Internacionales
3/8/2000|675
Peru: las masas acorralan a Fujimori
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Los tres días de multitudinarias manifestaciones en repudio a la asunción del tercer mandato de Fujimori, mostraron la voluntad del pueblo peruano por poner fin a un régimen que liquidó las más elementales libertades democráticas; que encarceló y asesinó a miles de obreros, estudiantes y campesinos; que llevó la miseria a niveles intolerables, y que entregó el país al imperialismo.
A pesar de las provocaciones y de la represión salvaje (en tres días, la policía lanzó 12 toneladas de bombas de gas lacrimógeno contra los manifestantes desarmados), 200.000 personas ocuparon Lima y pusieron en jaque a las fuerzas represivas. Numerosas delegaciones fueron interceptadas y detenidas en el camino. Otro millón de personas manifestó en las distintas ciudades del país.
El fracaso de la salida democratizante del imperialismo
Las masas que manifestaron en Lima tan enorme repudio a Fujimori tienen, sin embargo, una dirección política burguesa y hasta proimperialista: la del ex candidato presidencial Alejandro Toledo.
Toledo, un ex funcionario del Banco Mundial, pudo competir con el enorme aparato fujimorista gracias a los fondos aportados por los grandes capitalistas norteamericanos, coordinados por Baruch Ivcher, propietario de canales de TV intervenidos por Fujimori, y por Elliot Abrams, secretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos en la época de Reagan. Precisamente, uno de los puntos principales del programa de Toledo era "la devolución de los canales a sus legítimos dueños" (Tiempos del Mundo, 13/7).
Como Fox en México, Toledo fue la figura elegida por la diplomacia norteamericana para darle una salida democratizante a la crisis del régimen de Fujimori. Esta crisis se manifestaba en las excepcionales movilizaciones populares que debía enfrentar el régimen (y que comenzaron mucho antes de que Toledo apareciera en escena) y por el agotamiento del ciclo privatizador iniciado por Fujimori como consecuencia de la crisis mundial. A los ojos de los voceros del gran capital, como es uno de los representantes del Banco Santander Central Hispano en Lima, "lo ocurrido en los últimos cuatro años (es que) el gobierno no puede continuar a fondo con su programa de reformas de mercado" (The Wall Street Journal, 27/7). Una expresión del agotamiento del ciclo privatista es el retroceso de las inversiones externas, que cayeron abruptamente, de 499 millones de dólares en los primeros tres meses de 1999 a sólo 62 millones en el mismo período de este año (Financial Times, 25/7).
El papel que el imperialismo reservaba a Toledo era reabrir este ciclo privatizador y, al mismo tiempo, desarmar la movilización de las masas. Pero esta manipulación política resultaba mucho más dificultosa y peligrosa para el imperialismo en Perú, que en México, porque ahora las masas estaban en la calle.
Las grandes movilizaciones populares desatadas contra el fraude obligaron al imperialismo a forzar la realización de una segunda vuelta electoral. Pero este operativo fracasó por la intransigencia de la camarilla fujimorista y por la debilidad política del propio Toledo, que no se presentó a esa segunda vuelta. Según un funcionario del Departamento de Estado norteamericano, "Toledo le entregó la elección a Fujimori. Era muy difícil defender a un candidato que se retira" (Clarín, 28/7).
El reconocimiento a Fujimori
Aunque en las primeras horas después de la segunda vuelta la diplomacia norteamericana declaró "inválido " el resultado electoral, rápidamente dio marcha atrás y reconoció el triunfo de Fujimori. La Organización de Estados Americanos (OEA) planteó entonces un ‘cronograma de democratización’ que fue aceptado tanto por los oficialistas como por los opositores en Perú.
La diplomacia brasileña negoció con el gobierno peruano la aceptación del ‘plan de democratización’ a cambio de anular cualquier tipo de sanción política o económica internacional (Clarín, 30/7). Así, Fujimori asumió su tercer mandato con el reconocimiento pleno del imperialismo norteamericano y del conjunto de los regímenes democratizantes latinoamericanos.
El giro de la diplomacia norteamericana hacia el reconocimiento de Fujimori es, también, una evidencia de sus propias divergencias, porque para el Pentágono, la CIA y la DEA, Fujimori debía ser respaldado por su papel en "la guerra contra la subversión y el narcotráfico" (The New York Times, 6/7).
Una nueva crisis política
El ‘plan de democratización’ de la OEA establece una serie de medidas –como la devolución de los canales de TV, la subordinación de los aparatos de inteligencia al poder político, la restitución de los jueces de la Corte Constitucional destituidos por Fujimori– que tienen por objeto desarmar paulatina y negociadamente el régimen de camarilla armado por Fujimori, encabezado por la eminencia gris, Vladimiro Montesinos.
Vladimiro Montesinos es el jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Desde el SIN, Montesinos no sólo dirigió la ‘guerra sucia’ contra Sendero Luminoso y el Mrta, asesinando y encarcelando a miles de peruanos ligados o no a la guerrilla, sino que además montó numerosas provocaciones contra la oposición democratizante, la cual lo sindica como el organizador del fraude en las últimas elecciones. Distintas versiones lo acusan, además, de ser uno de los más fuertes narcotraficantes del Perú, aunque también cuenta con "una fluida relación con la tríada Pentágono-DEA-CIA" (El País, 16/7). Pero Fujimori se niega a entregar la cabeza de Montesinos. Es así que el "incumplimiento de los compromisos acordados", según la gráfica expresión del canciller brasileño (Clarín, 30/7), volvió a abrir una crisis entre el imperialismo y Fujimori.
"Fujimori tiene que cumplir con la OEA", declaró un funcionario del Departamento de Estado (ídem). Este programa significa que los norteamericanos están muy lejos de querer echar a Fujimori.
Otro motivo de la crisis es la división de la burguesía. Según el Financial Times (27/7), se teme que Fujimori " dé marcha atrás a su política de reformas de mercado" y siga una política "populista". Fujimori hizo aprobar una ley que elimina el derecho de las empresas mineras, la mayoría estadounidenses y canadienses, a repatriar sus utilidades libres de impuestos.
A los ojos de los voceros capitalistas, Fujimori parece haber salido ganancioso del enfrentamiento que provocó con las manifestaciones. Refiriéndose a la quema del Banco Nación de Perú, el corresponsal de La Nación (30/7) escribe que "la resistencia permanente anunciada por Toledo podría perder el rumbo que había tomado en los últimos días. Los canales legítimos que abrieron los peruanos para mostrar su rechazo al gobierno pueden quedar abortados por errores en la conducción".
Una crisis explosiva
La crisis política abierta en Perú combina un conjunto de elementos explosivos: crisis económica, fuga de capitales, un régimen de camarilla acorralado y repudiado por las masas que se movilizan en las calles, impasse de los acuerdos establecidos entre la camarilla y la OEA, agotamiento de la dirección proimperialista de Toledo. El imperialismo está perdiendo el capital que significa que las direcciones políticas y sindicales que movilizan a las masas se subordinen políticamente a Toledo, a través del llamado Frente Democrático Nacional.
Frente a las maniobras del imperialismo y de la camarilla de Fujimori, es una necesidad imperiosa para la clase obrera y los explotados peruanos su independencia política, es decir su estructuración en un partido político propio.