Las Lajas: como Cutral Co

La semana pasada, los pobladores de Las Lajas, una pequeña población de menos de 5.000 habitantes del norte neuquino, cortaron la ruta y formaron piquetes para impedir el tránsito por las rutas 40, 22 y 10. Esta acción fue decidida en una Asamblea Popular para protestar contra el traslado del Regimiento de Infantería de Montaña 21 de esta localidad, a la de Covunco. Es que el traslado daría un nuevo impulso a la desocupación: por lo menos un tercio de la población vive de los servicios que presta al Regimiento.


Los pobladores colocaron un puesto de observación a pocos kilómetros del pueblo, en la ruta 44, y cuando aparecieron los camiones para proceder al traslado comenzaron la acción. Sólo pueden entrar y salir las ambulancias y los periodistas. Se han constituido ‘piquetes’ en las cuatro entradas del pueblo, se movilizaron topadoras y se formaron barricadas de tierra sobre las rutas y las banquinas. Los empleados municipales y los desocupados de la 2128 hacen guardias rotativas. Una vieja pobladora de Las Lajas declaró: "No queremos que nos pase lo mismo que a otras ciudades. Si tenemos que cortar la ruta como pasó con la gente de Cutral Co, lo tendremos que hacer así, para que desde todos lados nos escuchen y logremos tener algo" (Río Negro, 12/12). El ejemplo vivo de Cutral Co sobrevuela las barricadas.


En su momento dijimos que los sucesos de Cutral Co se extenderían "a otras ciudades del norte neuquino" (PO, 4/7). En todo este período, los cortes de ruta, las ocupaciones de intendencias, los piquetes se han convertido en una figura común en las ciudades neuquinas.


Pero no sólo allí, porque la semana pasada, los choferes de La Perlita, en la localidad bonaerense de Moreno, salieron a la huelga por la reincorporación de compañeros despedidos. Y se valieron de los mismos métodos de lucha: piquetes, corte de vías férreas, olla popular, etc., hasta obtener el triunfo de la reincorporación de los despedidos.


Estos métodos de lucha están evidenciando la bancarrota de los aparatos de contención del movimiento obrero y popular, como la burocracia y la iglesia. Los trabajadores, empujados por la crisis, se ven obligados a marchar a los métodos de acción directa: a la ocupación, a las barricadas, a los piquetes. Se plantea un choque directo entre las masas y el Estado. El Estado es, cada vez más, incapaz de ‘arbitrar’ frente a la crisis. Cuando se produjo el ‘santiagueñazo’, a fines del 93, planteamos: "Si la burguesía no tiene otros recursos de acción que el ‘plan’ Cavallo, entonces tiene que pensar en prepararse para convulsiones sociales y políticas más graves".