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7/11/2007|779

Brasil o la bancarrota anunciada

Los ríos de tinta destinados a explicar por qué Brasil no seguirá la ruta de la bancarrota Argentina se han convertido en catarata. Desde las trincheras del PT, como desde las del capital financiero, se insiste en que Brasil no corre el riesgo de quebrar porque tiene el 75% de su deuda pública en reales. Por lo tanto, puede refinanciar continuamente la deuda sin caer en la cesación de pagos. La segunda diferencia con Argentina sería que sin el cepo de la “convertibilidad” las autoridades monetarias no tendrían que entregar dólares al precio de remate de un tipo de cambio fijo muy bajo.


Naturalmente, con la devaluación del real los costos de pagar la deuda en reales se hacen cada vez más prohibitivos. Resultado: se evitaría el default pero a costa de mayor inflación o costo fiscal. Con vistas a este escenario, el secretario general del PT – Luiz Dulci – ya anunció que difícilmente se pueda cumplir con el compromiso de elevar el salario mínimo en función de la inflación, de 200 a 240 reales. En la misma línea, el presidente del PT – José Dirceu – , abrió el paraguas con el verso de siempre: que la herencia que recibía del gobierno de Cardoso era peor de lo que imaginaba (ambos en Clarín, 2/11).


Como se ve, la supuesta “creatividad” de los petistas brasileños es la misma que exhibieron los De la Rúa, Chacho Alvarez, Duhalde o Alfonsín. Por otra parte, la tentativa de salir del default con la devaluación, la hiper-recesión y el hipotecamiento de las finanzas públicas con tasas usurarias o bonos basura es lo que han hecho aquí los “antineoliberales” nativos. Y, por supuesto, agravó la bancarrota.


Aún así, de tanto insistir en que la deuda brasileña está en reales, se escamotea el hecho de que el 30% de la deuda contraída en dólares, ya entró… en cesación de pagos, como lo revela la quiebra del poderosísimo multimedio Red Globo, que fue anunciada en paralelo con la victoria de Lula y justificada por la “desaceleración económica” y el “aumento del dólar”(Ambito Financiero, 29/10). Algo que revela que se va de la bancarrota al default, y no al revés. El quebranto de la Red Globo, además, “es un verdadero presente griego para el flamante presidente electo porque uno de los principales acreedores del grupo es el estatal Banco Nacional de Desarrollo” (ídem).


Lo de la Red Globo no es un caso aislado. La consultora Merrill Lynch acaba de divulgar que un 25% de las empresas brasileñas tiene gran probabilidad de no conseguir pagar sus deudas en moneda extranjera en el próximo año (O Estado de Sao Paulo, 22/10). El problema no termina aquí: los estados brasileños (provincias) están en la lona y “ninguno puede soportar los gastos comprometidos en sus presupuestos, que alcanzan ya a un 15% del total de los gastos” (Folha de Sao Paulo, 22/10).


Precisamente, el Banco Central salió a vender dólares para que la devaluación del real no acentúe la “quebradeira” del gran capital privado endeudado. Esto plantea, en contrapartida, la posibilidad de una caída “peligrosísima” de las reservas (O Estado de Sao Paulo, 21/10). Es como la frazada corta que cubre los pies destapando la cabeza o viceversa.


Para comandar este proceso el gran capital reclama que uno de sus hombres vaya al frente del Banco Central. Como revela el caso argentino, el puesto es clave para seleccionar a los beneficiarios de los subsidios oficiales y de la reestructuración que implica la bancarrota. En esta línea, uno de los líderes económicos del PT, el senador paulista Aloisio Mercadante, acaba de saludar la decisión del gobierno “neoliberal de Cardoso” de elegir al nuevo presidente del Banco Central antes de que asuma Lula (O Estado de Sao Paulo, 28/10).


Entre los candidatos más cotizados se encuentra Paulo Lemme, un brasileño que preside la consultora Goldman Sachs y que se declaró partidario de una política de ajuste más severa que la ya pactada con el Fondo Monetario Internacional. Y esto, después de entrevistarse con los máximos dirigentes del partido de Lula algunos días atrás.