Correo de lectores
9/9/2004|867
Acerca de Grissinópoli
El 1° de julio salió publicado en Prensa Obrera un artículo de Pablo Heller titulado “Grissinópoli también: pagando un precio muy CARO". Treinta días después apareció en Indymedia Argentina una carta supuestamente firmada por 15 trabajadores de la fábrica. Y digo "supuestamente” porque no dispongo de ningún otro elemento que acredite la autenticidad de tal carta. No es la primera vez ni será la última que aparecen en ese medio declaraciones que resultan luego desmentidas por sus supuestos autores. En la carta, se señala que lo expresado en el artículo publicado en Prensa Obrera es mentira; que el autor del artículo se “deje de mentir en relación a la situación de la fábrica...”, “...que usted (refiriéndose a Pablo Heller) nos menosprecia y subestima... (Diciendo) que no podemos pensar por nosotros mismos... y por lo tanto somos víctimas del Dr. Luis Caro...”.
Con relación a todo esto, el artículo forma parte de un debate más que necesario para el conjunto de las fábricas recuperadas que están ahora frente a problemas cruciales para su supervivencia. El artículo sobre Grissinópoli se integra con otra serie de artículos referidos a Brukman, Zanón, Transporte del Oeste, Clínica Lerena que luego fueron reunidos en un folleto bajo el título “¿Adónde van las fábricas ocupadas?”.
De eso no se habla
Lo que más llama la atención de la supuesta respuesta de los trabajadores de Grissinópoli son sus omisiones. ¿Por qué no aparece ni una mención al hecho denunciado en el artículo de Pablo Heller acerca de la injerencia creciente de Tía Mantea” en la fábrica, para la cual Grissinópoli viene produciendo casi en forma excluyente. ¿No es acaso grave la amenaza que se cierne sobre la cooperativa, de transformarse en una suerte de tercerizada (la empresa nombrada ha llegado al extremo de designar un capataz dentro de la planta, al menos por algún período)?. ¿No es acaso cierto que los compañeros cumplen agotadoras jomadas laborales para sostener la fábrica y que dependen cada vez más de un patrón, que en la primera de cambio puede abandonar a su suerte a los trabajadores? ¿No es acaso cierto que se vencen los dos años de la expropiación transitoria? El Estado patronal se niega a entregar subsidios y a colocarse como proveedor privilegiado de los emprendimientos de la clase obrera, mientras otorga grandes subsidios a los bancos y otras patronales.
Lo único que se objeta en la carta de Indymedia sería la afirmación de que hay una propuesta de préstamo del Banco Nación para comprar la empresa. ¿Pero existió o no tal propuesta del Dr. Caro? Si al momento de publicarse el artículo de Prensa Obrera tal oferta había sido rechazada, lo único que prueba es que la oposición que generó la propuesta del préstamo ya estaba más madura de lo que el autor del artículo anticipaba. Los trabajadores rechazaron el crédito porque “olían” que no iban a poder pagarlo y volvieron a reafirmar su reclamo a favor de la expropiación.
En la nota nombrada tampoco aparece una sola mención al centro cultural. ¿Pero Grissicultura existe o ha dejado de funcionar? ¿Por qué ha desaparecido? ¿No es acaso que, una y otra vez, el Dr. Caro -quien estuvo con Aldo Rico, digamos de paso- se oponía a que la izquierda esté allí con los trabajadores? La liquidación del Centro Cultural sólo pudo ser obra de una extorsión.
Sorprendentemente, la carta reivindica que la fábrica se mantuvo “sin violencia”, "sin prepotencia”, con “humildad y legalidad”, lo cual es un eufemismo del fascistizante “cambio en paz”, respetando las leyes e instituciones vigentes. Los trabajadores, sin embargo, sufren los perjuicios -y no precisamente los beneficios- resultantes del “imperio de la ley y de las instituciones” que defiende el Sr. Caro. Vale como ejemplo reciente el de Gatic. Lo confirma la historia real de Grissinópoli. Si hoy los trabajadores están aún de pie es porque “violentaron” el sistema jurídico y económico vigente, es decir, al capitalismo y... "combatieron al capital..." ocupando la fábrica y colocándola bajo su control, desconociendo a los dueños y haciéndola funcionar nuevamente.
En resumen, resulta difícil creer que esta nota haya sido elaborada de puño y letra por los trabajadores de Grissinópoli. Y si así lo hicieron, lejos de desmentir lo que se denuncia en el artículo de Pablo Heller, lo confirmaría. Una respuesta de este calibre sólo se explica como consecuencia de la presión y el chantaje al que están sometidos los compañeros de la fábrica.