Altamira y el movimiento piquetero

¿Un programa realizable?   


Jorge Altamira, en Prensa Obre­ra N° 858,’ escribió un artículo titula´ do "El problema piquetero de la iz­quierda”1.donde polemiza con la iz­quierda acerca del movimiento pi­quetero y la necesidad de su exis­tencia. El punto nodal de la posición de Altamira es la defensa del movi­miento piquetero en todo sentido, tanto en el antirepresivo, como en la defensa de los cortes de ruta.


Según Altamira, la izquierda con­sidera que el desarrollo del movi­miento piquetero como tal (esto es cortando rutas) es perjudicial, y que la solución pasa por crear trabajo y no por la represión Altamira en opo­sición, considera tal postura como contrarrevolucionaria, ya que según su pensamiento, la desaparición del movimiento piquetero implicaría ma­yor desocupación, miseria, etc. La frase que podría resumir la posición política de Altamira es la siguiente: “más y más piquetes”.


Subjetividad y consenso


Es notorio que la posición de Al­tamira -y de todo el Partido Obrero- es de una profunda confianza en el movimiento piquetero, movimiento que ha tenido una errática relación con el resto de la sociedad. En el úl­timo tiempo, la relación se ha ido de­teriorando, fenómeno identificable en el coro de voces que se ha suma­do en contra de los piquetes, y de sus realizadores, los piqueteros. Aun así, Altamira insiste en la necesidad de que los piquetes vayan en ascen­so:


De modo que en un escenario de saqueo sin límites de personas y de bienes por parte del capital financie­ro, se logra imponer a la izquierda una discusión que gira sobre la ‘con­tención’ de los piqueteros y no sobre los límites que habría que imponerte al capital y sobre los métodos para hacer valer esos límites efectiva­mente. Pero, ¿y el ‘límite’ de los pi­queteros? Interrogante falaz, pues la posibilidad de que el movimiento pi­quetero triunfe en la realización de sus objetivos depende, precisamen­te, de que, en lugar de ponerse lími­tes, supere los propios constante­mente.


Más adelante fundamenta por qué el movimiento piquetero deber superar sus límites:


La burguesía no tiene interés en suprimir la desocupación, pues ne­cesita de un "ejercito de reserva" pa­ra disciplinar a la clase obrera Tam­poco tiene condiciones para reducir realmente su carácter masivo; en to­da la historia del capitalismo, la re­versión de la desocupación en masa fue la consecuencia de güeñas y re­voluciones de ningún modo del li­bre juego de las fuerzas del merca­do, incluidas las timoratas Interven­ciones" estatales.


Continuando con el razonamien­to dice:


Para “crear trabajo’ es necesa­rio, en definitiva, derrocar al capital, lo cual supone la victoria del movi­miento piquetero (en el marco de una victoria histórica del proletaria­do) de modo alguno su eliminación.


Dejemos de lado el brutal deter­ninismo económico de corte catastrofista, sustentado en la afirmación de que el capitalismo no puede ofre­cer capacidad de respuesta al pro­blema de la desocupación, y apunte­mos a dos cuestiones.


Pareciera que el escrito minimiza en demasía sobre la percepción ne­gativa del resto de la población no piquetera, sobre el movimiento pi­quetero. Altamira construye formal­mente. en la abstracción de su pen­samiento, un antagonismo objetivo donde el retroceso del piquetero es mayor avance del capital, y vicever­sa. Aun si admitiéramos esta rela­ción como válida nos queda un pro­blema… el de la subjetividad de la población no piquetera. La subjetivi­dad de gran cantidad de gente que percibe que el avance y crecimiento del movimiento piquetero los perjudi­ca. Si acordamos entonces con la proposición que, sólo el triunfo del movimiento piquetero sobre el capi­tal es capaz de terminar con la deso­cupación, tenemos que pasar a la consiguiente pregunta de ¿cómo el movimiento piquetero puede derro­tar al capital?


Altamira al hablar de los méto­dos favorables a la imposición de lí­mites al capital por parte de los pi­queteros, olvida un problema crucial, el del consenso. La posibilidad para que la relación político-objetiva piquetero-capital favorezca más al pi­quetero, no puede obviar el apoyo de gran parte de la población al mis­mo. Hacerlo sería tener plena con­fianza en un movimiento que agrupa a una fracción activa, pero minúscu­la, de la población del país. De ahí que el desarrollo del movimiento pi­quetero deba ir en consonancia con el aumento de consenso con el res­to de la población. Consenso que deberá atender a la relación subjeti­va que prima en la cabeza de la gen­te: "mayor desarrollo del movimiento piquetero mayor perjuicio para mí". Si mayor bienestar implica más pi­quete y más piquete, implica mayor rechazo por parte de la gente al mo­vimiento piquetero, más piquete puede implicar entonces, en un futu­ro, menos piquete y más miseria. Subjetividad de la población no pi­quetera y consenso con ésta por parte del movimiento piquetero, son dos puntos olvidados en el escrito de Altamira.


¿Un método define a una clase?


Altamira, en su afán por prodigar panegíricos al piquete, llega a equi­parar la utilización del método, con la existencia de la clase obrera en­camada en ese método. Quién reali­ce sistemáticamente piquetes… obreros será. Dice Altamira: “Sor­prende, en cierto modo, la hostilidad al movimiento piquetero por parte de una izquierda que dice inspirarse en el marxismo, cuando se tiene en cuenta que, desde la Circular de la Liga Comunista de Alemania, de 1850, el movimiento obrero y el so­cialismo internacionales han inscrip­to al piquete en sus programas, al que han caracterizado como el em­brión de la milicia obrera.


Pensar que el uso sistemático del piquete conlleva necesariamente el programa de la clase obrera -y lo que es más improbable, que sea ex­presión del grueso de la clase obre­ra organizada- es definir a la clase principalmente por un método de lu­cha y no por relaciones sociales an­tagónicas. Continúa Altamira:


El recurso circunstancial no es, sin embargo, una línea estratégica, y esto está confirmado por la hostili­dad de los democratizantes hacia el movimiento que organiza piquetes en forma sistemática, o sea, el movi­miento piquetero.


Aquí Altamira no sólo equipara el método con la clase sino, lo que es más grave aún, equipara a una frac­ción en lucha especifica de una cla­se (los desocupados), con el grueso de la dase. Por más que el movi­miento piquetero se presente como el auténtico representante de la cla­se obrera, el resto de la clase es pro­bable que no conforme el movimien­to, que no comparta su programa y quizá que rechace plenamente su existencia. Altamira parece no con­cordar con estas palabras:


Se ha dicho que los desocupa­dos organizan piquetes sobre las ru­tas porque no pueden apelar al re­curso propio de los obreros, que sería la huelga. Esta monumental fal­sedad apunta a describir a los deso­cupados y a los piqueteros como una especie de género especial, o sea como un desvío de la lucha ’co­rrecta’ de clases o como algo ajeno a la clase obrera ‘real’. Cualquiera sa­be, sin embargo, que una huelga consecuente lleva al piquete y a la ocupación de las empresas.


Un método que responda a la tradición de lucha de una clase no es equivalente a que su utilización, en un determinado momento histórico, automáticamente dé cuenta de esa clase. Los piqueteros actuales (prin­cipalmente desocupados) podrán constantemente cortar las rutas (co­mo lo podrían hacer homosexuales, ecologistas y demás) y eso no ga­rantiza que nos hallemos ante la cla­se obrera en lucha. No es éste el ra­zonamiento de Altamira, quien arre­mete contra la izquierda por no ver en el piquete a los obreros:


En definitiva, todo el macaneo iz­quierdista acerca de ‘cómo terminar con los piqueteros’, simplemente po­ne al desnudo una superlativa igno­rancia de los programas y de la his­toria obreras y de la lucha de clases, pero por sobre todo una hostilidad, tanto más profunda cuanto que es instintiva, hacia la expresión real que asume la tendencia revolucionaria en el seno de los más explotados y de los más humillados.


El grueso de la clase obrera ocu­pada actualmente, quizá realice es­porádicamente piquetes, pero eso no la vincula con el movimiento cuya objetividad responde principalmente a los desocupados y cuya subjetivi­dad de identidad, responde al uso sistemático del piquete. La utiliza­ción recurrente del piquete termina conformando objetivamente a los desocupados en el movimiento pi­quetero, y es esa la percepción ac­tual que hoy tiene el grueso de la so­ciedad.


¿Desarrollo del piquete o desarrollo del consenso?


Los argumentos de Altamira no disimulan la necesidad de una ma­yor actividad piquetera y advierten, como ya hemos dicho, lo catastrófico que sería para la gran masa de opri­midos y explotados, la desaparición del movimiento piquetero. Aduce Al­tamira:


Es obvio que una derrota pique­tera como consecuencia de una combinación de esta metodología política no pondrá fin a la desocu­pación (constantemente mentada por los ilusos democratizantes) sino que agravará la miseria.


Es claro que una liquidación del movimiento piquetero, en los térmi­nos que plantea Altamira, supondrá un agravamiento de la miseria. Pero si la única solución a la desocupa­ción pasa por el triunfo del movi­miento piquetero, ya que 1« burgue­sía no quiere y no puede solucionar la cuestión, caemos en la cuenta que Altamira no plantea que los de­socupados se desarrollen como mo­vimiento, sino que el grueso de la clase obrera y parte de la clase me­dia, tomen el poder revolucionaria­mente y decreten abolidas las rela­ciones sociales capitalistas. Con |a utilización de piquetes, claro.


De esta manera, el planteo sería que el sector actualmente en lucha desarrolle una hegemonía política sobre el resto de la sociedad. Tene­mos nuevamente el problema del consenso, nuevamente la cuestión que la subjetividad de quienes hoy no integran el movimiento piquetero valore positivamente al fenómeno pi­quetero.


Quizás, entonces, la posición de Altamira de más y más piquetes no se corresponda exactamente con el desarrollo de este movimiento pique­tero en los términos actuales. Para un triunfo de éste es imprescindible y necesario que otros sectores (obje­tivamente hablando) se sumen a la lucha. Por eso no creo pecar de in­sistente al repetir que, el desarrollo de consenso, es una de las tareas urgentes para el movimiento pique­tero.


1- Para la escritura del artículo me basé en la versión de Internet de Prensa Obrera N° 858


2- Se refiere al accionar del Estado en pos de destruir al movimiento pi­quetero.