Por qué se desintegra el Mercosur
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"Fue un error estratégico concentrar todo el potencial exportador en el Brasil. Había que comercializar con el mundo. Así el Mercosur no sirve para nada" (Clarín, 23/4). Esto lo dijo sin medias tintas, el ministro de Economía, Roque Fernández.
"Los empresarios comenzaron a preguntarse —dice un columnista del diario— qué será de la plata que invirtieron si el Mercosur se disuelve. A los hombres de negocios se les complicaron las cuentas con la devaluación de Brasil, el principal cliente para sus productos. Y creen que las declaraciones del canciller brasileño Luiz Felipe Lampreia son una muestra de que Brasil no descartaría, en algún momento, patear el tablero" (Clarín, 15/4).
Tan solo unos meses atrás, la mayoría de la gran patronal argentina presentaba el Mercosur como el mayor éxito de la política económica alegando que había servido para expandir el comercio regional y convertir a la región en un vasto campo de inversiones. Pero bastó que Brasil devaluara su moneda, para que este supuesto éxito estratégico argentino estallara en mil pedazos.
Sin embargo, el lamento de Roque Fernández es completamente estéril, esto porque fuera de Brasil, la Argentina no tiene dónde exportar. El comercio argentino con el Nafta (México, Estados Unidos y Canadá) o con la Unión Europea siempre fue limitado y deficitario. Con el sudeste asiático, irrelevante y, cuando cobró alguna importancia, se volvió deficitario.
En verdad, el Mercosur y Brasil apenas sirvieron para contener durante unos pocos años la crisis argentina gracias a la demanda especulativa impulsada por el Plan Real y a las suculentas prebendas y subsidios que ofrecieron los gobiernos de ambos países a costa de las finanzas públicas y de una mayor deuda externa.
Ese proceso especulativo estuvo limitado a algunas industrias, como alimentos, petróleo y autos. "Los estudios que hemos hecho nos muestran que, si no se cuentan el trigo y el petróleo que la Argentina exporta y el hierro y el café que importa desde Brasil, el superávit que tuvo la Argentina en los últimos cuatro años pasa a ser déficit" (El Cronista, 29/4), aclaró Beatriz Nofal, candidata de la Alianza a dirigir las relaciones en el Mercosur. Otro claro ejemplo fueron las radicaciones de plantas automotrices, con subsidios por parte de ambos gobiernos.
Retroceso
El Mercosur ya estaba en crisis mucho antes de que Brasil devaluara. "En los últimos tres años, el Mercosur no avanzó en remover las barreras no arancelarias dentro del comercio regional. Todavía carece de un código común aduanero y muchas importaciones requieren todavía de autorizaciones previas. Las conversaciones sobre libre comercio en los servicios y en relación con las compras gubernamentales están detenidas" (The Economist, 24/4).
Además, la industria más importante de la región —la automotriz— tiene un comercio administrado (o sea con cuotas en beneficio de cada país). Si se pone fin a esta regulación y a los subsidios, ingresarán en una crisis que deberá llevar de inmediato a la desaparición de una decena de automotrices. Todos reconocen que el Mercosur, con una capacidad de producción de 4 millones de autos por año, solamente podría vender unos 2,5 millones, para lo cual necesitaría 4 empresas y no las 15 que hay hoy en día.
Las grandes patronales automotrices reclaman, por eso, que se prorrogue por otros 4 años el régimen automotor, lo que significaría mantener las prebendas actuales y, sobre todo, obstaculizar la entrada de los autos asiáticos.
En la siderurgia, la Argentina puso derechos antidumping al acero brasileño para defender las amenazadas posiciones del Grupo Techint, algo que irritó a las automotrices que deberán pagar más cara la chapa que les vende Siderar.
De inmediato, "el gobierno de Brasil amenazó con denunciar ante la Organización Mundial del Comercio las últimas barreras comerciales impuestas por la Argentina contra las exportaciones de esa procedencia" (La Prensa, 24/4), aunque la única que reclamó contra este proteccionismo argentino es la Compañía Siderúrgica Nacional, no así los restantes grupos, que tienen acuerdo de especialización (o sea de control de mercados) con Techint. Además de la argentina, Techint controla, también, la siderurgia venezolana —que atraviesa una fenomenal crisis— y gran parte de la mexicana.
El otro frente de discordia es el azúcar. La decisión del gobierno argentino de bajar en un 10% el arancel de importación provocó que la oligarquía azucarera argentina se pusiera en pie de guerra, aunque Pepsi y Arcor, entre las alimenticias que usan el azúcar como materia prima, están de acuerdo con la rebaja.
Sobre este cuadro de crisis, la devaluación brasileña determinó que muchas patronales decidieran trasladar su producción de la Argentina hacia Brasil. Por ejemplo, "Fiat fue la fábrica que actuó con mayor rapidez después de la desvalorización cambiaria. Transfirió, a partir de febrero y por tiempo indeterminado, el 40% de la producción del automóvil sedan Siena, que era realizada en la planta de Córdoba, a la planta de Betim en Mato Grosso" (Cronista, 15/4). Lo mismo hicieron la autopartista Valeo y Mercedes-Benz con el utilitario Sprinter.
De espaldas al Mercosur
Todo este cuadro de desintegración del Mercosur explica también que Brasil comenzara a negociar una zona de libre comercio con los países andinos (Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela) y con México, sin pedir el acuerdo argentino y en clara violación del Tratado del Mercosur. Brasil firmaría con esos países la posibilidad de comerciar con un arancel inferior al arancel externo común del Mercosur, que es del 35%. Los países andinos o México podrían vender, entonces, en Brasil a precios más bajos los mismos productos que hoy provee la Argentina.
"Lo cierto es que para Brasil es más fácil negociar solo que con el Mercosur", admitió el secretario menemista de la Cancillería, Jorge Campbell. Incluso fue más lejos al decir: "El tema es muy complejo, no puedo ni imaginar una solución... El problema de fondo es cuánto tiempo aguanta Brasil sin poder acceder a los mercados andinos por tener que acompañar a sus socios. Y hay quienes creen que vale más entrar en la Comunidad Andina" (La Nación, 16/4).