Mujer

1/2/1994|411

Sin la participación activa de la mujer, no hay Revolución Proletaria

En la década de 1860, cuando la Primera Internacional obrera comenzó su gran tarea de luchar por la emancipación del trabajo, las mujeres trabajadoras sólo jugaban un papel secundario en la economía. No se hablaba todavía de un movimiento socialista de las mujeres trabajadoras. Incluso en los sindicatos, las mujeres eran una minoría insignificante.


Por eso la reivindicación de la Primera Internacional del reconocimiento de iguales derechos para las mujeres tenía un carácter abstracto. La lucha por la emancipación de las mujeres no se había convertido todavía en una necesidad urgente para la clase trabajadora.


La Segunda Internacional tomó una posición más definida en la cuestión de los derechos de la mujer. Sin embargo, la política de acción parlamentaria pacífica que manchó a la Segunda Internacional durante toda su existencia, condujo a los partidos socialdemócratas a ver el movimiento de las mujeres trabajadoras principalmente como una lucha por derechos políticos. Cuanto mayor fue el papel que las mujeres comenzaron a jugar en la economía nacional y cuanto más rápido fue el crecimiento del número de mujeres que trabajaban independientemente, más agudamente los socialdemócratas encararon la cuestión de cómo utilizar esta fresca, intocada capa de la población como votantes. Tan temprano como en la década de 1890, la cuestión de la extensión del derecho de voto a las mujeres proletarias  fue incorporada a los programas de un gran número de partidos socialdemócratas. Y en el Congreso de Stuttgart de 1907, la Internacional Socialdemócrata adoptó una resolución sobre la necesidad de luchar por los derechos electorales para las mujeres.


El Día de la Mujer Trabajadora fue establecido en Copenhague como un día de agitación por el sufragio femenino (**).


La Segunda Internacional no fue más allá de esto en su reclamo de igualación formal de los derechos de las mujeres con los de los hombres. Dejó de lado la liberación social de las mujeres y la liberación de la vida doméstica hasta después de la completa realización del orden socialista.


La gran Revolución proletaria rusa resolvió el problema de los derechos políticos para las mujeres de un golpe. Las mujeres trabajadoras y las mujeres campesinas se han convertido ahora en ciudadanas plenas de la Rusia Soviética. El objetivo del Día de la Mujer Trabajadora ha sido alcanzado.


Todavía es ahora, al calor de la aguda batalla con el viejo, obsoleto mundo capitalista, que la vida presenta al proletariado internacional algunos nuevos, maduros y urgentes desafíos en la lucha por la emancipación de las mujeres.


Las mujeres trabajadoras y las mujeres campesinas gozan del derecho a votar a la par con el hombre. Sin embargo, a pesar de este reconocimiento formal, este derecho es nada más que un medio, un arma para luchar contra las condiciones de vida, los vestigios del capitalismo, que oprimen a la mujer.


Las mujeres trabajadoras y las mujeres campesinas son todavía muy esclavas domésticas, todavía encadenadas a la familia burguesa, todavía objeto de vergonzoso comercio como prostitutas involuntarias.


Entre el gran número de tareas extremadamente importantes que enfrenta la Tercera Internacional está la tarea de la emancipación completa de las mujeres. Hoy esta cuestión no es más meramente abstracta o teórica. La vida real reclama acción. En el último medio siglo el trabajo de las mujeres adquirió un enorme peso en la producción. El ulterior desarrollo planificado de la economía nacional y su capacidad productiva se ha vuelto inconcebible sin la contribución de la capacidad de trabajo de las mujeres. Para usar esa capacidad convenientemente las mujeres deben ser aliviadas de sus cargas y liberadas del innecesario, improductivo y antieconómico trabajo hogareño y de la crianza de los hijos. La edificación de la nueva sociedad demanda que la energía viva, fresca de las mujeres sea dirigida hacia la construcción de vida sobre nuevos principios.


En lugar de realizar el improductivo trabajo hogareño, las mujeres pueden jugar un enorme papel organizando un nuevo orden económico; en lugar de educar a la familia, las mujeres pueden contribuir en gran medida al fortalecimiento y desarrollo de los comienzos de la educación pública socialista. La nueva, Tercera, Internacional Comunista,  sólo tiene que darse a la tarea de utilizar al proletariado femenino, de desarrollar todas las posibilidades  de su iniciativa para atraer a las mujeres trabajadoras hacia la causa de la lucha y la construcción de una nueva forma de vida, y el desarrollo de una nueva ética, una nueva relación entre los sexos.


Por lo tanto,  el “Día de la Mujer Trabajadora”, este año, no es sólo una celebración de los grandes logros de las mujeres trabajadoras —su adquisición de la plena igualdad de derechos civiles—, sino también un día para proyectar nuevas tareas para la causa de la emancipación social y económica de las mujeres por medio de la Tercera Internacional Comunista.


Camaradas de la Tercera Internacional, no deben olvidar que sin la participación activa de las mujeres trabajadoras, la dictadura del proletariado no puede ser estable ni completa.