Sobre la cuestión de la mujer

Prensa Obrera


Sr. Director:


 


He leído el artículo de Daniel Blanco publicado en el periódico del partido referido al movimiento de liberación de la mujer “Bases para una política revolucionaria” (24/11/93) y creo necesario hacer algunas aclaraciones al tema, que considero lo suficientemente complejo para generar un debate que va más allá de la cuestión de la mujer.


En primer lugar, el tema de la “liberación de la mujer” no debe plantearse desde el ángulo femenino exclusivamente, sino como liberación del hombre y la mujer, ya que en la sociedad capitalista-patriarcal, ambos están oprimidos (dejo para más adelante el planteo de la doble opresión de la mujer). Este es un tema difícil de tratar porque en él se involucran cuestiones económicas, políticas, sociales pero también psicológicas, incluyendo los prejuicios que son el lastre de una educación familiar basada en las desigualdades y el autoritarismo.


En este artículo se expresa “que bajo el capitalismo, la mujer se haya incorporado a la producción directamente social, representa un fenómeno en esencia progresivo, pues destruye el carácter cerrado de las relaciones familiares de bases patriarcales que predominaban en la época precapitalista” (?). Sin embargo, las relaciones familiares de bases patriarcales no sólo predominaban en la época precapitalista, continuaron predominando en el capitalismo, incluso es una de las bases para su expansión y desarrollo.


El capitalismo necesita del “trabajo invisible” (expresión tomada de Isabel Larguía) de la mujer, de la “elaboración de valores para el consumo directo y privado”. La división del trabajo ha asignado a la mujer reponer la fuerza de trabajo (alimentación-higiene-vestimenta-crianza de los hijos, etc.) que mueve la economía. En el capitalismo se agudiza la sobreexplotación de la mujer y se generan teorías que explican y “naturalizan” la función de la mujer dentro del hogar, aun cuando se trata de mujeres trabajadoras.


Rousseau fue uno de los teorizadores sobre el tema, caracterizando a la mujer-madre-sumisa-pasiva-abnegada y siempre fiel al marido (Emilio - 1762). A partir de allí, las teorías se multiplican y el dispositivo de dominación de la mujer se acentuó. En el siglo XX las investigaciones de científicos como Spitz, Winnicott, Melanie Klein, entre otros, basados en Freud, descubren la importancia del vínculo madre-hijo como fundamental para la salud mental del niño. Estas investigaciones realizadas en el marco económico-político de posguerra fueron utilizadas para promover la vuelta al hogar de las mujeres trabajadoras.


Es a partir de la Primera Guerra Mundial que la mujer logra una independencia significativa respecto al hombre, con su masiva incorporación al sistema productivo. Esto es posible porque se dan condiciones subjetivas que permiten cuestionar el rol de la mujer en la sociedad capitalista-patriarcal, a pesar de la ideología dominante que impuso la idealización de la maternidad “no como la única, pero si la más noble función femenina”. La idealización de la maternidad tiene carácter regresivo y favorece el sometimiento de la mujer a la familia y a las estructuras sociales burguesas. Los avances científicos que permitieron el perfeccionamiento y la generalización de los métodos anticonceptivos, a pesar de implementarse como una forma de control social, han influido en la psicología de la mujer, quien ahora puede decidir sobre su maternidad y de esta manera romper con la represión sexual histórica a la que se ha sometido, planteando la igualdad respecto al hombre, sin trabas. Pero debemos tener en cuenta que las mujeres y los hombres oprimidos por este sistema económico-social tienen escaso acceso a una real educación sexual, y el empleo de métodos anticonceptivos está limitado por este bache en la educación y por sus altos costos para las familias proletarias.


Se plantea acertadamente “el reemplazo de la familia burguesa por otra forma y contenido de relación familiar en el marco de una sociedad sin clases y sin explotación social”. Coincido en que feminismo sin marxismo no puede lograr un cambio estructural, pero se están produciendo cambios en las relaciones familiares que deben ser observados y analizados para no quedar en un planteo teórico sin inserción en la realidad. Estos cambios se están dando, no porque las políticas sociales, las relaciones económicas y la legislación los favorezcan, sino porque las mujeres hemos luchado y lo seguimos haciendo para vencer la sobreexplotación que nos somete (me refiero a las mujeres trabajadoras y especialmente a las que tenemos conciencia de la división y diferencias de clases).


Creo oportuno cuestionar las posiciones de mujeres que acceden a cargos políticos o gremiales, generalmente de los partidos tradicionales, quienes toman los conceptos y prejuicios característicos de la sociedad patriarcal como propios, a pesar de autodenominarse “representantes del sector femenino”. Incluso mujeres políticas se expiden en contra del aborto, alegando cuestiones morales y religiosas, en una posición retrógrada, fuera de la realidad de la mayoría de las mujeres.


En cuanto a los movimientos feministas burgueses, no plantean la transformación de las estructuras sociales, sino la liberación femenina “tomando lo peor de los derechos de los hombres”. No se trata de liberación femenina simplemente. La liberación de la mujer sólo puede darse con la liberación del hombre de este nuevo sistema esclavista, disfrazado de democracia formal, que pretende aniquilar las conquistas sociales alcanzadas en otros períodos históricos.


La opresión de la mujer deber ser considerada como un aspecto más de la enajenación de hombres y mujeres, que se expresa en el trabajo, la propiedad privada y la división del trabajo.


“La supresión positiva de la propiedad privada como apropiación de la vida humana, es pues la supresión positiva de toda enajenación y la vuelta del hombre, la religión, la familia, el Estado, etc., a su vida humana, es decir social” (Marx, “Manuscritos económico-filosóficos”).


Estos cuestionamientos sólo cobran sentido a través de la acción concreta de mujeres y hombres. Me parece correcto que el PO, como otros partidos de izquierda, proponga un plan de trabajo sobre el tema de la mujer que favorezca la toma de conciencia, especialmente de los militantes del partido y de sus dirigentes.