue un debate duro que enseguida fue clarificándose”. Nosotros, los militantes del Partido Obrero, como trotskistas, recogemos la tradición revolucionaria de enfrentar armas en mano la guerra del imperialismo. Aquí viene entonces la otra curiosidad de la polémica, a saber que los calumniados por nosotros seríamos nosotros mismos, que en línea de principio sostenemos en forma práctica las guerras nacionales. ¿Por qué Sorans interpreta esta posición revolucionaria del PST como una calumnia contra el mismo? No tenemos ninguna información de que ese alistamiento militar se hubiera llevado a la práctica. Ahora, el intento de discutirlo con el segundo cuerpo de Ejército, ¿no es la consecuencia natural, cuando lo hace un partido político, de este planteo? ¿No fue lo que hizo Mao tse Tung cuando ofreció a Chiang Kai-shek un frente único militar contra la invasión japonesa? La entrevista, pedida por el rosarino Rubén Visconti -un recién venido, según supimos en la época- no fue atendida. El detalle es secundario, porque la línea política estaba trazada con toda claridad.


Coincidiendo en línea de principio con el planteamiento de unidad militar y de alistamiento, discrepamos en el ’82 porque adulteraba las tareas que planteaba la guerra, las que implicaban, lograr que las masas se movilizaran para atacar las propiedades y recursos del imperialismo dentro del conjunto del país. El apoyo militar a la guerra debía ser subordinado a un cambio de eje de ella, de otro modo la victoria del imperialismo era inevitable. El alistamiento militar de los revolucionarios deformaba la posición que entendíamos correcta frente a la guerra y aparecía como un reforzamiento político de la dictadura, aunque se declarara que no había ningún apoyo político.


¿Qué revolución democrática?


Nuestro artículo de Prensa Obrera señala que la caída de Galtieri y la convocatoria a elecciones bajo otro gobierno militar fueron impulsadas por el imperialismo y la burguesía. Alfonsín había propuesto a la embajada yanqui, en mayo, un gobierno de transición encabezado por Arturo Illia. Lo que nosotros caracterizamos como una contrarrevolución democrática (asentada en la victoria militar del imperialismo), Sorans y el PST de la época lo presentaron como “el ‘inicio de una revolución democrática’. Porque no fue algo organizado por 'los de arriba', sino impuesto ‘por los de abajo’ -dice Sorans. Obviamente, tenemos una discrepancia. Según toda la experiencia histórica, el derrocamiento de un gobierno capitalista, incluida una dictadura, por parte de las masas plantea el “fin de la revolución democrática” (Lenin) y el inicio de una revolución socialista, condicionada en su desarrollo por el nivel de la crisis revolucionaria y la conciencia de las masas. El inicio de la revolución democrática es una tesis de cuño menchevique: “Ahora y no después es el momento de imponer la democracia (…) el primer paso es restablecer la soberanía popular…” (Palabra Socialista, julio de 1982).


Por otra parte, queremos destacar la anomalía de reivindicar una guerra nacional conducida por una dictadura, con la caracterización de la derro ta militar de esa dictadura y un recambio en su cúpula manejado por el imperialismo, como el inicio de una revolución democrática. La 'soberanía popular’ que se recuperó a fines del ’83, fue en los términos políticos, jurídicos y constitucionales arreglados por el imperialismo y el gobierno militar – en primer lugar, la continuidad del aparato del Estado y su legislación; en segundo, el pago de la deuda externa.


No hemos practicado nunca la calumnia. Como el tema Malvinas seguirá en el candelero por mucho tiempo -e incluso se convertirá en eje de crisis políticas- es necesario tratar con respeto las posiciones en disputa y no caer en la descalificación.