“Gran Bretaña está volviendo a ver los piquetes”
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Sólo la apertura de negociaciones de último minuto logró evitar el inicio de una gran huelga en Gran Bretaña, la de los bomberos, cuyo sindicato había resuelto comenzar con un paro de 48 horas el próximo 6 de noviembre y desarrollar 32 jornadas de huelga hasta Navidad. La huelga se evitó “al menos por ahora”, abre el paraguas un comentarista, porque las diferencias son muy grandes: el sindicato reclama un aumento salarial del 40%, como consecuencia del gran atraso salarial que han sufrido los bomberos; el gobierno ofrece apenas el 4% y esto sólo a cambio de cláusulas de flexibilización laboral.
Los bomberos votaron masivamente por la huelga, en una proporción de nueve a uno. El conflicto amenazaba – y de hecho todavía amenaza – con provocar una gran crisis nacional. El gobierno anunció que movilizaría el ejército para suplantar a los bomberos, pero el alto mando advirtió públicamente sobre el “efecto desmoralizador” sobre los soldados de obligarlos a “pasar entre las líneas de piquetes” (International Herlad Tribune, 26/10). Al mismo tiempo, otros gremios, como los trabajadores de subterráneos y los de las plantas de energía nuclear, advirtieron que pararían en solidaridad con los bomberos y en defensa de sus propios trabajadores, ya que “sin los bomberos, no se puede garantizar la seguridad”. Estos anuncios son muy significativos ya que por una ley de la Thatcher, que Blair ha dejado en pie, las huelgas de solidaridad están prohibidas.
El conflicto de los bomberos es una muestra más del giro en el estado de ánimo de la clase obrera inglesa. En los últimos meses, se registraron huelgas en los subtes, de los trabajadores municipales y de los docentes. Los municipales y los docentes obtuvieron importantes conquistas salariales mediante la huelga. En la misma semana en que se anunciaban las negociaciones con los bomberos, los docentes universitarios votaron ir a la huelga. Aunque en una dimensión todavía menor, también entre los trabajadores del sector privado se registra un cambio de humor: Amicus, el segundo mayor sindicato británico, bajo amenaza de ir a la huelga, acaba de obtener una victoria contra el pulpo financiero Prudential al impedir el despido de 800 trabajadores.
Hay otros síntomas importantes: por primera vez en muchos años, está creciendo nuevamente el número de trabajadores afiliados a los sindicatos y, muy importante, en las elecciones de grandes organizaciones obreras, como Amicus o los ferroviarios, están siendo desplazados burócratas abiertamente pro-gubernamentales por direcciones ubicadas más a la izquierda.
Si, además, se considera que el activismo obrero y sindical tuvo una muy importante participación en la enorme marcha contra la guerra de Irak realizada no hace mucho en Londres, salta a la vista, como reconoce un comentarista, que “el nuevo activismo sindical refleja una creciente desilusión con Blair y su gobierno”. Por eso, “Gran Bretaña está volviendo a ver los piquetes” (International Herlad Tribune, 26/10).