Internacionales
10/11/1993|407
Huelgas obreras en China
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Durante 1993, las huelgas obreras se han convertido en un fenómeno recurrente que “llena de preocupación a las más altas autoridades del país” (Washington Post, 18/10).
La clase obrera ha comenzado a rebelarse abiertamente contra las brutales condiciones de superexplotación que constituyen todo el “secreto” del “milagro económico” chino. Un corresponsal del “Washington Post ” en China relata el caso de una fábrica de zapatillas en el interior del país, propiedad de una empresa sudcoreana: los salarios son de 14 centavos de dólar la hora, “bajos incluso para la medida china”; la jornada es de 13 horas; los 1.200 obreros y obreras deben hacer cola para acceder a los únicos diez baños de toda la planta, las condiciones de seguridad e higiene son descriptas como “pobres” y los trabajadores no gozan de servicios médicos ni de garantía en el empleo; la empresa tampoco provee viviendas a sus trabajadores (una práctica común en las empresas estatales). La primera de las huelgas en esta fábrica —luego le siguieron otras— estalló por la brutalidad de los capataces, que golpearon ferozmente a tres obreras porque “no se arrodillaron ante ellos para recibir una reprimenda por trabajar demasiado despacio”.
Las huelgas han comenzado a hacerse habituales en las empresas de propiedad de extranjeros. Los capitalistas “abusan”(¡y no lo dice PO sino el “Washington Post”!) de la inexistencia de leyes laborales que fijen el salario mínimo y definan los derechos de los trabajadores, y de la inexistencia de sindicatos, incluso de los propios sindicatos oficiales. Así, los capitalistas “pagan los salarios con retraso, alargan las jornadas y empeoran las condiciones de trabajo”. La tensión es particularmente aguda en las provincias de Guangdong y Fujian; sólo en una ciudad —el puerto de Tianjin— los obreros han ido a la huelga en más de una decena de oportunidades (según los registros de la prensa china) por salarios y condiciones de trabajo.
Ya se ha señalado que las autoridades chinas no permiten la formación de sindicatos en las empresas extranjeras para “atraer inversiones”. Su “preocupación”, precisamente, es que las huelgas ahuyenten a los capitalistas... una confirmación adicional de que las huelgas, las manifestaciones y movilizaciones obreras son la única valla a la restauración capitalista.
Pero no sólo los burócratas están preocupados. “The Economist” (4/6) dejar ver su temor cuando afirma que si las huelgas obreras llegan a unirse con las rebeliones campesinas y con el descontento de las decenas de millones de desocupados, “los resultados pueden ser inimaginables”.