A Flavio Rapisardi

Sr. Director:


Por más de un motivo, he leído con sorpresa la carta de Flavio Rapisardi publicada en el último correo de lectores de Prensa Obrera. Según Rapisardi, el editorial de Altamira referido a la cuestión clerical en el Frente de izquierda denigraría la conquista de la unión civil para parejas homosexuales. Por lo visto, no ha entendido —o no ha querido entender— el editorial de Prensa Obrera. En él, Altamira señala que el capitalismo ha debido tolerar progresos en materia de derechos reproductivos o sexualidad cuando fue colocado ante las catástrofes sociales generadas por la miseria o el oscurantismo, sin renunciar luego a explotar el filón capitalista de tales derechos. Es una visión descarnada o, más bien, socialista, de la conquista de derechos democráticos o sociales bajo el capitalismo, y se opone al planteo “progre” que ve a estos derechos como la expresión de una sociedad que aún puede progresar y asegurar verdaderas conquistas morales y materiales a las masas. De esta última visión se desprende la militancia confinada a los lobbies “sociales” (de género, de medio ambiente, etc.) por la “ampliación de derechos”, sin superar al orden social vigente. De la primera visión, que es la que señala Altamira en su editorial, la lucha por una transformación social de fondo.


Pero lo más sorprendente no es esta incomprensión. Lo asombroso es que Flavio, que ha encontrado en un pequeño párrafo sobre la unión civil una fuente de “divergencia grave”, no se pronuncie en cambio sobre la cuestión de fondo del editorial de Prensa Obrera. Es decir, respecto de si los elementos vinculados al clero y a sus planteamientos deben ser protagonistas de un frente de izquierda. Rapisardi: ¿está usted a favor o en contra de que el frente tenga como voceros a quienes se oponen al derecho al aborto y aun a las medidas elementales de salud reproductiva?


La carta de Rapisardi exhuma quejas sobre la participación del PO en la lucha por la unión civil. Una crítica por cierto difícil de entender hacia quienes llevaron, en un lugar central en sus listas de candidatos, a una vocera de su movimiento. Lo que no sabemos es si Rapisardi, a partir de ese reproche, prefiere un frente con los voceros del arzobispo Bergoglio, es decir, con los enemigos de la “unión civil” en Argentina y en el mundo. Para la Iglesia, la lucha contra los casamientos gay se ha transformado en un bastión de su combate mundial por el reforzamiento de la opresión moral contra las masas.


El eslabón final de mi sorpresa —pero más bien del desagrado— es ver que Flavio firma su carta como “investigador de la UBA y activista gay”. Ello, cuando es reconocida su militancia como asesor legislativo de Izquierda Unida y el PC, tal como rezan los artículos que escribe regularmente en Propuesta. En un debate que involucra a un partido con otro, parece de una mínima lealtad identificarse políticamente, y no bajo el velo de un “militante social”.


Este ocultamiento, la fabricación caprichosa de una “divergencia grave” y el silencio sobre la cuestión del clero (que es en definitiva el eje de la nota de Altamira) nos hacen pensar en otra (aunque pequeña) provocación del partido de Rapisardi contra el Frente de izquierda.


Sería mejor que Flavio dejara de perder su tiempo valioso en servirse como campo de maniobras, y pusiera su cabeza a trabajar para la formación de un verdadero frente de izquierda.


Atentamente,