“Convocar a que los propios trabajadores puedan debatir”

Entrevistamos al Dr. Enrique Carpintero. Psicoanalista, director de la revista Topía. Fundador y director del Servicio de Atención para la Salud (SAS), quien expresa su posición sobre la situación de la Salud Mental en la Argentina y sobre la convocatoria al Congreso del movimiento obrero y la izquierda.


-Teniendo en cuenta tu vastísima trayectoria en el campo del psicoanálisis y la Salud Mental en el cual sos un referente ¿Qué balance haces de las políticas estatales en el campo de la Salud Mental en relación a la población durante los últimos años, llegando al llamado “fin de ciclo”?


 


-El gobierno se fue readaptando a la crisis económica mundial, pero no ha modificado el modelo de desarrollo productivo ni las bases económicas y financieras centradas en el mercado para que hagan negocios las empresas capitalistas. El modelo K no pretende alcanzar una nueva forma de sociedad más allá del mercado y del Estado como promotor del consumo. Esto ha llevado al deterioro del sistema público de salud,  como lo demuestran las protestas realizadas por profesionales y trabajadores en nuestra ciudad y en diferentes provincias. Debo decir que es una vergüenza que en la ciudad de Buenos Aires, el lugar con mayores Trabajadores de Salud Mental del universo, la atención en Salud Mental sea tan deficiente. Como sucede con el hambre en el mundo, no hay otras razones que no sean políticas. Las políticas privatizadoras que se siguen llevando en la actualidad han destruido la Salud Pública. Su resultado es una salud para aquellos que tienen poder adquisitivo y una salud para los pobres en hospitales abandonados o en el manicomio. Es así como nos encontramos con el vaciamiento de los hospitales; disminución del personal, falta de instrumentos médicos, disminución de la calidad y cantidad de insumos; privatización de servicios como mantenimiento, cocina y lavandería que para obtener más ganancias bajan la calidad, y podríamos seguir. Es la lógica de un sistema capitalista donde la salud se ha transformado en una mercancía.


 


Por ello,  luego de la promulgación de la Ley de Salud Mental, la Ley 448 de la CABA y de otras provincias,  éstas no se cumplen. Es necesario que se promueva su cumplimiento con planes de transformación, un presupuesto adecuado y recursos acorde a lo requerido y no simplemente discursos, relatos y voluntarismo. Para avanzar en el campo de Salud Mental hay que enfrentar el poder que se encuentra en una alianza entre sectores del Estado, los grandes laboratorios, las instituciones de medicina privada, la burocracia sindical que manejan sus intereses en las obras sociales y las organizaciones médicas que se oponen a cualquier proyecto de transformación. La socialización de la salud no implica solamente una formulación ideológica y política sino ser consecuentes con una ética para llevar adelante una perspectiva racional y científica en el campo de la Salud Mental. Es necesario luchar para que el Estado sostenga la salud pública desarrollando una política universalista de seguridad social, con la participación de los trabajadores de Salud Mental y los usuarios.


 


-¿Como caracterizas que es el cuadro de situación en relación a los profesionales y trabajadores de la Salud mental en los distintos subsectores de salud?


 


-El deterioro de la Salud Pública va acompañado por acciones políticas que desde el Estado apuntan a transferir recursos públicos al sector privado. Uno de los mecanismos utilizados son los subsidios a las obras sociales de los grandes sindicatos de la CGT. Su resultado es la tercerización de la salud,  producto de la descentralización que derivó en la transferencia de establecimientos de la Nación a las provincias y de estas a los municipios conjuntamente con la tercerización que permite contratar trabajadores con salarios muy por debajo de los que deberían percibir. No hay planes nacionales efectivos en Salud Mental. Además se promueve trabajos precarizados y clientelares bajo el rótulo de un supuesto progresismo de “trabajo comunitario” o “atención primaria”. En la mayoría de éstos, el estado no sólo contrata bajo condiciones de cualquier tercerizado, sino que no hay aportes de recursos y formación adecuada para llevar adelante dicha tarea.


 


-¿Qué lectura haces de la salud mental durante la llamada “década ganada”?


 


-El capitalismo mundializado ha llevado cada vez más lejos aquella premisa de “tanto tienes, tanto vales”. La normalización de estos tiempos hace que vemos como “natural” estos fenómenos en todos los ámbitos. Pero como todo poder, podrá ser hegemónico pero nunca absoluto. En ese camino es necesario diferenciar los efectos de acuerdo a la pertenencia de clase, generación y género. No somos todos iguales. Sin embargo hay  una suerte de naturalización de la deficiente atención de lo público destinado a los que no tienen poder adquisitivo. La Salud Pública es para los pobres y la privada para los que pueden pagar la prepaga o tienen una obra social -debemos recordar que el 40% de la población trabaja en negro-. Una ética basada en el derecho a la salud es reemplazada por los derechos individuales, donde el derecho básico es el de propiedad. Además es necesario decir que la salud en sus aspectos psíquicos y orgánicos -ambos van siempre juntos- dependen de una complejidad de factores familiares y sociales: cómo vivimos, donde vivimos, si tenemos vivienda, la calidad del trabajo, el acceso a la educación, la contaminación ambiental. También vemos como aumenta la pobreza y la marginación, ya que la desocupación es reemplazada por trabajos en “negro” y precarizados. Los datos son contundentes. En los últimos 10 años la supuesta “reactivación” que se llevó adelante fue sostenida por la precarización y superexplotación. En este sentido es importante reflexionar sobre las consecuencias en la subjetividad que tiene el pago de la deuda externa. Se habla de una deuda que tiene Argentina, aunque no es el capital quién la paga. Al contrario, éste hace importantes negocios mientras el esfuerzo recae en el conjunto de la población, en especial sobre los sectores más vulnerables. En definitiva, la deuda es ilegítima e impagable. Cuanto más se paga, más aumenta. Un verdadero circulo vicioso que solo sirve para imponer políticas sociales y económicas por parte de los organismos financieros internacionales. Esta situación ha llevado a  que los servicios sociales, la educación y la salud pública cuenten con un presupuesto reducido, cuyo deterioro solo beneficia a las empresas privadas y, en consecuencia, a aquellos que pueden pagar una prestación.


 


-¿Cuál es tu opinión sobre la convocatoria al Congreso de la Izquierda y el Movimiento Obrero del 8 de Noviembre en el Luna Park? ¿Qué debería ser discutido en el Congreso como parte de las problemáticas planteadas? 


 


-En primer lugar debo señalar que este Congreso es consecuente con el espacio ganado por el Frente de Izquierda. De allí su importancia en tanto supone convocar a que los propios trabajadores puedan debatir políticamente sobre la situación del movimiento obrero y la izquierda. En este sentido creo que los propios participantes del Congreso se deben dar un temario sobre cuales son los ejes de sus problemáticas. Ahora bien, desde lo que vengo diciendo, puedo sugerir que un tema muchas veces soslayado son las condiciones de deterioro de la salud de los trabajadores y cuales son los instrumentos para encontrar las respuestas necesarias. De allí se desprende la importancia de que los delegados de las comisiones internas en cada empresa participen en el control de la gestión de las obras sociales de su sindicato. No sólo en la contratación de los servicios sino en la efectividad de su implementación y las tareas de prevención que específicamente requiere cada actividad desarrollada por los trabajadores.