Kirchner se queda sin gas en un ambiente que se caldea
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Se encuentra en marcha un viraje en la situación política nacional. La crisis energética ha sido un catalizador. Ya es admitido por casi todos que se fue desplegando delante de las narices de Kirchner, con la complicidad de las empresas energéticas, con el objetivo de hacer pasar el tan reclamado tarifazo. Hace dos semanas, Kirchner cerró un convenio con las petroleras para llevar el precio del gas a los valores en dólares de diciembre de 2001 (lo que significa triplicarlo), esquema que se repite ahora con las empresas eléctricas. Para acelerar la aplicación del aumento, el gobierno lanzó un “tarifazo encubierto” a través del plan de “premios y castigos”, lo cual viola todas las disposiciones legales sobre audiencias públicas, prohibición de indexación y discusión previa de los marcos regulatorios. “Finalmente, comenzaron a llegar en tropel los aumentos de la luz y gas”, admitió Clarín (30/4), que agrega: “Lo que no se ha explicado suficientemente es por qué ahora, y no cuando desde el propio Gobierno, hacia setiembre-octubre del año pasado, se asociaron los augurios de escasez en el abastecimiento de energía a presiones de las compañías por ajustes tarifarios. Hoy coinciden las dos cosas: aumentos y crisis eléctrica”.
La explicación es que los pulpos energéticos fueron reteniendo el gas y paralizando las inversiones en exploración y ampliación de gasoductos, con la complicidad del gobierno, para forzar el tarifazo. Clarín dice que “parte de la misma historia es que con los aumentos aparezca el gas que las empresas podrían estar reteniendo a la espera, precisamente, de las subas”.
El tarifazo abarcará a las casas de familia y pequeños comercios, aunque el precio de la garrafa de gas ya habría pegado un salto, lo que desnuda el “discurso” kirchnerista de que las viviendas estarán excluidas de cualquier suba. A esto se agrega el reclamo de las petroleras de aumentar el precio de las naftas.
La operación no se limita al tarifazo. “En las últimas horas, Kirchner suscribió la decisión de Lavagna de apurar el acuerdo con la empresa francesa que administra Aguas Argentinas y coincidió con él en que todos los contratos de las empresas privatizadas deberían estar renegociados en junio. Como se ve, no sólo el discurso excitó a las empresas”, escribió Morales Solá (La Nación, 25/4).
La crisis energética, sin embargo, es también parte de un operativo internacional comandado por EE.UU. El subsecretario del Tesoro norteamericano, John Taylor, “reconoció la importancia política del acuerdo para la importación del gas boliviano... La ayuda a Bolivia fue un pedido personal de George W. Bush” (ídem).
La importación del gas boliviano, a precios internacionales, significa un puente a Chile. Morales Solá comenta que Kirchner rechazó el planteo de que las exportaciones de gas boliviano estuvieran condicionadas al compromiso argentino de no re-exportar gas a Chile. “La Argentina rechazó ese planteo y aceptó sólo una cláusula que impide el envío del gas boliviano a Chile” (ídem). En Bolivia admiten que la “Argentina podría usar el gas proveniente de Bolivia para fines domésticos y seguir supliendo al mercado chileno con el suyo. ¿Cómo evitar dichas triangulaciones?” (La Razón, Bolivia, 19/4). La ayuda kirchnerista a Mesa reabrió la crisis política boliviana con relación a la exportación de gas, en particular a Chile.
La creación de una empresa de energía estatal es puramente simbólica, en referencia al monopolio que ejercen Repsol y los demás pulpos petroleros, y servirá para que la “empresa nacional” absorba los costos de la crisis energética, mediante, por ejemplo, la financiación de gasoductos.
El tarifazo en marcha significa, claro, un golpe enorme al bolsillo de los trabajadores. Pero afecta también a la burguesía agraria e industrial que se fue recomponiendo, entre otras cosas, gracias al precio barato de la energía luego de la devaluación. Los lavagna-kirchneristas del Credicoop admiten que la “recuperación” se debió a la “suba significativa de los márgenes de ganancias que tuvieron las empresas gracias a una abrupta caída del costo laboral y a la reducción del costo energético y financiero” (La Nación, 29/4). Pero todos estos factores han comenzado a revertirse.
Deuda
La creciente presión del Tesoro norteamericano para que Kirchner “arregle” el tema de la deuda es otro factor de la crisis. Lavagna ya está trabajando en la línea de “mejorar” la oferta a los acreedores. Esa “mejora” consistiría en un reconocimiento de los intereses impagos (que no figuraba en la propuesta original); en un pago al contado como prueba de “buena fe”; en apreciar el peso para que con el mismo superávit del 3% del PBI el Tesoro argentino pueda comprar más dólares para pagarles a los acreedores. Los pagos serían incluso mayores si el superávit se llevara a 3,5 ó 4% del PBI. Por esa razón, los bonos en default siguieron aumentando su cotización. Existe, además, un acaparamiento del mercado para subir la cotización e impedir, de este modo, que se reúna el mínimo de votos necesario para que los acreedores acepten un acuerdo con Argentina. “Títulos que, según se desprende de la propuesta oficial, deberían valer el 10% de su valor nominal, superan los 30 dólares” (Clarín, 24/4).
La gran burguesía industrial, por su parte, ha recibido desgravaciones impositivas y la amortización acelerada de las inversiones, lo que también significa menores impuestos, en especial para ciertos pulpos, como Techint.
La apreciación del peso que vienen impulsando los acreedores choca con los intereses de la burguesía agraria e industrial beneficiada por la devaluación y el tipo de cambio alto. Pero en oposición a esta tendencia revaluadora del peso frente al dólar, se está haciendo presente en potencia una cadena de devaluaciones, con epicentro en Brasil. La anarquía del capitalismo se manifiesta aquí con toda su fuerza y acelera los perspectivas de una nueva reversión económica.
Esta crisis tiene lugar en el cuadro de una renovada lucha salarial. La mayor actividad que muestran algunas ramas de la producción ha generado una onda de aumentos salariales entre quienes están por arriba del básico. A su vez, entre los empleados públicos entró en crisis la política colaboracionista de la CTA y De Gennaro por el continuo aumento del costo de vida y por las victorias que se alcanzaron en Metrovías, TDO y los aumentos de salarios entre las patronales privadas.
Se están reuniendo así los elementos de un fuerte choque entre los distintos sectores de la clase dominante, mientras se deteriora a pasos acelerados el arbitraje de Kirchner. Todo esto se refleja en la crisis del PJ. Los crecientes choques entre Duhalde y Kirchner, el empantanamiento en torno a la ley de coparticipación federal y los renovados intentos del kirchnerismo pasa desplazar a Scioli de la línea de sucesión presidencial son expresiones de la incertidumbre que se ha generado.
Agotado el margen para la demagogia, Kirchner impulsa la línea represiva expresada en el petitorio de Blumberg, con yapa.